Aproximación a la militancia de CRAS y al proceso de disolución
APROXIMACIÓN A LA MILITANCIA DE CRAS Y AL PROCESO DE DISOLUCIÓN
J.L. GARCÍA RÚA, en la conversación que aquí se incluye como “pre-texto”, no ha valorado de forma concreta la influencia real que CRAS llegó a alcanzar en el movimiento obrero gijonés de la época. Dejaremos constancia, no obstante, que sus militantes se hallaban en los sectores laborales más variados: sanidad, enseñanza, Fábrica de Moreda y metal, Motos Avello, Tabacalera, Fábrica de Laviada, Crady, Astilleros de Marítima de El Musel y el Tallerón. Efectivamente, la actividad de algunos de sus militantes, J.L. Iglesias ya en USO, Eduardo Prieto, Angel, el de Laviada y otros como Isidro, Liliana... etc., dieron lugar a una incidencia significativa de CRAS en el movimiento obrero gijonés. Afirma Eduardo Prieto:
El movimiento obrero en Gijón lo controlábamos Iglesias y yo. A propósito de una reestructuración en Avello conseguimos que hubiera concentraciones ante las oficinas de doce empresas e Inguanzo vino a plantearnos la necesidad de la unidad. Hasta el año 74 intervinimos en todo. (163)
Los “crasistas” diseminados en ámbitos laborales gijoneses diversos parecen que sumaban una treintena pero también había algunos en Oviedo y contactos en las cuencas, a los que se sumó en los inicios de los setenta un nutrido grupo de jóvenes, en su mayoría estudiantes gijoneses, casi adolescentes. A su vez, los cambios de domicilio de los “crasistas” permitió que por algún momento hubiera un grupo en Salamanca y Rúa afirma que formó luego “grupos CRAS” en Córdoba, Jaén y Granada.
La heterogeneidad también era la característica en lo relativo a la procedencia ideológica: unos cristianos, otros de pensamiento anarquista y también marxistas. Algún “crasista” nos ha apuntado la importancia de las parejas en la militancia. No se puede olvidar en este aspecto el espacio de convivencia y de afinidad que suponía la sociedad GESTO que gozaba además de la ventaja de la legalidad.
Sobre la formación, lecturas y autores más frecuentados por los militantes, el balance actual es contrapuesto. Mientras en un caso se recuerda como pobre y escasa: “De nuestra formación recuerdo el estudio de la Historia del Socialismo de Cole y autores anarquistas, pero muy poco de otros autores”. (164) Otro militante ha pormenorizado los recuerdos de las abundantes lecturas:
Había una gran preocupación por la formación de los militantes, condición a la que se llegaba después de un período de premilitancia. Quizás lo más leído era de Rosa Luxemburgo Huelga de masas. Partido-sindicatos. De José Gómez Casas recuerdo: Historia del anarcosindicalismo español, libros sobre la “Comuna de París”, Homenaje a Cataluña, de Orwell, Socialismo y burocracia, de Kuoron y Mocelenski, Guerra Civil Española, de R. Carr, El proletariado militante, de Anselmo de Lorenzo, El apoyo mutuo de Kropotkin, Estado y Anarquía de Bakounin, libros sobre los “Consejos Obreros” de diversos autores (Luxemburgo, Pannekoek, Gramsci), artículos traducidos de Paul Cardan de Socialismo o Barbarie, nos llegaban los Cuadernos de Ruedo Ibérico y artículos de interés, poetas del 98 y el 27 como Machado, Lorca, Hernández, Celaya... y teatro de autores españoles del realismo: Sastre, Buero, Muñiz...
Hay que pensar en la costumbre de prestarse libros que en aquel momento era práctica habitual. Las cosas de interés pasaban de mano en mano. Ruedo ibérico era leído por un montón de gente. Yo leí el manuscrito La Taberna Fantástica de A. Sastre. Quiero decir que GESTO funcionaba como un lugar que centralizaba todo este tipo de informaciones y prestamismo. (165)
Probablemente la misma variedad de lecturas y sobre todo la progresiva implantación en Asturias a comienzos de los setenta de nuevos grupos políticos de procedencia marxista, pero de tendencias diferenciadas como maoístas, trotskistas, marxistas-leninistas... pusieron a los militantes de CRAS ante un panorama político diferente. A este factor hay que añadir la marcha de García Rúa de Gijón en 1971. Estos grupos, nuevos unos, otros escisiones del PCE, disponían ya de cierta implantación en el estado español e incluso conexiones internacionales, aparecían ante los ojos de los jóvenes militantes de CRAS con unos aparatos ideológicos, organizativos y unos programas de acción política de mayor envergadura o, lo que podía ser lo mismo, su organización les parecía más endeble según se constata en los testimonios que siguen, provenientes de militantes que luego siguieron itinerarios políticos muy dispares:
Si CRAS desapareció fue porque no tenía proyecto político de sí mismo. En los años 70 no tenía un programa democrático, lo que era tan común en otros partidos de izquierda; su programa era maximalista. En 1974, CRAS pudo haberse integrado en la corriente consejista del estado (OlC... etc.). (166)
Puede ser oportuna también la visión de otro militante aunque se refiera al conjunto de la vida de CRAS:
En el momento en que entré en CRAS no lo veía tan claro como lo veo ahora. El mero hecho de un puente entre marxismo y anarquismo era una cosa utópica del todo y máxime cuando la Unión Soviética estaba en su apogeo. En un momento en que todos miraben a la Unión Soviética. y creíen que la revolución mundial estaba en la Unión Soviética. Y ¡qué coño! los anarquistas..., si los estaban matando a todos en la Unión Soviética. Entonces él mismo no estaba muy claro y esa duda de Rúa la aprovechaba el PCE para fortalecerse. El esgrimía mucho a Pannekoek, a Rosa Luxemburgo... De principio era una forma de decir a los marxistas: “No sois enemigos nuestros y nosotros no somos enemigos vuestros”. No era el momento para una organización de aquel tipo. En aquel contexto histórico CRAS estaba destinado al fracaso. (167)
Ambos testimonios manifiestan la crisis de identidad política e ideológica que padecía el colectivo, que sin duda se agudizó hacia 1972 y en los meses siguientes. Coinciden también en que fueron gran parte de los más jóvenes, estudiantes en su mayoría, quienes se decantaron por la ideología marxista y, en consecuencia, plantearon el derecho a constituirse en tendencia en el seno de la organización:
Planteamos la necesidad de discutir el marxismo como método de análisis y además se nos negó el derecho a constituirnos en tendencia. Como consecuencia de ello, unos salieron para Bandera Roja (luego integrado en el PCE) y otros para OIC. Esta última organización creo que era la que mejor representaba la continuidad de CRAS y del POUM. (168)
Disponemos del documento de respuesta a la formulación del derecho a tendencia redactado por el mismo RÚA, cuando ya se hallaba fuera de Gijón donde reconoce el mentor de CRAS la legitimidad y necesidad del derecho a tendencia como elementos de enriquecimiento de la teoría revolucionaria. (169) Se siente además “honrado” del calificativo de “libertario” de que parece era objeto, se identifica con el concepto de libertad de Bakounin, pero restringe los ámbitos de las “tendencias” a la “matización y clara formulación de unas ideas dentro de principios generales” y sin que las críticas generadas pusieran en cuestión dichos principios. Rechaza enérgicamente la tendencia si buscara “el dominio político del grupo y la concentración de poder” y añadía si una “tendencia” incurría en tales objetivos debía extirparse.
Pero este documento se inscribía en el seno de un fuerte debate del que hemos podido acceder a otros. Uno, titulado “Introducción.- Programa político” (del que disponemos únicamente del texto correspondiente al “Programa político”), parece constituir un intento de identificación ideológica del grupo y una respuesta al estado de crisis en que sospechamos se hallaba sumido el colectivo o una parte de sus miembros.
La verdad es que, si éste era el propósito, sus aportaciones eran poco novedosas respecto de los iniciales documentos de “constitución” y “organización”. (170) Aunque al principio parece hacer una concesión a la terminología marxista-leninista al hablar de la dictadura del proletariado, viene a resultar que por tal entiende el ejercicio del poder por los consejos obreros, ejercicio democrático para la organización de la vanguardia revolucionaria y la gestión obrera plenamente democrática siguiendo una vez más el pensamiento de R. Luxemburgo. En otro momento, plantea la necesidad de evitar a los “tutores del proletariado” (los partidos que ejercían el centralismo democrático) lo cual ya había sido expuesto en Comunas. (171) Al centralismo democrático oponía la libertad de tendencia y la defensa de la “democracia objetiva” y el internacionalismo proletario como estrategia para asegurar el triunfo de la revolución en cada país y, empujando esta tesis hasta el final, llegaba a afirmar que “socialismo y nacionalismo” son incompatibles. En definitiva, unos planteamientos que representan una continuidad estricta de la línea de Comunas.
Además, en el escrito de respuesta a éste, que analizaremos más abajo (172), se rebaten otras afirmaciones que pudieran estar contenidas en esa “Introducción” de la carecemos. Parece ser que calificaba como “querellas personales” las diferencias entre Marx y Bakounin en el seno de la AIT. Valoración que guarda paralelismos evidentes con el documento de “Constitución” de CRAS (obra de Rúa) donde se habla de “reyerta Marx-Proudhon, separación Marx-Bakounin”. (173) Parece ser además que en dicha “Introducción” se objetaba al marxismo como “demasiado frío”, “demasiado científico”, “demasiado materialista”, expresiones citadas por sus detractores que parecen remitirnos también al “humanismo” contenido en el inicial documento de “constitución”. En suma, todo parece indicar que tanto la “Introducción” como el “Programa político” representaban la pura ortodoxia y el continuismo en aquella discusión sobre la identidad ideológica del grupo.
La respuesta se contiene en el ya aludido y titulado “Crítica al escrito Introducción- Programa político” del que parecen ser autores los miembros del “Comité de Formación”. Debemos destacar, para valorar adecuadamente las dimensiones de aquella confrontación ideológica en el seno de la organización que el órgano que firmaba era nada menos que el “Comité de Formación”, es decir, el órgano encargado de la formación teórica del grupo.
Su lectura muestra no solamente la erudición y plena identificación de sus autores con las lecturas marxistas y leninistas sino que, daban la vuelta a las argumentaciones que habían aparecido en Comunas, donde se había escrito que los partidos que practicaban el centralismo democrático lo hacían por su condición de “pequeño-burgueses”. En el documento se identificaba la ideología marxista como la ideología del proletariado y, por el contrario, se tachaba al anarquismo de “pequeño burgués”, “izquierdista” y “voluntarista”. La confrontación ideológica, por lo tanto debió de ser total y sin salida, puesto que el derecho a tendencia tampoco era posible, y en consecuencia, el conflicto se planteaba irreversible. Los disidentes tampoco eran homogéneos aunque les unía la atracción por el marxismo y el rechazo a las connivencias con el anarco sindicalismo. El debate final, y la ruptura, coincidió con una de las visitas de Rúa a Asturias:
(...) se produjo en el verano de 1974, en un lugar de la Cuenca, que no localizo con exactitud, una reunión plenaria en la que una tendencia pidió la definición marxista de la Organización. No hubo entendimiento. CRAS se silencia en Asturias. La tendencia libertaria decide trabajar sólo como CNT (a la que CRAS había accedido en 1969) y las otras tendencias buscan soluciones diferentes. (174)
En aquella reunión Rúa tuvo que enfrentarse a un sector (los que luego marcharían a “Bandera Roja”) que pedía explícitamente la definición de la organización como marxista leninista mientras otros sectores disidentes (por ejemplo los que luego pasaron a la OIC) (175) fueron menos beligerantes. Afirman algunos de los entonces discrepantes que incluso eran mayoría y podían haberse apropiado de la organización, pero lo cierto es que se produjo la ruptura y a continuación la dispersión de cuyo proceso disponemos de valoraciones dispares:
En cuanto a la disolución, sólo conozco el proceso de oídas porque yo estaba exiliada en aquel momento. La percepción que tengo es que Rúa sólo podía retener a la gente un tiempo corto, mientras maduraba, (el grupo estaba destinado a ser fluido constantemente) y en cuanto algunos de nosotros salimos, percibimos otra realidad y otra visión de las alternativas políticas. Porque, a la larga, aquella indefinición teórica, en la que no había sistema, ni método, no avanzaba y suponía una gran confusión frente a otras corrientes ya muy definidas. Cuando el planteamiento pro-marxista de los jóvenes, él sintió que CRAS era algo suyo y se lo iban a arrebatar. Sólo quedaron los que tenían unas referencias cristianas y algún otro que pasó a CNT.
En cuanto a por qué nuestra salida fue hacia el marxismo y no hacia el anarquismo, quizás se debió a la percepción y la visión de los partidos comunistas más fuertes teóricamente y que daban respuestas concretas. Se percibía que se necesitaba un modelo organizativo más fuerte que los Comités, es decir, un partido. (176)
Los jóvenes disidentes se dirigieron unos hacia organizaciones con ciertas afinidades con CRAS, como podía ser la Organización de la Izquierda Comunista (OIC), otros al grupo denominado Bandera Roja (BR) y otros, más veteranos y más fieles al pensamiento de García Rúa hacia CNT. Este último giro lo describió así un protagonista de aquel itinerario:
Continuando bajo la trayectoria libertaria, un grupo solicitaba en plena agonía franquista el revivir, mediante su ingreso en la organización más sufrida y reprimida en la guerra civil, no es de dudar que esa fuese la CNT.
Este grupo tenía tras de sí un pasado que se caracterizaba por su participación activa en el seno del movimiento obrero, participación ésta que aunque no se la puede denominar como anarco-sindicalista sí daba muestras de un sindicalismo revolucionario, que se extendía no sólo a nivel regional, sino también por alguna provincia, como Córdoba, bajo las siglas CRAS (Comuna Revolucionaria de Acción Socialista). CRAS fue uno de los primeros núcleos políticos que existieron en Gijón. Fue ésta la organización que junto con JOC o HOAC recogían en sus senos las inquietudes de una gran sector juvenil ansioso en participar en la vida política. Tras una educación política desarrollada bajo influencias libertarias, varios de estos jóvenes decidimos romper con la Organización para satisfacer de alguna manera nuestro infantilismo político-autoritario, el cual trajo como consecuencia el nacimiento en Gijón de Bandera Roja (BR) y Organización de Izquierda Comunista (OIC). Son algunos los compañeros que mantuvieron con vida a CRAS ante la influencia de nuevas organizaciones políticas. Llega, pues, el momento esperado, no sólo por los que sobrevivieron a la represión franquista, viejos compañeros cenetistas, sino también por la Organización CRAS; es así como tras una larga conversación en casa del compañero Aquilino Moral, los militantes “crasistas” solicitaban que se les reconociese desde aquel momento como militantes de la Confederación. El antiguo compañero cenetista celebró aquella solicitud diciendo que ya era hora de que los jóvenes se comprometiesen a abrir el camino de la CNT (sic). (177)
Aquella dispersión puso punto final a la vida de un colectivo rebelde en los días finales del franquismo, a cuyas peculiaridades y características hemos tratado de acercarnos con la convicción de que sus peculiaridades merecían su estudio y recuerdo. Las singularidades ideológicas y organizativas que hemos expuesto y analizado constituyen sin duda una contribución a la historia del pensamiento político alternativo y una aportación de elementos en el camino hacia la utopía.
J.L. GARCÍA RÚA, en la conversación que aquí se incluye como “pre-texto”, no ha valorado de forma concreta la influencia real que CRAS llegó a alcanzar en el movimiento obrero gijonés de la época. Dejaremos constancia, no obstante, que sus militantes se hallaban en los sectores laborales más variados: sanidad, enseñanza, Fábrica de Moreda y metal, Motos Avello, Tabacalera, Fábrica de Laviada, Crady, Astilleros de Marítima de El Musel y el Tallerón. Efectivamente, la actividad de algunos de sus militantes, J.L. Iglesias ya en USO, Eduardo Prieto, Angel, el de Laviada y otros como Isidro, Liliana... etc., dieron lugar a una incidencia significativa de CRAS en el movimiento obrero gijonés. Afirma Eduardo Prieto:
El movimiento obrero en Gijón lo controlábamos Iglesias y yo. A propósito de una reestructuración en Avello conseguimos que hubiera concentraciones ante las oficinas de doce empresas e Inguanzo vino a plantearnos la necesidad de la unidad. Hasta el año 74 intervinimos en todo. (163)
Los “crasistas” diseminados en ámbitos laborales gijoneses diversos parecen que sumaban una treintena pero también había algunos en Oviedo y contactos en las cuencas, a los que se sumó en los inicios de los setenta un nutrido grupo de jóvenes, en su mayoría estudiantes gijoneses, casi adolescentes. A su vez, los cambios de domicilio de los “crasistas” permitió que por algún momento hubiera un grupo en Salamanca y Rúa afirma que formó luego “grupos CRAS” en Córdoba, Jaén y Granada.
La heterogeneidad también era la característica en lo relativo a la procedencia ideológica: unos cristianos, otros de pensamiento anarquista y también marxistas. Algún “crasista” nos ha apuntado la importancia de las parejas en la militancia. No se puede olvidar en este aspecto el espacio de convivencia y de afinidad que suponía la sociedad GESTO que gozaba además de la ventaja de la legalidad.
Sobre la formación, lecturas y autores más frecuentados por los militantes, el balance actual es contrapuesto. Mientras en un caso se recuerda como pobre y escasa: “De nuestra formación recuerdo el estudio de la Historia del Socialismo de Cole y autores anarquistas, pero muy poco de otros autores”. (164) Otro militante ha pormenorizado los recuerdos de las abundantes lecturas:
Había una gran preocupación por la formación de los militantes, condición a la que se llegaba después de un período de premilitancia. Quizás lo más leído era de Rosa Luxemburgo Huelga de masas. Partido-sindicatos. De José Gómez Casas recuerdo: Historia del anarcosindicalismo español, libros sobre la “Comuna de París”, Homenaje a Cataluña, de Orwell, Socialismo y burocracia, de Kuoron y Mocelenski, Guerra Civil Española, de R. Carr, El proletariado militante, de Anselmo de Lorenzo, El apoyo mutuo de Kropotkin, Estado y Anarquía de Bakounin, libros sobre los “Consejos Obreros” de diversos autores (Luxemburgo, Pannekoek, Gramsci), artículos traducidos de Paul Cardan de Socialismo o Barbarie, nos llegaban los Cuadernos de Ruedo Ibérico y artículos de interés, poetas del 98 y el 27 como Machado, Lorca, Hernández, Celaya... y teatro de autores españoles del realismo: Sastre, Buero, Muñiz...
Hay que pensar en la costumbre de prestarse libros que en aquel momento era práctica habitual. Las cosas de interés pasaban de mano en mano. Ruedo ibérico era leído por un montón de gente. Yo leí el manuscrito La Taberna Fantástica de A. Sastre. Quiero decir que GESTO funcionaba como un lugar que centralizaba todo este tipo de informaciones y prestamismo. (165)
Probablemente la misma variedad de lecturas y sobre todo la progresiva implantación en Asturias a comienzos de los setenta de nuevos grupos políticos de procedencia marxista, pero de tendencias diferenciadas como maoístas, trotskistas, marxistas-leninistas... pusieron a los militantes de CRAS ante un panorama político diferente. A este factor hay que añadir la marcha de García Rúa de Gijón en 1971. Estos grupos, nuevos unos, otros escisiones del PCE, disponían ya de cierta implantación en el estado español e incluso conexiones internacionales, aparecían ante los ojos de los jóvenes militantes de CRAS con unos aparatos ideológicos, organizativos y unos programas de acción política de mayor envergadura o, lo que podía ser lo mismo, su organización les parecía más endeble según se constata en los testimonios que siguen, provenientes de militantes que luego siguieron itinerarios políticos muy dispares:
Si CRAS desapareció fue porque no tenía proyecto político de sí mismo. En los años 70 no tenía un programa democrático, lo que era tan común en otros partidos de izquierda; su programa era maximalista. En 1974, CRAS pudo haberse integrado en la corriente consejista del estado (OlC... etc.). (166)
Puede ser oportuna también la visión de otro militante aunque se refiera al conjunto de la vida de CRAS:
En el momento en que entré en CRAS no lo veía tan claro como lo veo ahora. El mero hecho de un puente entre marxismo y anarquismo era una cosa utópica del todo y máxime cuando la Unión Soviética estaba en su apogeo. En un momento en que todos miraben a la Unión Soviética. y creíen que la revolución mundial estaba en la Unión Soviética. Y ¡qué coño! los anarquistas..., si los estaban matando a todos en la Unión Soviética. Entonces él mismo no estaba muy claro y esa duda de Rúa la aprovechaba el PCE para fortalecerse. El esgrimía mucho a Pannekoek, a Rosa Luxemburgo... De principio era una forma de decir a los marxistas: “No sois enemigos nuestros y nosotros no somos enemigos vuestros”. No era el momento para una organización de aquel tipo. En aquel contexto histórico CRAS estaba destinado al fracaso. (167)
Ambos testimonios manifiestan la crisis de identidad política e ideológica que padecía el colectivo, que sin duda se agudizó hacia 1972 y en los meses siguientes. Coinciden también en que fueron gran parte de los más jóvenes, estudiantes en su mayoría, quienes se decantaron por la ideología marxista y, en consecuencia, plantearon el derecho a constituirse en tendencia en el seno de la organización:
Planteamos la necesidad de discutir el marxismo como método de análisis y además se nos negó el derecho a constituirnos en tendencia. Como consecuencia de ello, unos salieron para Bandera Roja (luego integrado en el PCE) y otros para OIC. Esta última organización creo que era la que mejor representaba la continuidad de CRAS y del POUM. (168)
Disponemos del documento de respuesta a la formulación del derecho a tendencia redactado por el mismo RÚA, cuando ya se hallaba fuera de Gijón donde reconoce el mentor de CRAS la legitimidad y necesidad del derecho a tendencia como elementos de enriquecimiento de la teoría revolucionaria. (169) Se siente además “honrado” del calificativo de “libertario” de que parece era objeto, se identifica con el concepto de libertad de Bakounin, pero restringe los ámbitos de las “tendencias” a la “matización y clara formulación de unas ideas dentro de principios generales” y sin que las críticas generadas pusieran en cuestión dichos principios. Rechaza enérgicamente la tendencia si buscara “el dominio político del grupo y la concentración de poder” y añadía si una “tendencia” incurría en tales objetivos debía extirparse.
Pero este documento se inscribía en el seno de un fuerte debate del que hemos podido acceder a otros. Uno, titulado “Introducción.- Programa político” (del que disponemos únicamente del texto correspondiente al “Programa político”), parece constituir un intento de identificación ideológica del grupo y una respuesta al estado de crisis en que sospechamos se hallaba sumido el colectivo o una parte de sus miembros.
La verdad es que, si éste era el propósito, sus aportaciones eran poco novedosas respecto de los iniciales documentos de “constitución” y “organización”. (170) Aunque al principio parece hacer una concesión a la terminología marxista-leninista al hablar de la dictadura del proletariado, viene a resultar que por tal entiende el ejercicio del poder por los consejos obreros, ejercicio democrático para la organización de la vanguardia revolucionaria y la gestión obrera plenamente democrática siguiendo una vez más el pensamiento de R. Luxemburgo. En otro momento, plantea la necesidad de evitar a los “tutores del proletariado” (los partidos que ejercían el centralismo democrático) lo cual ya había sido expuesto en Comunas. (171) Al centralismo democrático oponía la libertad de tendencia y la defensa de la “democracia objetiva” y el internacionalismo proletario como estrategia para asegurar el triunfo de la revolución en cada país y, empujando esta tesis hasta el final, llegaba a afirmar que “socialismo y nacionalismo” son incompatibles. En definitiva, unos planteamientos que representan una continuidad estricta de la línea de Comunas.
Además, en el escrito de respuesta a éste, que analizaremos más abajo (172), se rebaten otras afirmaciones que pudieran estar contenidas en esa “Introducción” de la carecemos. Parece ser que calificaba como “querellas personales” las diferencias entre Marx y Bakounin en el seno de la AIT. Valoración que guarda paralelismos evidentes con el documento de “Constitución” de CRAS (obra de Rúa) donde se habla de “reyerta Marx-Proudhon, separación Marx-Bakounin”. (173) Parece ser además que en dicha “Introducción” se objetaba al marxismo como “demasiado frío”, “demasiado científico”, “demasiado materialista”, expresiones citadas por sus detractores que parecen remitirnos también al “humanismo” contenido en el inicial documento de “constitución”. En suma, todo parece indicar que tanto la “Introducción” como el “Programa político” representaban la pura ortodoxia y el continuismo en aquella discusión sobre la identidad ideológica del grupo.
La respuesta se contiene en el ya aludido y titulado “Crítica al escrito Introducción- Programa político” del que parecen ser autores los miembros del “Comité de Formación”. Debemos destacar, para valorar adecuadamente las dimensiones de aquella confrontación ideológica en el seno de la organización que el órgano que firmaba era nada menos que el “Comité de Formación”, es decir, el órgano encargado de la formación teórica del grupo.
Su lectura muestra no solamente la erudición y plena identificación de sus autores con las lecturas marxistas y leninistas sino que, daban la vuelta a las argumentaciones que habían aparecido en Comunas, donde se había escrito que los partidos que practicaban el centralismo democrático lo hacían por su condición de “pequeño-burgueses”. En el documento se identificaba la ideología marxista como la ideología del proletariado y, por el contrario, se tachaba al anarquismo de “pequeño burgués”, “izquierdista” y “voluntarista”. La confrontación ideológica, por lo tanto debió de ser total y sin salida, puesto que el derecho a tendencia tampoco era posible, y en consecuencia, el conflicto se planteaba irreversible. Los disidentes tampoco eran homogéneos aunque les unía la atracción por el marxismo y el rechazo a las connivencias con el anarco sindicalismo. El debate final, y la ruptura, coincidió con una de las visitas de Rúa a Asturias:
(...) se produjo en el verano de 1974, en un lugar de la Cuenca, que no localizo con exactitud, una reunión plenaria en la que una tendencia pidió la definición marxista de la Organización. No hubo entendimiento. CRAS se silencia en Asturias. La tendencia libertaria decide trabajar sólo como CNT (a la que CRAS había accedido en 1969) y las otras tendencias buscan soluciones diferentes. (174)
En aquella reunión Rúa tuvo que enfrentarse a un sector (los que luego marcharían a “Bandera Roja”) que pedía explícitamente la definición de la organización como marxista leninista mientras otros sectores disidentes (por ejemplo los que luego pasaron a la OIC) (175) fueron menos beligerantes. Afirman algunos de los entonces discrepantes que incluso eran mayoría y podían haberse apropiado de la organización, pero lo cierto es que se produjo la ruptura y a continuación la dispersión de cuyo proceso disponemos de valoraciones dispares:
En cuanto a la disolución, sólo conozco el proceso de oídas porque yo estaba exiliada en aquel momento. La percepción que tengo es que Rúa sólo podía retener a la gente un tiempo corto, mientras maduraba, (el grupo estaba destinado a ser fluido constantemente) y en cuanto algunos de nosotros salimos, percibimos otra realidad y otra visión de las alternativas políticas. Porque, a la larga, aquella indefinición teórica, en la que no había sistema, ni método, no avanzaba y suponía una gran confusión frente a otras corrientes ya muy definidas. Cuando el planteamiento pro-marxista de los jóvenes, él sintió que CRAS era algo suyo y se lo iban a arrebatar. Sólo quedaron los que tenían unas referencias cristianas y algún otro que pasó a CNT.
En cuanto a por qué nuestra salida fue hacia el marxismo y no hacia el anarquismo, quizás se debió a la percepción y la visión de los partidos comunistas más fuertes teóricamente y que daban respuestas concretas. Se percibía que se necesitaba un modelo organizativo más fuerte que los Comités, es decir, un partido. (176)
Los jóvenes disidentes se dirigieron unos hacia organizaciones con ciertas afinidades con CRAS, como podía ser la Organización de la Izquierda Comunista (OIC), otros al grupo denominado Bandera Roja (BR) y otros, más veteranos y más fieles al pensamiento de García Rúa hacia CNT. Este último giro lo describió así un protagonista de aquel itinerario:
Continuando bajo la trayectoria libertaria, un grupo solicitaba en plena agonía franquista el revivir, mediante su ingreso en la organización más sufrida y reprimida en la guerra civil, no es de dudar que esa fuese la CNT.
Este grupo tenía tras de sí un pasado que se caracterizaba por su participación activa en el seno del movimiento obrero, participación ésta que aunque no se la puede denominar como anarco-sindicalista sí daba muestras de un sindicalismo revolucionario, que se extendía no sólo a nivel regional, sino también por alguna provincia, como Córdoba, bajo las siglas CRAS (Comuna Revolucionaria de Acción Socialista). CRAS fue uno de los primeros núcleos políticos que existieron en Gijón. Fue ésta la organización que junto con JOC o HOAC recogían en sus senos las inquietudes de una gran sector juvenil ansioso en participar en la vida política. Tras una educación política desarrollada bajo influencias libertarias, varios de estos jóvenes decidimos romper con la Organización para satisfacer de alguna manera nuestro infantilismo político-autoritario, el cual trajo como consecuencia el nacimiento en Gijón de Bandera Roja (BR) y Organización de Izquierda Comunista (OIC). Son algunos los compañeros que mantuvieron con vida a CRAS ante la influencia de nuevas organizaciones políticas. Llega, pues, el momento esperado, no sólo por los que sobrevivieron a la represión franquista, viejos compañeros cenetistas, sino también por la Organización CRAS; es así como tras una larga conversación en casa del compañero Aquilino Moral, los militantes “crasistas” solicitaban que se les reconociese desde aquel momento como militantes de la Confederación. El antiguo compañero cenetista celebró aquella solicitud diciendo que ya era hora de que los jóvenes se comprometiesen a abrir el camino de la CNT (sic). (177)
Aquella dispersión puso punto final a la vida de un colectivo rebelde en los días finales del franquismo, a cuyas peculiaridades y características hemos tratado de acercarnos con la convicción de que sus peculiaridades merecían su estudio y recuerdo. Las singularidades ideológicas y organizativas que hemos expuesto y analizado constituyen sin duda una contribución a la historia del pensamiento político alternativo y una aportación de elementos en el camino hacia la utopía.
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