Veleidades de acción violenta en CRAS
VELEIDADES DE ACCIÓN VIOLENTA EN CRAS
La visita de Franco a Gijón, el 6 de septiembre de 1971, dio origen al paso a la acción violenta por parte de algún miembro de CRAS. Las empresas comerciales de aparatos eléctricos “Mercurio” y “Electrogás” (ésta, filial de Hidroeléctrica del Cantábrico) habían colaborado en la preparación de los actos prestando sus medios de megafonía para llamar a los gijoneses a acudir al recibimiento del dictador.
Algunos jóvenes con vínculos, directos o indirectos, con CRAS decidieron que aquel colaboracionismo no debía quedar impune y en la noche del nueve al diez de septiembre de 1971 procedieron a la rotura de las lunas de los escaparates de los establecimientos. Repuestos los cristales al día siguiente, fueron nuevamente apedreados, añadiendo esta vez lanzamientos de botellas con pintura roja y negra. El control que la policía mantenía sobre los adversarios al régimen más propicios a este tipo de acciones debía de ser exhaustivo, pues en cuestión de horas, detuvo a tres jóvenes a los que acusó de los hechos.
Solamente uno de los tres detenidos —Bonifacio Ortiz— era militante de la organización y tanto Gerardo Sánchez como Jorge Vega negaron cualquier vínculo con CRAS. Los tres eran conocidos ya por la Brigada Político-Social del régimen franquista y resultaron condenados a diversas penas. (161)
De este tipo de acciones participaban por entonces en Gijón jóvenes de diversas procedencias políticas que, unas veces de forma orgánica, otras de manera espontánea, protagonizaban hechos de incipiente violencia. Se recuerda a este respecto el ataque con pintura al coche del rector de la Universidad de Oviedo con motivo de una conferencia hacia 1971 en el Ateneo Jovellanos sobre el Libro Blanco de la Educación o un aviso de falsa bomba en las instalaciones de la Feria de Muestras ante una visita ministerial, hechos que no tuvieron repercusión pública alguna porque se silenciaron.
En cualquier caso, se trataba de acciones aisladas y desvinculadas de la organización debido, en parte, a la oposición de García Rúa, que consideraba demasiado arriesgadas aquellas actividades. (162)
La visita de Franco a Gijón, el 6 de septiembre de 1971, dio origen al paso a la acción violenta por parte de algún miembro de CRAS. Las empresas comerciales de aparatos eléctricos “Mercurio” y “Electrogás” (ésta, filial de Hidroeléctrica del Cantábrico) habían colaborado en la preparación de los actos prestando sus medios de megafonía para llamar a los gijoneses a acudir al recibimiento del dictador.
Algunos jóvenes con vínculos, directos o indirectos, con CRAS decidieron que aquel colaboracionismo no debía quedar impune y en la noche del nueve al diez de septiembre de 1971 procedieron a la rotura de las lunas de los escaparates de los establecimientos. Repuestos los cristales al día siguiente, fueron nuevamente apedreados, añadiendo esta vez lanzamientos de botellas con pintura roja y negra. El control que la policía mantenía sobre los adversarios al régimen más propicios a este tipo de acciones debía de ser exhaustivo, pues en cuestión de horas, detuvo a tres jóvenes a los que acusó de los hechos.
Solamente uno de los tres detenidos —Bonifacio Ortiz— era militante de la organización y tanto Gerardo Sánchez como Jorge Vega negaron cualquier vínculo con CRAS. Los tres eran conocidos ya por la Brigada Político-Social del régimen franquista y resultaron condenados a diversas penas. (161)
De este tipo de acciones participaban por entonces en Gijón jóvenes de diversas procedencias políticas que, unas veces de forma orgánica, otras de manera espontánea, protagonizaban hechos de incipiente violencia. Se recuerda a este respecto el ataque con pintura al coche del rector de la Universidad de Oviedo con motivo de una conferencia hacia 1971 en el Ateneo Jovellanos sobre el Libro Blanco de la Educación o un aviso de falsa bomba en las instalaciones de la Feria de Muestras ante una visita ministerial, hechos que no tuvieron repercusión pública alguna porque se silenciaron.
En cualquier caso, se trataba de acciones aisladas y desvinculadas de la organización debido, en parte, a la oposición de García Rúa, que consideraba demasiado arriesgadas aquellas actividades. (162)
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