Mis memorias (primera parte)
Aquilino Moral es una figura muy importante del movimiento obrero asturiano, cuya historia a lo largo del siglo veinte está estrechamente unida a su vida. Aquilino fue un gran dirigente histórico de la CNT, a la cual perteneció hasta su muerte. También estuvo vinculado al Bloque Obrero y Campesino y al POUM, con el mantuvo una importante colaboración durante la dictadura franquista. Para la Fundación Andreu Nin es un gran honor poder publicar estas memorias como forma de rendirle un merecido homenaje.
El texto de Aquilino tiene la forma y la naturalidad propia de un obrero autodidacta. La actual edición digital mantiene la vivacidad expresiva del autor, habiendo efectuado las correcciones estilísticas que se han considerado imprescindibles para facilitar su lectura, sin afectar a su contenido y sin que se perdiera, en ningún momento, su tono original. Las modificaciones introducidas por el editor aparecen entre corchetes. También se han incluido algunos títulos adicionales respecto de fragmentos de las memorias.
Mi nombre es Aquilino Moral Menéndez, nací en La Felguera, concejo de Langreo (Asturias), el día 5 de agosto de 1893. Mi padre era de Aramil, en el concejo de Siero, el cual de muy joven tuvo que salir del pueblo que le vio nacer, para ganarse el pan de cada día. Se colocó desde el primer momento en la Sección Fábricas de Duro Felguera, donde ganó desde once reales hasta siete pesetas, cantidad esta última que le pagaban en el año 1920, cuando falleció a la edad de 66 años. En la fabrica citada conoció a mi madre, que era natural de Lada, pueblo éste próximo a la Felguera, con la cual contrajo matrimonio, de cuya unión nacieron cinco hijos; yo [fui] el último de ellos.
Me quedé sin madre cuando contaba solamente cuatro años, pero mi padre se casó por segunda vez y, en menos de un año, quedó nuevamente viudo. Cuando se casó por tercera vez, yo aún tenía seis años. De este tercer matrimonio nacieron dos hijas. Una de ellas, cuando tenía cinco años, murió carbonizada con el fuego de la cocina del hogar familiar; y la otra murió en Rusia en el año 1972, país para el cual se evacuó en el año 1939 para liberarse del fascismo que en la citada fecha se apoderó de España. De las dos hijas de mi madre natural, la que aún vive sufrió duras consecuencias de la guerra civil española, pues, en los primeros momentos de la lucha, los fascistas le asesinaron un hijo, alegando para justificar tal fechoría que aquel, en la escuela donde era maestro, obligaba a sus alumnos a cantar la Internacional.
Cuando nació mi última hermana, hija de mi tercera madre, en el año 1901, mi padre tenía un jornal diario [por] doce horas de trabajo, de tres pesetas y cincuenta céntimos. Dicho salario tenía que hacer frente a las necesidades de un matrimonio con cuatro hijos que además tenía que abonar una renta para la vivienda. Ante tal apurada situación, por semejante miseria, un aumento de los ingresos era vital; y así mi hermana primera, después de algunas gestiones de mi padre, logró conseguir colocación, en el lavadero de carbón de la mina "El Fondón", y la segunda se colocó de sirvienta en casa de unos familiares de mi tercera madre. Al disponer del sueldo de las dos hermanas mayores, yo pude ir a la escuela (tenía ocho años) y ello sucedió durante un corto tiempo. Dicha escuela era gratuita, lo cual hizo [posible] mi incorporación a ella, el no pagar era debido a que para la instalación había estado pagando mi padre, al igual que los demás obreros de Duro-Felguera, veinticinco céntimos mensuales, los cuales eran descontados en taquilla el día de la paga, en las oficinas de la citada empresa. Sociedad ésta que fue quien patrocinó la labor escolar que era y sigue siendo regentada por los religiosos de la orden de La Salle. Recién inaugurado el referido colegio, tuve la ocasión de presenciar la visita que al mismo hizo el rey Alfonso XIII que estaba [...] recién casado con Victoria Eugenia.
El periodo escolar fue para mi muy corto. El mísero jornal que ganaba mi padre obligó a que yo tuviera que dedicarme a alguna actividad con la cual se pudiera reunir algún ingreso que sirviera de ayuda al exiguo salario de mi padre, [...] [a] la edad de 10 años. Primero me dediqué a "rebuscar" carbón en las escombreras de las minas y también en el río donde desembocaban las aguas de los lavaderos que siempre tenían algunas pérdidas aprovechables. Vendía los 50 kilos del negro mineral, a una peseta cincuenta céntimos, por cuyo beneficio los más de los días estaba desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde. En aquellos tiempos la jornada de los obreros del exterior de las minas era en tiempo de verano de 12 horas, la de los del interior de la mina de l0 horas. Para los primeros el jornal era de 3,25, [para] los del interior era de más de 5 pesetas.
Cuando yo tenía 12 años de edad, empecé a trabajar en obras particulares, asistiendo albañiles. El primer sueldo que me pagaron por tal servicio fue de 0,75 por jornada de 12 horas. Tan mal trato fue el que recibí en la asistencia a albañiles que mi aversión al ramo de la construcción siempre fue grande. Cuando tenia 15 años de edad, mi padre que ya hacia 30 años que trabajaba en fábricas de Duro-Felguera consiguió colocarme en dicha factoría, siendo 2 pesetas el sueldo que me pagaron durante dos años por una jornada de 12 horas diarias, el trabajo era a turnos y cada quince días se hacia una doble, entrando a las seis de la mañana de domingo para salir a las seis de la mañana del lunes con cuatro pesetas ganadas.
Cuando empecé a interesarme por la cuestión social
Ya en los primeros momentos de mi ingreso en la fábrica mencionada cuando ví en los días de paga, y [en los días siguientes] a tal fecha, dar unos recibos cuyo importe [...] era de 0,60 céntimos pronto pregunté el objeto que tales documentos tenia y [...] pedí que se me hiciera socio, [la] cuota para mi era de 0,30 céntimos mensuales; [...] la entidad era Sociedad "La Justicia".
La prensa obrera más conocida en la fecha [...] era la “Aurora Social”, órgano de la Federación Socialista Asturiana la cual se editaba en Oviedo y “Acción Libertaria” que aparecía semanalmente en Gijón, (...) que era hecha por un grupo de elementos ácratas, siendo los más destacados (...) Eleuterio Quintanilla, Pedro Sierra y Marcelino Suárez. La lectura de los mencionados periódicos sirvió para que pronto me iniciara en la lucha por el progreso y la libertad.
La organización obrera felguerina, desde su constitución el año 1900 hasta el año 1917 estuvo constituida a base de sociedades de oficio y hasta el año 1911, estuvo bastante influenciada por elementos republicanos. En el año 1911 se avecinó en La Felguera José María Martínez, quien hubo de marchar de Gijón por un suceso ocurrido con motivo de una huelga. El citado elemento pronto consiguió (...) que aumentara la influencia del anarcosindicalismo en el movimiento obrero felguerino. Los republicanos cuando estaban en los puestos directivos del Centro Obrero "La Justicia" ponían todos los inconvenientes que podían a la propaganda anarcosindicalista. Un día en el año 1911, después de una asamblea muy reñida por la defensa de un compañero que la dirección de la Duro había [...]despedido del trabajo; unos cuantos compañeros de los que entendían que era necesaria la creación de un grupo específico que se encargara de orientar el movimiento obrero en sentido anti-republicano, trataron de celebrar una reunión con tal objeto en el local social y no [...] les fue permitido. Por indicación de José María Martínez, nos fuimos un centenar de compañeros [...] a un prado en un lugar que llaman Ladreo y allí bajo la luz de las estrellas (ya eran las once de la noche) discutimos ampliamente sobre la necesidad del grupo específico, terminando con el acuerdo de crear un Grupo Sindicalista el cual a las pocas semanas contaba con un número grande de adheridos. Las charlas que el Grupo Sindicalista organizaba con frecuencia a base de elementos preparados como José Maria Martínez, Jesús Rodríguez y otros, influyeron bastante en mi preparación y cuando tenía 16 años de edad ya aceptaba el tomar parte en comisiones que tuvieran por objeto el resolver asuntos que afectaran al mejoramiento de la situación de los trabajadores. En la edad señalada, la primera vez que tomé parte en una reunión en la cual se ventilaba un asunto de mejora salarial fue para reclamar una prima, que se les daba a una parte de los trabajadores del departamento, taller de hornos altos, y nos dejaban sin ese beneficio a otra parte del mismo servicio. De mi intervención en la asamblea para la finalidad citada pronto tuvo conocimiento el jefe del departamento de hornos altos, [a] quien tan mal le sentó lo expuesto por mí que el día siguiente de la asamblea no ocultó su desagrado delante de mi padre, que era maestro en el horno, a quien le manifestó que "el Centro obrero no debía de tomar en consideración las opiniones de jóvenes como yo".
Mi actividad sindical e ideológica se redobla a partir del año de 1912
En agosto de 1912 surgió una huelga en Sección Fábricas de Duro-Felguera [que] tuvo de duración 6 meses, terminando con la derrota de los trabajadores. Al salir la empresa triunfante, la dirección no se conformó solo con no dar nada de las peticiones que habían motivado el conflicto sino que para la reanudación del trabajo en la industria eligió entre los trabajadores que se habían declarado en rebeldía igual que de si fruta se tratara, fue una selección espantosa la que los Urquijo y compañía hicieron en nombre de dios, a quien iban adorar diariamente a la iglesia.
Yo fui uno de los señalados para la selección. Muchos de los represaliados se fueron a otros lugares en busca del pan de cada día (algunos al extranjero) y los que quedamos en La Felguera en su mayor parte no hemos tenido mas remedio que ir a trabajar a la mina, trabajo que nos era completamente desconocido. Yo estuve durante siete años trabajando en el interior de la mina con nombre supuesto, pues el grupo minero donde conseguí el trabajo pertenecía a Duro- Felguera y como la dirección de ésta se había formado el propósito de sitiar por hambre a quienes habían sido seleccionados de fábricas por la huelga de 1912, tenía dadas ordenes para que se rechazara nuestra solicitud.
Al ser obrero de minas era lógico el que ingresara en "El Despertar del Minero", organización sindical que había sido creada en el año 1906, en la que figuraron como dirigentes en sus primeros tiempos Belarmino Tomás, Ovidio Montes, Frutuoso Rebolledo, Baldomero García, José Bárzana y José Ramón Fernández, y ella era orientada con arreglo a los principios de mi ideología pues [en] el Sindicato Minero Asturiano, que fue organizado posteriormente a "El Despertar", tenían predominio los elementos socialistas. Después del año 1912 "El Despertar del Minero" existió durante corto tiempo, pues la oposición de los pertenecientes al Sindicato dirigido por Manuel Llaneza, cuyo organismo contaba en su seno con una [gran] mayoría de los trabajadores de las minas, nos obligó a dejar aquel inactivo, ya que incluso se llegó hasta el extremo de hacer huelgas en algunos grupos mineros por parte de los pertenecientes al Sindicato socialista pidiendo el que no se nos dejara trabajar si no accediamos a ingresar en el Sindicato que estaba adherido a la UGT. Ante la imposición de la fuerza tuvimos que rendirnos y (...) contra nuestra voluntad estuvimos hasta el año 1915, fecha en que los dirigentes del Sindicato Minero Asturiano hicieron una petición a la Patronal Minera consistente en que ésta diera para el Sindicato 25 céntimos por cada tonelada de carbón que se arrancara. El que los mineros se vieran privados de una mejora salarial que buena falta les hacía para hacer frente al costo de la vida, provocó un gran descontento que nosotros aprovechamos para hacer un manifiesto muy bien razonado, poniendo a la terminación del mismo una convocatoria en la que se invitaba a los obreros mineros a una asamblea, que tuvo lugar en el Centro Obrero "La Justicia", en donde después de una amplia y razonada discusión se procedió al nombramiento de un Comité provisional que se encargara de la redacción de unos estatutos por los cuales se regiría el nuevo Sindicato Minero cuyo título [...] era: “El Porvenir Social”. En los primeros momentos [tuvimos]un éxito en la creación del nuevo organismo, pero a medida que se producía el olvido –en [aquellos cuyo]descontento lo había motivado única y exclusivamente los céntimos que los elementos socialistas les habían llevado para beneficio de sus intereses de partido-, los adheridos a “El Porvenir Social” fueron disminuyendo hasta llegar a una situación en que el continuar con la escisión podía ponernos en las condiciones en que hubiéramos estado cuando tuvimos que disolver ”El Despertar del Minero”. En ataques contra nosotros no faltaron los socialistas que no eran del Sindicato Minero pero sí beneficiados con los 25 céntimos de cada tonelada de carbón (fue cuando compraron la imprenta donde se llegó a hacer “Avance” y que ello se decía propiedad del partido), llegando hasta presentarnos como aliados de los elementos reaccionarios, justificando tal acusación por haber sido imprimido el manifiesto de que hice mención, en la imprenta donde se editaba el periódica de derecha “El Pueblo Astur”, hecho que sucedió así porque en el citado diario trabajaba como maquinista de la rotativa un compañero nuestro.
Con la derrota sufrida por los metalúrgicos de Duro-Felguera en [...] 1912 quedó la organización obrera felguerina bastante quebrantada, pues era la citada factoría la que antes de la huelga daba la totalidad de los trabajadores organizados. A pesar de suceder lo que dejo señalado, [...]los anotados por los representantes de la Duro como indeseables y que [quedamos] en la Felguera mantuvimos el fuego sagrado de la lucha, no olvidando ni un solo momento a aquellos que la habían traicionado. Para que los traidores no fueran olvidados y en tiempo oportuno llevaran el pago merecido, todos los años al llegar las fiestas de San Pedro hacíamos un manifiesto en el que recordábamos la lucha sufrida y se señalaban los nombres de los individuos que habían sido esquiroles en la huelga que tuvo 6 meses de duración. Hubo un tiempo en que eran varios los compañeros que había con la preparación que era necesaria para redactar el manifiesto, pero llegó el momento de que aquellos se fueron para otras localidades por razones de mejor situación y me quedó a mi la misión de tal labor.
Fue el año 1915 cuando yo redacté el manifiesto en cuestión, me costó bastante trabajo el redactarlo pero, aunque algo deficiente, el manifiesto salió y yo mismo me encargué del reparto en una gran parte de la villa felguerina sin dejar de hacerlo en uno de los bares de los que tenían el boicot, del cual tuve que salir al instante para no ser linchado por los esquiroles que allí se encontraban. La imprenta donde se hizo el manifiesto estaba instalada en un lugar de la calle Dorado de Sama de Langreo y la máquina donde fue tirado tenia que ser movida por una manivela, labor en la cual tuve que participar si [quería] que el manifiesto saliera [en] la fecha con la oportunidad precisa, ya que el impresor era un hombre de una edad a la que no se le podía pedir un gran rendimiento. El referido tipógrafo, que respondía al nombre de Gaspar Betegón, como su condición de ventajista no tenía en la Confederación campo apropiado, llegó a ser un anti-cenetista cien por cien, condición que le sirvió para que a pesar de su situación de patrono le dieran el ingreso en una organización que decía ser anti-capitalista.
Motivo de mi primer encarcelamiento
En el año 1915 en una reunión del Grupo Sindicalista fui nombrado corresponsal del semanario “La Voz del Obrero” que salía en La Coruña como órgano de la organización afecta a la Confederación Nacional del Trabajo en la región galaica. Mi misión era distribuir entre los militantes los 90 ejemplares que traía el paquete, recoger el dinero [del] importe de los mismos y enviarlo a La Coruña. De la cuestión literaria estaba encargado un compañero muy bien preparado llamado Jesús Rodríguez, que creo haya fallecido en Mendoza (Argentina). Un día además del paquete de “La Voz del Obrero” llegó otro paquete hecho con otro formato que [me llamó] la atención al recogerlo en correos, viendo una vez quitado la envoltura escasa que era un manifiesto de gran tamaño, lo leí y su contenido me llenó de gran satisfacción porque [...] ya desde muy joven no [simpaticé] nunca [con] el militarismo; era un documento anti-militarista que estaba muy bien razonado. Sin detenerme nada, del paquete recibido hice unos cuantos paquetes chicos y me fui con ellos a casa del conserje del Centro Obrero (este estaba clausurado) y a uno de los hijos de aquel le entregué los paquetes con el ruego de que el los distribuyera entre sus amigos y ambos los repartieron por la villa felguerina. El manifiesto fue repartido profusamente pero no dejó de enterarse la guardia civil, [que], al instante, pudieron conseguir de los chicos que quien les había dado los manifiestos fue Aquilino Moral. El mismo día en que fue repartido el manifiesto a las dos de la mañana se presentaron tres guardias en el domicilio de mis padres, [...] en el cual yo residía y, después de un registro en la casa que duró mas de una hora, me mandaron que les acompañara. Estaba una noche malísima, caía nieve en cantidad y el frío era intenso. Mi pobre padre que creía que su avanzada edad y lo tempestuoso de la noche serviría para ablandar el corazón de los guardias y [que] estos me dejarían libre, caminó detrás de mi dando lugar a que uno de ellos le dijera: "váyase usted para casa que nosotros solos nos bastamos llevar a su hijo". No les hizo caso y se fue hasta el Ayuntamiento en cuyos calabozos del mismo fui encerrado. Mi padre permaneció debajo de los arcos de la casa consistorial y una vez llegado el día fue a ver a un familiar [del] que sabia de su amistad con el alcalde, persona que podía hacer algo en mi favor. La situación no era de mando del poder civil, pues estaban suspendidas las garantías constitucionales en España y el poder de la plaza estaba en manos de un comandante del ejército. A pesar de la situación, el familiar en cuestión visitó al alcalde y éste fue a ver al comandante militar, el cual tenía a la vista en su mesa el manifiesto. A la petición de la primera autoridad civil del concejo pidiéndole que me disculpara por mi corta edad, el comandante contestó que el delito era para ser fusilado y más en esta situación en que están suspendidas las garantías constitucionales en el país.
Confieso que [había] realizado un acto propio de un ingenuo. Primero por haber hecho circular un manifiesto de tal calidad en momentos en que el poder central tenía declarado el país en situación de alarma -por el descontento que se venía manifestando en las Juntas Militares de Defensa, cuya cabeza mas visible [...] era el coronel Márquez-, y al haber dado el manifiesto para su reparto a unos muchachos de muy corta edad. A pesar de la "gravedad" recobré la libertad a las veinticuatro horas de ser detenido.
Tal recuerdo me ha quedado del hecho que he citado que, en una ocasión, un amigo que residía en la capital de Lugo me invitó a su casa y al estar en el citado lugar me dio la idea de ir a La Coruña solo por ver si podía encontrarme en [un] lugar para mi inolvidable. Lo he conseguido, y una vez estando en una larga calle de La Coruña pregunté a un guardia municipal por la calle Socorro, contestándome aquel que ya no existía tal calle y a continuación me dio el nombre que tenia actualmente la calle por la que yo preguntaba, caminé y cuando me pareció pregunté a un joven por la calle cuyo nombre me dio el guardia y le dije que necesitaba ver el numero tres, llegamos al lugar por mi deseado y me dice el joven este es el número que no cambiaron de cuando era calle Socorro. Le pregunté al joven que si sabia por quien estaba ocupado el edificio donde estaba el número 3 y me contestó que por Falange y que antes de la guerra civil el piso lo ocupaban los sindicatos de los trabajadores y que en el bajo había una imprenta en la que se hacia un periódico llamado “Solidaridad Obrera”. Le di las gracias al joven, de quien marché agradecido por haberme ayudado a saber el lugar de donde salió lo que motivó mi primer encarcelamiento. Le di las gracias a quien me había servido de guía y allí estuve como media hora contemplando aquella casa y recordando a José Villaverde, Jesús Arenas, Juan No, Constancio Romeo, y muchos otros que entre aquellas paredes [habían] trabajado por la libertad y hoy estaban en poder de quienes llevaron a España al retroceso de unos cuantos cientos de años.
La primera vez que escribí en un periódico
Los socialistas que después de la huelga de 1912- en la que diré de paso, no se han portado nada bien en lo que respecta a la solidaridad- ponían gran empeño en conseguir en La Felguera adeptos para su causa creyendo que la derrota sufrida en la heroica lucha de seis meses que llevaría a los trabajadores felguerinos a cambiar la táctica, "equivocada", según la juzgaban los discípulos de Pablo Iglesias, por la preconizada por los caballeristas. Con el fin de conseguir su objetivo, un día del año 1916 la media docena de simpatizantes con que contaba la UGT en La Felguera se les ocurre organizar un mitin que habría de celebrarse en un lugar céntrico de la citada localidad. Los trabajadores felguerinos que en su gran mayoría nunca dejaban de acudir a los actos que se celebraran de propaganda social, pronto llenaron el amplio local donde tendría lugar el acto.
Eran tres los oradores señalados para hacer uso de la palabra, dos de, ellos hablaron sin tener la menor interrupción pero al comenzar Wenceslao Carrillo (padre de Santiago Carrillo), su peroración, [...] elemento [que] no decía en los actos donde tomaba parte cuatro palabras que no fuera molestando a los de ideología contraria a la suya, surgió un griterío que no cesó hasta que el presidente del acto dio por terminado aquel. Alguien de los que interrumpieron no se conformó [con] que Wenceslao Carrillo no hablara, sino que al salir aquel por la puerta del local donde se hubiera organizado el mitin le dio una patada. Como yo estaba cerca de donde Wenceslao Carrillo sufrió la agresión, tal vez aquel me confundió y cuando los periodistas en Gijón le hicieron preguntas sobre el incidente de La Felguera, Carrillo contestó: "todo podía tener disculpa menos la agresión de que fui victima, a cuyo extremo llegó el sindicalista Aquilino Moral". De los tres periódicos que por aquel entonces aparecían en la villa de Jovellanos solo "El Comercio" publicó lo dicho por Carrillo a cuya falsa acusación contesté, pidiendo en nota aparte al director del periódico el que mi defensa fuera publicada en el lugar destacado en que fue publicada la falsa acusación. Mi petición fue cumplida y la opinión asturiana quedó enterada de que yo, ni en los principios de mi juventud, padecí el error de querer ventilar con el procedimiento de la violencia la diferencia ideológica que hemos heredado de Carlos Marx y Miguel Bakunin.
La primera guerra mundial y la opinión de los anarquistas
Cuando surgió la primera guerra mundial en el año 1914 [...] dio lugar a que en el campo anarquista se manifestaran dos opiniones diferentes, yo a pesar de estar en periodo de iniciación en la lucha social, después de ver expuestas las opiniones de los del grupo “Tierra y Libertad” que se editaba en Barcelona, y que era el de lucha contra toda guerra que no fuera la social, y la de la fracción de Kropotkin, Malato, Juan Grave, Ricardo Mella, Eleuterio Quintanilla y otros mas, pronto di mi adhesión a la opinión de los últimos porque vi que en efecto estaba justificada la simpatía kropotkinista por la causa de los aliados que representaban la libertad y el progreso que las botas de los germanos querían pisar de forma que no resucitara más. Si, no participaba de la opinión de los anarquistas que aplaudieron a un tal Vicente García quien desde su residencia de Londres llamó traidor a Pedro Kropotkin por entender éste que había que reformarse si no se quería perecer. También he condenado la acusación que se hizo contra el anarquismo en general por la postura de aquél contra toda clase de guerras hechas por regímenes capitalistas. Y se llegó a la calumnia contra quienes he juzgado equivocados, porque los elementos al ver la postura de una parte del anarquismo español creyeron, llegado el momento, de mandar a España un equipo de su numerosa banda de espionaje que hicieron por conseguir de los elementos más destacados del anarcosindicalismo catalán, el que éstos aceptaran grandes cantidades de dinero que les permitiera la publicación de revistas y periódicos, cuyo objetivo [...] fuera el de hacer campaña antiguerrera para que España mantuviera su neutralidad, ya que los alemanes estaban convencidos de que nuestro país no intervendría en la lucha a favor de ellos. Con tal fin, elementos del espionaje se entrevistaron de forma separada o bien sea, un día con uno y otro día con otro, con Ángel Pestaña, Salvador Seguí, Francisco Miranda, José Negre, Francisco Jordán, José Rueda López y otros más; este último y Francisco Jordán, qué era por aquel entonces secretario del Comité Nacional de la CNT, asintieron favorablemente a la propuesta de los del espionaje y cuando lo presentaron en la Organización fue puesto al margen de la misma y si bien Jordán llegó a ser reivindicado (cuando los del "Libre" lo asesinaron ya estaba de nuevo en la secretaria de la Confederación) Rueda López quedó expulsado y nunca más figuró en los medios confederales. Los demás elementos señalados todos dieron el no a la propuesta de los germanos. Todos silenciaron lo de la propuesta que se les hizo menos Salvador Seguí, que al día siguiente de la visita publicó en “Solidaridad Obrera” un articulo cuyo titulo del mismo era: “Una entrevista con el diablo” y en el cual señalaba, con todo detalle, el objetivo que perseguía el espionaje alemán que pululaba por las calles de la ciudad condal.
Por motivos de la opinión antiguerrera siguió la campaña de descrédito del anarquismo y en el año 1916 un periódico cuyo titulo era "El Parlamentario", el cual se editaba en Madrid, publicó una serie de artículos firmados por un tal Pascual en los cuales afirmaba que "el anarquismo español estaba al servicio del espionaje alemán". En esa ocasión tampoco los anarquistas se quedaron en silencio. Un día los grupos específicos de Barcelona se reúnen y nombran a uno de los reunidos para que vaya a Madrid a pedir al director del periódico “El Parlamentario” que demuestre las acusaciones que contra el anarquismo venía haciendo el diario por él dirigido. El director en cuestión contestó que quien hizo los artículos a que se refería el visitante, que era un joven que en aquel momento no se encontraba en la redacción. Ricardo Fornell, que era el delegado a quien confiaron tal misión los grupos anarquistas de Barcelona, [al] director del periódico ya señalado le propuso [...] la organización de un acto público donde hablara el acusador y la representación de los acusados. La propuesta fue aceptada por el director y éste quedó encargado de la organización del acto, señalando al mismo tiempo la fecha del mismo. Cuando Fornell se presentó el día indicado por la redacción del “Parlamentario” el director de éste dijo a Fornell que el joven autor de los artículos en que se acusaba al anarquismo de estar al servicio del espionaje alemán [...] se fue para el extranjero, contestación de la que Fornell sacó la consecuencia de que el autor de los artículos injuriosos fue el mismo que dirigía el periódico donde aparecieron. No se puede dudar de que [...] ha favorecido al crédito del anarquismo español la contestación que dieron en Barcelona los visitados por los del espionaje alemán y el resultado tenido con motivo de las acusaciones del periódico “El Parlamento”, cuyo director se negó a sostener las acusaciones en un acto público al que se le invitó.
[Una protesta contra la subida del pan]
Un día del mes de septiembre de 1914, la Patronal de Industriales de Langreo da una nota a la prensa en la que hace saber que para determinada fecha aumentarían cinco céntimos en el kilo de pan. Ante tal noticia la Federación Local de Sociedades Obreras de La Felguera convoca a una asamblea magna en el Centro Obrero "La Justicia",que antes de la hora señalada para la reunión estaba el amplio local lleno de ciudadanos deseosos de tomar parte en las deliberaciones. Señalado por el presidente el objeto de la asamblea hacen uso de la palabra muchos de los asistentes, coincidiendo todos en oponerse a la pretensión de los fabricantes de pan [...] que [...] era aumentar el precio del citado artículo de primera necesidad.
Así se acuerda y se recomienda que al día siguiente no se acuda al trabajo ninguna de las industrias y en cuantas actividades hubiera personal asalariado, y que todos en la calle impidan el que salga el pan de las panaderías con el precio que anunciaron los fabricantes. Así se hizo, y en el momento en que los repartidores se disponían a salir a repartir las piezas fabricadas, fueron asaltadas las panaderías por la multitud que al instante se hizo cargo del pan que estaba fabricado. Los propietarios panaderos y el personal que estaba al servicio de las panaderías de Lada y La Felguera no se opusieron a la actitud adoptada por la multitud, solo en la casa del industrial Enrique Menéndez, cuando uno de los de la multitud trata de abrir el portón que daba a la panadería, fue atacado con una escopeta por el hijo del amo, que se encontraba dentro, hiriéndole en la cabeza de forma que le hizo caer desplomado desde lo alto del portón, en donde se puso con idea de franquearlo. Tan pronto se vio la sangre correr y que ello era producto de la agresión realizada por el hijo del industrial, de dio la voz de fuego y antes de una hora era hecho cenizas una manzana que se componía del lagar de hacer sidra, un bar, comercio de tejidos y ultramarinos y el edificio donde estaba instalada la panadería.
Después de lo sucedido pronto comenzaron las detenciones, y los juzgados a trabajar con el fin de esclarecer los hechos para dar castigo a los culpables. Hemos sido muchos los que pasamos por el juzgado, pero no se ha podido comprobar nuestra culpabilidad, teniendo que conformarse las autoridades con hacer único responsable a José María Martínez, que ya al día siguiente de los sucesos pasó la frontera, metiéndose en Portugal. En cuanto a mi, las consecuencias que me tocaron de los hechos señalados, fue el que como miembro del Comité Pro-presos tuve que redoblar el trabajo por la situación en que quedaron la compañera e hijos del acusado de incendiario. Hubo también que salir al paso de la campaña hecha por un periódico reaccionario que se editaba en Oviedo, en una imprenta que estaba instalada en un edificio ubicado al lado del ferrocarril de la compañía Vasco-Asturiana, quien durante unos cuantos días apareció diariamente con unas letras grandes en primera página que decían: “Huye José Riestra acusado de incendiario".
José María Martínez, cuando vino a residir a La Felguera, en sus documentos personales figuraba con el apellido de Riestra porque [...] un incidente tenido con unos esquiroles en Gijón le obligó a tener que hacer uso de los documentos personales de un compañero. Para ver si se podía conseguir desvirtuar las acusaciones de culpabilidad hacia José Maria Martínez, que "El Pueblo Astur" venía haciendo campaña, se hicieron varias cosas; entre ellas se sacó la siguiente canción:
Ya lo saben en Oviedo
Ya lo saben en Gijón
Que el lunes por la mañana
Quemó la casa de Anrincon
Fue un lunes del mes de septiembre de 1914 cuando el pueblo felguerino hizo que el egoísmo de los industriales panaderos no prevaleciera. José Maria Martínez, acogido a una amnistía concedida por el gobierno de Romanones regresó a España después de sufrir un exilio de unos dos años en tierras portuguesas. Martínez, al igual que Seguí, siguió trabajando por la causa a la que ya de muy joven dio su adhesión, siendo uno de los que trabajó sin descanso cuando se preparaba el movimiento revolucionario que surgió en Octubre de 1934, para conseguir la unión de los trabajadores, cuya labor [...] culminó en la constitución de la Alianza Obrera, organismo que supo preparar con éxito en los primeros momentos de la revolución de Octubre, en la que perdió la vida José María Martínez, luchador que fue uno de los últimos que abandonó el campo de lucha. Se ha dicho en distintas veces, y ello es una gran verdad, [...] que la CNT y los trabajadores en general que luchan por un mejor vivir para los desheredados de la fortuna, perdieron un valor importantísimo con la desaparición de José Maria Martínez. [...] Los que lo contamos estamos satisfechos del resultado de la labor realizada por el mártir señalado porque vemos que sigue la unión creada en aquella fecha entre cenetistas y ugetistas.
La huelga general revolucionaria de agosto de 1917
La primera guerra mundial surgida en el año 1914 dejó consecuencias desagradables, de las cuales no se libró España. En los años 1915, 16 y 17 la situación económica del país era malísima. La crisis industrial cada día iba en aumento y los salarios de los trabajadores no estaban, ni con mucho, a nivel con los precios que tenían los artículos indispensables para la vida. El malestar [crecía] cada día en el país. Ante el justificado descontento que existía entre las clases menesterosas, que siempre son las afectadas por lo malo que traen consigo los regímenes capitalistas, la Confederación Nacional del Trabajo y la Unión General de Trabajadores se pusieron de acuerdo para iniciar un movimiento revolucionario, cuyo objetivo era un cambio de Régimen, por ver en ello la única solución para hacer desaparecer las causas de las privaciones a que se veían sometidas las clases salariales.
La negativa de las compañías ferroviarias a unas peticiones hechas por la Federación Nacional del citado ramo para los trabajadores del mismo, motivó la declaración de huelga en las líneas ferroviarias, y a los tres días de estar paralizadas, con el pretexto de prestarles solidaridad, se declaró la huelga general en toda España, cuya finalidad del movimiento era lo que ya he señalado más arriba: un cambio de régimen en el país. A fin de que existiera unanimidad en el paro en la fecha que fue fijada para el mismo, los delegados de la UGT y de la CNT [...] recorrieron toda España en plan de organización del movimiento (en La Felguera por la Confederación estuvo Jaime Aragó), dejando en cada localidad que visitaban la contraseña que decía: “Cosas verdes”, que publicaron “El Socialista” de Madrid y “Solidaridad Obrera” de Barcelona en primera plana la víspera del día en que se señaló para [...] el movimiento revolucionario.
El resultado de la huelga no fue favorable al objetivo que se buscaba, y el fracaso de la lucha trajo la dura represión que culminó llenando las cárceles de trabajadores.
[Los miembros del] Comité de Huelga de la UGT, compuesto por Julián Besteiro, Francisco Largo Caballero, Daniel Anguiano, Andrés Saborit y Virginia González, fueron pronto detenidos, juzgados y condenados a 30 años de prisión. Luis Araquistain, también estuvo implicado, pero no llegó a ser juzgado porque su culpabilidad no pasó de ser miembro en aquel momento de la Comisión Ejecutiva del Partido Socialista. A propósito de la detención del gran escritor la prensa reaccionaria echó las campanas a vuelo porque en el lugar donde estuvo oculto Araquistain, la policía encontró también a Virginia González.
Los componentes del Comité de la CNT, que eran Salvador Seguí, Ángel Pestaña, Jaime Aragó y Francisco Miranda (este último era yerno de Anselmo Lorenzo), como la distancia con la frontera era más favorable que a los de Madrid, pudieron meterse en Francia, donde permanecieron hasta que el Gobierno del que formaba parte José Sánchez Guerra (que fue un tenaz opositor a la dictadura de Primo de Rivera) promulgó un decreto de amnistía que les permitió regresar a España. Para que el decreto de amnistía fuera una realidad se hizo una extensa campaña periodística y oral durante un largo tiempo. La primera idea manifestada en la campaña de prensa y actos públicos fue pedir que se hicieran unas elecciones generales. Concedido esto, los hombres que fueron condenados por señalarlos como dirigentes del movimiento revolucionario, aparecieron en candidatura y todos ellos salieron elegidos diputados. Ante tal hecho el Gobierno no tuvo más remedio que hacer el decreto de "Perdón", ya que la demostración fue de que la totalidad del pueblo español estaba de acuerdo con lo que hicieron los que se encontraban en la cárcel. De los actos públicos celebrados con tal finalidad en La Felguera solo se celebró uno y fue de gran resonancia, entre los oradores que hicieron uso de la palabra todos ellos muy destacados en la política española, habló Melquíades Álvarez quien dijo entre otras cosas: "que lo oiga el rey, que lo oigan los militares, sí, hemos ido a un movimiento para derrocar una monarquía antipopular".
En todas las provincias hubo sub-comités de huelga, estando formado en Asturias por Pedro Sierra, que representaba a las fuerzas anarcosindicalistas, Wenceslao Carrillo, que representaba a las fuerzas ugetistas y socialistas, Benito Conde a los republicanas, y Valdés Prida a los reformistas de Melquíades Álvarez. Los pueblos, Sama, Mieres, Oviedo y La Felguera, tenían sus enlaces que frecuentemente visitaban [al] Comité Provincial, que tenía su residencia en Gijón. De la primera localidad eran Enrique Celaya y Manuel Álvarez, de la segunda eran Manuel Llaneza y Ramón Rodríguez, de la tercera Bonifacio Martín y Teodomiro Menéndez y de La Felguera Jesús Rodríguez y Francisco Equisuaín. En La Felguera todos los militantes tuvimos alguna función que cumplir. En la citada localidad, donde había un número de trabajadores que pasaba de los 5.000, celebramos en las afueras de la villa una asamblea en el campo casi todos los días, a fin de orientar a los trabajadores de la forma en que se iba desarrollando el movimiento. Y toda la labor que se realizó, se desarrolló dentro de la mayor normalidad durante los doce días que los obreros fuimos dueños de la situación y ella se desarrolló en la forma que queda dicho sin necesidad de lucha con las fuerzas armadas, ya que éstas tan pronto surgió el movimiento, fueron a reconcentrarse a Oviedo.
Una vez conocido el fracaso de la lucha, yo me oculté en un lugar donde pude seguir orientando a quienes estaban libres de la persecución policíaca, de forma que supieran lo que debían hacer para que no faltara la ayuda a los presos y perseguidos. Con el objetivo de la solidaridad y durante el tiempo de mi escondrijo mandé muchos escritos al periódico “El Noroeste de Gijón” -que dicho sea de paso que fue un diario que se portó muy bien con la causa perseguida, antes y después del movimiento fracasado. Cuatro meses duró mi situación de oculto. Un día, por confiar más de lo debido, di un falso paso que me costó el ser descubierto por la policía que sin pérdida de tiempo me venía buscando desde que desaparecí de mi domicilio. Me llevaron a la cárcel de Laviana en donde permanecí encerrado durante seis meses, al ser sobreseída mi causa recobré la libertad. Durante mi encierro aproveche el tiempo en cosas útiles para la causa. Un día, al apartarse un momento de nuestra presencia el guardián que nos vigilaba en el locutorio, pude dar a mi compañera un sobre que contenía un artículo para que aquella lo mandara a “Tierra y Libertad” de Barcelona, periódico que hacía Tomás Herrero en la imprenta de su propiedad que estaba instalada en la Calle Cadena número 78. El articulo que [...] titulaba: “De la represión en Asturias durante y después de la huelga general” fue publicado a su debido tiempo. Tan duros eran los ataques que en tal escrito hacía contra las fuerzas represoras y donde no faltaba tampoco lo que ridiculizaba al general Burguete sobre las declaraciones que este hizo sobre su “toma” de la Faya de los Lobos, que de Madrid se conoce que dieron órdenes de que se procediera contra mi; [...] inmediatamente me metieron en celda de castigo donde permanecí durantes diez días.
Es justo señalar que la Confederación Nacional del Trabajo en esa memorable huelga cumplió bien con su deber durante la lucha y después en el exilio desde donde, sin miras a un acta de diputados, combatieron tenazmente al Gobierno y autoridades que hacían la represión. En la campaña que con tal fin realizó Solidaridad Obrera, cuyo cuerpo de redacción se componía en aquella ocasión de José Borobio, José Negre, Jaime Aragó y Antonio Amador, no faltaban artículos diariamente de los que estaban allá de la frontera, en los que la censura se ensañaba duramente [...] haciendo muchas veces el que las páginas del diario sindicalista aparecieran en blanco.
Concedida la amnistía, al retornar los exilados a los lugares donde tenían su residencia cuando surgió el movimiento, Salvador Seguí, tan pronto puso sus pies en Barcelona publicó un artículo en “Solidaridad Obrera” cuyo titulo [...] era el siguiente: “decíamos ayer”, y el primer párrafo del escrito decía lo siguiente: "Si, decíamos ayer que el pueblo español necesitaba un régimen de justicia y bienestar para todos, con tal finalidad hemos ido al movimiento de agosto de 1911. Si en la fecha citada no hemos salido triunfantes seguiremos luchando hasta conseguirlo". Seguí así lo hizo; siguió trabajando activamente por la causa del proletariado hasta que un día de marzo del año 1923 fue asesinado por los del llamado sindicato libre en la calle Cadena, lugar muy céntrico de Barcelona, lo acribillaron a tiros. Con idéntico procedimiento que el empleado con Seguí y en el mismo momento fue muerto Canela (este en sus escritos firmaba con el seudónimo de Paronas), también destacado militante anarcosindicalista. Tales asesinatos produjeron una honda indignación entre el proletariado que, sin orden oficial de la Organización, fueron a la huelga en toda España las fuerzas afectas a la Confederación Nacional del Trabajo.
En esa ocasión la UGT no estuvo en el lugar que debía de estar, pues no prestarse a la protesta contra aquellos hechos vandálicos que por aquel entonces se venían sucediendo en Barcelona, era tanto como hacerse cómplices de quienes los realizaban. El resultado de mirar aquellos sucesos de manera impasible por parte de los elementos socialistas fue [...] que estos fueron perdiendo terreno en el campo obrero y que ello fue en beneficio del crecimiento de los efectivos confederales en Asturias, Vizcaya, Madrid, contando todo el centro, y Riotinto, localidad ésta donde durante muchos años fue un fuerte ugetista.
En todo lo que se hizo con motivo de lo que dejo enumerado siempre estuve presente, unas veces tomando parte en las asambleas para acordar los paros y luego para organizar la vuelta al trabajo, y otras veces repartiendo manifiestos que contenían la orientación que necesitaban conocer los trabajadores a quienes [se]les pidiera adoptar determinada actitud.
Volviendo a la UGT, las diferencias habidas en algunos tiempos entre los hombres del citado organismo y los de la CNT, no impidieron el que ambas centrales sindicales se entendieran para la creación de la Alianza Obrera, organismo de gran recuerdo en la organización de movimientos revolucionarios, pues a quienes orientaban las fuerzas de la Unión General de Trabajadores y de la Confederación Nacional del Trabajo en Asturias se debe el que se haya llegado a la formación de la Alianza Obrera en los momentos en que era tan necesaria la unidad del proletariado.
Entiéndase bien que la fecha [última] a que nos referimos es la de octubre de 1934.
[Actividad confederal]
El 1918 es año de gran actividad confederal. Se preparaba el congreso que ha de tener gran resonancia en el año 1919. Toda la organización afecta a la Confederación trabaja para llevar ya constituidos al citado congreso el mayor número posible de sindicatos de ramo e industria (sindicatos únicos), estructuración que [se] venia propagando desde primeros del citado año, en que se acordó en el congreso celebrado por la Confederación Regional de Cataluña en la barriada de San.
En Asturias no hemos ido a la zaga. En La Felguera concretamente, después de cambiar de Grupo Sindicalista por Agrupación Libertaria, se hizo intensa campaña de propaganda cuyo resultado fue la creación de varios grupos libertarios en la provincia, los que pronto crearon la Federación de Grupos Libertarios de Asturias que al instante tuvo su órgano en la prensa cuyo título era “El Comunista”, [...] del cual fui administrador desde que apareció hasta que dejó de salir (treinta y dos números).
Ya digo en otro lugar de este escrito que la influencia total del anarcosindicalismo en la Organización obrera de La Felguera viene a partir del año 1911. A pesar de ser ello así, las sociedades obreras domiciliadas en el Centro Obrero “La Justicia”, de hecho no pertenecieron a la Confederación Nacional del Trabajo, algunas de ellas hasta el año 1917, y digo algunas, porque las hubo que se metieron en el año 1918 para ingresar en el organismo confederal, siendo una de ellas la más importante por cierto “La Justicia”, Sociedad en Hierro y demás metales, que en el Congreso de la Comedia ya figuró como Sindicato de los Obreros Metalúrgicos y Siderúrgicos de Langreo.
Los obreros de las minas que por razones ya expuestas constituyeron en algún tiempo “El Porvenir Social” cambiaron este título por el de Sindicato Único de Mineros de Asturias, llegando al número da 3.000 representados en el congreso de referencia. Este importante número de adheridos que se fue del sindicato de la UGT, alarmó bastante a los socialistas cuya alarma siguió durante algún tiempo al ver que el Sindicato Único, orientado por los anarcosindicalistas llegaba a superar numéricamente al dirigido por Manuel Llaneza y demás socialistas.
Por otra parte en Cataluña, de una y otra forma, la lucha obrera cada día se intensificaba más dando ello lugar a que a los socialistas les pareciera que el anarcosindicalismo caminaba demasiado, cosa que aquellos quisieron evitar desencadenando una campaña de descrédito contra los procedimientos de lucha de la Confederación. Como es natural los hombres de la CNT unidos para la defensa de lo que creían bueno para el bienestar de los trabajadores, hicieron su campaña utilizando para ello todos los medios legales que se les presentaron, tales como los órganos periodísticos, que eran un factor muy importante. En los momentos citados en que se debatía mucho sobre la hegemonía del movimiento obrero español, un día aparece una nota en el diario España Nueva, periódico que se editaba en Madrid en la calle Carretas número 3, y cuyo gerente [...] era un señor llamado Rodrigo Soriano, que fue diputado a Cortes durante varias legislaturas como republicano independiente, en el parlamento español en tiempo de la monarquía y también de la República, en la cual se abría una encuesta para que se expusieran en los escritos que se enviaran para su publicación lo que procedía hacer para que llegaran a fusionarse la Unión General de Trabajadores y la Confederación Nacional del Trabajo. La encuesta duró desde primeros del año 1918 hasta el año 1919 en que se celebró el congreso de la Confederación. Durante ese tiempo todos los días apareció la sección dedicada a la encuesta ocupada de escritos, de los que ninguno de ellos fue de procedencia ugetista, [a] cuyos elementos les pareció mejor desencadenar una campaña contra Rodrigo Soriano, por haber este favorecido los planes de los hombres de la CNT, que eran los planes que convenían a los intereses del proletariado.
Yo en esa sección, cuyo título era siempre: “Unión General de Trabajadores- Confederación Nacional del Trabajo”, llegué hasta el noveno articulo y a pesar de haber sido escisionista creando en las cuencas mineras el Sindicato Único frente al Sindicato Minero de la UGT me justificaba y señalaba lo que se debía de hacer para que fuera posible el que estuvieran unidos los que un día y otro sufrían el látigo de la explotación. De aquellas jornadas en que el periódico “España Nueva” intervino, a pesar de no ser órgano oficial de la Confederación, porque no quiso serlo cuando su dueño Rodrigo Soriano se lo ofreció, hay gratos recuerdos que no son olvidados por quienes hemos vivido aquellos momentos. Además de lo que con sus campañas hizo durante un largo tiempo en favor del bien general para los trabajadores, si hay algún periodista de aquella época de los que trabajaban en Madrid, recordarán que estaban en huelga en defensa de unas peticiones que las empresas se negaban a concederles en la fecha en que dio principio las tareas del congreso de la Confederación, y como “España Nueva”, atendiendo a la CNT, dio las mejoras a sus obreros periodistas, las demás empresas se vieron obligadas a conceder lo que fue motivo de la huelga.
[El Congreso del Teatro de la Comedia]
Y llegamos al congreso de 1919 celebrado en el Teatro de la Comedia, en el cual toda la delegación asturiana está de acuerdo con la opinión expuesta por Eleuterio Quintanilla, en varias intervenciones que tuvo en el punto sobre unificación del proletariado. A pesar de los argumentos de peso y expuestos en la forma bien en que Quintanilla sabía hacerlo, este no logró convencer a las delegaciones de Cataluña, Levante y Andalucía que representaba el grueso de los efectivos de la Confederación Nacional del Trabajo, acordándose una resolución que los más antiugetistas hemos juzgado de error de gran bulto. Las mismas delegaciones y las mismas fuerzas que consiguieron el que saliera triunfante la propuesta de ir a la absorción de la UGT, fueron quienes impusieron también el que la CNT ingresara en la Internacional Comunista. Aquí también triunfó el error, pero ello no sucedió sin que se oyera la voz de Eleuterio Quintanilla, a quien en aquel momento la mayoría no le dio la razón pero no pasó mucho tiempo en que los órganos periodísticos de la Confederación trajeran diariamente artículos razonando el porqué Quintanilla fue el único acertado al sostener que había una honda contradicción al decir que la CNT va hacia el comunismo libertario y a continuación acordar el ingreso en la III Internacional; organización política que es completamente antípoda del comunismo libertario. Cuando algunos delegados de aquellos que [no] estábamos demasiado entusiasmados con la revolución rusa [quisimos] deshacer el error proponiendo que la permanencia en la Internacional Comunista fuera mientras no se constituyera la Internacional Sindical Roja, propuesta que llevó Ángel Pestaña, en su primera visita a Moscú. Para llegar definitivamente a la creación de la Central Sindical Roja, convocaron a la CNT en el año 1921, fecha en que estaban casi todos sus militantes en la cárcel, para nombrar la delegación que fuera a Moscú, se celebró un Pleno Nacional en la clandestinidad en Lérida, para el que fui nombrado suplente. En ese pleno, como se sabe, fueron nombrados para ir a la constitución de la Internacional Sindical Roja: Hilario Arlandis, Joaquín Maurín, Andrés Nin, Jesús Ibáñez y Gastón Leval.
Cada día era mayor el grupo de los arrepentidos por lo que se hizo en el congreso de Madrid, dando ello lugar a que sin esperar de que la delegación citada regresara de Moscú, el Comité Nacional de la CNT que funcionaba en Barcelona en la clandestinidad, organizara un Pleno Nacional también en la clandestinidad, que se celebró en Logroño, en el cual estuve yo en compañía de Turman y Avelino González, representando a la Confederación Regional de Asturias, León y Palencia.
En este Pleno Nacional celebrado en Logroño, en contra de la opinión de la delegación asturiana, se acordó en principio desautorizar a la delegación que se encontraba en Moscú, hasta que definitivamente lo hiciera un Congreso, teniendo en cuenta que fuera un Congreso el que tomó el acuerdo de adhesión al organismo que convocó a la referida delegación. Nuestra propuesta fue de que, obrando de manera regular, teníamos el deber de esperar a que regresaran a España los delegados que estaban en Rusia. No se atendió nuestra indicación y se siguieron haciendo las cosas de forma irregular, llegando a culminar con la Conferencia de Zaragoza que se celebró el 11 de junio de 1922, en la cual se acordó romper toda clase de relaciones [...] que se tenían hasta aquel momento con las organizaciones creadas por el comunismo internacional, al mismo tiempo que se nombraba a Avelino González y Galo Díaz para ir a Berlín a una reunión de la Asociación Internacional de los Trabajadores, a cuya organización la CNT siguió perteneciendo hasta el día en que escribo estas líneas.
[El] acuerdo de Zaragoza creó algún descontento, pero ello no llegó más que a grupos que por aquel entonces carecían de influencia en las organizaciones del proletariado español. Las cosas de tiranía, que informes no dudosos daban de [lo] que sucedía en Rusia, iban consiguiendo el que desapareciera entre muchos trabajadores la esperanza que algún día les creo el hecho ocurrido en aquel país en Octubre de 1917.
Cumpliendo con los acuerdos tomados en el Congreso de Madrid sobre estructuración de la Confederación Nacional del Trabajo, en donde entra la creación de Confederaciones Regionales en todas las regiones de España, en el mes de noviembre de 1919 se celebró en Oviedo, en el local de los republicanos tenían en la calle Cabo Noval, el congreso constitutivo de la Confederación Regional de Asturias, Palencia y León, en el cual estuve de delegado representando al Sindicato Único de Mineros del cual era presidente.
[En Duro-Felguera]
A últimos del año 1919 el Sindicato de Obreros Metalúrgicos y Siderúrgicos de Langreo, aprovechando la ocasión de la entrada en el Consejo de Administración de la Sociedad Duro-Felguera, de señores que se sabía que tenían sentimientos liberales (los Felgueroso), acuerda en una numerosa asamblea de trabajadores el presentar a la citada empresa la reclamación de que fueran a ocupar sus respectivos puestos todos aquellos que habían sido despedidos por su significación en la huelga de 1912. Fue dura la oposición a tal concesión, pero ante la postura favorable de los consejeros no oscurantistas y la buena disposición de los trabajadores metalúrgicos para llegar hasta donde fuera necesario para conseguir tan humana mejora, la empresa accedió a la petición señalada, dando el plazo necesario con el que pudiera dar lugar a reintegrarse a sus puestos a quienes les interesara, hasta los que estaban residiendo fuera de La Felguera.
Esta mejora que el Sindicato Metalúrgico consiguió, y que fue a cambio de un aumento de salarios, sirvió para enaltecer al proletariado felguerino, que una vez más ha sabido escribir una página más en su brillante historia en las luchas del proletariado. Fue una mejora de las que se conocen pocas reivindicaciones obreras. Después de siete años, los que fuimos seleccionados, vamos a nuestros puestos con los mismos derechos que si hubiéramos estado en ellos durante el tiempo citado. Yo nunca olvidaré la honda satisfacción que recibí cuando tuve conocimiento del gran triunfo del Sindicato, con el cual yo podía decir adiós para siempre al penoso trabajo que tenía en la mina, y digo para siempre, porque si al correr el tiempo llegaran a ocurrir circunstancias como las que motivaron el que fuera a trabajar a la mina, a ella no volvería.
Ingresé en fábricas a primeros del año 1920 al mismo puesto que tenía en el año 1912 y con el ascenso que hubo durante el tiempo que estuve seleccionado. Al corto tiempo de volver a ser del ramo metalúrgico me nombraron presidente del Sindicato. Era una época de gran crisis industrial y muy particularmente en las industrias del hierro. Alguien, que creo estaba autorizado para afirmarlo, dijo que si Duro-Felguera podía seguir con la sección siderúrgica funcionando, era para consumir el carbón menudo de sus minas, que en aquella ocasión no tenían salida, dando lugar a tener grandes stocks en las plazoletas de los centros de producción. La crisis fue de gran magnitud y los empresarios no vieron otra solución más que la de ir a la rebaja de los salarios de los productores. En las minas de carbón de Asturias, la baja fue de quince reales sin resistencia alguna por parte de los trabajadores. Manuel Llaneza, secretario general del Sindicato Minero Asturiano después de la dura lucha con los representantes de la patronal, hizo todo lo posible por convencer a los obreros de las minas de que no había otra solución más que la de aceptar la baja de los salarios. Lo mismo hicieron en Bilbao los dirigentes del Sindicato de los obreros de las minas de hierro y los del Sindicato Metalúrgico, siendo unos y otros, al igual que el de Asturias, afectos a la UGT. Ante tal precedente ¿qué podíamos hacer los metalúrgicos de la Duro-Felguera?; nos hemos resistido hasta el último momento, pero no tuvimos más remedio que aceptar la baja de los diez reales que unos y otros de los trabajadores sabíamos que vendría a aumentar la precaria situación por la que atravesaban nuestros hogares. Todavía hoy me es desagradable el recordar aquellos momentos del año 1921, fecha en que se hizo la rebaja de los jornales, pues para mi fueron momentos de gran sufrimiento al ver a los trabajadores afectados por la baja exponer grandes razones [a las] que la realidad no les daba paso; y repito lo del sufrimiento, porque además de ser uno de los afectados por la rebaja, pesaba sobre mi el deber como dirigente, de dar opinión sobre la actitud que se debía adoptar; así lo hice y mi opinión no gustó a algunos, el 80 por ciento sí estuvo de acuerdo. Alguno de los que padecían error llegaron a presentar la dimisión del cargo que tenían en la organización. Yo, a pesar de alguna ingratitud seguí en la presidencia del Sindicato el tiempo reglamentario, quedando libre de cargos sindicales durante algún tiempo, hasta que un día fui nombrado secretario del mismo organismo sindical, cargo que desempeñe también durante el tiempo que señalaban los estatutos. Después de cesar como secretario del Sindicato tuve a mi cargo la correspondencia literaria de “Solidaridad Obrera”, la que aparecía en Gijón semanalmente y que [...] dirigió primero Manuel Buenacasa, y después Avelino González. La salida de Buenacasa de la dirección del órgano sindicalista la motivo el que aquel, un día en el editorial del periódico, habló de manera desfavorable sobre la conducta observada por Evelio Boal, Salvador Seguí, Ángel Pestaña y Salvador Quemades, por haber hecho éstos un pacto de mutua ayuda con Francisco Largo Caballero y demás miembros de la Comisión Ejecutiva de la UGT. Buenacasa fundaba su dura crítica en que era una inconsecuencia de gran bulto el hacer un pacto con representantes de una organización a [la que] hacía un corto tiempo se la tildó de amarilla. Antes de ocurrir lo que dejo señalado, Buenacasa proyectó el hacer diario “Solidaridad Obrera”, y para ello lo principal era tener imprenta propia, pero para tal adquisición no daban las cuotas ordinarias de los sindicatos de la provincia, dando ello lugar a la celebración de un Pleno regional en el que se acuerda establecer una cuota extraordinaria de cinco pesetas por cada sindicado, pagaderas en tres meses; con algunas dificultades (los sueldos eran de 6,50 el peón y de 8 pesetas el oficial) se hizo la recaudación y la imprenta se adquirió. [...] Estaba instalada en un local ubicado en la calle llamada, por aquel entonces, La Libertad, de Gijón. Después de conseguido el factor muy importante, en otro Pleno que se celebró sin pérdida de tiempo, se acordó el que saliera diariamente “Solidaridad Obrera”, nombrándome a mi para un puesto de redactor, cargo que me negué a aceptar alegando que había en la organización obrera militantes más competentes que yo. Con la marcha de Buenacasa se malogró la idea de sacar el diario y siguió apareciendo semanalmente “Solidaridad Obrera”, dirigido por Avelino González, y yo de corresponsal en La Felguera, de donde daba todas las semanas una amplia información del movimiento obrero de dicha localidad. En mis escritos he tenido algunas veces que contestar a algo del descontento que dejó la cuota extraordinaria que se hizo para la compra de la imprenta, y ello sucedió con aquellos trabajadores que no van a los sindicatos más que por aumentar su salario o disminuir su jornada. La citada corta aspiración de los aludidos obreros contribuye a que ellos no crean en el desinterés de los que luchan por un total bienestar para los que todo lo producen, y digo esto porque mi interés porque no quedara ninguno sin pagar la cuota pro-imprenta, fue juzgada por alguien de forma de que aquella era una empresa de negocio de la cual yo era un accionista.
En estas mis consideraciones, no quiero dejar sin decir que con dolor, declaro que la preparación de los trabajadores de la localidad donde yo he tenido mis actividades en mi juventud hasta hoy, no responde a la propaganda que se ha hecho tanto oral como desde los muchos periódicos obreros, revistas y folletos que en La Felguera se han colocado.
[Actividad contra la represión]
Los obreros panaderos de la empresa Granda y Compañía un día del mes de noviembre de 1920 se declararon en huelga por la negativa de los patrones a concederles mejora en las condiciones de trabajo. Cuando hacía 15 días que había surgido el paro, un vagón cargado de paja [con] destino [...]para la empresa Granda y Compañía, apareció hecho cenizas en el lugar donde estaba estacionado de la compañía del Norte de La Felguera. Los llamados “guardadores del orden”, sin tener la menor prueba de culpabilidad de persona alguna, detuvieron y llevaron al cuartel a cuatro trabajadores, entre los cuales los había que no eran ni huelguistas ni panaderos. Al no poder comprobar que los detenidos fueron los autores del incendio que destruyó el vagón [...], se golpeó a los acusados de forma que las huellas que quedaron en el cuerpo no dejaran duda alguna del mal trato de que fueron objeto. Tal abuso de autoridad no podía quedar en silencio, y por entenderlo así los componentes del Comité de la Federación local de sindicatos se reunieron al instante acordando la publicación de un manifiesto en el que se hablara del mal trato que en el cuartel dieron a los cuatro trabajadores que fueron detenidos por habérseles acusado de hechos que no cometieron. De la redacción del manifiesto me encargaron a mi; lo hice bastante duro contra la guardia civil, que fueron los autores del procedimiento de la fuerza bruta, y yo mismo llevé el original a la imprenta donde se hizo. El manifiesto salió y cuando de ello se [dio] cuenta la guardia civil, los 3000 ejemplares que se hicieron ya estaban repartidos. El manifiesto apareció sin pie de imprenta, y como es lógico se repartió sin llevar a la primera autoridad local los tres ejemplares que determinaba la ley. No se si por el tipo de letra o por alguna otra razón, las guardias fueron de frente a la imprenta donde se había imprimido y el dueño de esta, sin que fuera forzado para ello, dijo que sí, que allí en su casa fue hecho y que el original [se] lo entregó Aquilino Moral, y este mismo lo redactó porque [conocía] su caligrafía. El impresor cantó más de lo que le preguntaron los guardias, creo, por si ello le valía para salvarse de la responsabilidad que le alcanzara por haberlo dejado salir sin el pie de imprenta; así sucedió, nada le pasó, era un reaccionario de gran categoría que sirvió a la dictadura de Primo de Rivera y sirvió al franquismo hasta los últimos días de su vida, a mi en la situación franquista me hizo bastante daño.
Yo como me daba cuenta de lo que tenía que suceder, pronto preparé mi cobijo mientras que los miembros del Comité de la Federación local tomaban posiciones para poder evitar el que los que dicen ser guardadores del orden no pudieran emplear conmigo el mismo procedimiento que tuvieron para con los acusados de haber incendiado el vagón que estaba cargado de paja. La primera gestión hecha por los compañeros del Comité en la Federación fue la de acompañarme a ver el gobernador Militar, que lo era el General Bermúdez de Castro, quien haciendo honor a la verdad diré nos recibió amablemente y después de escucharnos todo lo que le expusimos sobre las causas del manifiesto, [en] presencia nuestra habló con el sargento de la guardia civil del puesto de La Felguera recomendándole el que de una parte y otra “se suavizaran las cosas a fin de la armonía entre todos”. Salimos del Gobierno Militar convencidos de que nada de más nos había dicho quien afirmó que Bermúdez de Castro era un señor de buenos sentimientos.
Al día siguiente me encontré con el sargento de la guardia civil en una calle de La Felguera y aquel me dijo: “¡Cómo has sabido curarte en salud!”.
Aquilino Moral
Fuente: Fundación Andreu Nin.
El texto de Aquilino tiene la forma y la naturalidad propia de un obrero autodidacta. La actual edición digital mantiene la vivacidad expresiva del autor, habiendo efectuado las correcciones estilísticas que se han considerado imprescindibles para facilitar su lectura, sin afectar a su contenido y sin que se perdiera, en ningún momento, su tono original. Las modificaciones introducidas por el editor aparecen entre corchetes. También se han incluido algunos títulos adicionales respecto de fragmentos de las memorias.
Mi nombre es Aquilino Moral Menéndez, nací en La Felguera, concejo de Langreo (Asturias), el día 5 de agosto de 1893. Mi padre era de Aramil, en el concejo de Siero, el cual de muy joven tuvo que salir del pueblo que le vio nacer, para ganarse el pan de cada día. Se colocó desde el primer momento en la Sección Fábricas de Duro Felguera, donde ganó desde once reales hasta siete pesetas, cantidad esta última que le pagaban en el año 1920, cuando falleció a la edad de 66 años. En la fabrica citada conoció a mi madre, que era natural de Lada, pueblo éste próximo a la Felguera, con la cual contrajo matrimonio, de cuya unión nacieron cinco hijos; yo [fui] el último de ellos.
Me quedé sin madre cuando contaba solamente cuatro años, pero mi padre se casó por segunda vez y, en menos de un año, quedó nuevamente viudo. Cuando se casó por tercera vez, yo aún tenía seis años. De este tercer matrimonio nacieron dos hijas. Una de ellas, cuando tenía cinco años, murió carbonizada con el fuego de la cocina del hogar familiar; y la otra murió en Rusia en el año 1972, país para el cual se evacuó en el año 1939 para liberarse del fascismo que en la citada fecha se apoderó de España. De las dos hijas de mi madre natural, la que aún vive sufrió duras consecuencias de la guerra civil española, pues, en los primeros momentos de la lucha, los fascistas le asesinaron un hijo, alegando para justificar tal fechoría que aquel, en la escuela donde era maestro, obligaba a sus alumnos a cantar la Internacional.
Cuando nació mi última hermana, hija de mi tercera madre, en el año 1901, mi padre tenía un jornal diario [por] doce horas de trabajo, de tres pesetas y cincuenta céntimos. Dicho salario tenía que hacer frente a las necesidades de un matrimonio con cuatro hijos que además tenía que abonar una renta para la vivienda. Ante tal apurada situación, por semejante miseria, un aumento de los ingresos era vital; y así mi hermana primera, después de algunas gestiones de mi padre, logró conseguir colocación, en el lavadero de carbón de la mina "El Fondón", y la segunda se colocó de sirvienta en casa de unos familiares de mi tercera madre. Al disponer del sueldo de las dos hermanas mayores, yo pude ir a la escuela (tenía ocho años) y ello sucedió durante un corto tiempo. Dicha escuela era gratuita, lo cual hizo [posible] mi incorporación a ella, el no pagar era debido a que para la instalación había estado pagando mi padre, al igual que los demás obreros de Duro-Felguera, veinticinco céntimos mensuales, los cuales eran descontados en taquilla el día de la paga, en las oficinas de la citada empresa. Sociedad ésta que fue quien patrocinó la labor escolar que era y sigue siendo regentada por los religiosos de la orden de La Salle. Recién inaugurado el referido colegio, tuve la ocasión de presenciar la visita que al mismo hizo el rey Alfonso XIII que estaba [...] recién casado con Victoria Eugenia.
El periodo escolar fue para mi muy corto. El mísero jornal que ganaba mi padre obligó a que yo tuviera que dedicarme a alguna actividad con la cual se pudiera reunir algún ingreso que sirviera de ayuda al exiguo salario de mi padre, [...] [a] la edad de 10 años. Primero me dediqué a "rebuscar" carbón en las escombreras de las minas y también en el río donde desembocaban las aguas de los lavaderos que siempre tenían algunas pérdidas aprovechables. Vendía los 50 kilos del negro mineral, a una peseta cincuenta céntimos, por cuyo beneficio los más de los días estaba desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde. En aquellos tiempos la jornada de los obreros del exterior de las minas era en tiempo de verano de 12 horas, la de los del interior de la mina de l0 horas. Para los primeros el jornal era de 3,25, [para] los del interior era de más de 5 pesetas.
Cuando yo tenía 12 años de edad, empecé a trabajar en obras particulares, asistiendo albañiles. El primer sueldo que me pagaron por tal servicio fue de 0,75 por jornada de 12 horas. Tan mal trato fue el que recibí en la asistencia a albañiles que mi aversión al ramo de la construcción siempre fue grande. Cuando tenia 15 años de edad, mi padre que ya hacia 30 años que trabajaba en fábricas de Duro-Felguera consiguió colocarme en dicha factoría, siendo 2 pesetas el sueldo que me pagaron durante dos años por una jornada de 12 horas diarias, el trabajo era a turnos y cada quince días se hacia una doble, entrando a las seis de la mañana de domingo para salir a las seis de la mañana del lunes con cuatro pesetas ganadas.
Cuando empecé a interesarme por la cuestión social
Ya en los primeros momentos de mi ingreso en la fábrica mencionada cuando ví en los días de paga, y [en los días siguientes] a tal fecha, dar unos recibos cuyo importe [...] era de 0,60 céntimos pronto pregunté el objeto que tales documentos tenia y [...] pedí que se me hiciera socio, [la] cuota para mi era de 0,30 céntimos mensuales; [...] la entidad era Sociedad "La Justicia".
La prensa obrera más conocida en la fecha [...] era la “Aurora Social”, órgano de la Federación Socialista Asturiana la cual se editaba en Oviedo y “Acción Libertaria” que aparecía semanalmente en Gijón, (...) que era hecha por un grupo de elementos ácratas, siendo los más destacados (...) Eleuterio Quintanilla, Pedro Sierra y Marcelino Suárez. La lectura de los mencionados periódicos sirvió para que pronto me iniciara en la lucha por el progreso y la libertad.
La organización obrera felguerina, desde su constitución el año 1900 hasta el año 1917 estuvo constituida a base de sociedades de oficio y hasta el año 1911, estuvo bastante influenciada por elementos republicanos. En el año 1911 se avecinó en La Felguera José María Martínez, quien hubo de marchar de Gijón por un suceso ocurrido con motivo de una huelga. El citado elemento pronto consiguió (...) que aumentara la influencia del anarcosindicalismo en el movimiento obrero felguerino. Los republicanos cuando estaban en los puestos directivos del Centro Obrero "La Justicia" ponían todos los inconvenientes que podían a la propaganda anarcosindicalista. Un día en el año 1911, después de una asamblea muy reñida por la defensa de un compañero que la dirección de la Duro había [...]despedido del trabajo; unos cuantos compañeros de los que entendían que era necesaria la creación de un grupo específico que se encargara de orientar el movimiento obrero en sentido anti-republicano, trataron de celebrar una reunión con tal objeto en el local social y no [...] les fue permitido. Por indicación de José María Martínez, nos fuimos un centenar de compañeros [...] a un prado en un lugar que llaman Ladreo y allí bajo la luz de las estrellas (ya eran las once de la noche) discutimos ampliamente sobre la necesidad del grupo específico, terminando con el acuerdo de crear un Grupo Sindicalista el cual a las pocas semanas contaba con un número grande de adheridos. Las charlas que el Grupo Sindicalista organizaba con frecuencia a base de elementos preparados como José Maria Martínez, Jesús Rodríguez y otros, influyeron bastante en mi preparación y cuando tenía 16 años de edad ya aceptaba el tomar parte en comisiones que tuvieran por objeto el resolver asuntos que afectaran al mejoramiento de la situación de los trabajadores. En la edad señalada, la primera vez que tomé parte en una reunión en la cual se ventilaba un asunto de mejora salarial fue para reclamar una prima, que se les daba a una parte de los trabajadores del departamento, taller de hornos altos, y nos dejaban sin ese beneficio a otra parte del mismo servicio. De mi intervención en la asamblea para la finalidad citada pronto tuvo conocimiento el jefe del departamento de hornos altos, [a] quien tan mal le sentó lo expuesto por mí que el día siguiente de la asamblea no ocultó su desagrado delante de mi padre, que era maestro en el horno, a quien le manifestó que "el Centro obrero no debía de tomar en consideración las opiniones de jóvenes como yo".
Mi actividad sindical e ideológica se redobla a partir del año de 1912
En agosto de 1912 surgió una huelga en Sección Fábricas de Duro-Felguera [que] tuvo de duración 6 meses, terminando con la derrota de los trabajadores. Al salir la empresa triunfante, la dirección no se conformó solo con no dar nada de las peticiones que habían motivado el conflicto sino que para la reanudación del trabajo en la industria eligió entre los trabajadores que se habían declarado en rebeldía igual que de si fruta se tratara, fue una selección espantosa la que los Urquijo y compañía hicieron en nombre de dios, a quien iban adorar diariamente a la iglesia.
Yo fui uno de los señalados para la selección. Muchos de los represaliados se fueron a otros lugares en busca del pan de cada día (algunos al extranjero) y los que quedamos en La Felguera en su mayor parte no hemos tenido mas remedio que ir a trabajar a la mina, trabajo que nos era completamente desconocido. Yo estuve durante siete años trabajando en el interior de la mina con nombre supuesto, pues el grupo minero donde conseguí el trabajo pertenecía a Duro- Felguera y como la dirección de ésta se había formado el propósito de sitiar por hambre a quienes habían sido seleccionados de fábricas por la huelga de 1912, tenía dadas ordenes para que se rechazara nuestra solicitud.
Al ser obrero de minas era lógico el que ingresara en "El Despertar del Minero", organización sindical que había sido creada en el año 1906, en la que figuraron como dirigentes en sus primeros tiempos Belarmino Tomás, Ovidio Montes, Frutuoso Rebolledo, Baldomero García, José Bárzana y José Ramón Fernández, y ella era orientada con arreglo a los principios de mi ideología pues [en] el Sindicato Minero Asturiano, que fue organizado posteriormente a "El Despertar", tenían predominio los elementos socialistas. Después del año 1912 "El Despertar del Minero" existió durante corto tiempo, pues la oposición de los pertenecientes al Sindicato dirigido por Manuel Llaneza, cuyo organismo contaba en su seno con una [gran] mayoría de los trabajadores de las minas, nos obligó a dejar aquel inactivo, ya que incluso se llegó hasta el extremo de hacer huelgas en algunos grupos mineros por parte de los pertenecientes al Sindicato socialista pidiendo el que no se nos dejara trabajar si no accediamos a ingresar en el Sindicato que estaba adherido a la UGT. Ante la imposición de la fuerza tuvimos que rendirnos y (...) contra nuestra voluntad estuvimos hasta el año 1915, fecha en que los dirigentes del Sindicato Minero Asturiano hicieron una petición a la Patronal Minera consistente en que ésta diera para el Sindicato 25 céntimos por cada tonelada de carbón que se arrancara. El que los mineros se vieran privados de una mejora salarial que buena falta les hacía para hacer frente al costo de la vida, provocó un gran descontento que nosotros aprovechamos para hacer un manifiesto muy bien razonado, poniendo a la terminación del mismo una convocatoria en la que se invitaba a los obreros mineros a una asamblea, que tuvo lugar en el Centro Obrero "La Justicia", en donde después de una amplia y razonada discusión se procedió al nombramiento de un Comité provisional que se encargara de la redacción de unos estatutos por los cuales se regiría el nuevo Sindicato Minero cuyo título [...] era: “El Porvenir Social”. En los primeros momentos [tuvimos]un éxito en la creación del nuevo organismo, pero a medida que se producía el olvido –en [aquellos cuyo]descontento lo había motivado única y exclusivamente los céntimos que los elementos socialistas les habían llevado para beneficio de sus intereses de partido-, los adheridos a “El Porvenir Social” fueron disminuyendo hasta llegar a una situación en que el continuar con la escisión podía ponernos en las condiciones en que hubiéramos estado cuando tuvimos que disolver ”El Despertar del Minero”. En ataques contra nosotros no faltaron los socialistas que no eran del Sindicato Minero pero sí beneficiados con los 25 céntimos de cada tonelada de carbón (fue cuando compraron la imprenta donde se llegó a hacer “Avance” y que ello se decía propiedad del partido), llegando hasta presentarnos como aliados de los elementos reaccionarios, justificando tal acusación por haber sido imprimido el manifiesto de que hice mención, en la imprenta donde se editaba el periódica de derecha “El Pueblo Astur”, hecho que sucedió así porque en el citado diario trabajaba como maquinista de la rotativa un compañero nuestro.
Con la derrota sufrida por los metalúrgicos de Duro-Felguera en [...] 1912 quedó la organización obrera felguerina bastante quebrantada, pues era la citada factoría la que antes de la huelga daba la totalidad de los trabajadores organizados. A pesar de suceder lo que dejo señalado, [...]los anotados por los representantes de la Duro como indeseables y que [quedamos] en la Felguera mantuvimos el fuego sagrado de la lucha, no olvidando ni un solo momento a aquellos que la habían traicionado. Para que los traidores no fueran olvidados y en tiempo oportuno llevaran el pago merecido, todos los años al llegar las fiestas de San Pedro hacíamos un manifiesto en el que recordábamos la lucha sufrida y se señalaban los nombres de los individuos que habían sido esquiroles en la huelga que tuvo 6 meses de duración. Hubo un tiempo en que eran varios los compañeros que había con la preparación que era necesaria para redactar el manifiesto, pero llegó el momento de que aquellos se fueron para otras localidades por razones de mejor situación y me quedó a mi la misión de tal labor.
Fue el año 1915 cuando yo redacté el manifiesto en cuestión, me costó bastante trabajo el redactarlo pero, aunque algo deficiente, el manifiesto salió y yo mismo me encargué del reparto en una gran parte de la villa felguerina sin dejar de hacerlo en uno de los bares de los que tenían el boicot, del cual tuve que salir al instante para no ser linchado por los esquiroles que allí se encontraban. La imprenta donde se hizo el manifiesto estaba instalada en un lugar de la calle Dorado de Sama de Langreo y la máquina donde fue tirado tenia que ser movida por una manivela, labor en la cual tuve que participar si [quería] que el manifiesto saliera [en] la fecha con la oportunidad precisa, ya que el impresor era un hombre de una edad a la que no se le podía pedir un gran rendimiento. El referido tipógrafo, que respondía al nombre de Gaspar Betegón, como su condición de ventajista no tenía en la Confederación campo apropiado, llegó a ser un anti-cenetista cien por cien, condición que le sirvió para que a pesar de su situación de patrono le dieran el ingreso en una organización que decía ser anti-capitalista.
Motivo de mi primer encarcelamiento
En el año 1915 en una reunión del Grupo Sindicalista fui nombrado corresponsal del semanario “La Voz del Obrero” que salía en La Coruña como órgano de la organización afecta a la Confederación Nacional del Trabajo en la región galaica. Mi misión era distribuir entre los militantes los 90 ejemplares que traía el paquete, recoger el dinero [del] importe de los mismos y enviarlo a La Coruña. De la cuestión literaria estaba encargado un compañero muy bien preparado llamado Jesús Rodríguez, que creo haya fallecido en Mendoza (Argentina). Un día además del paquete de “La Voz del Obrero” llegó otro paquete hecho con otro formato que [me llamó] la atención al recogerlo en correos, viendo una vez quitado la envoltura escasa que era un manifiesto de gran tamaño, lo leí y su contenido me llenó de gran satisfacción porque [...] ya desde muy joven no [simpaticé] nunca [con] el militarismo; era un documento anti-militarista que estaba muy bien razonado. Sin detenerme nada, del paquete recibido hice unos cuantos paquetes chicos y me fui con ellos a casa del conserje del Centro Obrero (este estaba clausurado) y a uno de los hijos de aquel le entregué los paquetes con el ruego de que el los distribuyera entre sus amigos y ambos los repartieron por la villa felguerina. El manifiesto fue repartido profusamente pero no dejó de enterarse la guardia civil, [que], al instante, pudieron conseguir de los chicos que quien les había dado los manifiestos fue Aquilino Moral. El mismo día en que fue repartido el manifiesto a las dos de la mañana se presentaron tres guardias en el domicilio de mis padres, [...] en el cual yo residía y, después de un registro en la casa que duró mas de una hora, me mandaron que les acompañara. Estaba una noche malísima, caía nieve en cantidad y el frío era intenso. Mi pobre padre que creía que su avanzada edad y lo tempestuoso de la noche serviría para ablandar el corazón de los guardias y [que] estos me dejarían libre, caminó detrás de mi dando lugar a que uno de ellos le dijera: "váyase usted para casa que nosotros solos nos bastamos llevar a su hijo". No les hizo caso y se fue hasta el Ayuntamiento en cuyos calabozos del mismo fui encerrado. Mi padre permaneció debajo de los arcos de la casa consistorial y una vez llegado el día fue a ver a un familiar [del] que sabia de su amistad con el alcalde, persona que podía hacer algo en mi favor. La situación no era de mando del poder civil, pues estaban suspendidas las garantías constitucionales en España y el poder de la plaza estaba en manos de un comandante del ejército. A pesar de la situación, el familiar en cuestión visitó al alcalde y éste fue a ver al comandante militar, el cual tenía a la vista en su mesa el manifiesto. A la petición de la primera autoridad civil del concejo pidiéndole que me disculpara por mi corta edad, el comandante contestó que el delito era para ser fusilado y más en esta situación en que están suspendidas las garantías constitucionales en el país.
Confieso que [había] realizado un acto propio de un ingenuo. Primero por haber hecho circular un manifiesto de tal calidad en momentos en que el poder central tenía declarado el país en situación de alarma -por el descontento que se venía manifestando en las Juntas Militares de Defensa, cuya cabeza mas visible [...] era el coronel Márquez-, y al haber dado el manifiesto para su reparto a unos muchachos de muy corta edad. A pesar de la "gravedad" recobré la libertad a las veinticuatro horas de ser detenido.
Tal recuerdo me ha quedado del hecho que he citado que, en una ocasión, un amigo que residía en la capital de Lugo me invitó a su casa y al estar en el citado lugar me dio la idea de ir a La Coruña solo por ver si podía encontrarme en [un] lugar para mi inolvidable. Lo he conseguido, y una vez estando en una larga calle de La Coruña pregunté a un guardia municipal por la calle Socorro, contestándome aquel que ya no existía tal calle y a continuación me dio el nombre que tenia actualmente la calle por la que yo preguntaba, caminé y cuando me pareció pregunté a un joven por la calle cuyo nombre me dio el guardia y le dije que necesitaba ver el numero tres, llegamos al lugar por mi deseado y me dice el joven este es el número que no cambiaron de cuando era calle Socorro. Le pregunté al joven que si sabia por quien estaba ocupado el edificio donde estaba el número 3 y me contestó que por Falange y que antes de la guerra civil el piso lo ocupaban los sindicatos de los trabajadores y que en el bajo había una imprenta en la que se hacia un periódico llamado “Solidaridad Obrera”. Le di las gracias al joven, de quien marché agradecido por haberme ayudado a saber el lugar de donde salió lo que motivó mi primer encarcelamiento. Le di las gracias a quien me había servido de guía y allí estuve como media hora contemplando aquella casa y recordando a José Villaverde, Jesús Arenas, Juan No, Constancio Romeo, y muchos otros que entre aquellas paredes [habían] trabajado por la libertad y hoy estaban en poder de quienes llevaron a España al retroceso de unos cuantos cientos de años.
La primera vez que escribí en un periódico
Los socialistas que después de la huelga de 1912- en la que diré de paso, no se han portado nada bien en lo que respecta a la solidaridad- ponían gran empeño en conseguir en La Felguera adeptos para su causa creyendo que la derrota sufrida en la heroica lucha de seis meses que llevaría a los trabajadores felguerinos a cambiar la táctica, "equivocada", según la juzgaban los discípulos de Pablo Iglesias, por la preconizada por los caballeristas. Con el fin de conseguir su objetivo, un día del año 1916 la media docena de simpatizantes con que contaba la UGT en La Felguera se les ocurre organizar un mitin que habría de celebrarse en un lugar céntrico de la citada localidad. Los trabajadores felguerinos que en su gran mayoría nunca dejaban de acudir a los actos que se celebraran de propaganda social, pronto llenaron el amplio local donde tendría lugar el acto.
Eran tres los oradores señalados para hacer uso de la palabra, dos de, ellos hablaron sin tener la menor interrupción pero al comenzar Wenceslao Carrillo (padre de Santiago Carrillo), su peroración, [...] elemento [que] no decía en los actos donde tomaba parte cuatro palabras que no fuera molestando a los de ideología contraria a la suya, surgió un griterío que no cesó hasta que el presidente del acto dio por terminado aquel. Alguien de los que interrumpieron no se conformó [con] que Wenceslao Carrillo no hablara, sino que al salir aquel por la puerta del local donde se hubiera organizado el mitin le dio una patada. Como yo estaba cerca de donde Wenceslao Carrillo sufrió la agresión, tal vez aquel me confundió y cuando los periodistas en Gijón le hicieron preguntas sobre el incidente de La Felguera, Carrillo contestó: "todo podía tener disculpa menos la agresión de que fui victima, a cuyo extremo llegó el sindicalista Aquilino Moral". De los tres periódicos que por aquel entonces aparecían en la villa de Jovellanos solo "El Comercio" publicó lo dicho por Carrillo a cuya falsa acusación contesté, pidiendo en nota aparte al director del periódico el que mi defensa fuera publicada en el lugar destacado en que fue publicada la falsa acusación. Mi petición fue cumplida y la opinión asturiana quedó enterada de que yo, ni en los principios de mi juventud, padecí el error de querer ventilar con el procedimiento de la violencia la diferencia ideológica que hemos heredado de Carlos Marx y Miguel Bakunin.
La primera guerra mundial y la opinión de los anarquistas
Cuando surgió la primera guerra mundial en el año 1914 [...] dio lugar a que en el campo anarquista se manifestaran dos opiniones diferentes, yo a pesar de estar en periodo de iniciación en la lucha social, después de ver expuestas las opiniones de los del grupo “Tierra y Libertad” que se editaba en Barcelona, y que era el de lucha contra toda guerra que no fuera la social, y la de la fracción de Kropotkin, Malato, Juan Grave, Ricardo Mella, Eleuterio Quintanilla y otros mas, pronto di mi adhesión a la opinión de los últimos porque vi que en efecto estaba justificada la simpatía kropotkinista por la causa de los aliados que representaban la libertad y el progreso que las botas de los germanos querían pisar de forma que no resucitara más. Si, no participaba de la opinión de los anarquistas que aplaudieron a un tal Vicente García quien desde su residencia de Londres llamó traidor a Pedro Kropotkin por entender éste que había que reformarse si no se quería perecer. También he condenado la acusación que se hizo contra el anarquismo en general por la postura de aquél contra toda clase de guerras hechas por regímenes capitalistas. Y se llegó a la calumnia contra quienes he juzgado equivocados, porque los elementos al ver la postura de una parte del anarquismo español creyeron, llegado el momento, de mandar a España un equipo de su numerosa banda de espionaje que hicieron por conseguir de los elementos más destacados del anarcosindicalismo catalán, el que éstos aceptaran grandes cantidades de dinero que les permitiera la publicación de revistas y periódicos, cuyo objetivo [...] fuera el de hacer campaña antiguerrera para que España mantuviera su neutralidad, ya que los alemanes estaban convencidos de que nuestro país no intervendría en la lucha a favor de ellos. Con tal fin, elementos del espionaje se entrevistaron de forma separada o bien sea, un día con uno y otro día con otro, con Ángel Pestaña, Salvador Seguí, Francisco Miranda, José Negre, Francisco Jordán, José Rueda López y otros más; este último y Francisco Jordán, qué era por aquel entonces secretario del Comité Nacional de la CNT, asintieron favorablemente a la propuesta de los del espionaje y cuando lo presentaron en la Organización fue puesto al margen de la misma y si bien Jordán llegó a ser reivindicado (cuando los del "Libre" lo asesinaron ya estaba de nuevo en la secretaria de la Confederación) Rueda López quedó expulsado y nunca más figuró en los medios confederales. Los demás elementos señalados todos dieron el no a la propuesta de los germanos. Todos silenciaron lo de la propuesta que se les hizo menos Salvador Seguí, que al día siguiente de la visita publicó en “Solidaridad Obrera” un articulo cuyo titulo del mismo era: “Una entrevista con el diablo” y en el cual señalaba, con todo detalle, el objetivo que perseguía el espionaje alemán que pululaba por las calles de la ciudad condal.
Por motivos de la opinión antiguerrera siguió la campaña de descrédito del anarquismo y en el año 1916 un periódico cuyo titulo era "El Parlamentario", el cual se editaba en Madrid, publicó una serie de artículos firmados por un tal Pascual en los cuales afirmaba que "el anarquismo español estaba al servicio del espionaje alemán". En esa ocasión tampoco los anarquistas se quedaron en silencio. Un día los grupos específicos de Barcelona se reúnen y nombran a uno de los reunidos para que vaya a Madrid a pedir al director del periódico “El Parlamentario” que demuestre las acusaciones que contra el anarquismo venía haciendo el diario por él dirigido. El director en cuestión contestó que quien hizo los artículos a que se refería el visitante, que era un joven que en aquel momento no se encontraba en la redacción. Ricardo Fornell, que era el delegado a quien confiaron tal misión los grupos anarquistas de Barcelona, [al] director del periódico ya señalado le propuso [...] la organización de un acto público donde hablara el acusador y la representación de los acusados. La propuesta fue aceptada por el director y éste quedó encargado de la organización del acto, señalando al mismo tiempo la fecha del mismo. Cuando Fornell se presentó el día indicado por la redacción del “Parlamentario” el director de éste dijo a Fornell que el joven autor de los artículos en que se acusaba al anarquismo de estar al servicio del espionaje alemán [...] se fue para el extranjero, contestación de la que Fornell sacó la consecuencia de que el autor de los artículos injuriosos fue el mismo que dirigía el periódico donde aparecieron. No se puede dudar de que [...] ha favorecido al crédito del anarquismo español la contestación que dieron en Barcelona los visitados por los del espionaje alemán y el resultado tenido con motivo de las acusaciones del periódico “El Parlamento”, cuyo director se negó a sostener las acusaciones en un acto público al que se le invitó.
[Una protesta contra la subida del pan]
Un día del mes de septiembre de 1914, la Patronal de Industriales de Langreo da una nota a la prensa en la que hace saber que para determinada fecha aumentarían cinco céntimos en el kilo de pan. Ante tal noticia la Federación Local de Sociedades Obreras de La Felguera convoca a una asamblea magna en el Centro Obrero "La Justicia",que antes de la hora señalada para la reunión estaba el amplio local lleno de ciudadanos deseosos de tomar parte en las deliberaciones. Señalado por el presidente el objeto de la asamblea hacen uso de la palabra muchos de los asistentes, coincidiendo todos en oponerse a la pretensión de los fabricantes de pan [...] que [...] era aumentar el precio del citado artículo de primera necesidad.
Así se acuerda y se recomienda que al día siguiente no se acuda al trabajo ninguna de las industrias y en cuantas actividades hubiera personal asalariado, y que todos en la calle impidan el que salga el pan de las panaderías con el precio que anunciaron los fabricantes. Así se hizo, y en el momento en que los repartidores se disponían a salir a repartir las piezas fabricadas, fueron asaltadas las panaderías por la multitud que al instante se hizo cargo del pan que estaba fabricado. Los propietarios panaderos y el personal que estaba al servicio de las panaderías de Lada y La Felguera no se opusieron a la actitud adoptada por la multitud, solo en la casa del industrial Enrique Menéndez, cuando uno de los de la multitud trata de abrir el portón que daba a la panadería, fue atacado con una escopeta por el hijo del amo, que se encontraba dentro, hiriéndole en la cabeza de forma que le hizo caer desplomado desde lo alto del portón, en donde se puso con idea de franquearlo. Tan pronto se vio la sangre correr y que ello era producto de la agresión realizada por el hijo del industrial, de dio la voz de fuego y antes de una hora era hecho cenizas una manzana que se componía del lagar de hacer sidra, un bar, comercio de tejidos y ultramarinos y el edificio donde estaba instalada la panadería.
Después de lo sucedido pronto comenzaron las detenciones, y los juzgados a trabajar con el fin de esclarecer los hechos para dar castigo a los culpables. Hemos sido muchos los que pasamos por el juzgado, pero no se ha podido comprobar nuestra culpabilidad, teniendo que conformarse las autoridades con hacer único responsable a José María Martínez, que ya al día siguiente de los sucesos pasó la frontera, metiéndose en Portugal. En cuanto a mi, las consecuencias que me tocaron de los hechos señalados, fue el que como miembro del Comité Pro-presos tuve que redoblar el trabajo por la situación en que quedaron la compañera e hijos del acusado de incendiario. Hubo también que salir al paso de la campaña hecha por un periódico reaccionario que se editaba en Oviedo, en una imprenta que estaba instalada en un edificio ubicado al lado del ferrocarril de la compañía Vasco-Asturiana, quien durante unos cuantos días apareció diariamente con unas letras grandes en primera página que decían: “Huye José Riestra acusado de incendiario".
José María Martínez, cuando vino a residir a La Felguera, en sus documentos personales figuraba con el apellido de Riestra porque [...] un incidente tenido con unos esquiroles en Gijón le obligó a tener que hacer uso de los documentos personales de un compañero. Para ver si se podía conseguir desvirtuar las acusaciones de culpabilidad hacia José Maria Martínez, que "El Pueblo Astur" venía haciendo campaña, se hicieron varias cosas; entre ellas se sacó la siguiente canción:
Ya lo saben en Oviedo
Ya lo saben en Gijón
Que el lunes por la mañana
Quemó la casa de Anrincon
Fue un lunes del mes de septiembre de 1914 cuando el pueblo felguerino hizo que el egoísmo de los industriales panaderos no prevaleciera. José Maria Martínez, acogido a una amnistía concedida por el gobierno de Romanones regresó a España después de sufrir un exilio de unos dos años en tierras portuguesas. Martínez, al igual que Seguí, siguió trabajando por la causa a la que ya de muy joven dio su adhesión, siendo uno de los que trabajó sin descanso cuando se preparaba el movimiento revolucionario que surgió en Octubre de 1934, para conseguir la unión de los trabajadores, cuya labor [...] culminó en la constitución de la Alianza Obrera, organismo que supo preparar con éxito en los primeros momentos de la revolución de Octubre, en la que perdió la vida José María Martínez, luchador que fue uno de los últimos que abandonó el campo de lucha. Se ha dicho en distintas veces, y ello es una gran verdad, [...] que la CNT y los trabajadores en general que luchan por un mejor vivir para los desheredados de la fortuna, perdieron un valor importantísimo con la desaparición de José Maria Martínez. [...] Los que lo contamos estamos satisfechos del resultado de la labor realizada por el mártir señalado porque vemos que sigue la unión creada en aquella fecha entre cenetistas y ugetistas.
La huelga general revolucionaria de agosto de 1917
La primera guerra mundial surgida en el año 1914 dejó consecuencias desagradables, de las cuales no se libró España. En los años 1915, 16 y 17 la situación económica del país era malísima. La crisis industrial cada día iba en aumento y los salarios de los trabajadores no estaban, ni con mucho, a nivel con los precios que tenían los artículos indispensables para la vida. El malestar [crecía] cada día en el país. Ante el justificado descontento que existía entre las clases menesterosas, que siempre son las afectadas por lo malo que traen consigo los regímenes capitalistas, la Confederación Nacional del Trabajo y la Unión General de Trabajadores se pusieron de acuerdo para iniciar un movimiento revolucionario, cuyo objetivo era un cambio de Régimen, por ver en ello la única solución para hacer desaparecer las causas de las privaciones a que se veían sometidas las clases salariales.
La negativa de las compañías ferroviarias a unas peticiones hechas por la Federación Nacional del citado ramo para los trabajadores del mismo, motivó la declaración de huelga en las líneas ferroviarias, y a los tres días de estar paralizadas, con el pretexto de prestarles solidaridad, se declaró la huelga general en toda España, cuya finalidad del movimiento era lo que ya he señalado más arriba: un cambio de régimen en el país. A fin de que existiera unanimidad en el paro en la fecha que fue fijada para el mismo, los delegados de la UGT y de la CNT [...] recorrieron toda España en plan de organización del movimiento (en La Felguera por la Confederación estuvo Jaime Aragó), dejando en cada localidad que visitaban la contraseña que decía: “Cosas verdes”, que publicaron “El Socialista” de Madrid y “Solidaridad Obrera” de Barcelona en primera plana la víspera del día en que se señaló para [...] el movimiento revolucionario.
El resultado de la huelga no fue favorable al objetivo que se buscaba, y el fracaso de la lucha trajo la dura represión que culminó llenando las cárceles de trabajadores.
[Los miembros del] Comité de Huelga de la UGT, compuesto por Julián Besteiro, Francisco Largo Caballero, Daniel Anguiano, Andrés Saborit y Virginia González, fueron pronto detenidos, juzgados y condenados a 30 años de prisión. Luis Araquistain, también estuvo implicado, pero no llegó a ser juzgado porque su culpabilidad no pasó de ser miembro en aquel momento de la Comisión Ejecutiva del Partido Socialista. A propósito de la detención del gran escritor la prensa reaccionaria echó las campanas a vuelo porque en el lugar donde estuvo oculto Araquistain, la policía encontró también a Virginia González.
Los componentes del Comité de la CNT, que eran Salvador Seguí, Ángel Pestaña, Jaime Aragó y Francisco Miranda (este último era yerno de Anselmo Lorenzo), como la distancia con la frontera era más favorable que a los de Madrid, pudieron meterse en Francia, donde permanecieron hasta que el Gobierno del que formaba parte José Sánchez Guerra (que fue un tenaz opositor a la dictadura de Primo de Rivera) promulgó un decreto de amnistía que les permitió regresar a España. Para que el decreto de amnistía fuera una realidad se hizo una extensa campaña periodística y oral durante un largo tiempo. La primera idea manifestada en la campaña de prensa y actos públicos fue pedir que se hicieran unas elecciones generales. Concedido esto, los hombres que fueron condenados por señalarlos como dirigentes del movimiento revolucionario, aparecieron en candidatura y todos ellos salieron elegidos diputados. Ante tal hecho el Gobierno no tuvo más remedio que hacer el decreto de "Perdón", ya que la demostración fue de que la totalidad del pueblo español estaba de acuerdo con lo que hicieron los que se encontraban en la cárcel. De los actos públicos celebrados con tal finalidad en La Felguera solo se celebró uno y fue de gran resonancia, entre los oradores que hicieron uso de la palabra todos ellos muy destacados en la política española, habló Melquíades Álvarez quien dijo entre otras cosas: "que lo oiga el rey, que lo oigan los militares, sí, hemos ido a un movimiento para derrocar una monarquía antipopular".
En todas las provincias hubo sub-comités de huelga, estando formado en Asturias por Pedro Sierra, que representaba a las fuerzas anarcosindicalistas, Wenceslao Carrillo, que representaba a las fuerzas ugetistas y socialistas, Benito Conde a los republicanas, y Valdés Prida a los reformistas de Melquíades Álvarez. Los pueblos, Sama, Mieres, Oviedo y La Felguera, tenían sus enlaces que frecuentemente visitaban [al] Comité Provincial, que tenía su residencia en Gijón. De la primera localidad eran Enrique Celaya y Manuel Álvarez, de la segunda eran Manuel Llaneza y Ramón Rodríguez, de la tercera Bonifacio Martín y Teodomiro Menéndez y de La Felguera Jesús Rodríguez y Francisco Equisuaín. En La Felguera todos los militantes tuvimos alguna función que cumplir. En la citada localidad, donde había un número de trabajadores que pasaba de los 5.000, celebramos en las afueras de la villa una asamblea en el campo casi todos los días, a fin de orientar a los trabajadores de la forma en que se iba desarrollando el movimiento. Y toda la labor que se realizó, se desarrolló dentro de la mayor normalidad durante los doce días que los obreros fuimos dueños de la situación y ella se desarrolló en la forma que queda dicho sin necesidad de lucha con las fuerzas armadas, ya que éstas tan pronto surgió el movimiento, fueron a reconcentrarse a Oviedo.
Una vez conocido el fracaso de la lucha, yo me oculté en un lugar donde pude seguir orientando a quienes estaban libres de la persecución policíaca, de forma que supieran lo que debían hacer para que no faltara la ayuda a los presos y perseguidos. Con el objetivo de la solidaridad y durante el tiempo de mi escondrijo mandé muchos escritos al periódico “El Noroeste de Gijón” -que dicho sea de paso que fue un diario que se portó muy bien con la causa perseguida, antes y después del movimiento fracasado. Cuatro meses duró mi situación de oculto. Un día, por confiar más de lo debido, di un falso paso que me costó el ser descubierto por la policía que sin pérdida de tiempo me venía buscando desde que desaparecí de mi domicilio. Me llevaron a la cárcel de Laviana en donde permanecí encerrado durante seis meses, al ser sobreseída mi causa recobré la libertad. Durante mi encierro aproveche el tiempo en cosas útiles para la causa. Un día, al apartarse un momento de nuestra presencia el guardián que nos vigilaba en el locutorio, pude dar a mi compañera un sobre que contenía un artículo para que aquella lo mandara a “Tierra y Libertad” de Barcelona, periódico que hacía Tomás Herrero en la imprenta de su propiedad que estaba instalada en la Calle Cadena número 78. El articulo que [...] titulaba: “De la represión en Asturias durante y después de la huelga general” fue publicado a su debido tiempo. Tan duros eran los ataques que en tal escrito hacía contra las fuerzas represoras y donde no faltaba tampoco lo que ridiculizaba al general Burguete sobre las declaraciones que este hizo sobre su “toma” de la Faya de los Lobos, que de Madrid se conoce que dieron órdenes de que se procediera contra mi; [...] inmediatamente me metieron en celda de castigo donde permanecí durantes diez días.
Es justo señalar que la Confederación Nacional del Trabajo en esa memorable huelga cumplió bien con su deber durante la lucha y después en el exilio desde donde, sin miras a un acta de diputados, combatieron tenazmente al Gobierno y autoridades que hacían la represión. En la campaña que con tal fin realizó Solidaridad Obrera, cuyo cuerpo de redacción se componía en aquella ocasión de José Borobio, José Negre, Jaime Aragó y Antonio Amador, no faltaban artículos diariamente de los que estaban allá de la frontera, en los que la censura se ensañaba duramente [...] haciendo muchas veces el que las páginas del diario sindicalista aparecieran en blanco.
Concedida la amnistía, al retornar los exilados a los lugares donde tenían su residencia cuando surgió el movimiento, Salvador Seguí, tan pronto puso sus pies en Barcelona publicó un artículo en “Solidaridad Obrera” cuyo titulo [...] era el siguiente: “decíamos ayer”, y el primer párrafo del escrito decía lo siguiente: "Si, decíamos ayer que el pueblo español necesitaba un régimen de justicia y bienestar para todos, con tal finalidad hemos ido al movimiento de agosto de 1911. Si en la fecha citada no hemos salido triunfantes seguiremos luchando hasta conseguirlo". Seguí así lo hizo; siguió trabajando activamente por la causa del proletariado hasta que un día de marzo del año 1923 fue asesinado por los del llamado sindicato libre en la calle Cadena, lugar muy céntrico de Barcelona, lo acribillaron a tiros. Con idéntico procedimiento que el empleado con Seguí y en el mismo momento fue muerto Canela (este en sus escritos firmaba con el seudónimo de Paronas), también destacado militante anarcosindicalista. Tales asesinatos produjeron una honda indignación entre el proletariado que, sin orden oficial de la Organización, fueron a la huelga en toda España las fuerzas afectas a la Confederación Nacional del Trabajo.
En esa ocasión la UGT no estuvo en el lugar que debía de estar, pues no prestarse a la protesta contra aquellos hechos vandálicos que por aquel entonces se venían sucediendo en Barcelona, era tanto como hacerse cómplices de quienes los realizaban. El resultado de mirar aquellos sucesos de manera impasible por parte de los elementos socialistas fue [...] que estos fueron perdiendo terreno en el campo obrero y que ello fue en beneficio del crecimiento de los efectivos confederales en Asturias, Vizcaya, Madrid, contando todo el centro, y Riotinto, localidad ésta donde durante muchos años fue un fuerte ugetista.
En todo lo que se hizo con motivo de lo que dejo enumerado siempre estuve presente, unas veces tomando parte en las asambleas para acordar los paros y luego para organizar la vuelta al trabajo, y otras veces repartiendo manifiestos que contenían la orientación que necesitaban conocer los trabajadores a quienes [se]les pidiera adoptar determinada actitud.
Volviendo a la UGT, las diferencias habidas en algunos tiempos entre los hombres del citado organismo y los de la CNT, no impidieron el que ambas centrales sindicales se entendieran para la creación de la Alianza Obrera, organismo de gran recuerdo en la organización de movimientos revolucionarios, pues a quienes orientaban las fuerzas de la Unión General de Trabajadores y de la Confederación Nacional del Trabajo en Asturias se debe el que se haya llegado a la formación de la Alianza Obrera en los momentos en que era tan necesaria la unidad del proletariado.
Entiéndase bien que la fecha [última] a que nos referimos es la de octubre de 1934.
[Actividad confederal]
El 1918 es año de gran actividad confederal. Se preparaba el congreso que ha de tener gran resonancia en el año 1919. Toda la organización afecta a la Confederación trabaja para llevar ya constituidos al citado congreso el mayor número posible de sindicatos de ramo e industria (sindicatos únicos), estructuración que [se] venia propagando desde primeros del citado año, en que se acordó en el congreso celebrado por la Confederación Regional de Cataluña en la barriada de San.
En Asturias no hemos ido a la zaga. En La Felguera concretamente, después de cambiar de Grupo Sindicalista por Agrupación Libertaria, se hizo intensa campaña de propaganda cuyo resultado fue la creación de varios grupos libertarios en la provincia, los que pronto crearon la Federación de Grupos Libertarios de Asturias que al instante tuvo su órgano en la prensa cuyo título era “El Comunista”, [...] del cual fui administrador desde que apareció hasta que dejó de salir (treinta y dos números).
Ya digo en otro lugar de este escrito que la influencia total del anarcosindicalismo en la Organización obrera de La Felguera viene a partir del año 1911. A pesar de ser ello así, las sociedades obreras domiciliadas en el Centro Obrero “La Justicia”, de hecho no pertenecieron a la Confederación Nacional del Trabajo, algunas de ellas hasta el año 1917, y digo algunas, porque las hubo que se metieron en el año 1918 para ingresar en el organismo confederal, siendo una de ellas la más importante por cierto “La Justicia”, Sociedad en Hierro y demás metales, que en el Congreso de la Comedia ya figuró como Sindicato de los Obreros Metalúrgicos y Siderúrgicos de Langreo.
Los obreros de las minas que por razones ya expuestas constituyeron en algún tiempo “El Porvenir Social” cambiaron este título por el de Sindicato Único de Mineros de Asturias, llegando al número da 3.000 representados en el congreso de referencia. Este importante número de adheridos que se fue del sindicato de la UGT, alarmó bastante a los socialistas cuya alarma siguió durante algún tiempo al ver que el Sindicato Único, orientado por los anarcosindicalistas llegaba a superar numéricamente al dirigido por Manuel Llaneza y demás socialistas.
Por otra parte en Cataluña, de una y otra forma, la lucha obrera cada día se intensificaba más dando ello lugar a que a los socialistas les pareciera que el anarcosindicalismo caminaba demasiado, cosa que aquellos quisieron evitar desencadenando una campaña de descrédito contra los procedimientos de lucha de la Confederación. Como es natural los hombres de la CNT unidos para la defensa de lo que creían bueno para el bienestar de los trabajadores, hicieron su campaña utilizando para ello todos los medios legales que se les presentaron, tales como los órganos periodísticos, que eran un factor muy importante. En los momentos citados en que se debatía mucho sobre la hegemonía del movimiento obrero español, un día aparece una nota en el diario España Nueva, periódico que se editaba en Madrid en la calle Carretas número 3, y cuyo gerente [...] era un señor llamado Rodrigo Soriano, que fue diputado a Cortes durante varias legislaturas como republicano independiente, en el parlamento español en tiempo de la monarquía y también de la República, en la cual se abría una encuesta para que se expusieran en los escritos que se enviaran para su publicación lo que procedía hacer para que llegaran a fusionarse la Unión General de Trabajadores y la Confederación Nacional del Trabajo. La encuesta duró desde primeros del año 1918 hasta el año 1919 en que se celebró el congreso de la Confederación. Durante ese tiempo todos los días apareció la sección dedicada a la encuesta ocupada de escritos, de los que ninguno de ellos fue de procedencia ugetista, [a] cuyos elementos les pareció mejor desencadenar una campaña contra Rodrigo Soriano, por haber este favorecido los planes de los hombres de la CNT, que eran los planes que convenían a los intereses del proletariado.
Yo en esa sección, cuyo título era siempre: “Unión General de Trabajadores- Confederación Nacional del Trabajo”, llegué hasta el noveno articulo y a pesar de haber sido escisionista creando en las cuencas mineras el Sindicato Único frente al Sindicato Minero de la UGT me justificaba y señalaba lo que se debía de hacer para que fuera posible el que estuvieran unidos los que un día y otro sufrían el látigo de la explotación. De aquellas jornadas en que el periódico “España Nueva” intervino, a pesar de no ser órgano oficial de la Confederación, porque no quiso serlo cuando su dueño Rodrigo Soriano se lo ofreció, hay gratos recuerdos que no son olvidados por quienes hemos vivido aquellos momentos. Además de lo que con sus campañas hizo durante un largo tiempo en favor del bien general para los trabajadores, si hay algún periodista de aquella época de los que trabajaban en Madrid, recordarán que estaban en huelga en defensa de unas peticiones que las empresas se negaban a concederles en la fecha en que dio principio las tareas del congreso de la Confederación, y como “España Nueva”, atendiendo a la CNT, dio las mejoras a sus obreros periodistas, las demás empresas se vieron obligadas a conceder lo que fue motivo de la huelga.
[El Congreso del Teatro de la Comedia]
Y llegamos al congreso de 1919 celebrado en el Teatro de la Comedia, en el cual toda la delegación asturiana está de acuerdo con la opinión expuesta por Eleuterio Quintanilla, en varias intervenciones que tuvo en el punto sobre unificación del proletariado. A pesar de los argumentos de peso y expuestos en la forma bien en que Quintanilla sabía hacerlo, este no logró convencer a las delegaciones de Cataluña, Levante y Andalucía que representaba el grueso de los efectivos de la Confederación Nacional del Trabajo, acordándose una resolución que los más antiugetistas hemos juzgado de error de gran bulto. Las mismas delegaciones y las mismas fuerzas que consiguieron el que saliera triunfante la propuesta de ir a la absorción de la UGT, fueron quienes impusieron también el que la CNT ingresara en la Internacional Comunista. Aquí también triunfó el error, pero ello no sucedió sin que se oyera la voz de Eleuterio Quintanilla, a quien en aquel momento la mayoría no le dio la razón pero no pasó mucho tiempo en que los órganos periodísticos de la Confederación trajeran diariamente artículos razonando el porqué Quintanilla fue el único acertado al sostener que había una honda contradicción al decir que la CNT va hacia el comunismo libertario y a continuación acordar el ingreso en la III Internacional; organización política que es completamente antípoda del comunismo libertario. Cuando algunos delegados de aquellos que [no] estábamos demasiado entusiasmados con la revolución rusa [quisimos] deshacer el error proponiendo que la permanencia en la Internacional Comunista fuera mientras no se constituyera la Internacional Sindical Roja, propuesta que llevó Ángel Pestaña, en su primera visita a Moscú. Para llegar definitivamente a la creación de la Central Sindical Roja, convocaron a la CNT en el año 1921, fecha en que estaban casi todos sus militantes en la cárcel, para nombrar la delegación que fuera a Moscú, se celebró un Pleno Nacional en la clandestinidad en Lérida, para el que fui nombrado suplente. En ese pleno, como se sabe, fueron nombrados para ir a la constitución de la Internacional Sindical Roja: Hilario Arlandis, Joaquín Maurín, Andrés Nin, Jesús Ibáñez y Gastón Leval.
Cada día era mayor el grupo de los arrepentidos por lo que se hizo en el congreso de Madrid, dando ello lugar a que sin esperar de que la delegación citada regresara de Moscú, el Comité Nacional de la CNT que funcionaba en Barcelona en la clandestinidad, organizara un Pleno Nacional también en la clandestinidad, que se celebró en Logroño, en el cual estuve yo en compañía de Turman y Avelino González, representando a la Confederación Regional de Asturias, León y Palencia.
En este Pleno Nacional celebrado en Logroño, en contra de la opinión de la delegación asturiana, se acordó en principio desautorizar a la delegación que se encontraba en Moscú, hasta que definitivamente lo hiciera un Congreso, teniendo en cuenta que fuera un Congreso el que tomó el acuerdo de adhesión al organismo que convocó a la referida delegación. Nuestra propuesta fue de que, obrando de manera regular, teníamos el deber de esperar a que regresaran a España los delegados que estaban en Rusia. No se atendió nuestra indicación y se siguieron haciendo las cosas de forma irregular, llegando a culminar con la Conferencia de Zaragoza que se celebró el 11 de junio de 1922, en la cual se acordó romper toda clase de relaciones [...] que se tenían hasta aquel momento con las organizaciones creadas por el comunismo internacional, al mismo tiempo que se nombraba a Avelino González y Galo Díaz para ir a Berlín a una reunión de la Asociación Internacional de los Trabajadores, a cuya organización la CNT siguió perteneciendo hasta el día en que escribo estas líneas.
[El] acuerdo de Zaragoza creó algún descontento, pero ello no llegó más que a grupos que por aquel entonces carecían de influencia en las organizaciones del proletariado español. Las cosas de tiranía, que informes no dudosos daban de [lo] que sucedía en Rusia, iban consiguiendo el que desapareciera entre muchos trabajadores la esperanza que algún día les creo el hecho ocurrido en aquel país en Octubre de 1917.
Cumpliendo con los acuerdos tomados en el Congreso de Madrid sobre estructuración de la Confederación Nacional del Trabajo, en donde entra la creación de Confederaciones Regionales en todas las regiones de España, en el mes de noviembre de 1919 se celebró en Oviedo, en el local de los republicanos tenían en la calle Cabo Noval, el congreso constitutivo de la Confederación Regional de Asturias, Palencia y León, en el cual estuve de delegado representando al Sindicato Único de Mineros del cual era presidente.
[En Duro-Felguera]
A últimos del año 1919 el Sindicato de Obreros Metalúrgicos y Siderúrgicos de Langreo, aprovechando la ocasión de la entrada en el Consejo de Administración de la Sociedad Duro-Felguera, de señores que se sabía que tenían sentimientos liberales (los Felgueroso), acuerda en una numerosa asamblea de trabajadores el presentar a la citada empresa la reclamación de que fueran a ocupar sus respectivos puestos todos aquellos que habían sido despedidos por su significación en la huelga de 1912. Fue dura la oposición a tal concesión, pero ante la postura favorable de los consejeros no oscurantistas y la buena disposición de los trabajadores metalúrgicos para llegar hasta donde fuera necesario para conseguir tan humana mejora, la empresa accedió a la petición señalada, dando el plazo necesario con el que pudiera dar lugar a reintegrarse a sus puestos a quienes les interesara, hasta los que estaban residiendo fuera de La Felguera.
Esta mejora que el Sindicato Metalúrgico consiguió, y que fue a cambio de un aumento de salarios, sirvió para enaltecer al proletariado felguerino, que una vez más ha sabido escribir una página más en su brillante historia en las luchas del proletariado. Fue una mejora de las que se conocen pocas reivindicaciones obreras. Después de siete años, los que fuimos seleccionados, vamos a nuestros puestos con los mismos derechos que si hubiéramos estado en ellos durante el tiempo citado. Yo nunca olvidaré la honda satisfacción que recibí cuando tuve conocimiento del gran triunfo del Sindicato, con el cual yo podía decir adiós para siempre al penoso trabajo que tenía en la mina, y digo para siempre, porque si al correr el tiempo llegaran a ocurrir circunstancias como las que motivaron el que fuera a trabajar a la mina, a ella no volvería.
Ingresé en fábricas a primeros del año 1920 al mismo puesto que tenía en el año 1912 y con el ascenso que hubo durante el tiempo que estuve seleccionado. Al corto tiempo de volver a ser del ramo metalúrgico me nombraron presidente del Sindicato. Era una época de gran crisis industrial y muy particularmente en las industrias del hierro. Alguien, que creo estaba autorizado para afirmarlo, dijo que si Duro-Felguera podía seguir con la sección siderúrgica funcionando, era para consumir el carbón menudo de sus minas, que en aquella ocasión no tenían salida, dando lugar a tener grandes stocks en las plazoletas de los centros de producción. La crisis fue de gran magnitud y los empresarios no vieron otra solución más que la de ir a la rebaja de los salarios de los productores. En las minas de carbón de Asturias, la baja fue de quince reales sin resistencia alguna por parte de los trabajadores. Manuel Llaneza, secretario general del Sindicato Minero Asturiano después de la dura lucha con los representantes de la patronal, hizo todo lo posible por convencer a los obreros de las minas de que no había otra solución más que la de aceptar la baja de los salarios. Lo mismo hicieron en Bilbao los dirigentes del Sindicato de los obreros de las minas de hierro y los del Sindicato Metalúrgico, siendo unos y otros, al igual que el de Asturias, afectos a la UGT. Ante tal precedente ¿qué podíamos hacer los metalúrgicos de la Duro-Felguera?; nos hemos resistido hasta el último momento, pero no tuvimos más remedio que aceptar la baja de los diez reales que unos y otros de los trabajadores sabíamos que vendría a aumentar la precaria situación por la que atravesaban nuestros hogares. Todavía hoy me es desagradable el recordar aquellos momentos del año 1921, fecha en que se hizo la rebaja de los jornales, pues para mi fueron momentos de gran sufrimiento al ver a los trabajadores afectados por la baja exponer grandes razones [a las] que la realidad no les daba paso; y repito lo del sufrimiento, porque además de ser uno de los afectados por la rebaja, pesaba sobre mi el deber como dirigente, de dar opinión sobre la actitud que se debía adoptar; así lo hice y mi opinión no gustó a algunos, el 80 por ciento sí estuvo de acuerdo. Alguno de los que padecían error llegaron a presentar la dimisión del cargo que tenían en la organización. Yo, a pesar de alguna ingratitud seguí en la presidencia del Sindicato el tiempo reglamentario, quedando libre de cargos sindicales durante algún tiempo, hasta que un día fui nombrado secretario del mismo organismo sindical, cargo que desempeñe también durante el tiempo que señalaban los estatutos. Después de cesar como secretario del Sindicato tuve a mi cargo la correspondencia literaria de “Solidaridad Obrera”, la que aparecía en Gijón semanalmente y que [...] dirigió primero Manuel Buenacasa, y después Avelino González. La salida de Buenacasa de la dirección del órgano sindicalista la motivo el que aquel, un día en el editorial del periódico, habló de manera desfavorable sobre la conducta observada por Evelio Boal, Salvador Seguí, Ángel Pestaña y Salvador Quemades, por haber hecho éstos un pacto de mutua ayuda con Francisco Largo Caballero y demás miembros de la Comisión Ejecutiva de la UGT. Buenacasa fundaba su dura crítica en que era una inconsecuencia de gran bulto el hacer un pacto con representantes de una organización a [la que] hacía un corto tiempo se la tildó de amarilla. Antes de ocurrir lo que dejo señalado, Buenacasa proyectó el hacer diario “Solidaridad Obrera”, y para ello lo principal era tener imprenta propia, pero para tal adquisición no daban las cuotas ordinarias de los sindicatos de la provincia, dando ello lugar a la celebración de un Pleno regional en el que se acuerda establecer una cuota extraordinaria de cinco pesetas por cada sindicado, pagaderas en tres meses; con algunas dificultades (los sueldos eran de 6,50 el peón y de 8 pesetas el oficial) se hizo la recaudación y la imprenta se adquirió. [...] Estaba instalada en un local ubicado en la calle llamada, por aquel entonces, La Libertad, de Gijón. Después de conseguido el factor muy importante, en otro Pleno que se celebró sin pérdida de tiempo, se acordó el que saliera diariamente “Solidaridad Obrera”, nombrándome a mi para un puesto de redactor, cargo que me negué a aceptar alegando que había en la organización obrera militantes más competentes que yo. Con la marcha de Buenacasa se malogró la idea de sacar el diario y siguió apareciendo semanalmente “Solidaridad Obrera”, dirigido por Avelino González, y yo de corresponsal en La Felguera, de donde daba todas las semanas una amplia información del movimiento obrero de dicha localidad. En mis escritos he tenido algunas veces que contestar a algo del descontento que dejó la cuota extraordinaria que se hizo para la compra de la imprenta, y ello sucedió con aquellos trabajadores que no van a los sindicatos más que por aumentar su salario o disminuir su jornada. La citada corta aspiración de los aludidos obreros contribuye a que ellos no crean en el desinterés de los que luchan por un total bienestar para los que todo lo producen, y digo esto porque mi interés porque no quedara ninguno sin pagar la cuota pro-imprenta, fue juzgada por alguien de forma de que aquella era una empresa de negocio de la cual yo era un accionista.
En estas mis consideraciones, no quiero dejar sin decir que con dolor, declaro que la preparación de los trabajadores de la localidad donde yo he tenido mis actividades en mi juventud hasta hoy, no responde a la propaganda que se ha hecho tanto oral como desde los muchos periódicos obreros, revistas y folletos que en La Felguera se han colocado.
[Actividad contra la represión]
Los obreros panaderos de la empresa Granda y Compañía un día del mes de noviembre de 1920 se declararon en huelga por la negativa de los patrones a concederles mejora en las condiciones de trabajo. Cuando hacía 15 días que había surgido el paro, un vagón cargado de paja [con] destino [...]para la empresa Granda y Compañía, apareció hecho cenizas en el lugar donde estaba estacionado de la compañía del Norte de La Felguera. Los llamados “guardadores del orden”, sin tener la menor prueba de culpabilidad de persona alguna, detuvieron y llevaron al cuartel a cuatro trabajadores, entre los cuales los había que no eran ni huelguistas ni panaderos. Al no poder comprobar que los detenidos fueron los autores del incendio que destruyó el vagón [...], se golpeó a los acusados de forma que las huellas que quedaron en el cuerpo no dejaran duda alguna del mal trato de que fueron objeto. Tal abuso de autoridad no podía quedar en silencio, y por entenderlo así los componentes del Comité de la Federación local de sindicatos se reunieron al instante acordando la publicación de un manifiesto en el que se hablara del mal trato que en el cuartel dieron a los cuatro trabajadores que fueron detenidos por habérseles acusado de hechos que no cometieron. De la redacción del manifiesto me encargaron a mi; lo hice bastante duro contra la guardia civil, que fueron los autores del procedimiento de la fuerza bruta, y yo mismo llevé el original a la imprenta donde se hizo. El manifiesto salió y cuando de ello se [dio] cuenta la guardia civil, los 3000 ejemplares que se hicieron ya estaban repartidos. El manifiesto apareció sin pie de imprenta, y como es lógico se repartió sin llevar a la primera autoridad local los tres ejemplares que determinaba la ley. No se si por el tipo de letra o por alguna otra razón, las guardias fueron de frente a la imprenta donde se había imprimido y el dueño de esta, sin que fuera forzado para ello, dijo que sí, que allí en su casa fue hecho y que el original [se] lo entregó Aquilino Moral, y este mismo lo redactó porque [conocía] su caligrafía. El impresor cantó más de lo que le preguntaron los guardias, creo, por si ello le valía para salvarse de la responsabilidad que le alcanzara por haberlo dejado salir sin el pie de imprenta; así sucedió, nada le pasó, era un reaccionario de gran categoría que sirvió a la dictadura de Primo de Rivera y sirvió al franquismo hasta los últimos días de su vida, a mi en la situación franquista me hizo bastante daño.
Yo como me daba cuenta de lo que tenía que suceder, pronto preparé mi cobijo mientras que los miembros del Comité de la Federación local tomaban posiciones para poder evitar el que los que dicen ser guardadores del orden no pudieran emplear conmigo el mismo procedimiento que tuvieron para con los acusados de haber incendiado el vagón que estaba cargado de paja. La primera gestión hecha por los compañeros del Comité en la Federación fue la de acompañarme a ver el gobernador Militar, que lo era el General Bermúdez de Castro, quien haciendo honor a la verdad diré nos recibió amablemente y después de escucharnos todo lo que le expusimos sobre las causas del manifiesto, [en] presencia nuestra habló con el sargento de la guardia civil del puesto de La Felguera recomendándole el que de una parte y otra “se suavizaran las cosas a fin de la armonía entre todos”. Salimos del Gobierno Militar convencidos de que nada de más nos había dicho quien afirmó que Bermúdez de Castro era un señor de buenos sentimientos.
Al día siguiente me encontré con el sargento de la guardia civil en una calle de La Felguera y aquel me dijo: “¡Cómo has sabido curarte en salud!”.
Aquilino Moral
Fuente: Fundación Andreu Nin.
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