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jueves, mayo 28, 2009

Los rescatadores de la Naval

La tenacidad de 430 trabajadores ha salvado a la empresa de su cierre

«Y dicen que la movilización no sirve para nada... Pues mira, mira, y verás como sí», se pronunciaba ayer entusiasmado uno de los 430 trabajadores del astillero Naval de Gijón (Nagisa).

En idéntico escenario que hace un año, cuando se tapaba la cara con un pañuelo y empuñaba un «gomero» para lanzar piedras a la Policía, luchando contra el cierre de la empresa, el mismo trabajador sonreía ayer ufano, con el rostro ahora descubierto.

Mientras, recorría tranquilamente las instalaciones que ya se han renovado y pintado de azul: el color de la esperanza.

Su alegría y la de todos los empleados no era para menos. La historia de esta pequeña empresa naviera, participada en un 50% por la familia Orejas y por el Grupo Duro Felguera, ha dado un golpe de timón brutal y la aguja de su brújula se ha orientado ahora hacia el norte.

La compañía tiene dos contratos en marcha para la construcción de dos buques químicos, y negocia otros cinco contratos. Una vez despejado el futuro, «en el próximo mes de otoño podrá integrarse ya totalmente toda la plantilla a trabajar», comenta Cándido González, miembro del sindicato Corriente Sindical de Izquierdas (CSI).

La empresa invertirá 1.800 millones de pesetas para hacer realidad este sueño, y el Gobierno Regional subvencionará el 50% de los avales de los buques encargados y la deuda de 750 millones que la sociedad había contraído con el Instituto de Crédito Oficial (ICO).

Por eso, todos esos antiguos luchadores de la barricada -150 ya trabajan en las labores de renovación del astillero- se reunieron ayer para celebrar la victoria. Porque fueron capaces de imponerse, con su tenacidad, a que se levantase sobre los terrenos del astillero un complejo de chalés de lujo, que se iba a llamar «Urbanización Poniente».

Lo primero que hicieron para celebrarlo fue una asamblea, por no perder la costumbre, orquestada, por supuesto, por el emblemático sindicalista Morala, jefe natural en todas las movilizaciones. Comentaron cómo marchaba la negociación del segundo buque y luego, entusiasmados como niños, se hicieron una foto de grupo frente al desvencijado portón de entrada, que tantas veces les salvó de los botes de humo de la Policía y al que consideran como «un viejo compañero».

Ese portón es el último vestigio que queda de su lucha, y será sustituido por otro más sofisticado en los próximos días.

Los trabajadores concluyeron su celebración con el corte de la famosa calle Mariano Pola, situada enfrente del astillero, y lanzaron al aire las 15 docenas de cohetes voladores que les quedaban, ante las sonrisas de complicidad del público.

«Enterrada queda ya el hacha de guerra», concluyó Cándido González.

Ana Gallego


Publicado en: El Mundo, 22 de marzo de 1996.
Fuente: El Mundo.

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