El cielu por asaltu

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domingo, junio 10, 2007

Notas sobre la instrucción pública en Asturias



Notas sobre la instrucción pública en Asturias desde septiembre de 1936 hasta la caída del Norte

Llegaba septiembre, y con él el final de las vacaciones escolares del verano de 1936. Era necesario abrir las escuelas y hacer que la enseñanza funcionase lo más normalmente posible dentro de las difíciles condiciones que creaba la guerra.

Únicamente existía un organismo: la Consejería de Instrucción Pública, dependiente del Consejo de Asturias y León. En nuestra zona no había quedado ni un solo inspector, ni un solo funcionario de la sección administrativa. No quedaba nada del aparato oficial en que poder apoyarse para mantener mínimamente el funcionamiento de la enseñanza.

Las dificultades eran grandes. En primer lugar, por diversas causas, faltaban muchos maestros en las escuelas nacionales. Por otra parte, en la enseñanza privada, los colegios religiosos no abrieron sus puertas, y entre los laicos bastantes hicieron lo mismo, agravando con ello el problema general de la enseñanza, ya deficitario y sin posibilidades para atender a toda la población escolar en los tiempos normales, antes del 18 de julio.

Hubo, pues, que montarlo todo, de arriba abajo. Se empezó por crear en la Consejería de Instrucción Pública un equipo de trabajo (no recuerdo qué nombre se le dio, incluso no sé si se le dio alguno), formado por José Barreiro, maestro socialista; Quintanilla, viejo maestro anarquista, con mucho prestigio entre los medios de la CNT y en particular entre los obreros; Ortega, profesor del Instituto de Segunda Enseñanza de Oviedo, miembro de Izquierda Republicana, y José Bárzana, comunista.

Este equipo trabajó intensamente en los diversos problemas del dominio de la Consejería de Instrucción Pública, que fueron principalmente los de la enseñanza y los de la infancia en las condiciones creadas por la guerra, así como los del arte, la cultura y la defensa del patrimonio artístico, y siempre logramos mantener una buena relación y comprensión mutua, a pesar de que a veces tuvimos que zanjar problemas delicados en los que jugaban aspectos contradictorios en razón de las respectivas pertenencias políticas.

Se puso en pie una inspección de primera enseñanza a base de un grupo de maestros de gran autoridad y prestigio entre los profesionales de Asturias, encabezados por Leoncio Zamora, maestro de Illas, más tarde fusilado por Franco.

También se organizó una sección administrativa, bajo la dirección de otro maestro, Campo Zurita, que permitió resolver los problemas administrativos más acuciantes y en particular asegurar el pago del sueldo regular de los maestros en activo, así como efectuar los nombramientos necesarios para poner en funcionamiento diversas escuelas cerradas e iniciar las clases en las que fuimos abriendo.

ESCUELAS

En la práctica funcionaron normalmente las escuelas nacionales que se encontraban fuera de los lugares que la guerra había convertido en zona peligrosa.

En cuanto a las escuelas particulares, religiosas o laicas, abrimos toda una serie de ellas que habían sido abandonadas o simplemente cerradas. ¿Cuántas? No puedo recordarlo; pero fueron bastantes, y en distintos lugares. A título de ejemplo cito la Fundación Pola, en Gijón (en la Puerta de la Villa), que estaba regida por monjas. La Consejería se incautó de esa institución, que a la sazón estaba sirviendo exclusivamente para residencia de las monjas. Tomando como base las alumnas del antiguo internado, instalamos en dicho edificio una escuela graduada para unas cien niñas, en régimen de internado, bajo la dirección de una maestra socialista, Eladia García. En cuanto a las monjas, después del “traspaso”, que terminó “en buena armonía”, a pesar del miedo que ellas tenían cuando comenzó, las ayudamos a trasladarse, con sus bagages personales, a domicilios particulares, de familiares o de amigos, según sus deseos, y algunas (dos o tres) fueron a trabajar a hospitales militares.

En ciertos lugares, con ayuda de los ayuntamientos y de los comités del Frente Popular, logramos establecer cantinas o comedores escolares, que en la difícil situación de abastecimiento por la que pasaba Asturias significó una ayuda importante a las familias de los combatientes, que en ésta, como en todas las demás iniciativas relacionadas con la infancia, constituyó siempre el centro de las preocupaciones de la Consejería.

En otros, particularmente en los internados, construimos talleres para atender diversos servicios relacionados con los niños. Por ejemplo, en la escuela “Rosario Acuña”, de Gijón, se crearon talleres de costura, donde, a base de material procedente principalmente de la solidaridad, se fabricaba toda clase de ropa para los alumnos y las alumnas del internado.

Constituyó una dificultad la escasez de material escolar, y en particular de papel. El de las librerías de la zona que podíamos utilizar era absolutamente insuficiente, y para resolver el problema tuvimos que traer unas 60 toneladas de papel de Vizcaya (sobre todo libretas escolares) y algún otro material.

MAESTROS

La falta de maestros constituyó el problema número uno, y el que exigió una solución más urgente.

Buena parte de los maestros estaba en condiciones de ponerse al frente de sus escuelas al comenzar el curso escolar, y así lo hicieron. Pero de todos modos, fueron bastantes los que no pudieron incorporarse a sus escuelas, por encontrarse bien en la zona ocupada por los franquistas o bien en la zona centro-sur de la República, y sin posibilidades ni unos ni otros de regresar a Asturias. Además, muchos maestros jóvenes estaban en los frentes desde los primeros momentos de la lucha, y otros en diferentes organismos del Frente Popular, locales y provinciales, y, naturalmente, tampoco pudieron incorporarse a sus escuelas. Algunos, como Alfredo Coto, ya habían ofrendado su vida en los primeros días de la sublevación. Y no cuento, porque fueron muy pocos, a los que tuvimos que cesar a causa de su desaforado y activo antirrepublicanismo, entre los que destacó Lobo, maestro de El Berrón, en Noreña.

Fácilmente puede comprenderse la agudeza del problema. Hacían falta maestros, muchos maestros, para cubrir los huecos que se habían producido en la enseñanza nacional, y más aún para paliar en la medida de lo posible las defecciones en las filas de la enseñanza privada, la religiosa especialmente.

En Asturias quedaban algunos a quienes las circunstancias de la guerra les impedían incorporarse a su escuela, situada en otras zonas; pero eran en cantidad extremadamente insuficiente para cubrir nuestras necesidades; ni tampoco bastaron los maestros sin escuela de que pudimos disponer. Así, fue necesario acudir a otros sectores para obtener personal. Primero acudimos a los jóvenes que habían terminado el bachillerato; después, no pocos estudiantes del Magisterio, del bachillerato y de otras profesiones se hicieron cargo de escuelas de primera enseñanza y cumplieron su labor con entusiasmo y eficacia. De ese modo, en lo fundamental, los niños de nuestra zona, cuyas escuelas no se encontraban en lugares prohibidos por razones de guerra, pudieron continuar recibiendo normalmente la enseñanza en aquel curso escolar de 1936-1937.

ORFANATOS E INTERNADOS

La guerra continuaba. Tras ella, aumentando cada día, un río de huérfanos, hijos de milicianos que caían en los frentes. Era una necesidad y un deber que el pueblo tomase en sus propias manos la atención de aquellos niños y niñas que habían perdido el sostén de sus vidas en aras a la causa del pueblo.

Para atender a los huérfanos de los milicianos se crearon los llamados orfanatos. Este servicio se fue haciendo extensivo, en la medida en que las posibilidades iban aumentando, a los hijos de los milicianos que continuaban combatiendo en los frentes.
Estas instituciones estaban organizadas, como escuelas graduadas en régimen de internado, donde los alumnos, aparte de la enseñanza, recibían gratuitamente, claro está, alojamiento, alimentación y en gran medida la ropa necesaria.

Estaban dotadas de personal suficiente y capaz, tanto desde el punto de vista de la enseñanza como desde el de los demás servicios y atenciones a los niños que exige el régimen de internado. Hay que recordar con emocionado agradecimiento a los maestros y maestras por la abnegación y la entrega total al cumplimiento de esta responsabilidad, que consideraban como un deber sagrado. Y otro tanto hay que decir del resto del personal, que supo dar a tantos niños y niñas, con sus múltiples atenciones y cuidados, una parte del cariño y del mimo maternal que la guerra les había robado.

Recordamos los siguientes: el orfanato “Alfredo Coto”, instalado en un antiguo colegio de religiosas, con unos 300 o 350 internos, huérfanos de milicianos, dirigidos por la maestra Visitación Remis, socialista, esposa de Manolo Peña.
El orfanato “Félix Bárzana”, de Sevares (Infiesto), análogo al anterior, dirigido por una maestra, que había sido diputado por Asturias, Veneranda García Manzano. También para huérfanos de milicianos solamente.

El “Rosario Acuña”, creado en principio para huérfanos de milicianos. Tengo la idea, aunque no puedo afirmarlo taxativamente, de que se acogieron después hijos de milicianos sin la condición específica de huérfanos; pero de todos modos, siempre fueron hijos de milicianos. El número de internos era de 100 a 150 entre niños y niñas.

En la Quinta de Arango instalamos después un internado análogo a los anteriores, del Socorro Rojo, que estaba en Infiesto, y venía retrocediendo desde el País Vasco, y después desde Santander, a medida del avance de los fascistas. Con ellos venía la hija de Arrarás como responsable. Completado en Gijón, llegó a unos 1500 internos, y al frente de él se puso al joven maestro José M. Arregui, que acababa de perder el brazo derecho en los combates de San Lázaro (Oviedo). Aquí estaban, entre otros, los hijos de Damián.

La necesidad de atender a nuevos hijos de combatientes llevó a la instalación de otro establecimiento análogo en la Quinta de Roces, en Jove.

Estas instituciones, por la índole de sus alumnos, estuvieron siempre rodeadas de una atención y un cariño especiales. En la difícil situación de abastecimiento que sufría la población a causa, por un lado, del bloqueo de nuestras costas y, por otro, de la falta de brazos en la producción, siempre se logró asegurar a estos orfanatos y escuelas todo lo necesario.

Estas instituciones, cuando no pudieron instalarse en antiguos centros de eseñanza (como “A. Coto” y “F. Bárzana”), lo fueron en magníficos chalets, amplios y confortables, pertenecientes a las clases más acomodadas. Habían sido abandonados por sus dueños, y nos incautamos de ellos con los fines arriba indicados. El “Rosario Acuña”, por ejemplo, fue instalado en una gran finca de los Figaredo, en Somió.

SEGUNDA ENSEÑANZA

Funcionaron regularmente todos los centros de nuestra zona. Dos nuevos institutos nacieron en esta época: el de Llanes y el de Infiesto. Con motivo de la inauguración de ambos se celebraron actos importantes, a los que asistió el consejero de Instrucción Pública. El de Infiesto se inauguró el 28 de enero de 1937, y entre los que firmaron la apertura estaba el titular de la Consejería.

Es interesante consignar hasta dónde llega el odio del fascismo a todo lo que signifique educación y cultura: ambos institutos estuvieron inactivos durante años, pues tenían un sello inconfundible: habían sido creados por nosotros, por los republicanos.

INTELECTUALES Y ARTISTAS

La Consejería de Instrucción Pública promovió la actividad pública de intelectuales y artistas, organizando (o ayudando a organizar) diversas manifestaciones, como conferencias, exposiciones, recitales, conciertos, representaciones folklóricas, etc., donde tomaban parte personalidades prestigiosas. Incluso creo recordar que se envió fuera de Asturias (¿al extranjero?) un conjunto de cantos y danzas regionales.

Organizaron estas actividades, junto con el profesor Ortega, ya mencionado, el director de la Escuela de Comercio de Gijón; Goico-Aguirre, dibujante, colaborador de Avance; Germán Horacio, dibujante-cartelista; Inhiesta, recitador; Angel Muñiz Toca, violinista ya entonces muy conocido y hoy uno de los más famosos de España, y algunos otros nombres se me escapan. Junto a ellos tomaban parte en las actividades mencionadas otros intelectuales y artistas de prestigio.

La Consejería de Instrucción Pública se preocupó al mismo tiempo de la situación material de los intelectuales y artistas en general, algunos de los cuales se encontraban en situaciones difíciles incluso (o fundamentalmente) en el problema de las subsistencias, y también en el de la continuidad de su trabajo, debido a las circunstancias que la guerra creaba a la población en general y en la que ellos, de modo especial, encontraban con frecuencia más dificultades para moverse.

A título de ejemplo, entre los “ayudados”, menciono a Nicanor Piñole, seguramente el más famoso de los pintores de Asturias. Era un hombre extremadamente tímido, y su encuentro con nosotros fue para él un verdadero encuentro de salvación.

También tuvimos otros casos análogos, y entre ellos el de un geólogo notable, profesor de la Escuela de Minas.

En agosto de 1937 se celebró en Gijón un acto de gran trascendencia en honor del insigne patricio Gaspar Melchor de Jovellanos.

EL TESORO ARTÍSTICO

Fue una de las preocupaciones del Consejo, y concretamente de la Consejería de Instrucción Pública, el poner nuestro patrimonio artístico a salvo de los riesgos que implicaba la guerra.

Para ocuparse de esta misión se constituyó una comisión de la que formaban parte Ortega y casi todos los citados con él más arriba. Miembros de esta comisión y otros colaboradores idóneos, peregrinando por multitud de lugares, fueron recogiendo los valores artísticos que se encontraban expuestos a los riesgos de la guerra y centralizándoles en un lugar seguro. En esta labor recibieron una ayuda eficaz de los milicianos y de los organismos del Frente Popular. Se recogieron bastantes cosas; incluso se descubrieron algunas obras de arte de las que no se tenía noticia. Se salvaron así bastantes obras de arte, pues más tarde la guerra y sus inevitables acompañantes habían de pasar por los lugares de donde todo aquello procedía. Entre lo salvado figuraba por lo menos una parte de las cosas de Covadonga.

Todo estaba preparándose, si no ya preparado, en sus cajas y embalajes correspondientes, para su traslado en barco a la zona republicana centro-sur, a través de Francia. Supe las gestiones que se estaban haciendo y que surgieron ciertas dificultades, pues su obligado paso por Francia requería ciertos trámites y garantías especiales, a causa de la índole de la “mercancía”.

Seguramente podrían aportar más precisiones y noticias las personas anteriormente citadas. Goico Aguirre y G. Horacio creo que están por México; por lo menos, de Germán Horacio he tenido noticias ciertas.

NIÑOS ENVIADOS A LA URSS

Para ayudarnos a salvar niños, capital más valioso que todos los tesoros artísticos, alejándolos de las zonas de guerra y de los ciegos bombardeos fascistas (Gijón estuvo bombardeado por mar y por aire casi constantemente, y otras ciudades también), el Gobierno soviético nos hizo el ofrecimiento de hacerse cargo hasta el fin de la guerra de mil niños, que ellos mismos recogerían en el puerto de Gijón.

La Consejería de Instrucción Pública organizó el grupo a base de los huérfanos de milicianos que teníamos en los orfanatos mencionados más arriba, y previo el acuerdo o el deseo de las madres o, en caso de falta de éstas, de sus familiares. También se concedió preferencia a otros huérfanos de milicianos que por cualquier razón no estaban en los orfanatos, y después de éstos a los demás hijos de combatientes.

El Comité Provincial del Partido Comunista había tomado la decisión de que no se incluyeran en la expedición los hijos de los dirigentes comunistas. Se consideraba que la condición de dirigente da obligaciones y responsabilidades mayores, pero que no debe dar ningún “privilegio”. Recuerdo que esto fue causa de algún problema, pues Valdés estaba categóricamente contra ese criterio y quería que su hija fuese incluida en la expedición. Y sobre aquella base de “ningún hijo de dirigente comunista” se hizo aquella lista de los mil niños a enviar a la URSS.

Ángel Álvarez y yo llevamos esa lista al cónsul de la URSS en Gijón, quien se asombró de la excepción que se había hecho con los hijos de los dirigentes del Partido. Nos dijo que eso era un puritanismo que sólo conducía a la injusticia de quitar a los hijos de los dirigentes comunistas los derechos que se daban a todos los demás, y que, en consecuencia, era un error que había que corregir. Y para corregirlo añadió: “traerán ustedes otra lista suplementaria de cien niños más, en la que solamente habrá (y lo subrayó) hijos de dirigentes comunistas”.

Y así preparamos aquel grupo de mil cien niños que en la bodega de un barco con bandera y tripulación soviética zarpó del bloqueado puertos del Musel hacia la URSS, ya anochecido el día de San Mateo de 1937, huyendo de las bombas fascistas que caían sobre Asturias. Al llegar a puerto francés, aquel barco, necesario para esta parte de la operación, fue sustituido por uno magnífico de pasajeros. De aquellos niños, ¿cuántos hubieran sobrevivido de no haber salido entonces? ¿Cuántos deben hoy su vida a este acto de solidaridad internacionalista de la URSS?

Este grupo salió de Asturias llevando como responsable a don Pablo Miaja, uno de los maestros de más prestigio de Oviedo, republicano viejo, director de una de las escuelas graduadas de la capital, y cuyo nombre llevaba un magnífico grupo escolar que se acababa de construir en la Avenida del General Elorza, en Oviedo; le acompañaba su esposa, doña Enriqueta.

Con don Pablo Miaja iban un grupo de unas 40 o 50 personas para el cuidado de los niños. Había varios maestros, aunque pocos, pues en aquellas condiciones no había muchos hombres para salir de Asturias. Todos tenían más de cuarenta y cinco años de edad, y recuerdo a Jesús Quirós, un maestro de gran autoridad de Gijón; Rabanal, Valbuena y pocos más. Sólo había uno joven, José M. Arregui, pero éste ya había pagado su tributo, y marchaba a la URSS después de haber perdido un brazo; tendría entonces poco más de veinticinco años. El esto eran mujeres. Unas maestras, cuya misión era asegurar la enseñanza de los niños, además de participar en la dirección de sus vidas en otras actividades fuera de las que podemos llamar estrictamente escolares; otras, las educadoras, tenían la responsabilidad de la dirección de la vida de los niños en todo lo que no atañe a los estudios y demás actividades de tipo escolar: la conducta, el aseo, la actitud en la comida, en los dormitorios, el vestirse, el empleo de las horas libres, etc. Maestras y educadoras: ¡Cuánto les deben nuestros niños! ¡Con cuánto cariño les he oído hablar de ellas! Pienso que todas, en general, han sabido ocupar, por lo menos en parte, el hueco que la guerra había cavado en el corazón de los niños al arrancarles de su familia. Estos niños (y niñas, naturalmente) estaban clasificados en grupos, y cada uno tenía a su frente una maestra (o maestro) y una educadora. Y con ellas siguieron, en lo fundamental, a su llegada a la URSS.

Entre aquellas maestras figuraban María Rodríguez, Luz Mejido, Libertad Fernández Inguanzo, Quintina Calvo y otras, todas ellas salidas de los orfanatos de Gijón.

Entre las educadoras mencionaré a María Bayón y Luisa Rodríguez, también de los orfanatos.

Entre este personal había miembros de diversos partidos y sin partido, y a excepción de los de la CNT, los demás eran afiliados de la ATEA, de la que hablaremos más adelante.

La pérdida de la guerra impidió, al menos por entonces, el regreso a España de niños y maestros.

La mayor parte de aquellos maestros, maestras y educadoras formaron el núcleo del personal de las diferentes casas de niños en las que éstos fueron instalados en la URSS, y allí continuaron la misión que habían comenzado en Asturias.

Algunos maestros se trasladaron, con el correr de los tiempos, a diversos países de América Latina. Pero la mayor parte, cuando cesó la actividad de las casas de niños, porque los niños se terminaban y se abrían ante ellos otras perspectivas, la mayor parte, repito, se integraron en la vida de la URSS y a ella dieron su esfuerzo y su afán en la reconstrucción y el desarrollo socialista; unos en actividades de alto nivel en la enseñanza, como los ya citados María Rodríguez, Luz Mejido y José M. Arregui; otros, como Libertad Fernández, en el mundo del libro u otras actividades, pero todos con una fidelidad y una dignidad ejemplares.

En cuanto a los niños, el Estado soviético los tomó a su cargo con carácter permanente, y a pesar de las tremendas dificultades de la guerra, y luego de la primera fase de la postguerra, les educó y abrió posibilidades de desarrollo que la mayor parte no hubiera podido soñar ni en su patria.

Algunos de aquellos niños son hoy verdaderas personalidades con una alta calificación profesional. Hay muchos médicos, ingenieros, técnicos, profesores, economistas, artistas, etc.: algunos toman parte, con altas responsabilidades técnicas, en las grandes construcciones del comunismo. Carlos Vega, hijo de Etelvino, es un gran ingeniero; Eusebio Gómez, de la cuenca minera de Langreo, es un notable ingeniero que participa en la construcción de la central eléctrica de Bratsk.

En la segunda mitad de la década de los cincuenta, algunos regresaron a España con sus profesiones, y con frecuencia a través de muchas dificultades lograron por fin trabajar en su profesión, a veces después de revalidar sus títulos. Casi siempre la circunstancia que decidió fue la calidad de su preparación profesional. Y allí trabajan hoy muchos de aquellos niños. Unos son ingenieros; otros, arquitectos; otros… Algunas de las niñas de entonces, hoy son profesores; otras ingeniero textil; otra dirige una escuela de danza; algunas son buenos médicos. A título de ejemplo citaremos a Delfín Val, ingeniero; Aladino Cuervo, ingeniero en una empresa metalúrgica (creo que en la ENSIDESA); Gloria (no sé el apellido), médico; Rosita Suárez, profesora de ruso en la Universidad de Barcelona, etc.

Estos últimos datos no tienen, naturalmente, relación directa con la actividad del Consejo de Asturias y León, ni con su Consejería de Instrucción Pública, y solamente pudieran tener lugar en una especie de epílogo; pero, de todos modos, es la confirmación a posteriori, y con los hechos, de los resultados positivos (y de la razón que nos acompañó entonces) de aquel oscurecer del día de San Mateo de 1937 en el Musel, y de muchas cosas más que no son del caso. Los familiares de aquellos niños continúan hoy la vida dura y difícil de obreros sencillos a los que el régimen de explotación y fascista cerró toda vía de expansión y desarrollo, mientras que la URSS, por el contrario, se las abrió de par en par a los que pudo acoger.

LA ATEA

Pero no puede hablarse de nada sin hacerlo de la Asociación de Trabajadores de la Enseñanza de Asturias: la ATEA, como se la llamaba y se la conocía popularmente.

La ATEA se había constituido allá por el año 1928 como filial de la ITE (Internacional de Trabajadores de la Enseñanza). Más tarde se transformó en la sección asturiana de la FETE (Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza), que jugó un papel importante durante la guerra, particularmente en la defensa de Madrid, a la que dio, entre otras cosas, su batallón, que llevaba el nombre de “Félix Bárzana”; destacó luego en las actividades relacionadas con la infancia, la cultura en el frente e incluso después en las actividades culturales de los campos de concentración franceses.

Sigamos con la ATEA: Éramos una treintena de afiliados el año 1931. Al llegar a octubre de 1934 se acercaba a la cifra del centenar en toda Asturias. Después de febrero de 1936 crecimos bastante, llegando a unos 300 al estallar la guerra.

En el seno de la ATEA, los comunistas constituimos una minoría. Había también socialistas, republicanos y algún anarquista y también bastantes (acaso los más) sin filiación política. Sin embargo, en el Comité Provincial los comunistas constituíamos la mayoría; el conjunto de afiliados nos había dado su confianza porque consideró que supimos expresar las aspiraciones de los maestros, cosa que los socialistas no habían logrado, a pesar de la presencia de Fernando de los Ríos a la cabeza del Ministerio de Instrucción Pública y de Rodolfo Llopis en la Dirección General de Primera Enseñanza.

Los maestros y la ATEA en octubre de 1934
Entre los participantes en el movimiento de octubre de 1934 en Asturias hubo, como es natural, maestros, algunos de los cuales fueron detenidos por su participación en la insurrección. Entre ellos Félix Llanos y Luis Bárzana, miembros del Comité Provincial de la ATEA; Alfredo Coto, caído en los frentes de Asturias en agosto de 1936, y Jesús Bárzana, preso después de la caída de Asturias y fusilado por los franquistas.

Y merece capítulo aparte Félix Bárzana, que, enviado por la dirección nacional del Partido Comunista a Asturias, realizó con inteligencia y audacia excepcionales la salvación de numerosos cuadros revolucionarios. Cayó preso, y con la misma audacia de siempre se escapó de las manos de los verdugos.

La ATEA organizó la solidaridad con los maestros presos y sus familias. El número de presos fue de unos 34, a cada uno de los cuales se les enviaba cada mes la suma de 25 pesetas para sus gastos personales. De ellos había cuatro que tenían familia a su cargo. A cada una de estas familias se les entregaban mensualmente 150 pesetas…

Una buena parte de esta suma se recogía entre los propios maestros asturianos. Bastantes maestros de derechas, que nada tenían que ver ni política ni ideológicamente con la ATEA, contribuían regularmente. Para cubrir el resto nos ayudó la solidaridad de la Internacional de los Trabajadores de la Enseñanza (ITE). Las personas con quienes teníamos relación a estos efectos eran los camaradas franceses Georges Cogniot y Georges Fournial.

Después de la sublevación franquista, ya bien metidos en la guerra, la CNT organizó lo que llamó “Obreros de la Enseñanza”. No tuvo ningún arraigo entre el Magisterio progresista de Asturias y se convirtió en realidad en un refugio de los maestros reaccionarios, a algunos de los cuales se les había negado el ingreso en la ATEA. Otros provenían de antiguos colegios de frailes, concretamente de los Maristas de Mieres. En la nueva organización de la CNT, estos novísimos militantes sindicales lo único que buscaban era un carnet de protección contra los eventuales riesgos que implicaba su reaccionarismo. (El mismo fenómeno ocurrió en otros sindicatos de la CNT.)

De la ATEA formaban parte no solamente maestros; en ella teníamos también profesores de escuela normal, de institutos de segunda enseñanza, de escuelas de comercio y de bellas artes, algunos de los cuales aparecen en las informaciones anteriores. Alejandro Solera, de la dirección de la ATEA, profesor de la Escuela de Bellas Artes de Oviedo, fue fusilado por los franquistas.

Nada de lo que se hizo en el curso de aquel año en Asturias en los dominios de la instrucción pública, de la cultura, la infancia, la salvaguardia del tesoro artístico, se hizo sin la ATEA.

La ATEA estuvo presente, en primer lugar, en los frentes, para combatir la sublevación, a donde se fue la mayor parte de su juventud. De ella salieron muchos mandos de las milicias, y después jefes y oficiales del ejército de la República.

Sus miembros también pertenecieron a los comités del Frente Popular, participando activamente en los múltiples problemas de organización y dirección de la vida en la retaguardia, tanto a escala local como provincial. José María Suárez Velasco, fusilado después, estaba en la Consejería de Agricultura (como secretario) y en lo que se llamaba… de la Reforma Agraria.

Laureano Argüelles, torturado y fusilado después, era alcalde de Infiesto.

Pero donde la ATEA se volcó como tal fue en las actividades dirigidas por la Consejería de Instrucción Pública, particularmente en salvar las dificultades que la guerra creaba para la organización y el funcionamiento de la enseñanza y atendiendo los problemas de la infancia, y más que nada los que fueron consecuencia de la guerra, en particular a los huérfanos y los hijos de los milicianos. Como es sabido, los pueblos de las cuencas mineras de Mieres y Langreo dieron los principales contingentes a las milicias. Pues bien: en estos pueblos, entre las familias obreras, la ATEA era muy popular y conocida por su actividad a favor de los hijos de los milicianos. Muchos milicianos se incorporaban al frente diciendo: “Marcho tranquilo por mis hijos. Si a mí me ocurriera algo, la ATEA se ocupará de ellos.” Muchas esposas de milicianos sabían encontrar directamente la ATEA en busca de ayuda para sus hijos. La ATEA nunca las defraudó. Muchas no sabían lo que ese nombre significaba, y ni siquiera que era cosa de maestros; pero lo que sí sabían, por la experiencia propia y la de su alrededor, es que en ella los hijos y huérfanos de los combatientes encontrarían siempre la solidaridad de clase.

La ATEA nunca tuvo una función de asesoramiento en la Consejería de Instrucción Pública. La intervención de la ATEA fue a través de sus hombres, que en su acción y en sus funciones pusieron todo su empeño en ayudar a resolver con la mayor eficacia posible los problemas de la Consejería en los lugares que se les designaron, principalmente organizando una inspección de la enseñanza y una sección administrativa y atendiendo las escuelas.

Resumiendo, podemos afirmar que la ATEA fue la principal base de apoyo que tuvo la Consejería de Instrucción Pública para toda su actividad.

Con su ayuda pudo organizar la inspección y la sección administrativa. Ayudó a reclutar y seleccionar, incluso fuera del Magisterio, el personal necesario para el regular funcionamiento de las escuelas.

Intervino de modo decisivo en la selección de todo el personal de los internados de hijos y huérfanos de milicianos, como también en la organización y funcionamiento de dichos establecimientos.

Ayudó también a la organización del grupo de niños que se enviaron a la URSS, y la selección de todo el personal que fue a su cargo.

Este fue, a grandes rasgos, el perfil de la ATEA. Pienso que al final de estas notas no está desplazado el recuerdo como homenaje de respeto y gratitud de los maestros asturianos que dieron su vida en el cumplimiento de su deber revolucionario.

JOSÉ BÁRZANA (21 de mayo de 1973)


Publicado en: Los comunistas en la resistencia nacional republicana (la Guerra en Asturias, el País Vasco y Santander), Juan Ambou. Hispamerca, Madrid, 1978.
Digitalización: El cielu por asaltu.