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domingo, julio 29, 2007

Los orígenes de la Corriente de Izquierda de CCOO

2. LA CORRIENTE DE IZQUIERDA DE CCOO

2.1 Los orígenes de la Corriente de Izquierda de CCOO


Las Comisiones Obreras constituyeron una respuesta original del movimiento obrero a las difíciles condiciones en que se desarrollaba la lucha de clases bajo la dictadura franquista. En una situación frente a la que las centrales sindicales históricas habían mostrado su escasa eficacia, nace desde la base una fórmula organizativa flexible y de carácter unitario que irá progresivamente evolucionando desde las primeras comisiones de empresa –creadas de forma espontánea con motivo de un conflicto concreto y disueltas a continuación– hasta su conversión en organismos estables y su coordinación a nivel provincial y posteriormente estatal. Se trata de un movimiento plural y unitario en el que participan diversas tendencias, principalmente de procedencia cristiana y comunista. No obstante, el PCE alcanzará pronto una preponderancia –más acentuada en los niveles de dirección o coordinadoras– producto de su mejor organización y mayor implantación dentro del precario panorama de las fuerzas de oposición a la dictadura. Junto a ese predominio del PCE, coexisten dentro de CCOO tendencias de carácter minoritario ligadas a otras organizaciones de izquierda, que en determinadas áreas llegan a alcanzar una considerable implantación. Es el caso de FOC y OCE-Bandera Roja en Barcelona, de MC, LC y LCR en Euzkadi y de ORT en Navarra(1).

En los albores de la Transición Democrática, coincidiendo con el intenso debate interno que se está produciendo en CCOO, se plantea la cuestión del reconocimiento de las tendencias y su funcionamiento como corrientes organizadas dentro del sindicato. Surgen en este periodo, en abierta divergencia con las posiciones mayoritarias sustentadas por el PCE, varias corrientes internas: la Minoritaria, promovida por ORT y PTE, que a raíz de la Asamblea de Barcelona optará rápidamente por la escisión, dando lugar a la creación del SU y la CSUT. La Corriente Unitaria, impulsada por MC y LCR y cuyo núcleo más fuerte se encuentra en Euzkadi, donde llega a representar en torno al 50% de la organización, y la Corriente de Clase, creada por OCE-BR y con presencia en Cataluña. Pero la postura de la dirección es contraria al reconocimiento de las corrientes organizadas, basándose en que ello supone la traslación al movimiento sindical de problemas y diferencias que deben ser debatidas fuera de CCOO y representa una amenaza para la independencia del sindicato. «Actuar como organización dentro de CCOO no se puede consentir», escribe en diciembre de 1976 Julián Ariza(2). No obstante, La Corriente Unitaria funcionará de hecho durante algún tiempo, sin que ello de lugar a la aplicación de sanciones.

El reconocimiento de las corrientes internas organizadas se producirá finalmente en 1980, con motivo de la integración de la Corriente Socialista Autogestionaria procedente de USO, para lo cual el II Congreso Confederal aprobará una modificación de los estatutos. Aunque se mantienen ciertas restricciones para su funcionamiento, el texto aprobado proclama el derecho de todo afiliado a «la plena libertad de expresión, la manifestación de eventuales discrepancias sobre las decisiones tomadas y el respeto a sus opiniones políticas y religiosas. Podrán existir en el interior de la Confederación corrientes sindicales, con plena capacidad de expresión pública, escrita, etc., durante la fase de debate...»(3). Paradójicamente esta resolución coincide con el comienzo de una serie de sanciones cuyo resultado será la exclusión de la Corriente de Izquierda, que durante los últimos años había venido funcionando en el seno de CCOO de Asturias.

El año 1976 está presidido por un doble debate en el que se centra la atención del movimiento obrero: por un lado la alternativa de reforma o ruptura como vía de salida a la dictadura y por otro la cuestión de la unidad sindical, que en CCOO se superpone con las discusiones en torno a la transformación en sindicato de lo que hasta entonces había sido un movimiento sociopolítico. La forma en que se resuelven estos temas provocará diversas líneas de fractura que se manifiestan de modo particularmente claro en CCOO.

La salida alcanzada para la crisis política de la dictadura –una forma pactada– representó para muchos sindicalistas una decepción. La insatisfacción respecto al modelo de transición seguido sería un sentimiento generalizado, aún cuando en la mayoría de los casos no se tradujera en un apoyo efectivo a planteamientos alternativos. R. Fishman cifra en un 53% la proporción de activistas sindicales de CCOO que consideran que se perdió una oportunidad histórica(4), opinión que se correspondería con un deseo de haber incrementado la presión de las movilizaciones con el fin de forzar la ruptura. La línea adoptada por la dirección del sindicato genera así un malestar bastante extendido entre los militantes. Las críticas realizadas en este sentido desde la izquierda insisten en la responsabilidad del PCE, al optar por una estrategia de moderación que habría impuesto a CCOO, donde era hegemónico, conteniendo las movilizaciones dentro de unos límites compatibles con los acuerdos políticos con fuerzas burguesas.

A su vez, el debate en torno a la unidad sindical y la transformación de CCOO en sindicato dio lugar a la escisión de los militantes del PTE y la ORT y a la gestación de corrientes internas promovidas por otras fuerzas que defienden el mantenimiento de un modelo sindical alejado del de los sindicatos tradicionales y que preserve la originalidad de CCOO como movimiento sociopolítico.

La aceptación de los Pactos de la Moncloa, e incluso su entusiasta defensa por parte de la dirección de CCOO, supondrá un nuevo punto de fricción entre la política oficial del sindicato y los deseos de importantes sectores de militantes y cuadros partidarios de responder a la crisis con más movilizaciones y combatividad, en lugar de la línea de moderación imperante(5).

Paralelamente se están formulando dentro del sindicato críticas respecto a cuestiones de funcionamiento interno: restricciones a la participación de las bases, abandono de las prácticas asamblearias, recortes a la democracia interna, subordinación a los intereses del PCE...

Este conjunto de problemas, que están generando un descontento ante la evolución experimentada por CCOO, tanto en lo relativo a su estrategia sindical de moderación como a los aspectos organizativos, cristalizará en Gijón en la constitución de un frente de oposición a la línea oficial del sindicato que se denominará a si mismo «Corriente de Izquierda de CCOO», y que será capaz de desplazar de la dirección de la Unión Comarcal a la tendencia pro-PCE, ocupando los órganos a nivel local. Gijón presenta una configuración especialmente favorable para el desarrollo en el seno de CCOO de una corriente crítica que cobrará rápidamente una fuerza que carece de correspondencia en el resto de Asturias. Se da, por una parte, una mayor pluralidad en el terreno de la izquierda, que se manifiesta en la presencia de una serie de grupos políticos minoritarios pero que en su conjunto representan una fuerza nada despreciable. También CCOO ofrece una composición interna más plural, con la expresión en su seno de una mayor diversidad de posiciones, incluyendo la existencia de un grupo de independientes al margen de cualquier militancia de partido pero con un considerable peso dentro del sindicato. A estos dos rasgos diferenciadores se añadirá posteriormente un colectivo de disidentes del PCE entre los que se encuentran militantes de gran prestigio dentro del movimiento obrero.

Diversos partidos de la izquierda extraparlamentaria cuentan en Gijón con una implantación que les permite alcanzar cierta incidencia dentro del movimiento obrero. La escisión sufrida por CCOO a fines de 1976, protagonizada por los militantes de PTE y ORT, tuvo en Asturias un escaso relieve. Dentro de esa reducida entidad de ambas organizaciones, el PTE es quien tiene mayor presencia en Gijón, mientras la ORT es más fuerte en otras zonas como Avilés y el Nalón. De los partidos que siguen operando dentro de CCOO, el PCE (VIII-IX) es uno de los más numerosos. Aunque tenderá a votar conjuntamente con la CI, carece de una estrategia política y sindical propia. Son, en este sentido, residuales y su diferencia respecto al PCE parece reducirse a la defensa de un prosovietismo a ultranza. Sus figuras más conocidas son Pedro Sanjurjo (en Gijón) y Sión (en Duro-Felguera de Langreo). OCE-Bandera Roja es también bastante numerosa en Gijón. A nivel estatal impulsa la «Corriente de Clase», defendiendo posiciones radicales hasta 1979, en que realiza una autocrítica que llevará a un giro moderado, dando lugar a una escisión que les hace perder gran parte de su fuerza y los aproxima al PCE. En Gijón participan en la formación y desarrollo inicial de la CI y juegan, hasta esa fecha, un papel destacado. Tienen en Emilio M. Morala a su figura más activa. El MCA, muy implantado en el movimiento ciudadano, en el trabajo con la juventud, los barrios y las asociaciones de vecinos, tiene, sin embargo, poca fuerza en el movimiento obrero. Sus posiciones teóricas y sus propuestas coinciden en buena medida con las del núcleo que gesta la CI, pero las coincidencias se quiebran en la práctica, donde el MC tiende a encontrarse aislado al carecer sus militantes de capacidad para dirigir o desencadenar las luchas y las acciones en sus propias empresas. Su líder más destacado en el ámbito sindical es Claudio Hermosilla. La LCR es más activa y está más implantada en el movimiento obrero. Su táctica del «entrismo» la lleva a tener militantes tanto en CCOO como en UGT e incluso en USO. Alguno de sus exponentes más relevantes siguen una línea poco ortodoxa dentro de su propio partido (es el caso de Ana Carpintero, dirigente del Textil de CCOO). Hasta la unificación de LCR y LC, esta organización cuenta con una destacada presencia en astilleros (Oscar Tuñón, dirigente del Metal de UGT, es militante de LC). El resto de los partidos de la izquierda radical (PCTA, PCOE, PCEU, OIC, PCEm-l...) están mínimamente representados en el movimiento obrero gijonés y su participación en el nacimiento de la CI es mucho menos relevante(6).

Respecto a la Corriente Unitaria (promovida a nivel estatal por MC y LCR), su presencia efectiva se reduce a la función de «conciencia crítica» de CCOO a través de la prensa de partido y al planteamiento de ponencias alternativas en los congresos, pero es escasamente relevante en el desarrollo de una acción sindical concreta. La CI, que acabará por suplantar su papel al demostrar una mayor fuerza, coordina con ella sus planteamientos y actúan de forma conjunta ante la celebración de congresos, dado que existe una gran proximidad en cuanto a las posiciones teóricas, las críticas a la dirección y la común oposición al PCE. Las divergencias se establecen en el terreno de la práctica sindical en los centros de trabajo. A diferencia de la Corriente Unitaria, que resulta más una plataforma promovida por determinadas organizaciones políticas, la CI cuenta con una sólida implantación en las fábricas y lleva a la práctica los postulados teóricos dirigiendo luchas concretas (Duro-Felguera, Talleres de Moreda, Industrial Alonso) aspecto éste que marca la principal diferencia entre ambas corrientes.

Junto a la presencia, en una medida ciertamente significativa aunque minoritaria, de partidos políticos del ámbito de la izquierda revolucionaria o radical, un factor decisivo en el origen y desarrollo de la CI es el del destacado papel que juegan un grupo considerablemente numeroso, activo e influyente de independientes que desarrollan su actividad en CCOO. Este es además un rasgo peculiar, específicamente gijonés. Buena parte de estos «independientes», sin militancia partidaria alguna, se mueven en torno al Grupo Asturias, un foro de discusión y debate que despliega durante algún tiempo una actividad política y sindical desde posiciones críticas. Su importancia viene dada tanto por su número como por contar con sindicalistas muy destacados y de considerable prestigio (Luis Felipe Capellín, J. Antonio García Casal «Piti», José Pérez Miranda «Pichi») además de algunas figuras no pertenecientes al movimiento obrero (como el economista José Agüera) o procedentes de otras zonas (Paco F. Corte)(7). Caso aparte es el de Juan Manuel Martínez Morala, persona clave de la CI de CCOO tanto por la actividad que despliega como por su prestigio dentro del movimiento obrero gijonés (en especial en los sectores de astilleros y pequeños talleres del Metal), lo que le proporciona una considerable capacidad de liderazgo. Morala, que no pertenece tampoco al Grupo Asturias, participa desde el primer momento en las reuniones del embrión de la futura CI y es autor, junto a Carlos Abella, de la redacción del primer comunicado hecho público por la Corriente.

La presencia en CCOO de Gijón de un sector numeroso de independientes y militantes de partidos no afines al PCE es un fenómeno que data de los años finales de la dictadura. En los inicios de la década de los 70, CCOO era en Gijón, desde el punto de vista orgánico, una realidad bastante limitada sobre la que el PCE ejercía un completo control, dado su carácter aplastantemente mayoritario en términos de militancia. MC, LCR, BR, etc., tenían una presencia muy marginal y los independientes sin partido eran muy pocos. Pero ésta es una situación que va cambiando. Recogiendo una realidad que viene marcada por un mayor empuje del movimiento obrero y por la creciente presencia de personas ligadas a la izquierda radical que desarrollan un trabajo sindical, creando comisiones y reclamando su integración en la Coordinadora (copada hasta entonces por el PCE), CCOO comienza a transformarse en su composición interna. Hacia 1973-74 en el seno de las propias CCOO se plantea un debate sobre la necesidad de abrirse a esta nueva realidad, abandonando el modelo hasta entonces mantenido por considerar que ha entrado en crisis. Determinados dirigentes de CCOO defienden la necesidad de extenderse a nuevos sectores, recomponer la estructura organizativa y dar cabida a personas ajenas al PCE en las coordinadoras. Este debate se plantea precisamente desde Gijón, pues el otro gran pilar de CCOO en Asturias –la minería– ofrece una configuración menos plural. Entre los años 1974 y 75 se produce la incorporación de nuevos elementos no pertenecientes al PCE a las coordinadoras (Capellín, Morala, Hermosilla). Este hecho coincide con un ascenso en la conflictividad y en la capacidad de movilización. El 3 y 4 de febrero de 1975 se realizan jornadas de lucha promovidas por CCOO y convocadas a fecha fija, en lugar de surgir, como pudo ocurrir en ocasiones anteriores, a partir de la extensión de un conflicto. Las jornadas suponen un éxito considerable y dan lugar a un importante reforzamiento de lo que era CCOO en Gijón. Este resurgimiento y el funcionamiento en coordinadoras abiertas propician una pluralización de CCOO que rompe con la situación preexistente y da cabida a personas ajenas al PCE(8).

El tercer componente básico de la CI de CCOO está integrado por un núcleo de disidentes del PCE que mantienen posiciones críticas respecto a su partido y cada vez más próximas a las de la CI hasta su definitiva convergencia. El origen de las discrepancias de este sector de militantes del PCE se sitúa principalmente en la actitud hacia la Unión Soviética, en el abandono de lo que se consideran principios básicos del marxismo-leninismo y en la situación interna del partido. Todavía en la clandestinidad, un grupo de militantes comienza a reunirse, planteando críticas en este sentido. Como consecuencia se producen varias expulsiones (Mario Huerta, Artemio García), mientras en el caso de Luis Redondo, persona clave en el PCE y en CCOO de Gijón durante la clandestinidad y con un indudable prestigio dentro del movimiento obrero, el partido trabaja activamente para impedir que ocupe ningún cargo de responsabilidad. Esta especie de veto tácito se pone de manifiesto en la Asamblea de Roces, en la que debían de ser elegidos los delegados a enviar a la Asamblea General de CCOO celebrada en Barcelona en julio de 1976. Luis Redondo no figura entre los candidatos propuestos en la lista oficial y su presencia será impuesta por la asamblea(9).

Las tensiones internas dentro del PC asturiano estallarán finalmente en marzo de 1978 durante el transcurso de la III Conferencia Regional celebrada en Perlora, donde se desencadena una grave crisis cuyas repercusiones desbordarán el marco del partido y tendrán una importancia decisiva en el curso que han de seguir los acontecimientos en el seno de CCOO. Las diferencias, centradas en los temas de la democracia interna y la cuestión del abandono del leninismo, se superponen a rivalidades personales dentro del CC del PCA que han conducido a un notable deterioro de la relación humana y, en la primera jornada, más de un centenar de delegados abandonan la conferencia, en desacuerdo con la actuación del sector oficial, «carrillista», encabezado por Horacio Fernández Inguanzo y por Gerardo Iglesias, que resulta elegido secretario general(10).

Entre los disidentes, que mayoritariamente abandonarán el partido o serán expulsados, se encuentran importantes figuras del comunismo asturiano: Tini Areces, J. R. Herrero Merediz, J. Troteaga, D. Palacio, L. Redondo... Los núcleos principales de la disidencia se encuentran en Oviedo y Gijón y, en menor medida, en el Nalón y Grado. En general, el sector oficial contó con el respaldo de la base obrera del partido, mientras el grueso de los críticos está compuesto por intelectuales, profesionales y capas intermedias. Sin embargo, en Gijón la mayoría de los delegados que abandonan Perlora y rompen con la disciplina del PCA está formada por cuadros obreros. Junto al componente intelectual representado por personas como V. A. Areces (profesor), Herrero Merediz (abogado) o C. Dago (sociólogo) se produce la salida de un grupo importante de militantes procedentes del movimiento obrero de los que L. Redondo es, sin duda, la figura principal pero entre los que se encuentran personas como Santos Torollo, Rosillo, Mier, Jesús Aceves «Segoviano», J. Ramón Fernández «el Roxu» y otros. Estos elementos procedentes del PCE, que en la práctica venían sosteniendo posiciones cercanas a las de la CI, confluyen definitivamente con ésta, conformando un sector crítico más amplio que hará posible que la CI se convierta en mayoritaria dentro de CCOO de Gijón. A raíz de la crisis de Perlora queda, por tanto, definitivamente configurado y notablemente reforzado el conjunto de fuerzas que integran la CI, mientras que las posiciones del PCA en el seno de CCOO de Gijón se ven debilitadas tanto por activa (el grupo, no tan numeroso como significativo, que pasa a integrarse en la CI) como por pasiva (aquellos cuadros que simplemente abandonaban la militancia). La consecuencia será la pérdida por el PCA del control de los órganos de dirección de la Unión Comarcal(11).


NOTAS:

(1) Sobre las diversas tendencias dentro de CCOO durante la dictadura: José Antonio Díaz, Luchas internas en Comisiones Obreras. Barcelona 1964-1970. Ed. Bruguera, Barcelona, 1977. Jerónimo Hernández, «Aproximación a la historia de las Comisiones Obreras y de las tendencias forjadas en su seno», Cuadernos de Ruedo Ibérico, nº 39/40, octubre 1972 – enero 1973, págs. 57-79. Javier Domínguez, La lucha obrera durante el franquismo en sus documentos clandestinos (1939-1975), Ed. Desclée de Brouwer, Bilbao, 1987, págs. 63-67 y 89-90. Pedro Ibarra Guell, El movimiento obrero en Vizcaya. 1967-1977), Universidad del País Vasco, 1987, págs. 285-314.
(2) Julián Ariza, La Confederación Sindical de Comisiones Obreras, ED. Avance, Madrid, 1977, pág. 62.
(3) Gaceta Sindical, Órgano de la C. S. de CCOO, nº 11, abril, 1981, pág.47.
(4) R. Fishman, Op. cit., págs. 87-88.
(5) R. Fishman, Op. cit., pág. 96.
(6) La información relativa a la presencia de los partidos de la izquierda revolucionaria en Gijón procede fundamentalmente de conversaciones con Juan Manuel Martínez Morala. 19-VII-88 y 22-IV-89.
(7) Conversaciones con J. M. M. Morala, 22-IV-89 y José Pérez Miranda «Pichi», 28-VII-89, y documentación sobre la actividad del Grupo Asturias facilitada por éste.
(8) Sobre CCOO en Gijón en los años 70 y su evolución interna, conversaciones con Francisco Javier Suárez, 4-IV-89, Francisco Prado Alberdi, 20-IV-89: Luis Redondo, 3-V-89 y J. M. M. Morala, 29-IV-89.
(9) Conversaciones con L. Redondo, 3-V-89 y J. M. M. Morala, 29-IV-89.
(10) Sobre la «crisis de Perlora»: Pedro Vega y Peru Erroteta, Los herejes del PCE, Ed. Planeta, Barcelona, 1982, págs. 177-179. «La crisis del Partido Comunista en Asturias: documentos», El Basilisco, nº 6., enero-abril, 1979, págs. 27-72. PCA, III Conferencia Regional de Asturias del PCE, 1978, 40 págs. La Nueva España, 25 y 26-III-78; La Voz de Asturias, 26-III-78 y en general cualquier diario regional entre el 15-III y el 10-IV-78.
(11) Sobre las repercusiones en CCOO de la «crisis de Perlora», conversaciones con L. Redondo, 3-V-89, F. Prado Alberdi, 21-IV-89; J. M. M. Morala, 29-IV-89 y José Mª Carballido, 17-IV-89.


Publicado por extractos en: PÁSal@.
Fuente: CSI (Sección Sindical de la Universidad de Oviedo).

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