El cielu por asaltu

Recuperar la dignidá, recuperar la llucha. Documentos pa la hestoria del movimientu obreru y la clase obrera n'Asturies.

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martes, julio 27, 2010

Todo sale de la mina

En el principio de todo estuvo el carbón. La Asturias del siglo XX no puede ser entendida sin tener en cuenta los yacimientos que atesoraba en su subsuelo y que fueron la base directa de su configuración económica e indirectamente de la social y política. El carbón atrajo a la industria. Y minería e industria modelaron la Asturias de la centuria pasada. De ahí nacieron las organizaciones sindicales y políticas que vertebraron la región. Y alrededor de éstas y de las ideologías que profesaban se generó todo un entramado cultural e identitario en torno a casas del pueblo, sindicatos, huelgas ganadas y perdidas, anhelos revolucionarios, represión, conquistas sociales, conciencia de clase, ideas de emancipación, confianza en la lucha y la acción colectiva. Los mineros acaban por fraguar una cultura propia ligada al trabajo de la mina, las redes solidarias y las ideas más o menos utópicas.

Protagonistas de episodios tan resonantes como la insurrección de octubre de 1934 o las huelgas de la primavera de 1962, que fueron capaces de centrar la atención de toda España y de buena parte del mundo, situando a Asturias en el epicentro del devenir histórico del país, los mineros se convirtieron en punto de referencia obligado. A su alrededor se forja una épica revolucionaria y una leyenda negra, ambas de gran potencia y persistencia. Heroicos luchadores llamados a alumbrar un mundo nuevo o violentos espectros salidos de las entrañas de la tierra ávidos de violencia. En cualquier caso, el mito atrapa con fuerza a artistas y literatos, reclamando su atención hasta convertirse en motivo de inspiración de multitud de obras. Su carácter rudo y primario no los hace menos atractivos para las élites intelectuales, en especial cuando se trata de autores imbuidos de cierta conciencia política que les lleva a ver en los mineros el sujeto llamado a cumplir una misión histórica. Así lo expresa Rafael Alberti cuando en 1963 prolonga unos versos escritos en 1934: Como ayer contigo fui / hoy contigo también voy / que no sería quien soy / si no te siguiera a ti.

Durante la larga noche del franquismo, los mineros asturianos lograron erigirse en referentes tan temidos por el régimen como escrutados por sus opositores. Vázquez Montalbán, detenido junto a otros estudiantes por cantar en Barcelona el Asturias patria querida en el transcurso de la huelga del 62, lo expresaba de forma diáfana: En tiempos de durísima represión, los mineros de Asturias eran el fundamental referente de la capacidad de resistencia popular a lo largo de los años sesenta (…) Pasara lo que pasara políticamente en España la pregunta ‘¿qué hacen los mineros de Asturias?’completaba o modificaba criterios y expectativas…

Los tiempos heroicos han pasado para no volver. Ni las expectativas revolucionarias ni la condición de vanguardia han resistido el desmoronamiento de la fe en las utopías socialistas y la misión histórica del movimiento obrero. Pero la potencia inspiradora de los mineros no dependía en exclusiva de estos motores, como acredita hoy el hecho de que incluso cuando su peso cuantitativo se ha visto reducido a una mínima expresión la memoria de su pasado y la fuerza de su legado se resisten tenazmente a acompañar al declive de la actividad extractiva. La identidad de las cuencas sigue girando en torno a su carácter minero y la creación cultural se empeña en mantener vivo ese recuerdo. Y ello en medio de una mutación profunda que transforma radicalmente las condiciones en que se desarrolla la vida de estas localidades.

Durante al menos un siglo, todo en las cuencas giró en torno al carbón. La economía, la política, el sindicalismo, el trabajo, la identidad, la cultura… remitían inevitablemente una y otra vez a la mina y a las vastas relaciones que en torno a ella se establecían. Un universo de mentalidades, valores y normas de conducta por todos conocido y por casi todos respetado. La mina, modeladora del paisaje y del paisanaje, era medio de vida y causa de muerte, motivo de orgullo y de denostación, fuente de los odios de clase y las solidaridades comunitarias, pilar sobre el que se asentaban sólidas organizaciones, referencia casi mítica para escritores y artistas, inspiradora de miedos cervales para los enemigos de las pulsiones revolucionarias. La cultura del trabajo, el orgullo profesional y la conciencia de clase emergen como factores de identidad colectiva extraordinariamente vigorosos que singularizan a los mineros y a las
cuencas. En definitiva, se hacía realidad aquella letra de una tonada que decía: Los mineros del Fondón / todos gastamos boína / con un letreru que diz / todo sale de la mina.

En Asturias, esta realidad empezó a verse amenazada hace ya casi medio siglo, cuando el carbón dejó de ser negocio. La consecuencia fue la retirada del capital privado y el paso a manos del Estado en 1967 del grueso de la minería. Todo ello en medio de una conflictividad laboral que convertía a los mineros asturianos de nuevo en abanderados de la lucha contra la dictadura. Desde entonces, el sector mantiene su volumen de empleo sobre la base de la inyección de cantidades crecientes de dinero público. Los mineros asturianos parecen intocables incluso cuando se emprende la reconversión de otros sectores industriales. Así se mantienen las cosas, como una especie de imagen congelada, hasta que, a la salida de su encierro en el pozo Barredo, las direcciones de los sindicatos mineros aceptan la firma de un plan que inicia la reducción escalonada pero imparable de la actividad minera. Una muerte lenta y fuertemente anestesiada por generosas prejubilaciones y cuantiosos fondos mineros, precio obligado para garantizar la paz social frente a un colectivo de tan dilatado como contundente historial reivindicativo.

Es precisamente entonces, con la aplicación de los acuerdos suscritos en 1992 y los que vengan después, cuando la minería deja de ser la base económica principal y, más aún, garantía de futuro para las cuencas. El empleo, mucho más precario y escaso, habrá de provenir de otros sectores. Las prejubilaciones se convierten en la principal industria, sobre la que se sostienen los niveles de vida de padres, hijos y a veces nietos. Las nuevas generaciones carecen de perspectiva alguna de continuidad respecto a las de sus mayores en cuanto a hacer de la mina su medio de vida. Y tampoco su identidad podrá ya construirse sobre esa condición de mineros o de integrantes de una comunidad hegemonizada social, política y culturalmente por los mineros. Nada puede ser ya igual. Pero los yacimientos que atesoraban las cuencas no sólo eran de hulla. La potencia de las vetas del legado inmaterial que deja la mina es mucho mayor de lo que pudiera parecer a primera vista y sigue arrojando una copiosa producción.

El declive de la actividad minera genera un profundo pesimismo en el seno de una comunidad subsidiada pero insatisfecha ante la que se abre un futuro preñado de incertidumbres. De forma casi unánime, los analistas que se acercan a esta realidad señalan como uno de los males la falta de iniciativa. No entraremos aquí a discutir este diagnóstico, pero si ese fuera el panorama que ofrecen la economía y la política habrá que decir que contrasta vivamente con el fermento de creación cultural que alienta en las cuencas del Nalón y del Caudal. Quienes asisten a la agonía de las minas y han ido viendo cómo a su alrededor cerraban los pozos uno tras otro mientras los ritmos de la vida cotidiana dejaban de estar marcados por el turullu de la mina para ser presididos por los paseos de los jubilados no lo hacen tan pasivamente como parecen creer economistas y sociólogos. Al menos si tomamos como indicador la producción literaria, teatral, cinematográfica y musical que nace de las cuencas o las toma como referencia.

Toda esta efervescencia cultural se expresa con naturalidad en las dos lenguas que conviven y a menudo se fusionan en el hablar cotidiano de los asturianos. Bable y castellano constituyen vehículos igualmente aptos para la expresión artística, mereciendo ser resaltada, no obstante, la revitalización que ha conocido la llingua asturiana desde aquellos ya algo lejanos tiempos de mitad de la década de los setenta en los que el grupo entreguín Camaretá emprendió su labor de reivindicación, recuperación y creación cultural. Música, teatro, poesía, relato corto, novela, audiovisuales y cine documental han alumbrado obras de apreciable calidad y sólido enraizamiento en la realidad social de la que emanan y lo han hecho indistintamente en una u otra lengua, cuando no combinando las dos.

En la creación artística hecha en las cuencas o atraída por ellas aunque provenga de fuera, la mina sigue teniendo una presencia preponderante. Más aun, se da incluso la paradoja de que el cine, que tradicionalmente lo había desatendido de forma manifiesta, ha vuelto de pronto sus ojos hacia ese mundo en trance de desaparición y ha producido más obras, tanto de ficción como documentales, de las que había alumbrado en todo el siglo anterior. Y, al mismo tiempo, la música y la literatura siguen atendiendo profusamente a los mineros, en tanto que el teatro muestra una apreciable oferta de obras en cartel con la mina como denominador común. La mina, lo que queda de ella o lo que fue, está siendo objeto de atención por parte de cineastas, autores teatrales, novelistas, poetas y cantantes, en algunos casos para poner de relieve el pasado desde un punto de vista nostálgico y si se quiere un tanto romántico y en otros para llamar la atención sobre la situación de crisis que se vive en las cuencas y el desmoronamiento de los viejos valores.

En materia musical, la producción que sale de las cuencas es numerosa y variada, desde la tonada asturiana, que hoy como ayer atiende con frecuencia a la mina en sus letras, asistiendo a un espectacular rejuvenecimiento de sus intérpretes y a un creciente peso de las mujeres, hasta el rock más cañero y el floreciente hip hop, pasando por el folk de corte más o menos tradicional y el folk-rock (Skanda, La Col.lá Propinde), sin que por ello el empuje de las nuevas generaciones sea capaz de desplazar a la vieja guardia, cuyo mayor y mejor exponente viene dado por Nuberu. Chus Pedro y Manolo son pura cuenca minera, imposibles de entender sin el enraizamiento en esa realidad de la que nacieron en el seno de Camaretá El Entrego hace ya más de treinta años, y forman parte inexcusable de la banda sonora de la transición asturiana. Desde entonces, pocos escapan de su influencia, habiendo logrado atraer a públicos de generaciones diversas.

En las cuencas periféricas, la canción de autor en la llingua de la tierra encuentra a un recuperado Rafa Lorenzo, tinetense, veterano integrante del Nuevu Canciu Astur que ha vuelto a grabar varios discos recientemente, y al más joven, Pedru Pereira, de Cangas del Narcea, minero de profesión, que ha publicado en 2004 Xedré. En ambos está presente la inquietud que genera la desaparición de las minas en la comarca suroccidental.

El rock más o menos radical tiene sus exponentes en Fe de Ratas, Escuela de Odio, UHP… En los tres casos, el peso de la herencia obrera de las cuencas y el afán de denuncia social marca sus letras. Los turoneses Lakkra manifiestan su vinculación a las raíces mineras proponiendo para su música las definiciones de metal del carbón o grisú core. Que hayan dedicado una canción al Pozu Fortuna indica a las claras la orientación política y el peso del pasado. Los lenenses Adizion Etilika, con disco de este mismo año 2006 (Heridas de mina, cuyo motivo de portada es un castillete), se mueven en la misma línea.

Aunque de forma tardía, el hiphop ha eclosionado con extraordinaria fuerza en Asturias. Expresión de una juventud que enfrenta problemas de falta de perspectivas desde actitudes de rebeldía, su caldo de cultivo viene a coincidir con los viejos espacios donde en el pasado el movimiento obrero arraigó con mayor firmeza: las cuencas mineras y Gijón. A menudo, las letras reflejan esa herencia de los valores propios de la cultura obrera, teñida ahora de rabia y desesperanza. Por un lado está el éxito comercial del lenense Dark la eMe, quien alcanzó la fama con su himno a las leyendas urbanas de jóvenes emigrados a la capital (Un asturiano en Madrid), por otro la calidad del proyecto de Stoned Atmosphere (Ceerix y Arma X, ya por separado en la actualidad), que han dado un retrato descarnado de la frustración juvenil en Patria sin sol, canción plasmada además en un magnífico videoclip. Los langreanos K-NaloN practican igualmente un rap militante de sabor obrerista. La nómina de los raperos es bastante más extensa y cuenta con exponentes en ambas cuencas (MC’J-JASS, Aktibistaz, Testimoniu les Víztimes).

En teatro, el grupo langreano Kumen cuenta con un repertorio de media docena de obras, entre las que se cuentan dos relativas a la minería: Derrabe, representación de un accidente de mina según texto de Javier Villanueva, y La aldea perdida, adaptación de la novela de Palacio Valdés. A su vez, las integrantes de Les Filanderes están en proceso de adaptación de la novela de Marcelino Iglesias La sombra del tren, que pasaría a formar parte de su repertorio junto a Teresa de Clarín. Adolfo Camilo es autor de la obra País (2004, representada por el Grupo Casona), una comedia con tintes de esperpento en la que vagos y vividores son asociados al sindicalismo minero dominante. Con ello, son cuatro las obras de temática minera que podemos encontrar actualmente en los escenarios asturianos, sin contar la que está en preparación.

De un escenario a otro, esta vez ambientado en el propio paisaje natural que ofrecen las cuencas, que se han convertido en plató preferente de rodajes de diversos cineastas. El cine hecho en Asturias de la mano de José Antonio Quirós, Javier Maqua, Jorge Rivero, Lucinda Torre, Amanda Castro, Ramón Lluis Bande, Xuan Luis Ruiz, Tomás Fernández, etc. ha colocado a las cuencas en el mapa del séptimo arte. Lejos de agotarse ese pozu cultural que representa la mina para el cine son varios los proyectos cinematográficos en gestación que esperan ver la luz en un futuro próximo.

Entre lo que está por venir, es imprescindible mencionar a Guillermo del Toro, quien prevé cerrar su trilogía sobre la Guerra Civil con una película rodada y ambientada en un poblado minero de Asturias. El interés se acrecienta aún más cuando el guionista de la película es Sergio Sánchez, asturiano aplaudido por la crítica internacional tras el estreno de El orfanato, de cuyo guión fue autor. La película, que llevará el título de 3993, tratará de la exhumación de cadáveres en una mina abandonada utilizada como fosa común durante la guerra.

También Tomás Fernández está a punto de estrenarse como director de largometrajes con La torre de Suso, ambientada en Turón. Probablemente y a la espera de que Tomás sea identificable solo con la mención de su nombre sea necesario añadir que durante años fue el guionista de la famosa serie Siete Vidas.

La langreana Lucinda Torre, que ha registrado la problemática social de unas cuencas en declive en su cortometraje El beso de la Tierra (1999, centrado en un accidente minero) y en Resistencia (2006, documental sobre los despedidos de Duro Felguera y su interminable conflicto), se encuentra actualmente embarcada en un nuevo proyecto: Armonía, que pretende reflejar la revolución del 34 desde la perspectiva de una mujer de la cuenca.

Cambiando de registro aunque manteniendo el leit motiv de la mina, Amanda Castro se encuentra ultimando los detalles del corto A golpe de tacón, con guión de Pedro Alberto Marcos. Rodado en Mieres, Sama y La Felguera, rescata el papel de las mujeres en las luchas mineras de los años sesenta. Amanda Castro mantiene la tónica de rememoración de episodios historicos ligados a las cuencas, como ya hiciera retratando los paisajes de la guerrilla con Tierra de guerrilleros en 2004.

Como se puede ver, una nada desdeñable oferta cinematográfica está en camino, dando continuidad a la vía abierta por Carne de gallina, Pídele cuentas al rey, Lluvina, Nenyure y otras producciones tanto de ficción como documentales.

También la producción literaria se ha dejado seducir por el influjo de la mina. En los últimos años hemos asistido a un boom de literatura de mina de notable calidad y buena acogida entre el público. Empezando por los últimos años, destaca Una mina llamado Infierno de Alejandro Martínez Gallo, publicada en 2005 y que en clave de novela negra relata las muertes acaecidas en un pueblo leonés donde todas las víctimas tienen en común haber trabajado en la mina.

Con la novela Los taraos, Pablo Rodríguez Medina ganó el primer premio de Narrativa del Concejo de Langreo en 2004. La obra retrata una sociedad y un mundo, el de la cuenca, que ya no está pero que todavía puede reconocerse como cercano. A su vez, Xandru Fernández se adentra con Les ruines (2005) en los temas de la violencia, la represión, el antifranquismo y la herencia de la guerra en el valle de Turón. Ambas obras, fruto de jóvenes autores que se sienten herederos de las tradiciones militantes de las cuencas, constituyen apreciables aportaciones a la narrativa centrada en la mina y las cuencas.

En 2005 se publicó también Cuentos de mujeres sobre la mina, donde se recogen las aportaciones del colectivo de mujeres Les Filanderes, fruto de alguno de los talleres literarios organizados por ellas y dirigidos por Benigno Delmiro, verdadero animador este último de la creación literaria en la cuenca del Nalón y máximo especialista en literatura minera. En la misma línea, el concurso de microrrelatos mineros Manuel Nevado promovido por la Fundación Juan Muñiz Zapico y que empezó su andadura en el año 2004 va ya por su tercera edición.

Realmente llamativa resulta la existencia del Foro por la Poesía de El Entrego y la Tertulia Mallory. De la confluencia de éstos con músicos del conservatorio del Valle del Nalón ha nacido un original producto: el libro-disco La mina que nun cierra, donde los poemas de diversos miembros del Foro musicados por Xulio Arbesú son intepretados por el grupo Mures. En la selección se incluyen piezas que remiten a la pérdida del pasado minero como Los castilletes, de Chechu García o Quién va a quedar, de Pablo Rodríguez Medina.

Recogiendo una muestra de esta cultura generada en torno a la mina, hoy miércoles, la Semana Negra acogerá, en la Carpa de Encuentros, una mesa redonda con escritores de mina (Alejandro M. Gallo, Chechu García, Xandru Fernández y Javier Villanueva) para proseguir luego con el concierto del Escenario Central, en el que bajo el común denominador de un repertorio de canciones de mina, actuarán Nuberu, el Coro San Andrés, los cantantes de tonada Che de Cabaños, José Manuel Collado y Héctor Braga y el cantaor granadino Juan Pinilla.

Rubén Vega e Irene Díaz


Publicado en: A Quemarropa, diario de la Semana Negra, época XX, nº6 (11 de julio de 2007).
Fuente: Semana Negra.

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