Aquilino Moral
El 16 de febrero de 1979 falleció en La Felguera (Asturias) nuestro compañero Aquilino Moral Menéndez, militante de la CNT y del POUM. Su entierro constituyó una impresionante manifestación de duelo, a la que se asociaron casi todas las organizaciones obreras de la región. Su féretro fue llevado a hombros por sus camaradas y amigos más íntimos desde su casa hasta el cementerio de Pando, donde Aquilino reposará para siempre.
Aquilino Moral tenía ya 85 años. Pero ni él ni nadie de los que convivían con él pensaban que el fatal desenlace pudiera producirse tan pronto... No hay aquí la menor paradoja. Aquilino era un hombre de una enorme vitalidad. Pese a sus años, había conservado una lucidez excepcional, una memoria prodigiosa y un entusiasmo que le envidiaban no pocos jóvenes.
La prensa asturiana ha destacado en diversas notas y artículos sus cualidades humanas, su significación sindical y política y su valor militante. La Voz de Asturias ha recordado que "semanas antes de su muerte, pegó pasquines y repartió octavillas y manifiestos a la salida de los turnos de Duro Felguera". El mismo periódico, en el que Aquilino colaboraba con artículos "mal hilvanados", según afirmaba sin pretensión alguna, ha dicho también que, enfermo en la cama, aprovechaba para dictar a una nieta suya el trabajo que sobre Melquíades Álvarez [el político republicano que, tras una evolución derechista, llegó a estar relacionado con el levantamiento militar del 17 de julio de 1936] y otras personas pensaba publicar en el Portafolio de San Pedro. En este álbum literario aparecía siempre con puntualidad su trabajo sobre el ayer felguerino. Y es que aquel ayer no se le había olvidado.
Aquilino Moral era un obrero de La Felguera, esa ciudad que tanto representa en la historia de las luchas sociales de España. Pertenecía a esa generación de militantes que se forjó en el potente movimiento obrero asturiano de los años 1915-1930. Un proletariado "profundamente reflexivo que detesta la aventura" pero que sabía mejor que nadie preparar y organizar las grandes batallas (huelga general de 1917, revolución de octubre de 1934, etc.), como analizó magistralmente Joaquín Maurín, al que, por cierto, Aquilino Moral, al igual que otros valiosos militantes astures, se sintió muy ligado durante largos años.
Es completamente imposible resumir en un breve artículo los rasgos más salientes de los setenta años de vida militante de Aquilino Moral. Pero si hay un periódico en el que se debe rendir homenaje especial a Aquilino, éste es, ante todo y sobre todo, La Batalla. En efecto, si bien nuestro entrañable compañero colaboró en numerosas publicaciones obreras a lo largo de su vida, su firma apareció con asombrosa regularidad en nuestro periódico desde el año 1922, es decir, desde su fundación. Y ahora podemos decir ya sin problemas que Aquilino Moral, utilizando el seudónimo de Mario Guzmán, fue el mejor y más fiel corresponsal de La Batalla en los años 1960-1972. Basta echar una ojeada a los números de nuestro periódico de aquellos años para darse cuenta de la valiosa contribución que nos aportó Aquilino y de todo cuanto hizo para popularizar las luchas de los trabajadores asturianos. Sin embargo, hay que añadir que Aquilino fue también el mejor organizador de la difusión de La Batalla, de Tribuna Socialista y de toda la literatura política del POUM en Asturias durante los últimos quince años de la dictadura franquista.
Durante estos quince años, por decisión del CE del POUM, tuve la suerte de mantener una relación muy estrecha con él. Nos escribíamos casi todas las semanas. Él era, en general, mucho más diligente que yo en la transmisión de informaciones y documentos. Estos días, pensando en él, he vuelto a leer algunas de sus cartas de los años duros con una intensa emoción. Ello me ha permitido revivir la huelga general asturiana de 1962, que tanto influyó en la evolución del movimiento obrero y del país, los demás conflictos y luchas de los años siguientes, la fundación y el desarrollo del FUSOA (uno de los organismos de solidaridad más eficaces que hubo por entonces en España y al que el POUM aportó, directa o indirectamente, una ayuda considerable); la creación, la lucha y la dispersión del CRAS (Comunas Revolucionarias de Acción Socialista), animado por Luis García Rúa, los avatares de Gesto de Gijón y la organización del comité de solidaridad y de lucha de Asturias. Aquilino intervino en todos estos organismos y en todas estas actividades con una constancia ejemplar. Al propio tiempo, fue secretario de la organización clandestina de la CNT y tuvo la suerte de presidir el primer mitin público de ésta que se celebró en España, en 1976, donde afirmó su fidelidad a la CNT y su condición de militante del POUM, cosas de las que siempre se había enorgullecido.
La prensa asturiana ha destacado sobre todo su calidad de militante sindicalista. Nosotros tenemos la obligación elemental de evocar que Aquilino Moral fue uno de los primeros militantes de Asturias que se solidarizaron con la oposición comunista de Maurín, que figuró entre los fundadores del Bloque Obrero y Campesino en esa región, junto con aquellos camaradas inolvidables que fueron Benjamín Escobar (principal responsable del célebre Sindicato Único de Mineros), Marcelino Magdalena, José Prieto y tantos otros. En 1935, cuando se fundó el POUM, Aquilino, Escobar, Magdalena, Prieto y Grossi coincidieron en la misma organización con Emilio García, Agustín Lafuente, Ignacio Iglesias y todos los compañeros procedentes de la Izquierda Comunista. Durante la Guerra Civil y la revolución, Aquilino, como todos, tuvo que hacer frente a las calumnias y a la represión estalinistas, de las que pudo protegerse por su militancia y su prestigio en la CNT. Encarcelado por los franquistas tras la caída de Asturias, fue a parar a la prisión de Burgos, donde permaneció hasta 1941. Liberado, fue uno de los primeros organizadores del movimiento obrero asturiano en los años más duros y sangrientos y no interrumpió jamás su actividad hasta su muerte.
Fuertemente preocupados por las consecuencias que podía tener su infatigable actividad, le hicimos venir a París tres o cuatro veces. Charlamos con él largamente sobre los problemas de Asturias; le incitamos a ser más prudente, pues nos angustiaba que, a su edad, pudiera ir de nuevo a la cárcel y ser objeto de los malos tratos policiales habituales en aquellos años. Cuando le dijimos que ciertas tareas eran más propias de los jóvenes que hombres como él, nos contestó, rotundo, que él "no era viejo". Nos asombró, como a todos, su memoria privilegiada. En una ocasión explicó con un lujo impresionante de detalles el desarrollo del célebre congreso de La Comedia, celebrado por la CNT en 1919 en Madrid, donde Aquilino conoció a Maurín, a David Rey y a Nin. Recordaba los nombres y apellidos de los principales delegados y hasta fragmentos de los discursos que habían pronunciado. Impresionados por ello, le incitamos a que escribiera sus memorias, cosa que hizo poco después. Pero por motivos sobre los cuales no queremos extendernos, tales memorias no se han publicado todavía.
En los últimos años, Aquilino Moral fue visitado por infinidad de profesores y estudiantes interesados por la historia del movimiento obrero. Todos obtuvieron de él informaciones de primera mano y todos salieron de su casa orgullosos de haber podido conocer a uno de los militantes más representativos de una generación extraordinaria del movimiento obrero asturiano.
Nosotros, sus camaradas, sus amigos de los días ingratos, le profesábamos un afecto difícil de explicar. Era, para todos, un ejemplo de voluntad, de combatividad, de generosidad y de coraje. La simple presencia de este obrero metalúrgico que se había forjado a través de largos años de lucha, constituía una especie de aliento permanente, de incitación a perseverar en medio de todas las dificultades y por encima de todos los abandonos. Su muerte ha sido un duro golpe para nosotros. Ya no volveremos a charlar con Aquilino. Mas nos queda el consuelo de que pudo ver el fin de la dictadura franquista y asistir al renacimiento del movimiento obrero. Y nos queda la lección de su vida, que fue una lucha constante, sin pausas ni treguas, por la emancipación de la clase obrera y la victoria del socialismo auténtico. Todos los que le conocieron saben que esto significa mucho. Pero nadie lo sabe tan bien como los que tuvimos la suerte de ser sus camaradas y sus amigos participando, de una forma u otra, en el combate admirable de su existencia ejemplar.
Wilebaldo Solano
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