Socialistas y católicos en Asturias
Presentación del libro Socialistas y católicos en Asturias
La obra que ostenta este título trata de la célebre y amistosa polémica que mantuvieron en su día el padre Gafo y el dirigente socialista Isidoro Acevedo, que fue después el representante de Asturias en la fundación del Partido Comunista de España. Agradezco a don Etelvino González, director de la entidad pedagógica que fue conocida históricamente como «Orfanato Minero», que tuviese la amabilidad de solicitarme un prólogo para su muy interesante libro. Con gran satisfacción le complací, ya que desde hace más de una década presido la Fundación Isidoro Acevedo constituida en su día en honor de tan relevante cuadro dirigente de la clase obrera asturiana.
Ya desde el principio de mi prólogo, quise valorar el extraordinario mérito del trabajo realizado por don Etelvino González. Su labor de investigación previa, tanto de ambos protagonistas de la polémica, como del contenido de ésta, así como del contexto histórico en que tuvo lugar la polémica, que fue de una gran minuciosidad y casi exhaustivo en cuanto a su amplitud y profundidad.
Una gran dificultad, con la que se tropezó Etelvino González, en su labor investigadora, es que no se conservan los números del periódico socialista Aurora Social, de Oviedo, en la que se desarrolló la polémica. De tal laguna material, se derivan algunas imprecisiones, que Etelvino González trató de reducir al mínimo, aportando muchos datos acerca de las fechas y titulares de tal publicación. Igualmente, transcribiendo un buen extracto de las valoraciones y comentarios que suscitó tan famosa polémica entre sus más relevantes contemporáneos.
El Marco Histórico: es asimismo excelente la descripción que Etelvino González realiza del marco histórico en que se desenvolvió la polémica que comentamos. Fue una etapa histórica marcada por el fuerte impacto que la Revolución Soviética causó en las sociedades europeas, tanto por sus acontecimientos históricos intrínsecos, como por la confrontación que creó entre la ya veterana Internacional Socialista (II Internacional) y la recién fundada Internacional Comunista, conocida internacionalmente como la III Internacional o Komintern. En España, ese impacto fue excepcionalmente agudo, por coincidir con una intensificación de la lucha de clases, que culminó con la Huelga General Revolucionaria desarrollada poco antes en forma de una confrontación entre el Gobierno vigente y los organizadores y seguidores de tan espectacular huelga. De tales acontecimientos nacionales e internacionales, se derivó el famoso Trienio Bolchevique (1918-1920) que Etelvino González estudia con gran rigor.
El autor del libro que estamos reseñando, sintetiza muy bien ese trienio, al precisar que «fueron tiempos de alta sensibilidad socialista, de crisis y debate a todo nivel. El atractivo de lo que acababa de suceder en Rusia, y las iniciativas para reproducirlo en los demás países, es la llamada de la III Internacional que, en un momento recibió cierto apoyo de un sector del denominado 'socialismo democrático' que se mueve entre el entusiasmo y el recelo, ante la implantación del marxismo soviético, sus posibilidades y riesgos».
Rerum Novarum: es también muy interesante, y como tal lo valoramos mucho, la descripción que Etelvino González realiza de las repercusiones que la publicación de la Encíclica «Rerum Novarum» tuvo en diversos círculos católicos y socialistas. En ese sentido, nos parece especialmente interesante la cita que hace de la carta que el socialista agrario Henry George dirigió al Papa y que tenía por título «Carta abierta al Papa León XIII en refutación de la Encíclica 'Rerum Novarum' sobre la cuestión obrera». Como socialista agrario, Henry George fue muy famoso en su época, ya que su socialismo era muy peculiar. Es significativo que, como precisa Etelvino González: «Henry George, en un tono muy respetuoso, con razonamientos que parten de una concepción cristiana del mundo, opone ocho negaciones a otras tantas razones del Papa, en torno a la propiedad privada de la tierra.»
Caracterización de ambos protagonistas: La caracterización que realiza Etelvino González es muy buena, tanto por reflejar sus rasgos principales, como por la equitativa y ponderada versión de la misma. Respecto a Isidoro Acevedo, como complemento de tan rigurosa caracterización, voy a profundizar más en su personalidad con algunos datos que tomo de un artículo que con el título de «Pablo Iglesias e Isidoro Acevedo» publiqué en el diario La Nueva España, con motivo del 75° aniversario del fallecimiento de Pablo Iglesias. Por su profesión, Isidoro Acevedo era linotipista. Al igual que en el caso de Pablo Iglesias, pertenecía al sector más culto de la clase obrera. Acevedo, que nació en Luanco en 1867, fue el organizador de los mineros del carbón de Asturias, de los metalúrgicos de Santander y de los mineros del hierro de Vizcaya. En el plano periodístico, dirigió los periódicos socialistas La Aurora Social, de Oviedo, La Voz del Pueblo, de Santander, y La lucha de clases, de Bilbao. De esta última ciudad fue, incluso, teniente de alcalde. Después de haber realizado una contribución destacadísima al desarrollo del PSOE, en la denominada «etapa heroica» del socialismo español, fue también presidente de la Federación Socialista Asturiana y, en 1921, y representó a Asturias en el Congreso fundacional del Partido Comunista de España. Además de innumerables artículos, Isidoro Acevedo publicó dos libros. El primero, una novela titulada Los topos, sobre la vida y trabajo de los mineros asturianos. El segundo, titulado Impresiones de un viaje a Rusia trata de un Congreso de la Comintern y del Congreso de la Internacional Sindical Roja. Posteriormente, en las décadas del 40 y del 50, también publicó trabajos históricos sobre la fundación de la UGT y la Huelga General de 1917. Además presidió la sección española del Socorro Rojo Internacional y falleció en Moscú en 1952.
La prolongada amistad entre Pablo Iglesias e Isidoro Acevedo, dio lugar a una amplia coincidencia en la que se cruzaron muchas cartas de ambos dirigentes obreros. Sobre tal base, se compuso el libro 100 cartas entre Pablo Iglesias a Isidoro Acevedo, que fue publicado inicialmente en la zona republicana de la Guerra Civil española, y reeditado en 1976 por la Editorial Hispamerca de Madrid. Su prologuista, Isidoro R. Mendieta, precisó: «La vida privada de Isidoro Acevedo, está en la vida del Partido Socialista hasta 1921. Está tan íntimamente ligada a la organización socialista, que es difícil señalar concretamente dónde empieza su vida particular y donde termina su vida de militante activo y de responsable del Partido. Pero la Revolución Rusa no había pasado en balde. Ni la creación de la III Internacional tampoco. Al seno del PSOE fueron las 21 condiciones de Moscú, Isidoro Acevedo, y con él Anguiano, Quejido, Perezagua, Virginia González y otros, defendieron la creación de la Internacional Comunista. Un Congreso extraordinario del PSOE lo aprobó, aunque con la condición de que se discutiese nuevamente, sobre la información que presentasen a su regreso de Rusia, Anguiano y Fernando de los Ríos. Este último se opuso al ingreso en la III Internacional, quedando así invalidado el ingreso acordado anteriormente.
La Escisión: «Se escindió el PSOE –dice en su prólogo R. Mendieta– y Acevedo, el viejo socialista, el que había forjado con Pablo Iglesias toda la vieja guardia socialista, aquella poderosa organización del Norte, marchó también de su Partido de siempre, con dolor en el alma y tristeza en lo más hondo de su ser. Alguien le recordó que el Partido Socialista temía mucho de su espíritu, y él convencido de la justeza de su posición replicó firme y sereno: «Si hoy nos separamos, algún día volveremos a unirnos». Tras esta amplia cita de Mendieta, finalizábamos nuestro artículo, deseando la unidad de la izquierda, pero siempre que no se desvirtúe tal izquierda, con aproximaciones al centro político con pretensiones electoralistas. Sin embargo, con ser ello relevante, no era la finalidad fundamental de nuestro prólogo.
Precedente de los diálogos cristiano-marxistas: En ese sentido, la perspectiva actual del debate en Asturias entre socialistas y católicos (I. Acevedo y el P. Gafo) es, en muchos aspectos, un precedente de los famosos diálogos entre cristianos y marxistas, que tanto auge alcanzaron en la década del 60 del siglo XX. Es obvio que el padre Gafo estuvo influenciado por la Escuela de católicos progresistas de Lovaina y por la tendencia demócrata-cristiana que había impulsado Luigi Sturzo, y continuado después de Gasperi.
Es obvio que a Isidoro Acevedo le resultó simpático el padre Gafo, porque este dominico preconizó siempre la unidad sindical de los obreros, cualesquiera que fueran sus concepciones religiosas o filosóficas. Ello primaba sobre tales concepciones ideológicas, y tanto más que en el caso de Isidoro Acevedo, su marxismo estaba influenciado por el positivismo de los científicos de la época. Suscita también nuestro interés, el extraordinario respecto personal con el que se desarrolló la controversia que llegó casi a extremos de amabilidad. No obstante, la pérdida de los números de La Aurora Social, en que se publicó la controversia, es posible seguirla en toda se extensión en la versión que Isidoro Acevedo proporciona de la misma en un apéndice de su libro Impresiones de un viaje a Rusia.
Sobrepasaría la finalidad de este prólogo, si nos detuviésemos a comentar las distintas etapas de tan célebre controversia. No obstante, no nos resistimos a citar como comienza Isidoro Acevedo, la transcripción de la Polémica en tal apéndice de su libro: «Los obreros deben ser todos morales, deben estar unidos y vivir fraternalmente en las fábricas y talleres», eso dice el fraile dominico, en su carta abierta. Y agrega a ello Isidoro Acevedo: «Por ese camino de la ética y de la disciplina interior y exterior, dirigida a los asociados, van ustedes derechos al triunfo que de otra forma no sería rápido y duradero.» ¿Qué misteriosa influencia habrá ganado el espíritu de este fraile –nos preguntamos, dice Isidoro Acevedo– al leer tan laudables manifestaciones que nos sorprendieron, claro está gratamente. ¿Sería que estos hombres –seguimos interrogándonos– se han convencido de que apartar de su organización a los trabajadores, es una insensatez y que la Iglesia Católica más pierde que gana fomentando el Amarillismo?, se pregunta Isidoro Acevedo.
Estas reflexiones de Isidoro Acevedo, nos han hecho recordar la ponencia que presentamos en el Congreso de Jóvenes Filósofos de 1995, celebrado en Oviedo. Tal ponencia, se titulaba «Perspectiva actual en el pensamiento marxista sobre Dios y la religión». El Congreso tenía por tema «Dios y la filosofía». En tal ponencia, expuse las concepciones sobre la religión tenían Marx y Engels, Lenin y otros autores marxistas. Me detuve especialmente sobre la exégesis de los textos marxistas acerca de los valores sociales del cristianismo, en los cuales figura la famosa frase, tantas veces sacadas fuera de contexto, «La Religión es el opio de los pueblos». En este texto, Marx y Engels elogian inicialmente a los profetas revolucionarios del Antiguo Testamento, que luchaban a favor de la emancipación de los pobres y humildes. Por el contrario, denunciaban la función alienante del cristianismo reaccionario, que trataban de apartar a las masas de la lucha por su emancipación social con el consuelo de un engañoso paraíso futuro en el que reinaría la igualdad después de la muerte. Además Engels comparaba, con razón, la lucha de los comunitas actuales con la lucha de los cristianos primitivos. Sólo me resta felicitar a don Etelvino González, por seleccionar el tema de su trabajo y la forma magistral con la que lo ha realizado.
Ya desde el principio de mi prólogo, quise valorar el extraordinario mérito del trabajo realizado por don Etelvino González. Su labor de investigación previa, tanto de ambos protagonistas de la polémica, como del contenido de ésta, así como del contexto histórico en que tuvo lugar la polémica, que fue de una gran minuciosidad y casi exhaustivo en cuanto a su amplitud y profundidad.
Una gran dificultad, con la que se tropezó Etelvino González, en su labor investigadora, es que no se conservan los números del periódico socialista Aurora Social, de Oviedo, en la que se desarrolló la polémica. De tal laguna material, se derivan algunas imprecisiones, que Etelvino González trató de reducir al mínimo, aportando muchos datos acerca de las fechas y titulares de tal publicación. Igualmente, transcribiendo un buen extracto de las valoraciones y comentarios que suscitó tan famosa polémica entre sus más relevantes contemporáneos.
El Marco Histórico: es asimismo excelente la descripción que Etelvino González realiza del marco histórico en que se desenvolvió la polémica que comentamos. Fue una etapa histórica marcada por el fuerte impacto que la Revolución Soviética causó en las sociedades europeas, tanto por sus acontecimientos históricos intrínsecos, como por la confrontación que creó entre la ya veterana Internacional Socialista (II Internacional) y la recién fundada Internacional Comunista, conocida internacionalmente como la III Internacional o Komintern. En España, ese impacto fue excepcionalmente agudo, por coincidir con una intensificación de la lucha de clases, que culminó con la Huelga General Revolucionaria desarrollada poco antes en forma de una confrontación entre el Gobierno vigente y los organizadores y seguidores de tan espectacular huelga. De tales acontecimientos nacionales e internacionales, se derivó el famoso Trienio Bolchevique (1918-1920) que Etelvino González estudia con gran rigor.
El autor del libro que estamos reseñando, sintetiza muy bien ese trienio, al precisar que «fueron tiempos de alta sensibilidad socialista, de crisis y debate a todo nivel. El atractivo de lo que acababa de suceder en Rusia, y las iniciativas para reproducirlo en los demás países, es la llamada de la III Internacional que, en un momento recibió cierto apoyo de un sector del denominado 'socialismo democrático' que se mueve entre el entusiasmo y el recelo, ante la implantación del marxismo soviético, sus posibilidades y riesgos».
Rerum Novarum: es también muy interesante, y como tal lo valoramos mucho, la descripción que Etelvino González realiza de las repercusiones que la publicación de la Encíclica «Rerum Novarum» tuvo en diversos círculos católicos y socialistas. En ese sentido, nos parece especialmente interesante la cita que hace de la carta que el socialista agrario Henry George dirigió al Papa y que tenía por título «Carta abierta al Papa León XIII en refutación de la Encíclica 'Rerum Novarum' sobre la cuestión obrera». Como socialista agrario, Henry George fue muy famoso en su época, ya que su socialismo era muy peculiar. Es significativo que, como precisa Etelvino González: «Henry George, en un tono muy respetuoso, con razonamientos que parten de una concepción cristiana del mundo, opone ocho negaciones a otras tantas razones del Papa, en torno a la propiedad privada de la tierra.»
Caracterización de ambos protagonistas: La caracterización que realiza Etelvino González es muy buena, tanto por reflejar sus rasgos principales, como por la equitativa y ponderada versión de la misma. Respecto a Isidoro Acevedo, como complemento de tan rigurosa caracterización, voy a profundizar más en su personalidad con algunos datos que tomo de un artículo que con el título de «Pablo Iglesias e Isidoro Acevedo» publiqué en el diario La Nueva España, con motivo del 75° aniversario del fallecimiento de Pablo Iglesias. Por su profesión, Isidoro Acevedo era linotipista. Al igual que en el caso de Pablo Iglesias, pertenecía al sector más culto de la clase obrera. Acevedo, que nació en Luanco en 1867, fue el organizador de los mineros del carbón de Asturias, de los metalúrgicos de Santander y de los mineros del hierro de Vizcaya. En el plano periodístico, dirigió los periódicos socialistas La Aurora Social, de Oviedo, La Voz del Pueblo, de Santander, y La lucha de clases, de Bilbao. De esta última ciudad fue, incluso, teniente de alcalde. Después de haber realizado una contribución destacadísima al desarrollo del PSOE, en la denominada «etapa heroica» del socialismo español, fue también presidente de la Federación Socialista Asturiana y, en 1921, y representó a Asturias en el Congreso fundacional del Partido Comunista de España. Además de innumerables artículos, Isidoro Acevedo publicó dos libros. El primero, una novela titulada Los topos, sobre la vida y trabajo de los mineros asturianos. El segundo, titulado Impresiones de un viaje a Rusia trata de un Congreso de la Comintern y del Congreso de la Internacional Sindical Roja. Posteriormente, en las décadas del 40 y del 50, también publicó trabajos históricos sobre la fundación de la UGT y la Huelga General de 1917. Además presidió la sección española del Socorro Rojo Internacional y falleció en Moscú en 1952.
La prolongada amistad entre Pablo Iglesias e Isidoro Acevedo, dio lugar a una amplia coincidencia en la que se cruzaron muchas cartas de ambos dirigentes obreros. Sobre tal base, se compuso el libro 100 cartas entre Pablo Iglesias a Isidoro Acevedo, que fue publicado inicialmente en la zona republicana de la Guerra Civil española, y reeditado en 1976 por la Editorial Hispamerca de Madrid. Su prologuista, Isidoro R. Mendieta, precisó: «La vida privada de Isidoro Acevedo, está en la vida del Partido Socialista hasta 1921. Está tan íntimamente ligada a la organización socialista, que es difícil señalar concretamente dónde empieza su vida particular y donde termina su vida de militante activo y de responsable del Partido. Pero la Revolución Rusa no había pasado en balde. Ni la creación de la III Internacional tampoco. Al seno del PSOE fueron las 21 condiciones de Moscú, Isidoro Acevedo, y con él Anguiano, Quejido, Perezagua, Virginia González y otros, defendieron la creación de la Internacional Comunista. Un Congreso extraordinario del PSOE lo aprobó, aunque con la condición de que se discutiese nuevamente, sobre la información que presentasen a su regreso de Rusia, Anguiano y Fernando de los Ríos. Este último se opuso al ingreso en la III Internacional, quedando así invalidado el ingreso acordado anteriormente.
La Escisión: «Se escindió el PSOE –dice en su prólogo R. Mendieta– y Acevedo, el viejo socialista, el que había forjado con Pablo Iglesias toda la vieja guardia socialista, aquella poderosa organización del Norte, marchó también de su Partido de siempre, con dolor en el alma y tristeza en lo más hondo de su ser. Alguien le recordó que el Partido Socialista temía mucho de su espíritu, y él convencido de la justeza de su posición replicó firme y sereno: «Si hoy nos separamos, algún día volveremos a unirnos». Tras esta amplia cita de Mendieta, finalizábamos nuestro artículo, deseando la unidad de la izquierda, pero siempre que no se desvirtúe tal izquierda, con aproximaciones al centro político con pretensiones electoralistas. Sin embargo, con ser ello relevante, no era la finalidad fundamental de nuestro prólogo.
Precedente de los diálogos cristiano-marxistas: En ese sentido, la perspectiva actual del debate en Asturias entre socialistas y católicos (I. Acevedo y el P. Gafo) es, en muchos aspectos, un precedente de los famosos diálogos entre cristianos y marxistas, que tanto auge alcanzaron en la década del 60 del siglo XX. Es obvio que el padre Gafo estuvo influenciado por la Escuela de católicos progresistas de Lovaina y por la tendencia demócrata-cristiana que había impulsado Luigi Sturzo, y continuado después de Gasperi.
Es obvio que a Isidoro Acevedo le resultó simpático el padre Gafo, porque este dominico preconizó siempre la unidad sindical de los obreros, cualesquiera que fueran sus concepciones religiosas o filosóficas. Ello primaba sobre tales concepciones ideológicas, y tanto más que en el caso de Isidoro Acevedo, su marxismo estaba influenciado por el positivismo de los científicos de la época. Suscita también nuestro interés, el extraordinario respecto personal con el que se desarrolló la controversia que llegó casi a extremos de amabilidad. No obstante, la pérdida de los números de La Aurora Social, en que se publicó la controversia, es posible seguirla en toda se extensión en la versión que Isidoro Acevedo proporciona de la misma en un apéndice de su libro Impresiones de un viaje a Rusia.
Sobrepasaría la finalidad de este prólogo, si nos detuviésemos a comentar las distintas etapas de tan célebre controversia. No obstante, no nos resistimos a citar como comienza Isidoro Acevedo, la transcripción de la Polémica en tal apéndice de su libro: «Los obreros deben ser todos morales, deben estar unidos y vivir fraternalmente en las fábricas y talleres», eso dice el fraile dominico, en su carta abierta. Y agrega a ello Isidoro Acevedo: «Por ese camino de la ética y de la disciplina interior y exterior, dirigida a los asociados, van ustedes derechos al triunfo que de otra forma no sería rápido y duradero.» ¿Qué misteriosa influencia habrá ganado el espíritu de este fraile –nos preguntamos, dice Isidoro Acevedo– al leer tan laudables manifestaciones que nos sorprendieron, claro está gratamente. ¿Sería que estos hombres –seguimos interrogándonos– se han convencido de que apartar de su organización a los trabajadores, es una insensatez y que la Iglesia Católica más pierde que gana fomentando el Amarillismo?, se pregunta Isidoro Acevedo.
Estas reflexiones de Isidoro Acevedo, nos han hecho recordar la ponencia que presentamos en el Congreso de Jóvenes Filósofos de 1995, celebrado en Oviedo. Tal ponencia, se titulaba «Perspectiva actual en el pensamiento marxista sobre Dios y la religión». El Congreso tenía por tema «Dios y la filosofía». En tal ponencia, expuse las concepciones sobre la religión tenían Marx y Engels, Lenin y otros autores marxistas. Me detuve especialmente sobre la exégesis de los textos marxistas acerca de los valores sociales del cristianismo, en los cuales figura la famosa frase, tantas veces sacadas fuera de contexto, «La Religión es el opio de los pueblos». En este texto, Marx y Engels elogian inicialmente a los profetas revolucionarios del Antiguo Testamento, que luchaban a favor de la emancipación de los pobres y humildes. Por el contrario, denunciaban la función alienante del cristianismo reaccionario, que trataban de apartar a las masas de la lucha por su emancipación social con el consuelo de un engañoso paraíso futuro en el que reinaría la igualdad después de la muerte. Además Engels comparaba, con razón, la lucha de los comunitas actuales con la lucha de los cristianos primitivos. Sólo me resta felicitar a don Etelvino González, por seleccionar el tema de su trabajo y la forma magistral con la que lo ha realizado.
José María Laso Prieto
Publicado en: El Catoblepas, nº47 (enero 2006), pág. 6.
Fuente: El Catoblepas.
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