El cielu por asaltu

Recuperar la dignidá, recuperar la llucha. Documentos pa la hestoria del movimientu obreru y la clase obrera n'Asturies.

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martes, julio 25, 2006

Los sucesos revolucionarios en Gijón

La huelga general -Primeros sucesos

La Confederación Nacional del Trabajo goza, en Gijón, de indiscutible influencia. Jamás pudo tendencia alguna de carácter social o político disputarle el control del movimiento del Trabajo. Su Federación Local agrupó hasta octubre veintidós sindicatos, con un total de 13 a 14.000 miembros. Fue, y sigue siendo, la sede de la Regional de Asturias, León y Palencia.

Gijón es ciudad eminentemente proletaria, de tipo industrial, con predominio de la metalurgia. Oviedo es de tipo comercial y burocrático. La primera es la sede del anarcosindicalismo en Asturias. La segunda del socialismo. Madrid y Barcelona en pequeño.

Oviedo, en la revolución, adquiere excepcional relieve por la influencia de fuerzas revolucionarias que van a la capital de la región a batir, en sus reductos, a las tropas del gobierno. La importancia del anarquismo como elemento revolucionario y reconstructor hubiera sido formidable si a Gijón hubiese llegado la avalancha minera. Pero los obreros de Gijón, escasamente armados y sin munición, no pudieron sostenerse mucho tiempo frente a la enorme suma de fuerzas destacadas contra ellos. La caída de Gijón restringe el área de influencia del anarquismo a través de la rebelión asturiana.

La noche del 4 es de expectativa. Los comités de Gijón están reunidos conjuntamente con los delegados de la C.N.T. que integran el Comité de Alianza. Estos no saben si el movimiento se producirá o no. No es el Comité de Alianza quien determinó.1a fecha para lanzarse a la calle. El movimiento fue declarado desde Madrid. A las doce de la noche, los comités de la C.N.T. y delegados al de Alianza reciben de los delegados de la U.G.T. la consigna de iniciar la lucha a primeras horas del día 5. Se forma el Comité Revolucionario local, integrado totalmente por elementos de la organización confederal.

El día 5, por la mañana empieza la huelga general, que es absoluta al mediodía. Nada se mueve en la ciudad. La vida normal ha interrumpido sus palpitaciones. La excitación del proletariado es enorme. El entusiasmo lo desborda todo. En los grupos que se forman por las calles, numerosos y espesos, se discute con pasión.

El día 6 prosigue la huelga, intensa, unánime, pacífica. No obstante el proletariado está electrizado. En muchas poblaciones de Asturias se han librado y se están librando rudos combates con la fuerza pública.

¿Cómo hacer desembocar este entusiasmo en el hecho insurreccional? No hay armas, y un proletariado desarmado en masa inerte y ametrallable, frente al Estado formidablemente equipado para la lucha. Se esperaba una cantidad de fusiles y de municiones que no llegó. Las armas disponibles no pasan de sesenta fusiles y la cartuchería apenas alcanza a veinte tiros por arma. Lo que más abunda son las pistolas.

Se ha dicho que nuestros compañeros de Gijón pretendían que los socialistas les armasen, que habían descuidado la labor de preparación insurreccional, y que no era justo ni lógico que los elementos de la U. G. T. de otras zonas de Asturias se desposeyesen de sus armas en beneficio de la ciudad confederal. Si los elementos de Gijón esperaban armas con que entrar en batalla con alguna garantía de éxito, no es porque pretendiesen que el socialismo se despojase de ellas. Las organizaciones anarcosindicalistas habían entregado a los socialistas una determinada suma de dinero para que les fuese enviada una partida de fusiles con su correspondiente munición. De esta partida solamente llegaron las setenta armas largas que constituyeron el único caudal de lucha de la C.N.T. ¿Se perdió el resto en el asunto del alijo? La verdad es que los obreros cenetistas de Gijón no pensaban armarse a costa de los socialistas, y la espera de elementos de combate estaba plenamente justificada.

Durante los días 5 y ó se reparten manifiestos dirigidos a la población civil ya los soldados, planteando la excepcional situación política y social por que atraviesa España, e incitando, como única solución, a la rebeldía franca por la conquista de la nueva sociedad.

El día 5 por la noche había sido iniciada una acción de sabotaje, volando en algunos puntos las vías de los ferrocarriles Norte y Langreo y cortando las líneas telefónicas y telegráficas. Toda clase de circulación quedó impedida; só10 rodaban los vehículos al servicio del movimiento.

Es evidente ya el día 6, que hay que provocar la lucha ateniéndose al caso material disponible. Se organizan y equipan los grupos que han de actuar. A las doce de la noche entran éstos en acción. La fuerza pública, que prevé el choque inevitable, ocupa los puntos estratégicos de la ciudad, sobre todo los edificios altos, desde los que es posible enfilar las calles y dominar a distancia. Correos y Telefónica, además de los cuarteles, son los edificios mejor protegidos. Las torres de las iglesias han sido convertidas en atalayas y parapetos.

Los centros oficiales no pudieron ser atacados en esas condiciones y con tan escaso armamento. Una ametralladora que se poseía no pudo entrar en acción en ningún momento de la lucha, por falta de peines y balas.

De una a tres de la madrugada del 7, los grupos atacaron intensamente batiéndose con heroísmo. Fue un combate general en todo Gijón, ya que cada edificio alto era una trinchera de las fuerzas gubernamentales.

Los grupos se replegaron sobre las barriadas de Cimadevilla y El Llano. Se levantan barricadas en La Calzada, Ceares, Pumarín, etc. En Pumarín cortan la carretera que conduce a Oviedo. Se intenta un ataque a la Radio Emisora, que es rechazado con intenso fuego por la fuerza pública y por grupos de reaccionarios que se han parapetado en las casas de los alrededores y cooperan en la acción gubernamental. El grupo que llevó este ataque, frustrado su intento, se repliega a la barriada de El Llano, sumándose a los revolucionarios que actúan en este punto.

Cimadevilla, barriada de pescadores

Es Cimadevilla barrio de pescadores, situado en la loma del cerro Santa Catalina, que comunica con la ciudad sólo por medio de cuatro calles. Posición excelente para la defensa, pero verdadera ratonera en caso de fuga, ya que sus cuatro vías de comunicación pueden ser fácilmente controladas.

En esta barriada se hicieron fuertes algunos grupos de revolucionarios, que empezaron inmediatamente las tareas de fortificación y defensa. El vecindario prestó su colaboración entusiasta, facilitando los medios a su alcance para levantar las barricadas emplazadas en las calles de acceso al resto de la ciudad. Estas pobres defensas fueron construidas con material heterogéneo: piedras, maderas, colchones, etcétera.

¡Hacía falta estar poseídos de una confianza inmensa en la revolución para disponerse en tales barricadas y casi desarmados a resistir un cerco! Más aún, era preciso ser locamente temerarios para acordar e intentar, en esas condiciones, un ataque al Ayuntamiento, emplazado a un costado de las bocas de las barricadas. Pero son los gestos valientes los que hacen la Historia.

Para fortalecer su posición, los revolucionarios tomaron los siguientes edificios: palacio de los condes de Revillagigedo, convento de monjas y pabel1ón del Club de Regatas, únicos útiles para este fin.

El domingo 7, la fuerza pública inicia un recio ataque a las diez de la mañana, que dura tres horas .Las barricadas son sometidas a intenso fuego de fusil. Los revolucionarios contestan con algunas armas largas y con pistolas, procurando ahorrar la munición. La fuerza pública se bate en retirada ala una de la tarde, para repetir el ataque algunas horas después. Hay bajas de parte y parte. El segundo ataque es tan violento como el primero. Evidentemente, hay prisa en tomar la barriada. Pero los rebeldes resisten el asalto con ánimo imperturbable. La fuerza tiene nuevamente que batirse en retirada, fracasando en su plan de conquista.

Como ya hemos dicho, el Ayuntamiento está emplazado al pie de la barriada de Cimadevilla. Es un só1ido edificio que defienden, en ese momento, los carabineros, la Guardia de seguridad y municipal. El día 8 por la mañana, los grupos de Cimadevilla, emprenden el ataque. El combate dura largo rato. Al saltar de la barricada a los porches situados frente ala entrada del Ayuntamiento, uno de los revolucionarios es alcanzado por una bala y muere en el acto. La lucha declina al irse agotando la munición de los rebeldes.

El ataque al Ayuntamiento ha traído una grave complicación. El crucero Libertad ha llegado horas antes y es advertido de esta lucha. Desde alta mar, frente al cerro Santa Catalina, bombardea la barriada. Las granadas producen estragos en diversos edificios y siembran el pánico entre los habitantes de la barriada. Uno de los tiros de artillería desmocha la torre de la vieja iglesia de San Pedro y cae en el casco céntrico de la ciudad, alcanzando al Centro Obrero. Una parte del vecindario abandona la barriada.

Los defensores de las barricadas ya no tienen posibilidad de seguir resistiendo. En el ataque al Ayuntamiento han agotado casi toda la munición. Mientras el Libertad bombardea el barrio, la fuerza pública ha tomado las calles situadas frente a las barricadas .El vecindario sigue abandonando Cimadevilla. Los rebeldes corren el riesgo de quedar solos y desarmados.

Optan por mezclarse con los últimos vecinos, abandonando las barricadas.
Los habitantes de Cimadevilla avanzan frente a la fuerza pública con los brazos en alto. Nada justifica la salvaje agresión de que serán objeto. La guardia municipal abre repentinamente fuego contra la multitud, dejando sobre el pavimento dos muertos y tres heridos.

El Llano. -Los combates de Sotiello y Pinzales

Después de los ataques frustrados a los centros oficiales alas tres de la madrugada del día 7, empiezan a levantarse barricadas en la barriada popular de El Llano. Aquí se ha concentrado el grueso de los grupos armados. Aquí es donde más se resiste y donde se realiza el mayor esfuerzo por extender el movimiento y por dotarlo de formas concretas en el orden de la reconstrucción. Como en Cimadevilla, el primer acto de los insurrectos consiste en proclamar la abolición de la propiedad y del Estado y en socializar la producción y el consumo.

Las calles son rápidamente fortificadas con barricadas en los puntos estratégicos. En la barriada, constituida en comuna revolucionaria, las armas son sesenta fusiles además de las pistolas.

El domingo 7, a las dos de la tarde, desembarcan en el puerto de El Musel 600 hombres del 29 regimiento de Infantería del Ferrol. Por la carretera de El Musel, avanzan contra la barriada revolucionaria. Pero en la denominada La Calzada, un corto número de rebeldes, desde una trinchera, hace frente a la tropa con singular valentía. No miden el número ni el peligro. La columna contesta con terrible fuego graneado, y avanza apoyada por la fuerza pública, parapetada en los edificios. Al llegar a la Gran Vía, se divide en dos, con intención de realizar sobre El Llano un movimiento envolvente.

Se traba una lucha tenaz. Los rebeldes logran paralizar el avance, impidiendo que el movimiento de copo se efectúe. Las tropas han sufrido algunas bajas. Los revolucionarios se muestran avaros con las municiones. Se dispara únicamente sobre blanco seguro. Las tropas se repliegan hacia el centro de la población. Este primer éxito, obtenido contra fuerzas superiores y bien pertrechadas, multiplica el entusiasmo y el deseo de lucha.

Sobre el horizonte hace su aparición el primer avión del ejército. Con potente zumbido de abejorro evoluciona sobre las barricadas rebeldes en tren de reconocimiento, y se pierde nuevamente en el espacio. Es un mensajero de la guerra aérea que el Estado ha declarado a la columna asturiana.

El lunes por la mañana circula el rumor de que se ha producido una sublevación de marineros en el Libertad. Se precisa incluso el número de ellos que habrían desembarcado en El Musel. Serían setenta. De El Llano se destaca hacia aquel lugar un grupo de rebeldes. En el camino se les unen unos hombres y mujeres entusiasmados. La sublevación de los marinos sería el síntoma de que se resquebrajaban los puntales más firmes del Estado. ¡El triunfo! Bien pronto el pequeño grupo se transforma en una verdadera manifestación delirante.

El Musel está cerca. Lo de la insurrección de los marinos no es cosa segura. Hay que ser cautelosos, para no caer en una encerrona. El pequeño grupo de gente armada se separa de la multitud y se interna en el monte, en dirección al puerto. ¿Existió sublevación? Difícil determinarlo. Lo cierto es que la manifestación llegó entusiasta y confiada y fue recibida a balazos, practicándose numerosas detenciones de hombres y mujeres. El mismo grupo, en el que se encuentra José María Martínez, se informa de que las fuerzas de Infantería desembarcadas el domingo, y que han actuado contra las barricadas de El Llano, marchaban sobre Oviedo. Sin regresar a Gijón se resuelve dar alcance a esta columna y tratar de cerrarle el paso. Alcanzan a las tropas en Sotiello, sosteniendo reñido y desproporcionado combate la guerrilla revolucionaria y la columna de infantería. Momentáneamente, se logra el objetivo de cerrarle el paso.

Se emprende el regreso a El Llano, donde mientras tanto se había sostenido otro combate violento; Hacia las diez de la mañana, las fuerzas de la Guardia civil y de asalto iniciaron un ataque a las posiciones revolucionarias. Por la calle Manuel Azaña presionó la Guardia civil; por la Puerta de la Villa (carretera carbonera) actuaron los guardias de asalto. Unos y otros atacantes se vieron constantemente apoyados por el vivo fuego de la fusilería hecho sobre las barricadas por las fuerzas apostadas en los edificios altos cercanos a la barriada. El arrojo y decisión del proletariado triunfó una vez más sobre la disciplina mecánica de los esbirros del Estado.

Apenas llegado el grupo que en Sotiello ha contendido con la tropa, El Llano resiste a las tres de la tarde un nuevo ataque más intenso y sostenido que los anteriores. Las fuerzas de asalto avanzan parapetadas en camiones cargados de arena, y hacen marchar adelante con los brazos en alto, dos paisanos cogidos en el camino. Dos horas largas dura el asedio, sostenido con fuego de fusil y ametralladora y también este ataque es victoriosamente rechazado por los rebeldes.

El Comité Revolucionario recibe la noticia de que las fuerzas de infantería, obligadas momentáneamente a estacionarse en Sotiello, prosiguen su marcha sobre Oviedo. No se piensa en el peligro inminente que corren las barricadas. Nadie objeta que las armas son escasas y hay que concentrarlas en la defensa del reducto revolucionario. Sólo domina la idea de que aquella columna no debe llegar a Oviedo.

José María Martínez sale nuevamente al frente de un grupo de veinte hombres para dar alcance a la columna y hostigarla desde las lomas y barrancos que dominan la carretera. Es entonces cuando, ya cerrada la noche, llegan refuerzos de La Felguera. Uno de los camiones de fusileros y el blindado salen en seguimiento de la pequeña expedición, para engrosar su número y hacer frente a las tropas. En la madrugada del día siguiente se encuentran los de Gijón con los de La Felguera. José María y su pequeña guerrilla han llegado a través del monte, marchando toda la noche a marchas forzadas y aguantando una lluvia persistente. Pinzales es el escenario del desigual encuentro.

Los revolucionarios se despliegan en abanico por las faldas de los montes que dominan la carretera. El camión atacará de frente con ametralladora.

La columna avanza hacia Oviedo, cogiendo prisioneros a los pastores y campesinos que encuentra a lo largo del camino, y haciéndoles marchar delante para evitar nuevos ataques de los revolucionarios. El conocimiento de los accidentes del terreno y el valor suplen el número. La columna llega a un paraje muy accidentado. Arriba, en las lomas, aguardan los rebeldes. «¡Ahora!" y se inicia sorpresivamente nutrido fuego de fusilería. Se presiona sobre los flancos. De frente, la columna es contenida por la ametralladora del camión blindado, que no cesa de disparar .Pero se rompe el trípode que la sostiene. Es una ametralladora pesada de guerra. El revolucionario que la maneja la levanta con esfuerzo hercúleo a la altura del pecho, y sigue haciendo fuego sobre las fuerzas.

En la columna se produce un movimiento de desconcierto rápidamente reprimido. Después, los soldados se despliegan en guerrillas y abren a la vez fuego con fusiles y ametralladoras. Desde cada accidente del terreno, los hombres de Gijón y de La Felguera defienden sus posiciones, intentando frustrar el contraataque. Los montes son batidos con terrible fuego por la tropa, que después avanza en abanico para despegarlos de revolucionarios. Tres horas largas dura el combate. Los rebeldes se van replegando, aplastados por la enorme superioridad de los adversarios. La columna ha logrado, al fin, tomar las lomas. ¿Pero siguió su marcha hacia Oviedo? Seguramente, no. Las primeras tropas que llegan a la capital son las de López Ochoa, y esto ocurre el día 12. Necesariamente tenían que haber llegado antes las de Gijón, o por lo menos haberse encontrado con los de López Ochoa, al unirse las carreteras de Gijón y Avilés. Por otra parte, fuerzas del 29 regimiento de Infantería -seguramente las misma- intervinieron después en el ataque final a la barriada de El Llano. Puede darse como seguro el regreso de esta columna a Gijón, temerosa de ser constantemente hostigada, o de caer en emboscadas en cada curva de la carretera y accidentes del terreno.

La forma en que regresaron a Gijón los integrantes del grupo rebelde no es para narrarse. Sus .vestidos estaban completamente destrozados por la marcha a través del monte. Sólo jirones de tela cubrían los cuerpos de algunos de ellos. La fatiga les agobiaba. Pero estaban satisfechos de haber cumplido con aquel deber de solidaridad hacia sus compañeros de Oviedo.

Cimadevilla ha caído. El Llano es el foco de la rebelión. Contra esta barriada se organiza la ofensiva. En El Musel comienzan a concentrarse unidades de la escuadra. Al Libertad se agregan el Jaime I, el Almirante Cervera. Otro día más y llegan el Cervantes y los transportes Cabo Rocha y Cabo San Antonio.

El día 9 desembarcan fuerzas del Tercio, Regulares de África y Artillería. El Musel, puerto de Gijón, queda convertido en zona militar .Para dificultar el avance de estas fuerzas, se corta la carretera que une el puerto con la ciudad.

AGONÍA DE LA INSURRECCIÓN

El día 10, vuelan sobre las barricadas cuatro aviones en tren de observación. Es el preliminar del ataque en que actuarán todas las fuerzas desembarcadas y las de guarnición en la ciudad. Los aviones irán señalando los puntos por donde debe atacar la tropa para quebrar la resistencia de los rebeldes. Se inicia el ataque.

La batalla es francamente desproporcionada. Un gigante atacando a un pigmeo. Pero el pigmeo es valeroso, despliega una audacia extraordinaria. Las pistolas y los sesenta fusiles de los rebeldes funcionan sin cesar .Las municiones están casi agotadas .Los defensores de las barricadas establecen una pugna de heroísmos. En los puestos de mayor peligro, los militantes desafían a la muerte con audacia suprema.

En el ataque a la barriada intervinieron zapadores, marineros, fuerzas del regimiento 29 de Infantería, la Sexta bandera del Tercio, guardias civiles y de asalto y cinco aviones. En esta operación es utilizado por primera vez, con fines de guerra, un autogiro. No queda hueco ni bocacalle por donde no presione la tropa. Se combate en todas partes, simultáneamente; de frente y por los flancos; en Puerta de la Villa, en Pumarín, en Ceares. Las fuerzas, como en ocasiones anteriores, hacen marchar delante paisanos con los brazos en alto, para protegerse.

Como grandes pájaros de presa descienden los aviones trazando espirales. Ya a poca altura, rompen fuego de ametralladoras sobre las barricadas y demás posiciones ocupadas por los rebeldes, a la vez que orientan el movimiento envolvente de las fuerzas del Gobierno. El zumbido de las máquinas se confunde con el tableteo de las ametralladoras. Desde las barricadas, algunos contestan con tiros de fusil; un disparo, otro y otro, y un avión es colocado fuera de combate. Endereza hacia el mar, buscando un lugar donde caer. Los demás responden bombardeando las barricadas.

Las municiones terminan. Economía estricta. Dentro de poco no quedará ni un cartucho. Los asaltantes se van acercando a las bocas de las barricadas. Dentro de poco éstas habrán caído en manos de las tropas. Se está combatiendo desde las once de la mañana, y van a dar las tres y media de la tarde. Tan heroica resistencia hace suponer a los sitiadores que se encuentran ante una fuerza de consideración. Pero no es así, las bajas van mermando las filas de los rebeldes. Como en la defensa de Oviedo por el proletariado, se derrocha audacia a manos llenas. Cada uno se mantiene firme en su puesto de honor.

Por el sector donde ataca el Tercio, acaban de ser desalojadas dos casas ocupadas por los rebeldes, después de haber sido éstas semidestruidas con granadas de mano.
Por fin es preciso abandonar la barricada. Las barricadas están cayendo en poder de las tropas. Se agotan los últimos tiros de fusil. La insurrección agoniza en Gijón. A las tres y media de la tarde todo habrá terminado.

Una de las barricadas está a punto de ser copada con todos sus defensores. Se adelanta un voluntario:

«Poneos a salvo, camaradas, yo me quedo aquí resistiendo a las tropas».

Y solo queda en la carretera carbonera, frente al lavadero, tras las barricadas. No flaquea su inmenso coraje. Mientras sus compañeros se ponen a salvo, él paquea [*] a los asaltantes. Hay que contenerlos un minuto, dos minutos, el tiempo preciso para que los fugitivos se pierdan en las calles próximas. Ahora un tiro; otro después. Por allí avanza sigilosamente un soldado. Hace fuego. No tiembla su pulso. Llueven las balas a su alrededor. Algunas le alcanzan. Siguen haciendo fuego tras el muro de piedras. Se doblan sus rodillas; se le nubla la vista. Por fin el silencio sobre la barricada. Ya nadie contesta al fuego graneado de los soldados, que se lanzan al asalto. Del otro lado yace muerto su único, su heroico defensor. El jefe que manda la fuerza se descubre ante el cadáver, impresionado por este valor sereno y fuerte.

* Disparos aislados. El paqueo fue muy utilizado por las cabilas rifeñas para hostilizar a las tropas españolas. [N. de los Ed.]

En otra barricada de la misma carretera se produce otro gesto de heroísmo. Como en el caso anterior, el héroe anónimo, es un muchacho del pueblo en la flor de la juventud. Hay que abandonar la barricada antes de que sea demasiado tarde pero él se niega con resuelta firmeza. Inútil convencerlo. Queda solo, terriblemente solo ante el Tercio, que se lanza a un asalto a la bayoneta. Su arma, una pistola.

Medio minuto de tiempo, menos quizá. ¿Qué pensamientos se atropellan en su mente en ese instante supremo? Dispara su pistola. Ve a un sargento del Tercio a la cabeza de los atacantes. Hace ademán de rendirse. Se acerca el sargento y, rápido como una exhalación lo encañona a boca de jarro y le mata con su último proyectil. Cien bayonetas ensartan su cuerpo que queda ahí, horriblemente mutilado, pero provocando la admiración de los vencedores.

Durante el movimiento, el Comité Revolucionario mantuvo constante relación con Oviedo y La Felguera. El triunfo de Gijón hubiera sido de gran importancia para el movimiento general de Asturias. Copado Gijón por las fuerzas del ejército, la insurrección pudo ser vencida con mayor facilidad.

La ruta hacia Oviedo quedaba abierta por la parte más accesible. Una mejor racionalización de las energías revolucionarias disponibles hubiera facilitado quizá el triunfo del movimiento en la segunda ciudad asturiana. Pero mientras Oviedo absorbía la casi totalidad de las masas insurreccionadas, Gijón quedaba solo con sus pocos fusiles, condenado a ser aplastado por la inmensa superioridad numérica de las fuerzas del ejército. Caído Gijón, el Estado conquistaba una inmejorable base de operaciones contra la región insurreccionada. Una estrategia inteligente y bien coordinada hubiera aconsejado fa fortificación del poder revolucionario en este punto, cerrando el paso de las tropas hacia la capital, y facilitando la terminación de la conquista del cuartel Pelayo. Por las vías abiertas con la sumisión del Gijón rebelde, se desplomó sobre Oviedo la masa de rifeños y legionarios desembarcados en El Musel.

LA BREVE EXPERIENCIA COMUNISTA LIBERTARIA

En la barriada de El Llano se procedió a regularizar la vida de acuerdo con los postulados de la C.N.T.: socialización de la riqueza, abolición de la autoridad y el capitalismo. Fue una breve experiencia llena de interés, ya que los revolucionarios no dominaron la ciudad.

En la barriada sitiada, sujeta a constantes ataques, donde los rebeldes dormían abrazados a los fusiles en los intervalos de calma, tuvo el comunismo libertario espléndida y brillante iniciación.

Los revolucionarios tomaron el gran almacén de comestibles de Faustino Forcet el día 7 por la mañana. Se adueñó igualmente el Comité Revolucionario de todas las existencias de consumo para organizar el abastecimiento.

Se siguió un procedimiento parecido al de La Felguera. Para la organización del consumo se creó un Comité de Abastos, con delegados por calles, establecidos en las tiendas de comestibles, que controlaban el número de vecinos de cada calle y procedían a la distribución de los alimentos. Este control por calle permitía establecer con facilidad la cantidad de pan y de otros productos que se necesitaban. El Comité de Abastos llevaba el control general de las existencias disponibles, particularmente de la harina.

El Comité del Sindicato de Alimentación fue encargado de organizar la fabricación del pan. Formó con este fin un equipo de cincuenta y seis panaderos divididos en turnos, y previa confiscación de las panaderías necesarias, comenzó la producción para la barriada. El Comité de Abastos señalaba diariamente la cantidad que producir y facilitaba la harina necesaria. Para un control más exacto de los vecinos y una producción mejor ajustada a las necesidades de la población, el mismo Comité de Abastos dispuso un servicio de vehículos para repartir el pan a domicilio.

Cuando comenzó a escasear este producto en el resto de la ciudad, a causa de la huelga general, muchos vecinos se presentaron a la barriada revolucionaria rodeada de barricadas, y obtuvieron el pan sin más requisito que comprobar su calidad de obreros.

A todos, especialmente a las mujeres, se recomendaba escrupulosa administración en los hogares, a fin de que gastaran solamente lo indispensable; sentido de la economía que era preciso mantener para poder afrontar dificultades que en el orden del abastecimiento surgirían, mientras la revolución no se afirmase ampliamente. ¡No dilapidar! era la consigna del Comité de Abastos. En los muros se fijaban carteles para llevar al ánimo colectivo este criterio de honrada administración revolucionaria de todas las existencias.

Se organizó el intercambio con los campesinos de los contornos. Estos proveían de leche y otros productos a la barriada rebelde. A cambio recibían de los almacenes las mercaderías que necesitaban.

El abastecimiento de leche se realizó de una manera perfecta. Primero se atendían las necesidades de los enfermos, de los niños y de los ancianos. Después, las del resto del vecindario. Con el control establecido por calles, fácil resultaba realizar la distribución.

Los vehículos fueron todos requisados y únicamente se usaban por los revolucionarios, con fines de enlace, transporte y abastecimiento.

A los que niegan la capacidad organizadora del anarquismo brindamos este ejemplo. En el fugaz espacio de dos días se estableció y funcionó, con el acierto y seguridad de un sistema que tuviera tras de sí larga experiencia, la comuna libertaria de El Llano. Un chispazo en la noche, un rayo que rasga las tinieblas y alumbra, durante un segundo, el panorama magnífico. Anticipo de la sociedad del porvenir, bella y libre, que será conquistada por el esfuerzo fecundo del proletariado.

Dentro del recinto rodeado de barricadas, en la capilla evangelista, fue establecido por los rebeldes un Hospital de Sangre, que cumplió excelente servicios durante los sucesos. Cuando Gijón fue reconquistado por las tropas, muchos de los camaradas que lograron salvarse marcharon a La Felguera y Oviedo, a luchar hasta el fin.


Publicado en: El anarquismo en la insurrección de Asturias, Manuel Villar. Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid, 1994.

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