El cielu por asaltu

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sábado, abril 05, 2008

Felipe Matarranz, «El Lobo», una vida en la guerrilla

Este asturiano de 92 años, autor de tres libros, cuenta sus peripecias en la guerra y en la clandestinidad desde la residencia donde descansa.

Nosotros, los guerrilleros, somos los soldados de la República que nunca entregamos el fusil. Luchamos en la milicia, luchamos en la cárcel, en el monte, siempre...

Habla así Felipe Matarranz porque a sus espaldas carga con 92 años de vida pasada por la milicia de las Juventudes Socialistas Unificadas, por el Ejército del Norte -donde por aclamación fue ascendido a capitán-, en la clandestinidad, en la dirección política de la VI Brigada guerrillera del Norte, la que actuó en la linde entre Asturias y Cantabria... Felipe Matarranz ahora ve pasar la vida en la residencia de ancianos de Colombres. Allí ha escrito tres libros sobre su paso por la vida, sobre la lucha antifranquista. El último es el de sus memorias: «¡Camaradas, viva la República!» (Asamblea 1023, 2005).

-Yo escribo para que no se olviden de nosotros, del Ejército republicano, porque parece que nunca hubo ningún Ejército que defendiera la República. A los guerrilleros nos llamaron bandoleros, comunistas, nos llamaron maquis... Nadie reivindica nuestros servicios, ni la ley ésa que están discmiendo. Todo queda en palabras bonitas. ¿Quién luchó contra los alzados, contra los alemanes, los portugueses, los italianos, las cabilas marroquíes, sino nosotros? -se lamenta.

A Felipe Matarranz le decían en la clandestinidad «José Lobo» y desde su retiro en Ribadedeva continúa con el mismo ánimo la lucha del animal estepario. Ahora el contrincante es otro: sólo la memoria. Hubo una serie de personas que no se rindieron, ni siquiera cuando la represión franquista fue más sanguinaria.

Compromiso político

Nació Felipe Matarranz el 2 de septiembre de 1915 en el pueblo de La Franca, en el concejo de Ribadedeva. Al poco la familia se trasladó a Torrelavega, en Cantabria, donde el padre de Matarranz se convirtió «en el segundo agricultor fuerte» de la villa, recuerda su hijo. «Tuvo en su momento hasta 20.000 plantas de pimientos». Cuando, al terminar la guerra, intentó regresar a sus propiedades «Lobo» cuenta que «le apuntaron con una pistola y tuvo que regresar a La Franca y allí volvió a la miseria».

El compromiso político de Matarranz lo subrayó la Revolución de Asturias, donde, «quitando una acción en un poste eléctrico cerca de Torrelavega», según explica, Matarranz no tuvo ningún papel importante. Se afilió a los 14 años a las Juventudes Comunistas, que poco después se unificaron con las Socialistas. De esta unión surgieron las JSU, que dirigía entonces Santiago Carrillo. Quedaban lejos, todavía, los años más convulsos de la historia contemporánea española, los del golpe de Estado y los de la guerra civil.

-Todavía hay quien dice que luchamos anarquistas por un lado, comunistas por el otro... Lo que hicimos fue defender la República y el Gobierno salido de las urnas del 16 de febrero de 1936 -sostiene todavía Felipe Matarranz, que habla con serenidad del paso del tiempo, que contempla la vida en una sala de espera del asilo tras cuyos tabiques se escucha el rezo del rosario, como una letanía.

Felipe Matarranz, antes que guerrillero, fue miliciano, y antes de todo aquello se dedicaba a la ebanistería. Matarranz, «El Lobo», trabajaba como carpintero cuando estalló la rebelión militar de Canarias y África... La madera y la formación en la Escuela de Artes y Oficios de su población de acogida hicieron que en los años más turbios pudiera dar la atención requerida a su familia.

El levantamiento

Cuando el 17 de julio de 1936 el general Franco se levantó contra la República Felipe Matarranz vivía todavía en Torrelavega, era militante de las JSU. A su decir, «sabía qué estaba ocurriendo en el país, sabía que algo se estaba fraguando». Lo que hizo entonces fue acudir con algunos compañeros de la organización al edificio consistorial de Torrelavega. «El alcalde de entonces se llamaba Pedro Lorenzo y era republicano y nos dijo: "Yo estoy aquí por vosotros"».

Iban a pedir armas, pero no hubo nada. Se tuvieron que apañar con las escopetas de caza que requisaron entonces. «El día 19 ya habíamos formado la milicia local», recuerda. La guerra era una realidad en la segunda ciudad de Cantabria.

La ley de la memoria

Hablar de la memoria y legislar los recuerdos parecen dos contrasentidos continuados. En la actualidad el PSOE e IU han conseguido llegar a un acuerdo para la aprobación de una de las leyes más significativas de estos últimos años. Su nombre oficial -de momento- es «Proyecto de ley por la que se reconocen y amplían los derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron violencia durante la guerra civil o la dictadura», decir, la ley sobre la memoria histórica. A pesar de este acuerdo, la ley de memoria histórica dista mucho de poder ser aprobada porque precisa el apoyo de otras fuerzas del Congreso: CiU, ERC... y eso se aleja todavía de la actualidad.

Historiadores, como Enrique Moradiellos, consideran un contrasentido hablar de memoria y de historia en el mismo sintagma nominal. Moradiellos cree que la primera es sólo una herramienta para hacer la segunda, es decir, que la historia se hace con la memoria, pero que la memoria no siempre tiene por que ser historia.

El objetivo principal de esta futura ley, sin embargo, es que las víctimas de la dictadura vean reconocidos sus derechos perdidos. De momento, lo que se ha conseguido es llegar a un acuerdo: los juicios en los años de Franco han sido declarados ilegítimos.

La guerra

La primera acción en la que participó la unidad de Matarranz fue la defensa del puerto de El Escudo.

-No teníamos más que escopetas de caza y, a veces, ni eso... algunas eran de aire comprimido. Los enemigos -llama enemigos a los falangistas, a los soldados nacionales- llevaban fusiles y pistolas. No teníamos ningún conocimiento sobre la guerra -concluye.

El inicio de la batalla fue el de la lucha desordenada. Solo con la ambición de mantener un estado de las cosas, salido de las urnas no se consigue ganar la guerra. Pero entonces, en los primeros días, desde el bando republicano pocos trataron de poner orden en el desconcierto de las milicias, del reparto de las armas, de la lucha contra los sublevados.

Torrelavega quedó, como Asturias, del lado del Gobierno de Manuel Azaña. En septiembre de 1936 los milicianos se organizaron en batallones del Ejército republicano.

-Yo quedé en el 110 de Los Tornos como cabo tirador.

La peripecia bélica fue larga y geográficamente muy amplia. Matarranz defendió distintos puntos del Frente Norte de las provincias de Asturias, Cantabria y el País Vasco.

-Nos movíamos por todo el frente -recuerda.

Uno de los episodios más señalados de aquellos años fue cuando cayó herido, se desangró y, le echaron «a la pila de los muertos».

Todo esto sucedio en Las Cabañas de Noceco. Fue herido en la ingle, perdió el conocimiento y casi toda la sangre... Fue Francisco Guerra, el medico del batallón, quien se dio cuenta de que vivía.

-Me recuperé en el convento de la Bien Aparecida -bromea.

La clandestinidad

Felipe Matarranz no subió al monte, no se armó contra la represión. En un principio fue un enlace que andando el tiempo se transfomaría en el director político de la VI Brigada guerrillera del Norte.

El escritor Alejandro M. Gallo, que acaba de publicar «Caballeros de la muerte» (Laria, 2006), una novela sobre la guerrilla, el paso del tiempo, las relaciones con la historia, explica que la guerrilla asturiana, por su desconcierto, se fue organizando día a día.

-Yo escapé de Santander y quería llegar a La Franca, que era mi pueblo. Me cogieron en Torrelavega, me detuvieron, me juzgaron y me condenaron a muerte. Pero no me mataron. Luego, al poco, me volvieron a juzgar y otra vez me volvieron a condenar a muerte.

Felipe Matarranz, al final de la contienda, unas semanas antes de la caída del Frente Norte, logro cruzar las líneas. Llanes cra la frontera, en Posada.

Pasé las líneas por la noche, pero no me di cuenta. Escuché algo así como «estos hijos de puta...» y me dije: estoy con los míos.

La cárcel fue el momento de la organización. Pasó Felipe Matarranz por Torrelavega, Santander, Alcalá de Henares... En prisión fue donde supo de los que defendían La Franca. Vivió Matarranz en la clandestinidad.

-Era carpintero. Trabajé incluso en la restauración de un santo.

Matarranz era uno de los contactos de los «fugaos» con el mundo, nadie sospechaba de él. Fue nombrado responsable político dee los guerrilleros que se movían a uno y otro lado del Deva.

En 1948 una traición devino en redada. Los guerrilleros de Matarranz cayeron en manos de la Guardia Civil. «Lobo» fue apresado de nuevo. Pero su lealtad no murió. Todos los días recuerda que su lucha fue por el restablecimiento del estado de las cosas que habían surgido de las urnas de febrero de 1936.

-Por eso escribo, para que la gente no se olvide -concluye.

Saúl Fernández


Publicado en: La Nueva España, 8 de julio de 2007.
Fuente: Fundación Juan Muñiz Zapico.

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