¡A la huelga!: enseñanzas de la acción directa
UN AÑO DE LUCHA OBRERA TRAS LA LEGALIZACION SINDICAL
Este Primero de Mayo de 1978 hace exactamente un año que se legalizaron los sindicatos obreros en nuestro país, después de cuarenta años de clandestinidad y represión. Su legalización, ¿ha frenado o ha impulsado la lucha de los trabajadores por una vida más digna y una sociedad más justa? Este «dossier» sugiere algunas enseñanzas, sorprendentes para muchos, extraídas de doce meses de ininterrumpidas luchas sociales.
Hemos escogido para elaborar este «dossier» un conflicto especialmente significativo y del que tuviéramos noticia directa en cada ámbito regional o nacional.
Estas informaciones proceden de los propios protagonistas, sea en comunicación personal o en crónicas publicadas en boletines del respectivo Sindicato del ramo en la CNT. Las direcciones de contacto permiten ampliar y actualizar información y solidaridad en los casos analizados (casi todos han sufrido duras sanciones y la necesidad es mucha). Se reseña por otra parte, un conflicto en Andalucía occidental y otro en la oriental, pero no tenemos datos suficientes y directos para un análisis de conflictos significativos en Murcia, Mancha o Rioja. Otra vez será; quedamos, como siempre, a la espera de nuevos datos y abiertos, por supuesto a cualquier rectificación
En todos ellos se llegó (o se llega, porque los rescoldos de estos conflictos sociales no se han apagado) a la huelga abierta y prolongada, y las formas de lucha sindicales y las asamblearias hubieron de confrontarse: las tácticas y concepciones forjadas por el joven movimiento obrero contra la dictadura contrastaban con las recogidas por la memoria histórica de la clase de antes del 36 y que ahora los recién legalizados sindicatos pretendían reanudar.
De mayo del 77 a mayo del 78, la clase obrera ibérica no ha dado tregua a los explotadores. Rotativa e intermitentemente, sector tras sector, provincia tras provincia, ha saltado a la lucha: al final del análisis de los conflictos significativos, ofrecemos una rápida panorámica de los conflictos de este año lleno de enseñanzas. Ahora queremos destacar las principales, comunes tanto a los conflictos analizados con detalle como a los simplemente enumerados.
Un año de duro aprendizaje obrero
1) Asambleas y sindicatos: Allí donde la organización asamblearia del conflicto ha sido auténtica, la conciencia reivindicativa del sector ha dado un salto decisivo en sentido autogestionario. Pero si las asambleas son condición necesaria para la efectividad de las luchas, no son condición suficiente. Hacen falta además las formas de coordinación más allá del aislamiento entre las empresas, que dan las organizaciones sindicales. Allí donde asambleas y sindicatos actuaron al unísono, las reivindicaciones se ganaron. Allí donde la traición de las burocracias sindicales se impuso a un movimiento asambleario insuficientemente coordinado, las negociaciones «por arriba» trajeron frutos magros y, amargos, pagados en despidos masivos. Ni sindicalismo ni asambleísmo a secas dotan a los trabajadores de] arma de lucha que sólo un sindicalismo revolucionario respetuoso de las asambleas unitarias proporciona.
2) No ha habido «descenso» en la lucha obrera autónoma: Ni la legalidad de los sindicatos, ni las elecciones políticas han desmovilizado a los trabajadores, que bajo la dictadura han acumulado una larga cuenta pendiente con el capital. El análisis de los conflictos y el resumen de luchas habidas en el año revela una combatividad impresionante, quizá la mayor en todo el movimiento obrero europeo. Está por ver si los nuevos «jurados de empresa» configurados tras los Pactos de la Moncloa y las elecciones sindicales asfixian la protesta obrera y la doman hacia un reformismo «europeísta». Las barricadas de Vigo y de Cádiz este mes de abril, los despidos y encierros de comités de empresa, como el de Amilco en el pueblo madrileño de Coslada, indican que liarán falta algo más que palabras para que los trabajadores ibéricos renuncien a sus reivindicaciones.
3) Sectores y formas de lucha. Los sectores laborales más combativos son también los más olvidados bajo el franquismo: construcción, hostelería, limpiezas, pero prácticamente todos los sectores han mantenido conflictos extendidos y prolongados. Las formas de lucha no han sido sólo el paro y las asambleas: los piquetes de huelga, las manifestaciones solidarias, las cajas de resistencia que atendían miles de familias obreras por zonas y que, como en la construcción de Asturias, recogieron millones de pesetas duro a duro; incluso los economatos obreros, como el formado en el calzado alicantino, todas las formas de extender la solidaridad popular han sido fundamentales. Los conflictos que no se han aislado han sido más duros de pelar para la patronal.
4) Reivindicaciones y actitud patronal: Las motivaciones indican que los trabajadores no se dejan coger ya en la trampa de la mera subida salarial, pronto anulada por la inflación. Y su enunciación revela también hasta qué punto ha sido dura la explotación capitalista en nuestro país: treinta días de vacaciones, cuarenta horas semanales, control sobre seguridad e higiene, sobre ritmos de rendimiento agotadores, son todavía reivindicaciones pendientes. Frente a las subidas porcentuales que busca la patronal para estratificar a los trabajadores, se han exigido subidas lineales, más igualitarias, y sueldos base dignos. Es evidente también la necesidad de coordinar las luchas a escala nacional para evitar las divisiones en convenios provinciales, pero cuidando de no perder el control asambleario sobre las negociaciones. En las luchas ha aparecido cada vez más clara la respuesta obrera a la crisis, la denuncia de fraudulentas suspensiones de pago, la solidaridad frente al paro forzoso, contra los destajos y las horas extra, por aumentar puestos de trabajo. Pero los casos de reivindicaciones autogestionarias, de imponer un control obrero frente a la crisis capitalista, son todavía raros (ver número 5 de BICI, abril 78, página 20). Ahora bien, la motivación a veces más directa de los conflictos fue la intransigencia patronal. Para el capital, los obreros españoles ganan demasiado. En estos conflictos, la prensa casi siempre ha estado en contra de la lucha obrera, y se ha echado en falta una auténtica prensa obrera, diaria e inmediata. La información es hoy tan importante como la organización. En cuanto a la actitud de las autoridades, cuando su mediación no era claramente manipuladora para mantener el «orden público» por encima de cualquier otra consideración, era directamente represiva. Legalidad sindical no es libertad obrera, y demasiadas asambleas han sido disueltas violentamente por los «inevitables» uniformes armados. En suma, el pulso entre el trabajo y el capital ha sido desigual porque había trampa: la trampa del Estado.
5) Finalmente, es triste comprobar hasta qué grados ha llegado el amarillismo (depender de la política es tan amarillo como depender de la patronal) de las centrales sindicales, cuya legalización fue acogida con júbilo afiliatorio por grandes sectores obreros. Obsesionadas por el electoralismo y la «estabilidad democrática», boicotearon a menudo las asambleas obreras y trataron de desplazarlas en las negociaciones. Pero si es evidente que el sindicalismo es necesario (reducir la lucha a las asambleas dispersas en las empresas fue una táctica patronal que rompió varias huelgas) para forjar la combatividad solidaria de la clase, sólo un sindicalismo respetuoso de las asambleas puede ser revolucionario aquí y ahora: es alarmante en este sentido ver qué poco han aprendido los sectores que se presentan últimamente como la «ortodoxia de la CNT» de este año de luchas. Aunque la trayectoria cenetista es ejemplar en los conflictos aquí analizados, por su apoyo a la voluntad asamblearia y a la autoorganización obrera, hoy vemos que compañeros que (como ocurrió en la huelga de la construcción de Asturias, cuando el comité nacional de la CNT en Madrid se negó a todo protagonismo que interfiriera en las gestiones de los delegados elegidos y controlados por las asambleas de trabajadores, en contraste con las manipulaciones de las burocracias de otras centrales) en sus luchas cotidianas han aprendido que asambleísmo y sindicalismo revolucionario no son contrapuestos, sino complementarios, hoy recitan de memoria anatemas anti-asamblearios. Este cambio no nace ni de la experiencia de lucha ni de mandatos de la militancia cenetista. Nace de presiones ajenas a la CNT, ancladas en dogmas mal aprendidos hace cuarenta años y que es preciso denunciar si no queremos que la CNT se convierta en una central amarillista más y que se pierda ese firme bastión de la lucha obrera que el presente «dossier» documenta. Esperamos que la atenta lectura de estas páginas y las enseñanzas que de ellas se desprenden refresque la capacidad crítica de algunos trabajadores que se dicen anarquistas por mera afiliación a unas siglas, y que hoy parecen querer olvidar las auténticas fuentes del anarcosindicalismo: no los textos clásicos ni las consignas, sino la lucha cotidiana de la clase trabajadora por su emancipación.
Construcción asturiana: la huelga más larga triunfó
Treinta mil trabajadores de la construcción, de unas 1.300 empresas, estuvieron más de cien días en lucha por su convenio provincial.
Las asambleas de zona en Mieres, Avilés, Nalón, Gijón, Oviedo y Pola de Siero discuten en la primavera una tabla que, al coordinarse mediante delegados, pasa a ser plataforma reivindicativa cara al convenio, Estas asambleas decidieron desde el principio que la negociación sería mediante representantes directamente elegidos y controlados por todos, al margen de todo intermediario político o sindical. Ese fue su mayor acierto.
La plataforma era larga, de 28 puntos, destacando las cuarenta horas semanales, seguridad en el trabajo, libertades sindicales y un jornal mínimo de 900 pesetas. Al negarse la patronal a reconocer a la negociadora («comisión de los veinte»), se va a la huelga el 1 y 2 de abril.
UGT se opone al asambleísmo y exige la negociación a través de los sindicatos. CCOO tiene varios representantes entre los elegidos por la zona (aunque comprometidos a ser portavoces de sus asambleas y no negociar más que con el mandato de éstas), y la CNT apoya el procedimiento asambleario elegido por los trabajadores.
La patronal sigue negándose y trata de dividir contactando con UGT: la huelga se generaliza mediado abril, esta vez no sólo por el reconocimiento de la comisión, sino también por la plataforma reivindicativa.
Finalmente, la patronal reconoce a los negociadores, pero no sus reivindicaciones. Empiezan las maniobras: la comisión llama a volver al trabajo mientras ellos negocian. En Gijón rompen así la huelga en mayo, pero los trabajadores no se fían: en Oviedo y Mieres mantienen la huelga, organizan cajas de resistencia. En Gijón las asambleas revocan a dos delegados.
Cuando el cansancio aislaba a las empresas más luchadoras, se conoce el 9 de mayo la ridícula oferta patronal de 510 pesetas, y también los primeros despidos y represalias. Mediado mayo, la huelga es total en la provincia. Las zonas coordinan sus cajas de resistencia y sus asambleas de delegados de tajo, creando un comité de huelga con 10 delegados por zona: esta autoorganización obrera da a las asambleas el protagonismo efectivo de la lucha, superando el aislamiento en que tenía a las zonas la negociadora.
Las grandes empresas obligan a los pequeños empresarios a una actitud de intransigencia en sus ofertas económicas: para cargarse de razón, y después de estudiar los datos reales, la asamblea provincial del 24 de mayo da un mandato para negociar un jornal cotizable base de 732 pesetas, incluido el plus de asistencia, aparte de las pagas extra y las vacaciones. Pero decide también mantener la huelga como presión.
La prueba de fuerza
El gobernador se mete a mediar, pero no logra que la patronal suba de las 566 pesetas de jornal. Entonces, el 6 de junio, amenaza con prohibir las de junio, amenaza con prohibir las asambleas y enviar la policía para reprimir a los piquetes de huelga. La coordinadora vacila, sus 17 miembros responden a zonas de combatividad muy diferente: pero no toman postura por sí, sino que se mantienen fieles a la decisión de las asambleas, limitándose a informarlas. La presión oficial aumenta: cargas policiales, obreros heridos, detenidos como «rehenes» para que se vuelva al trabajo. La respuesta obrera es firme: siguen las asambleas y el paro total; el 9 de junio hay manifestaciones. Pero la huelga se hace intermitente, clandestina y «salvaje» como en tiempos franquistas.
En este clima vota Asturias en las elecciones del 77. Las centrales partidistas, que, a todo esto, se habían dedicado a sabotear la huelga para «estabilizar» la democracia, vuelven a apoyarla, negocian que el gobernador autorice las asambleas. Ahora lo que tratan es de capitalizar la lucha para sus campañas de afiliación, y montan una manifestación regional en Gijón y una jornada de lucha. El 25 se concentran más de 50.000 trabajadores en la plaza de Alvargonzales, de Gijón, no sin enfrentamientos entre obreros de la construcción y líderes políticos empeñados en un protagonismo oportunista. El 28 de junio pararon más de 100.000 trabajadores, de Ensidesa a la minería. Once cenetistas fueron detenidos en las manifestaciones habidas en Oviedo.
Ante la situación crítica para los miles de familias sostenidas por las cajas de resistencia de las zonas, las asambleas de trabajadores deciden que se hable con el ministro en Madrid. Hay promesas, y reintegro parcial al trabajo, pero sin hacer horas ni destajos, a espera del laudo. Se proyecta una marcha sobre Madrid, y se considera la paralización total de obras que no tuvieran fines sociales, sino de servicio al capital (como el hipermercado de Lugones o la autopista de Huerna hacia Madrid). Finalmente, llega el laudo, forzando a la patronal a acceder a las reivindicaciones obreras. Ante esta solución favorable, se vuelve al trabajo, no en todos los tajos, el 15 de julio. Fue una gran victoria de la unidad obrera desde abajo.
Contactos: Sindicato de Construcción CNT. Carpio, 8-10, bajo. Oviedo.
Este Primero de Mayo de 1978 hace exactamente un año que se legalizaron los sindicatos obreros en nuestro país, después de cuarenta años de clandestinidad y represión. Su legalización, ¿ha frenado o ha impulsado la lucha de los trabajadores por una vida más digna y una sociedad más justa? Este «dossier» sugiere algunas enseñanzas, sorprendentes para muchos, extraídas de doce meses de ininterrumpidas luchas sociales.
Hemos escogido para elaborar este «dossier» un conflicto especialmente significativo y del que tuviéramos noticia directa en cada ámbito regional o nacional.
Estas informaciones proceden de los propios protagonistas, sea en comunicación personal o en crónicas publicadas en boletines del respectivo Sindicato del ramo en la CNT. Las direcciones de contacto permiten ampliar y actualizar información y solidaridad en los casos analizados (casi todos han sufrido duras sanciones y la necesidad es mucha). Se reseña por otra parte, un conflicto en Andalucía occidental y otro en la oriental, pero no tenemos datos suficientes y directos para un análisis de conflictos significativos en Murcia, Mancha o Rioja. Otra vez será; quedamos, como siempre, a la espera de nuevos datos y abiertos, por supuesto a cualquier rectificación
En todos ellos se llegó (o se llega, porque los rescoldos de estos conflictos sociales no se han apagado) a la huelga abierta y prolongada, y las formas de lucha sindicales y las asamblearias hubieron de confrontarse: las tácticas y concepciones forjadas por el joven movimiento obrero contra la dictadura contrastaban con las recogidas por la memoria histórica de la clase de antes del 36 y que ahora los recién legalizados sindicatos pretendían reanudar.
De mayo del 77 a mayo del 78, la clase obrera ibérica no ha dado tregua a los explotadores. Rotativa e intermitentemente, sector tras sector, provincia tras provincia, ha saltado a la lucha: al final del análisis de los conflictos significativos, ofrecemos una rápida panorámica de los conflictos de este año lleno de enseñanzas. Ahora queremos destacar las principales, comunes tanto a los conflictos analizados con detalle como a los simplemente enumerados.
Un año de duro aprendizaje obrero
1) Asambleas y sindicatos: Allí donde la organización asamblearia del conflicto ha sido auténtica, la conciencia reivindicativa del sector ha dado un salto decisivo en sentido autogestionario. Pero si las asambleas son condición necesaria para la efectividad de las luchas, no son condición suficiente. Hacen falta además las formas de coordinación más allá del aislamiento entre las empresas, que dan las organizaciones sindicales. Allí donde asambleas y sindicatos actuaron al unísono, las reivindicaciones se ganaron. Allí donde la traición de las burocracias sindicales se impuso a un movimiento asambleario insuficientemente coordinado, las negociaciones «por arriba» trajeron frutos magros y, amargos, pagados en despidos masivos. Ni sindicalismo ni asambleísmo a secas dotan a los trabajadores de] arma de lucha que sólo un sindicalismo revolucionario respetuoso de las asambleas unitarias proporciona.
2) No ha habido «descenso» en la lucha obrera autónoma: Ni la legalidad de los sindicatos, ni las elecciones políticas han desmovilizado a los trabajadores, que bajo la dictadura han acumulado una larga cuenta pendiente con el capital. El análisis de los conflictos y el resumen de luchas habidas en el año revela una combatividad impresionante, quizá la mayor en todo el movimiento obrero europeo. Está por ver si los nuevos «jurados de empresa» configurados tras los Pactos de la Moncloa y las elecciones sindicales asfixian la protesta obrera y la doman hacia un reformismo «europeísta». Las barricadas de Vigo y de Cádiz este mes de abril, los despidos y encierros de comités de empresa, como el de Amilco en el pueblo madrileño de Coslada, indican que liarán falta algo más que palabras para que los trabajadores ibéricos renuncien a sus reivindicaciones.
3) Sectores y formas de lucha. Los sectores laborales más combativos son también los más olvidados bajo el franquismo: construcción, hostelería, limpiezas, pero prácticamente todos los sectores han mantenido conflictos extendidos y prolongados. Las formas de lucha no han sido sólo el paro y las asambleas: los piquetes de huelga, las manifestaciones solidarias, las cajas de resistencia que atendían miles de familias obreras por zonas y que, como en la construcción de Asturias, recogieron millones de pesetas duro a duro; incluso los economatos obreros, como el formado en el calzado alicantino, todas las formas de extender la solidaridad popular han sido fundamentales. Los conflictos que no se han aislado han sido más duros de pelar para la patronal.
4) Reivindicaciones y actitud patronal: Las motivaciones indican que los trabajadores no se dejan coger ya en la trampa de la mera subida salarial, pronto anulada por la inflación. Y su enunciación revela también hasta qué punto ha sido dura la explotación capitalista en nuestro país: treinta días de vacaciones, cuarenta horas semanales, control sobre seguridad e higiene, sobre ritmos de rendimiento agotadores, son todavía reivindicaciones pendientes. Frente a las subidas porcentuales que busca la patronal para estratificar a los trabajadores, se han exigido subidas lineales, más igualitarias, y sueldos base dignos. Es evidente también la necesidad de coordinar las luchas a escala nacional para evitar las divisiones en convenios provinciales, pero cuidando de no perder el control asambleario sobre las negociaciones. En las luchas ha aparecido cada vez más clara la respuesta obrera a la crisis, la denuncia de fraudulentas suspensiones de pago, la solidaridad frente al paro forzoso, contra los destajos y las horas extra, por aumentar puestos de trabajo. Pero los casos de reivindicaciones autogestionarias, de imponer un control obrero frente a la crisis capitalista, son todavía raros (ver número 5 de BICI, abril 78, página 20). Ahora bien, la motivación a veces más directa de los conflictos fue la intransigencia patronal. Para el capital, los obreros españoles ganan demasiado. En estos conflictos, la prensa casi siempre ha estado en contra de la lucha obrera, y se ha echado en falta una auténtica prensa obrera, diaria e inmediata. La información es hoy tan importante como la organización. En cuanto a la actitud de las autoridades, cuando su mediación no era claramente manipuladora para mantener el «orden público» por encima de cualquier otra consideración, era directamente represiva. Legalidad sindical no es libertad obrera, y demasiadas asambleas han sido disueltas violentamente por los «inevitables» uniformes armados. En suma, el pulso entre el trabajo y el capital ha sido desigual porque había trampa: la trampa del Estado.
5) Finalmente, es triste comprobar hasta qué grados ha llegado el amarillismo (depender de la política es tan amarillo como depender de la patronal) de las centrales sindicales, cuya legalización fue acogida con júbilo afiliatorio por grandes sectores obreros. Obsesionadas por el electoralismo y la «estabilidad democrática», boicotearon a menudo las asambleas obreras y trataron de desplazarlas en las negociaciones. Pero si es evidente que el sindicalismo es necesario (reducir la lucha a las asambleas dispersas en las empresas fue una táctica patronal que rompió varias huelgas) para forjar la combatividad solidaria de la clase, sólo un sindicalismo respetuoso de las asambleas puede ser revolucionario aquí y ahora: es alarmante en este sentido ver qué poco han aprendido los sectores que se presentan últimamente como la «ortodoxia de la CNT» de este año de luchas. Aunque la trayectoria cenetista es ejemplar en los conflictos aquí analizados, por su apoyo a la voluntad asamblearia y a la autoorganización obrera, hoy vemos que compañeros que (como ocurrió en la huelga de la construcción de Asturias, cuando el comité nacional de la CNT en Madrid se negó a todo protagonismo que interfiriera en las gestiones de los delegados elegidos y controlados por las asambleas de trabajadores, en contraste con las manipulaciones de las burocracias de otras centrales) en sus luchas cotidianas han aprendido que asambleísmo y sindicalismo revolucionario no son contrapuestos, sino complementarios, hoy recitan de memoria anatemas anti-asamblearios. Este cambio no nace ni de la experiencia de lucha ni de mandatos de la militancia cenetista. Nace de presiones ajenas a la CNT, ancladas en dogmas mal aprendidos hace cuarenta años y que es preciso denunciar si no queremos que la CNT se convierta en una central amarillista más y que se pierda ese firme bastión de la lucha obrera que el presente «dossier» documenta. Esperamos que la atenta lectura de estas páginas y las enseñanzas que de ellas se desprenden refresque la capacidad crítica de algunos trabajadores que se dicen anarquistas por mera afiliación a unas siglas, y que hoy parecen querer olvidar las auténticas fuentes del anarcosindicalismo: no los textos clásicos ni las consignas, sino la lucha cotidiana de la clase trabajadora por su emancipación.
Construcción asturiana: la huelga más larga triunfó
Treinta mil trabajadores de la construcción, de unas 1.300 empresas, estuvieron más de cien días en lucha por su convenio provincial.
Las asambleas de zona en Mieres, Avilés, Nalón, Gijón, Oviedo y Pola de Siero discuten en la primavera una tabla que, al coordinarse mediante delegados, pasa a ser plataforma reivindicativa cara al convenio, Estas asambleas decidieron desde el principio que la negociación sería mediante representantes directamente elegidos y controlados por todos, al margen de todo intermediario político o sindical. Ese fue su mayor acierto.
La plataforma era larga, de 28 puntos, destacando las cuarenta horas semanales, seguridad en el trabajo, libertades sindicales y un jornal mínimo de 900 pesetas. Al negarse la patronal a reconocer a la negociadora («comisión de los veinte»), se va a la huelga el 1 y 2 de abril.
UGT se opone al asambleísmo y exige la negociación a través de los sindicatos. CCOO tiene varios representantes entre los elegidos por la zona (aunque comprometidos a ser portavoces de sus asambleas y no negociar más que con el mandato de éstas), y la CNT apoya el procedimiento asambleario elegido por los trabajadores.
La patronal sigue negándose y trata de dividir contactando con UGT: la huelga se generaliza mediado abril, esta vez no sólo por el reconocimiento de la comisión, sino también por la plataforma reivindicativa.
Finalmente, la patronal reconoce a los negociadores, pero no sus reivindicaciones. Empiezan las maniobras: la comisión llama a volver al trabajo mientras ellos negocian. En Gijón rompen así la huelga en mayo, pero los trabajadores no se fían: en Oviedo y Mieres mantienen la huelga, organizan cajas de resistencia. En Gijón las asambleas revocan a dos delegados.
Cuando el cansancio aislaba a las empresas más luchadoras, se conoce el 9 de mayo la ridícula oferta patronal de 510 pesetas, y también los primeros despidos y represalias. Mediado mayo, la huelga es total en la provincia. Las zonas coordinan sus cajas de resistencia y sus asambleas de delegados de tajo, creando un comité de huelga con 10 delegados por zona: esta autoorganización obrera da a las asambleas el protagonismo efectivo de la lucha, superando el aislamiento en que tenía a las zonas la negociadora.
Las grandes empresas obligan a los pequeños empresarios a una actitud de intransigencia en sus ofertas económicas: para cargarse de razón, y después de estudiar los datos reales, la asamblea provincial del 24 de mayo da un mandato para negociar un jornal cotizable base de 732 pesetas, incluido el plus de asistencia, aparte de las pagas extra y las vacaciones. Pero decide también mantener la huelga como presión.
La prueba de fuerza
El gobernador se mete a mediar, pero no logra que la patronal suba de las 566 pesetas de jornal. Entonces, el 6 de junio, amenaza con prohibir las de junio, amenaza con prohibir las asambleas y enviar la policía para reprimir a los piquetes de huelga. La coordinadora vacila, sus 17 miembros responden a zonas de combatividad muy diferente: pero no toman postura por sí, sino que se mantienen fieles a la decisión de las asambleas, limitándose a informarlas. La presión oficial aumenta: cargas policiales, obreros heridos, detenidos como «rehenes» para que se vuelva al trabajo. La respuesta obrera es firme: siguen las asambleas y el paro total; el 9 de junio hay manifestaciones. Pero la huelga se hace intermitente, clandestina y «salvaje» como en tiempos franquistas.
En este clima vota Asturias en las elecciones del 77. Las centrales partidistas, que, a todo esto, se habían dedicado a sabotear la huelga para «estabilizar» la democracia, vuelven a apoyarla, negocian que el gobernador autorice las asambleas. Ahora lo que tratan es de capitalizar la lucha para sus campañas de afiliación, y montan una manifestación regional en Gijón y una jornada de lucha. El 25 se concentran más de 50.000 trabajadores en la plaza de Alvargonzales, de Gijón, no sin enfrentamientos entre obreros de la construcción y líderes políticos empeñados en un protagonismo oportunista. El 28 de junio pararon más de 100.000 trabajadores, de Ensidesa a la minería. Once cenetistas fueron detenidos en las manifestaciones habidas en Oviedo.
Ante la situación crítica para los miles de familias sostenidas por las cajas de resistencia de las zonas, las asambleas de trabajadores deciden que se hable con el ministro en Madrid. Hay promesas, y reintegro parcial al trabajo, pero sin hacer horas ni destajos, a espera del laudo. Se proyecta una marcha sobre Madrid, y se considera la paralización total de obras que no tuvieran fines sociales, sino de servicio al capital (como el hipermercado de Lugones o la autopista de Huerna hacia Madrid). Finalmente, llega el laudo, forzando a la patronal a acceder a las reivindicaciones obreras. Ante esta solución favorable, se vuelve al trabajo, no en todos los tajos, el 15 de julio. Fue una gran victoria de la unidad obrera desde abajo.
Contactos: Sindicato de Construcción CNT. Carpio, 8-10, bajo. Oviedo.
Publicado en: Bicicleta, nº6 (mayo 1978).
Fuente: Bicicleta.
Etiquetas: Transición
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