En recuerdo de... Manuel Zapico
El Asturiano
El guerrillero que nunca regresó
TEXTO: LORENA PÉREZ
FOTOS: ARCHIVO / MARCOS LEÓN
“El Asturiano” nunca volvió. Manuel Zapico pasó la primera parte de su vida luchando en la guerrilla leonesa y la otra parte curando las heridas en París, donde volvió a empezar su vida y donde la acabó el pasado 28 de agosto.
Nació en la Fresnosa, Langreo, en 1926, en el seno de una familia minera y republicana. Vivió con la guerra desde muy pequeño. Su padre luchó contra los nacionales durante la guerra y siguió combatiendo tras ella. Después lo detuvieron y lo llevaron a Francia. Ahí se pierde su pista. Quizá su final estuvo en algún campo de concentración alemán. No se sabe. Probablemente este hecho marcó la vida y el carácter de “El Asturiano”, que comenzó muy joven a colaborar con la guerrilla. Con sólo quince años, ya trabajaba en la mina y tenía perfectamente organizado su trabajo clandestino y su militancia en el Partido Comunista.
Corría el año 1946, Manuel se había casado con Rosa González Palacio, una joven de La Nueva, Langreo, y tenía una hija de nueve meses, Olvido Zapico González. En esos momentos, la Policía ya le seguía los pasos. Junto con su paisano Fermín Gutiérrez, “Segura”, se fue al Bierzo a buscar trabajo para poder sacar a su familia adelante. Fue allí donde se dio cuenta de que no había marcha atrás: su destino estaba marcado, y ese destino era unirse a los guerrilleros.
Gracias a la red de información de las guerrillas, se pudo poner en contacto con otros asturianos, Marcelino Fernández Villanueva “El Gafas”, los hermanos Ríos y los hermanos Morán, que pertenecían la Federación de Guerrillas de León y Galicia, fundada en abril de 1942, y compuesta por guerrilleros de distintas ideologías: comunistas, anarquistas y socialistas. Zapico se une a la partida de Guillermo Morán, comunista, y siguen luchando escondidos en los montes del Bierzo, en la frontera entre Galicia, Asturias y León, para defender sus ideas políticas y mantenerse vivos.
El régimen de Franco se hace cada vez más poderoso. Hacia 1948 existen dos estrategias dentro de la Federación, que estaba pasando por un momento muy crítico: por un lado los socialistas y la CNT eran partidarios de abandonar la lucha armada, y por otro los comunistas querían continuar con la guerrilla. En 1949 una emboscada en Chavaga, cerca de Monforte de Lemos (Galicia), hizo caer a casi toda la guerrilla. Zapico es uno de los pocos que se salvan, pero tiene que seguir huyendo e integrarse de nuevo en el movimiento guerrillero.
Es entonces cuando conoce al maquis por excelencia del Bierzo, Manuel Girón Bazán, “Girón”. Con él y con sus compañeros Pedro Juan Méndez, “Jalisco”, Francisco Martínez López “Quico”, aún vivos, y Silverio Yebra Granja, “El Atravesado”, vivirá su última etapa de guerrillero en los montes leoneses con un solo objetivo: sobrevivir. La lucha contra el régimen franquista ya no tenía sentido militar ni estratégico. El único motivo por el cual seguían en los montes escondidos era porque no podían volver a sus casas.
El asesinato de “Girón” supuso el fin de la aventura. La muerte le sorprendió el 2 de mayo, en Molinaseca (León). Había estado unos días solo en su pueblo, Barrios de Salas; sus cuatro compañeros habían salido porque “El Asturiano” no se sentía bien y tenía que ver a un médico. En un principio se habían citado para volver a reunirse y continuar luchando el día 2, cerca de Molinaseca, pero sus compañeros le enviaron una estafeta clandestina retrasando el encuentro. Fue muy tarde. La estafeta no le llegó a “Girón” y éste fue al encuentro con sus compañeros; pero le esperaba José Rodríguez Cañueto, un infiltrado de la Guardia Civil que acabó con su vida de un balazo en la nuca. Pasaron 20 días hasta que la Policía anunció la muerte del guerrillero. “Estaba esperando a que nosotros fuéramos a encontrarnos con Girón y, así, matarnos a todos, pero la estrategia no funcionó”, explica Francisco Martínez, “Quico”, uno de los compañeros que lucharon con “Girón” y Zapico.
Con la muerte de “Girón” se fueron, para quiénes le conocían, las ganas de seguir luchando: la única salida era el exilio.
En septiembre de ese mismo año, “El Asturiano” y sus compañeros comienzan la huida hacia Francia. En tren, a pie... hasta que llegan a la frontera. Allí, los cuatro amigos se entregan a la Policía francesa y ésta les da dos opciones: o se alistan en la Legión o regresan a España. Pero gracias a gestiones que llevan a cabo con periodistas franceses y a la presión que los medios de comunicación ejercieron sobre las autoridades, consiguen quedar en libertad y ser reconocidos como refugiados políticos españoles.
Así comienzan una nueva vida, lejos del pánico y del horror que habían sufrido en España. Algunos, como es el caso de Zapico, nunca volverían a vivir en su tierra, aunque sí la conocieron en democracia.
UN HOMBRE, DOS FAMILIAS UNIDAS
Sentadas en su casa de Gijón, Rosa González y su hija, Olvido Zapico, recuerdan a “El Asturiano”.
“Me casé con él con sólo 18 años, en Ciaño, Langreo, y en seguida tuve a Olvido. Cuando sólo tenía nueve meses, se fue al Bierzo a trabajar, y hasta 1957 no le volví a ver”, recuerda su primera mujer.
Durante esos años, y algunos más, Rosa no pudo vivir tranquila. “Al ser la mujer de un fugado, la Guardia Civil también nos perseguía a nosotras. A las mujeres y a otros familiares de los fugitivos. A mí me encarcelaron sin hacer nada”, continúa Rosa González.
Se refiere a un episodio que nunca ha podido olvidar.
“Creo que fue sobre 1949: me sacaron de mi casa, en La Nueva, y me trajeron al cuartel de la Guardia Civil de Los Campos, aquí, en Gijón. Pasé tres días enteros aquí, simplemente por ser la mujer de Manolo. Habían encarcelado también a más vecinos míos y por lo mismo, por ser familiares de otros fugados. Al cabo de esos tres días nos sacaron esposados del cuartel y nos llevaron al tren para trasladarnos a la cárcel de Oviedo. Como estábamos esposadas, era muy difícil subirse a los vagones y la Guardia Civil nos ayudó. Pasé tres meses en la cárcel. No nos pudieron procesar porque no tenían motivos. Me dejaron libre y volví a mi casa con mi madre y mi hija”, continúa recordando Rosa.
Fueron los años más duros de su vida. El único contacto que tenía con él era a través de cartas, firmadas en Camponaraya, pueblo berciano, en la provincia de León. “Me contaba que tenía miedo, pero que algún día la situación cambiaría. Entonces volvería a casa y al fin su hija tendría un padre. Pero eso nunca pasó”, relata.
“En 1951 pasó a Francia. Desde allí seguía escribiéndome cartas, incluso cuando ya tenía rehecha su vida y ya tenía un hijo de 2 años continuaba escribiéndome. Tuve que enterarme por un amigo de que tenía familia en París. Le vio en una manifestación llevando un carrito con un niño. Luego me escribió por última vez explicándome lo que había pasado. Nos exculpaba a los dos, culpaba al destino y me aconsejaba que rehiciera mi vida. Así lo hice; aunque mi hija siguió manteniendo contacto con él, yo conocí a otro hombre y tuve otros dos hijos”, comenta orgullosa la primera mujer de “El Asturiano”.
Su hija, Olvido Zapico, conoció a su padre a los 11 años: “Cuando yo tenía nueve meses mi padre se tuvo que ir fuera a buscar trabajo para llevar dinero a casa y nunca volvió. Tuvo que esconderse en el monte. A mí siempre me han contado esa historia”.
Rosa González, primera mujer de ''El Asturiano'' y Olvido Zapico, su hija, en su casa de Gijón.
Olvido recuerda entre nebulosas aquel primer encuentro. Fue en 1957: “No teníamos dinero, pero decidimos ir a verle. Estuvimos en París, unos días, en casa de unos amigos, y le vi un par de veces. La verdad es que casi no me acuerdo porque era muy pequeña”.
Tras la muerte de Franco, los refugiados políticos tenían libertad para regresar a España. Zapico nunca quiso volver a vivir a su tierra, tenía su vida hecha en París, pero hizo varios viajes para reencontrarse con amigos y familiares. “Vino varias veces a Asturias y venía a verme. La relación empezó a ser más fluida y en los últimos años era muy buena”, explica su hija.
Olvido tiene una gran familia con la que se lleva muy bien. Su madre, Rosa, se volvió a casar y tuvo hijos. Por parte de su padre le queda una hermana en Francia con la que tiene una muy buena relación.
“Mi madre nunca me ha quitado de ver a mi padre, y a medida que fui creciendo y él pudo venir a visitarnos, se fue estrechando la relación. Ahora me llevo muy bien con toda la familia: la segunda mujer de mi padre, Yvonne, estuvo con él aquí varias veces. Tuvieron dos hijos. El chico se mató en un accidente de tráfico, a los 22 años, y con mi hermana Katerina y sus dos hijas también me llevo muy bien. Mis hijos, Benjamín, que se murió, y José Manuel, que me acompañó el otro día al entierro, también disfrutaron de su abuelo, al igual que mi nieto, Daniel.”
Nicanor Rozada y Manuel Zapico, en el cementerio de Potes (Cantabria). Posan junto a la tumba de “Juanín”, otro guerrillero, al que homenajearon el 22 de octubre de 2001.
LA COMPLICIDAD QUE CREA EL MIEDO
“Se me fue un gran amigo y el padrino de mi hija”, explicaba ayer desde Madrid Francisco Martínez López, “Quico”, uno de los guerrilleros leoneses que lucharon hasta el fina con Manolo, como llama a su amigo.
“Quico” se convirtió en enlace y punto de apoyo cuando era muy joven. En 1947 la Policía le seguía la pista y tuvo que huir al monte en la zona del Bierzo. Allí pasó a formar parte de la Federación de Guerrillas León-Galicia y conoció a Zapico, “El Asturiano”. Cuando la Federación deja de funcionar, se une, junto con otros guerrilleros, Pedro Juan Méndez, “Jalisco”, Silverio Yebra Granja, “El Atravesado” y “El Asturiano”, a la partida de Manuel Girón Bazán, apodado “Girón”, el guerrillero por excelencia del Bierzo.
De sus años de lucha en común con Zapico tiene muchos recuerdos, aunque no todos agradables; pero admite que fueron esos momentos de miedo y desesperación los que más les acercaron: “Cuánto más se cerraba el cerco policial sobre nosotros, más nos uníamos. Éramos uno.”
“Quico” y sus compañeros huyeron a Francia juntos, en 1951, tras la muerte de “Girón”. Su amistad se hizo más fuerte en el exilio: “Con Manolo tenía una gran complicidad, teníamos muchas cosas en común. Era una persona muy jovial y alegre, era el cantarín del grupo, estaba siempre cantando y no lo hacía mal”, comenta “Quico”, y continúa: “Era un luchador. Desde que entramos en la AGE, “Archivo, Guerra y Exilio”, hemos luchado para que no se nos tenga por bandoleros: fuimos soldados de la República que luchamos por defender lo que la mayoría de los españoles había votado en julio de 1936. En 1999 llevamos un proyecto no de ley al Parlamento que señalaba tres puntos: que se nos reconociera como soldados de la República, que nos dieran ciertos derechos sociales, y también solicitamos que se cree un archivo nacional que recoja todos los elementos de la represión franquista. El Gobierno popular sólo reconoció el primer punto. Queda mucho por hacer. El día antes de la muerte de Manolo hablé con él y me lo recordó: “Espero que el combate siga adelante y que los que quedáis nos representéis como hasta ahora”. El sabía que iba a morir, tenía una enfermedad en la sangre”, concluye emocionado.
Nicanor Rozada también sigue luchando desde AGE, para que se reconozcan sus derechos. Él fue enlace desde los 9 años: “Utilizaban a los niños porque pasaban más desapercibidos”.
En algunas ocasiones trabajó con Zapico, pero “fue en los últimos años cuando más relación tuvimos. Desde 1998 ambos tuvimos una relación muy estrecha con AGE. Se fue un amigo entrañable. Hemos luchado toda la vida por las mismas causas y eso une mucho. A veces, más que amigos, sientes que son hermanos.”
De izquierda a derecha, Manuel Zapico, “El Asturiano”; Pedro Juan Méndez, “Jalisco”; Francisco Martínez López, “Quico”; y Silverio Yebra Granja, “El Atravesado”, cuatro de los guerrilleros que operaron en el Bierzo. La fotografía está tomada en Francia y, aunque no tiene fecha fija, data, probablemente, de principios de los años cincuenta.
Fuente: La Nueva España, diciembre de 2004.
Digitalización: El cielu por asaltu.
Etiquetas: En recuerdo de...
1 Comments:
Me ha encantado este homenaje, un gran hombre que se fue, la gente que hemos tenido el honor de conocerlo no lo olvidaremos nunca.
un saludo!
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