La mina tomó la palabra
La «huelgona» del 62 movilizó a los intelectuales españoles contra el régimen por la falta de libertades
Le saluda atentamente: Ramón Menéndez Pidal, Ramón Pérez de Ayala, Ignacio Aldecoa, Camilo José Cela... Así hasta 25 firmas de algunos de los intelectuales más destacados del país. Después llegarían muchas más. Todas ellas se solidarizaban con los huelguistas de 1962 y reclamaban -a través de sucesivos manifiestos y cartas de adhesión remitidos al Gobierno de Franco- el fin de la cesura informativa y la negociación con los trabajadores en los conflictos laborales, asumiendo la renuncia expresa a los métodos represivos. Fue la denominada «insurrección firmada» -según el término acuñado por Armando López Salinas- que movilizó a pensadores, artistas y escritores de diversos sectores ideológicos contra la ausencia de libertades del régimen franquista.
La protesta en negro sobre blanco era la expresión escrita del malestar que se vivía en las calles de España, con frecuentes movilizaciones de intelectuales y estudiantes que convirtieron el «Asturias, Patria Querida» en un símbolo de apoyo a los huelguistas. El mundo de la mina también se convirtió en una fuente de inspiración y de militancia democrática de algunos creadores como Picasso y su popular dibujo de una centelleante lámpara minera que deshace las sombras. La literatura también encontró un fértil caldo de cultivo en la temática carbonera y la resistencia obrera tras el 62.
En ese año las huelgas marcaban el camino de la reacción contra el régimen y los intelectuales no pudieron abstraerse del clima de agitación social generado por la revuelta. «Por lo que a nosotros se refiere -hombres de vocación intelectual, obligados a la orientación y la crítica- hemos de pensar que nos compromete alguna suerte de manifestación, ya que sería absurdo e inmoral que, por propio decreto, nos consideremos ajenos y desligados de las realidades colectivas que nos envuelven», rezaba el escrito encabezado por el presidente de la Real Academia de la Lengua, Ramón Menéndez Pidal. La pluralidad ideológica de la lista de firmas -con comunistas, cristianos, ex dirigentes de la CEDA e incluso antiguos falangistas- refuerza el impacto político del manifiesto.
Manuel Fraga Iribarne -director del Instituto de Estudios Políticos y elegido por los intelectuales para trasladar la carta a Franco- fue el primero en recibir la carta, pero no el único. La misiva también fue enviada a las embajadas y a la prensa extranjera, lo que estimula las simpatías hacia la causa huelguística de la opinión pública internacional.
El primer manifiesto de 25 intelectuales fue secundado posteriormente por escritos de adhesión apoyados por cientos de pensadores, escritores y artistas dentro y fuera de las fronteras españolas. Algunos de ellos son exiliados y otros muchos son extranjeros como André Breton, Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir.
Manifiestos, poemas y pinturas convirtieron la rebelión de la mina en la revolución de la artes. El frente intelectual contra el franquismo estaba abierto.
Los represaliados demandan un mayor reconocimiento a su lucha
Han pasado 45 años. Aún quedan testimonios vivos de la huelga del 62, pero otros muchos protagonistas han muerto. Uno de los episodios clave de la historia reciente de España y Asturias amenaza con caer el olvido.
Por eso represaliados del franquismo y movimientos asociativos reclaman un mayor reconocimiento a las personas que lucharon contra el régimen.
Así lo explica Vicente Gutiérrez Solís, histórico militante del PCE y uno de los obreros deportados tras la «huelgona» del 62: «Hace falta un mayor reconocimiento, no sólo económico sino también simbólico, a las personas que hicieron un sacrificio enorme por las libertades de este país. Muchos de los protagonistas de aquellos sucesos se están muriendo con pensiones míseras y sin que nadie se acuerde de ellos».
En una línea similar se expresa Víctor Luis Álvarez, presidente de la Asociación Memoria Histórica Asturiana. «De la lucha que realizaron esas personas se beneficiaron muchas más en los años sucesivos. Lo que ocurre es que vivimos en el país de la amnesia y somos muy proclives a olvidar», explica.
Miguel A. Gutiérrez
Publicado en: La Nueva España, 6 de abril de 2007.
Fuente: La Nueva España.
Le saluda atentamente: Ramón Menéndez Pidal, Ramón Pérez de Ayala, Ignacio Aldecoa, Camilo José Cela... Así hasta 25 firmas de algunos de los intelectuales más destacados del país. Después llegarían muchas más. Todas ellas se solidarizaban con los huelguistas de 1962 y reclamaban -a través de sucesivos manifiestos y cartas de adhesión remitidos al Gobierno de Franco- el fin de la cesura informativa y la negociación con los trabajadores en los conflictos laborales, asumiendo la renuncia expresa a los métodos represivos. Fue la denominada «insurrección firmada» -según el término acuñado por Armando López Salinas- que movilizó a pensadores, artistas y escritores de diversos sectores ideológicos contra la ausencia de libertades del régimen franquista.
La protesta en negro sobre blanco era la expresión escrita del malestar que se vivía en las calles de España, con frecuentes movilizaciones de intelectuales y estudiantes que convirtieron el «Asturias, Patria Querida» en un símbolo de apoyo a los huelguistas. El mundo de la mina también se convirtió en una fuente de inspiración y de militancia democrática de algunos creadores como Picasso y su popular dibujo de una centelleante lámpara minera que deshace las sombras. La literatura también encontró un fértil caldo de cultivo en la temática carbonera y la resistencia obrera tras el 62.
En ese año las huelgas marcaban el camino de la reacción contra el régimen y los intelectuales no pudieron abstraerse del clima de agitación social generado por la revuelta. «Por lo que a nosotros se refiere -hombres de vocación intelectual, obligados a la orientación y la crítica- hemos de pensar que nos compromete alguna suerte de manifestación, ya que sería absurdo e inmoral que, por propio decreto, nos consideremos ajenos y desligados de las realidades colectivas que nos envuelven», rezaba el escrito encabezado por el presidente de la Real Academia de la Lengua, Ramón Menéndez Pidal. La pluralidad ideológica de la lista de firmas -con comunistas, cristianos, ex dirigentes de la CEDA e incluso antiguos falangistas- refuerza el impacto político del manifiesto.
Manuel Fraga Iribarne -director del Instituto de Estudios Políticos y elegido por los intelectuales para trasladar la carta a Franco- fue el primero en recibir la carta, pero no el único. La misiva también fue enviada a las embajadas y a la prensa extranjera, lo que estimula las simpatías hacia la causa huelguística de la opinión pública internacional.
El primer manifiesto de 25 intelectuales fue secundado posteriormente por escritos de adhesión apoyados por cientos de pensadores, escritores y artistas dentro y fuera de las fronteras españolas. Algunos de ellos son exiliados y otros muchos son extranjeros como André Breton, Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir.
Manifiestos, poemas y pinturas convirtieron la rebelión de la mina en la revolución de la artes. El frente intelectual contra el franquismo estaba abierto.
Los represaliados demandan un mayor reconocimiento a su lucha
Han pasado 45 años. Aún quedan testimonios vivos de la huelga del 62, pero otros muchos protagonistas han muerto. Uno de los episodios clave de la historia reciente de España y Asturias amenaza con caer el olvido.
Por eso represaliados del franquismo y movimientos asociativos reclaman un mayor reconocimiento a las personas que lucharon contra el régimen.
Así lo explica Vicente Gutiérrez Solís, histórico militante del PCE y uno de los obreros deportados tras la «huelgona» del 62: «Hace falta un mayor reconocimiento, no sólo económico sino también simbólico, a las personas que hicieron un sacrificio enorme por las libertades de este país. Muchos de los protagonistas de aquellos sucesos se están muriendo con pensiones míseras y sin que nadie se acuerde de ellos».
En una línea similar se expresa Víctor Luis Álvarez, presidente de la Asociación Memoria Histórica Asturiana. «De la lucha que realizaron esas personas se beneficiaron muchas más en los años sucesivos. Lo que ocurre es que vivimos en el país de la amnesia y somos muy proclives a olvidar», explica.
Miguel A. Gutiérrez
Publicado en: La Nueva España, 6 de abril de 2007.
Fuente: La Nueva España.
Etiquetas: Franquismo
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