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sábado, julio 11, 2009

Despedida anarquista a Ramón Álvarez Palomo

Figura clave de la Revolución de Octubre de 1934 y miembro del Consejo Soberano de Asturias y León, falleció en Gijón, a los 90 años, tras una vida entregada a la lucha obrera

El histórico anarquista gijonés Ramón Álvarez Palomo falleció el pasado viernes en la ciudad, a los noventa años de edad. La cárcel, la Revolución de Asturias de 1934, la guerra civil, el exilio y la resistencia contra Franco forman parte del bagaje personal de este líder sindical que regresó en 1976 a Asturias para volver a ponerse al frente de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Después fue uno de los fundadores de la Confederación General del Trabajo (CGT), tras la escisión del sindicato anarquista.

Su desaparición ha causado consternación entre los más veteranos de la izquierda asturiana, quienes recordaban ayer la entrega de su vida a unos ideales. Tras formarse en la escuela neutra de Eleuterio Quintanilla, Ramón Álvarez Palomo comenzó a trabajar a los 12 años como pinche en la farmacia Castillo y luego se empleó en una panadería de La Guía. A los 15 años ingresó en CNT y cinco años después fue elegido secretario general de la CNT de Asturias, León y Palencia. «Ramón tenía muchos valores humanos. Era un gran luchador por liberar a la clase trabajadora de su explotación y un hombre de acción. Por eso alcanzó grandes mandatos en la CNT desde muy joven», señaló ayer Eduardo Prieto Marcos, ex secretario regional de CNT y CGT.

«Desde el primer conflicto, siempre estuvo Ramón a la cabeza y fue un idealista partícipe de los grandes acontecimientos políticos y sociales del siglo XX», agregó su compañero de militancia. Ramón Álvarez Palomo encabezó los movimientos revolucionarios de la CNT de 1933 —lo que le llevó a prisión— y de Octubre de 1934 en Asturias, donde fue una de las figuras destacadas junto al comunista Mario Huerta.

Pasó por las cárceles de El Coto (Gijón) y de Torrero (Zaragoza), donde entabló una estrecha amistad con Buenaventura Durruti, líder carismático del movimiento anarquista durante la República y la guerra civil. En abril de 1934 eludió un consejo de guerra gracias a una amnistía y en octubre volvió a organizar las barricadas en su ciudad como secretario del Comité Revolucionario de Gijón.

Al fracasar la sublevación popular huyó. Primero por los montes hasta Rengos (Cangas del Narcea) y luego a Francia, donde en 1935 conoció por primera vez el exilio. Allí permaneció hasta la amnistía del Frente Popular.

Luego vino la guerra civil y Ramón Álvarez Palomo volvió a implicarse en la defensa de sus ideales ácratas. Se ocupó de la movilización para la defensa de Gijón y también formó parte del Consejo Municipal Republicano con otro anarcosindicalista, Avelino González Mallada, en la Alcaldía. Además, fue consejero de Pesca del Consejo Interprovincial de Asturias y León, que en agosto de 1936 se declaró soberano al quedar aislados de comunicación con el Gobierno de la República, en Valencia. Ocupó este último cargo en representación de la Federación de Grupos Anarquistas (FAI). Tras la desaparición del frente del Norte, en 1937, llega a Cataluña donde se convierte en secretario del ministro de Instrucción Pública, Segundo Blanco.

Con la conquista de Cataluña por las tropas de Franco, se exilia en Francia, donde residió en Toulouse y luego en París. Desde Francia viajó por varios países europeos para dar charlas en favor de la causa de la República.

En Francia le sorprendió la II Guerra Mundial, que pasó oculto en la zona ocupada por los alemanes, donde estableció lazos con la Resistencia francesa, según recordaba ayer su viuda y compañera de militancia, Aurora Molina Iturbe.

No fue hasta después de la liberación de Francia, en 1945, cuando conoció a la que sería su segunda esposa, hija de otro histórico anarcosindicalista de la FAI. Aurora Molina recuerda la clandestinidad que vivieron en Francia. Los anarquistas «llamaban a nuestra casa, en la calle Louvel Tessier, de París, el segundo Consulado francés; casi toda la clandestinidad (anarcosindicalista) de Asturias pasó por allí y nos encargábamos de buscarles trabajo y documentación», explica Aurora Molina. La relación con otras organizaciones antifranquistas siempre fue fluida, especialmente con los movimientos socialistas, la UGT y los nacionalistas vascos, recuerda su viuda. Los comunistas y los anarquistas siempre guardaron una mayor distancia. Aún así, veteranos comunistas como Manuel García González, «Otones», elogiaban ayer su «coherencia política» y su trayectoria: «Si los comunistas fuimos perseguidos en el franquismo, los anarquistas con más saña», indicó. También elogió su figura el líder de IU en Gijón, Jesús Montes Estrada, para quien «fue un hombre fiel a sus principios y coherente con sus ideas».

Antes de la democracia Ramón Álvarez Palomo pasó en varias ocasiones la frontera para participar en Madrid en reuniones clave del Comité Nacional de la CNT. Entonces, ocupaba el cargo de secretario del subcomité nacional del sindicato en Francia.

A finales de los años sesenta contribuyó junto con líderes de UGT como Muiño y García Duarte a la creación del Fondo Unificado de Solidaridad Obrera de Asturias (FUSOA), mediante el que se recogían fondos en los centros de trabajo para ayudar a los obreros despedidos o encarcelados. «Fue uno de los impulsores desde el exilio de esta alianza sindical entre la CNT y la UGT», recordaba ayer Marcelo García, presidente del PSOE gijonés e histórico militante ugetista que se encargó junto con los anarquistas José Luis García Rúa y Eduardo Prieto de materializar en Asturias la creación de ese fondo. Marcelo García recuerda a Ramón Álvarez como «un hombre íntegro con ideas revolucionarias bien forjadas».

Álvarez Palomo volvió a Asturias por primera vez en 1972. Pasó la frontera por primera vez sin emplear un nombre falso. En 1976 retornó definitivamente con la familia y durante un par de años regentó una librería. En 1978 volvió a ser elegido secretario regional de CNT.

En el séptimo congreso del sindicato, en 1979, fue uno de los que con más firmeza se enfrentaron a la ortodoxia anarquista que defendía, entre otros, José Luis García Rúa. Las discrepancias llevaron a la ruptura.

Álvarez Palomo defendía la participación de los anarcosindicalistas en la negociación colectiva y en las elecciones sindicales para los comités de empresa. «Desde que la sección sindical de Ensidesa dijo que sí a la participación, él asumió esa postura», según palabras de Eduardo Prieto Marcos. Palomo y los que pensaban que había que adaptarse a las nuevas circunstancias y participar en la negociación colectiva fundaron la CGT. El sindicato adoptó ese nombre tras pugnar infructuosamente en los tribunales por las siglas históricas con la otra facción. «Para él fue un terrible desgarro la división. Era un utópico, que antepuso a todo sus ideales», apuntaba el ex secretario de CSI Luis Redondo. También fue para él una decepción la pérdida de la representatividad sindical de la CNT tras la dictadura, con el surgimiento de CC OO, vinculado al movimiento comunista.

La alcaldesa, Paz Fernández Felgueroso, quiso señalar ayer que «fue una persona muy íntegra, con una larga trayectoria de lucha en defensa de la clase trabajadora». El ex alcalde socialista de Oviedo Antonio Masip, que lo conoció en París en 1973, lo recuerda como «un testigo excepcional de nuestra historia, de la que ha dejado testimonio» en varios libros. Sus restos serán incinerados hoy, a las 18.30 horas, en el tanatorio de Cabueñes. No hay convocada ninguna ceremonia.

M. Castro


Publicado en: La Nueva España, 16 de noviembre de 2003.
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