El tiroteo en las calles gijonesas
Y llegó la noche del 6. En un lugar de las inmediaciones del casco urbano volvieron a reunirse sigilosamente los comprometidos. A nuestra primera concentración habían acudido unos trescientos hombres: a esta acudieron quinientos. Fue un conflicto, porque tuvieron que irse con las manos vacías casi todos. Por cierto que hubo un muchacho de unos dieciséis años, que ya nos había demostrado su decisión, al que no quisimos, se primera intención, entregar un fusil. Se desesperaba y no paró de uno y otro moviendo influencias para convencernos de que tenía tanto sentido como los viejos y tanto valor como el que más. Pero, no sabes manejar el fusil, le dije yo. El rapaz se alejó un momento del grupo y volvió al cabo de un rato con la persona que podía darle carta de aptitud para llevar el arma. No hubo otro remedio que dársela y no nos arrepentimos. Queda otro detalle interesante, José María Martínez, el viejo prestigioso, líder del sindicalismo gijonés, que pereció en la contienda, nos reclamó también su fusil. Nos resistimos a dárselo entonces, porque consideramos que su papel era otro, si se quiere más importante, con lo cual no pretendo restar valor al valor mismo que en José María era cuestión probada. No se lo dimos, pero se lo tomó después.
Poco antes de medianoche quedó dispuesto a entrar en acción nuestro ejército. Total, setenta y dos fusiles, algunas pistolas y varias escopetas recogidas por las aldeas. En vanguardia la dinamita. Teníamos como ya he dicho bastantes bombas, pero no todos saben manejarlas. Las autoridades de Gijón habían tomado desde el día anterior grandes precauciones. Enviaron secciones de soldados y de guardias de Asalto con ametralladoras a establecer puestos de vigilancia en todas direcciones.
Nuestros grupos se pusieron en marcha siguiendo diversas trayectorias para envolver a la población y llegar a los objetivos de toda revolución: a los cuarteles, al ayuntamiento, a las centrales de comunicaciones, a la emisora de radio, etc.
Por la calle Sanz Crespo, en la cual se levanta el edificio de la Casa del Pueblo, entró una de nuestras fracciones y fue la que sostuvo el primer tiroteo con los gubernamentales. Eran estos una sección de soldados que se hallaban en las inmediaciones de la iglesia de San José. Se les hizo frente y se siguió avanzando después de obligarles a retirarse. Otro grupo había entrado por los alrededores de la estación del Norte y siguió por la calle del Marqués de San Esteban hasta llegar a la plaza de Galán y García Hernández, donde se unió con los que venían del Humedal, marchando juntos hasta el muelle. Al llegar a los jardinillos de la dársena, se encontraron con una resistencia muy enérgica. Fuerzas de Asalto habían ocupado algunos edificios y se hizo preciso sostener un nutrido tiroteo para abrirse camino de Cimadevilla, el barrio de Pescadores bombardeado más tarde por el crucero Libertad.
Otros dos grupos entraron en dirección al Parque de Begoña y a la Plaza del 6 de Agosto. Ambos encontraron resistencia que vencer en el camino. El que llegó a Begoña, avanzando metro a metro, con ayuda de cuantos portales se encontraban abiertos a aquellas horas, intentó seguir descendiendo por la calle de Fernández Vallín, que baja a la más importante arteria de la villa, o sea, a la calle Corrida; no pudo lograrlo a causa del fuego intensísimo que se les hizo desde el edificio de Correos, enclavado al final de la citada calle. Los revolucionarios quisieron entonces descender por la misma calle de Begoña y ganar sus objetivos en la zona más céntrica de Gijón, hasta llegar a enlazar con los compañeros que se dirigían al muelle. Tampoco fue posible. A la calle de Begoña da una de las fachadas del que fue Instituto Jovellanos convertido en la actualidad en cuartel de Asalto, y desde este cuartel subía una verdadera lluvia de balas. El otro grupo fue detenido por el fuego en la Plaza del 6 de Agosto. Los dos tuvieron que replegarse con dirección al barrio del Llano de Abajo, una zona popular, muy desatendida, por cierto y en la que la población obrera es casi la totalidad del vecindario. Todo el barrio del Llano y el de Ceares, que está más alto, al sur de Gijón, quedaron en poder de los revolucionarios y en ellos se hicieron fuertes levantando barricadas. Así dominaban las entradas más importantes de la población, o sea, la carretera de Avilés, la de Oviedo y la de Langreo.
La noche del sábado y la madrugada del domingo transcurrieron con nutrido tiroteo, al final del cual las cosas quedaban como acabamos de decir: unos grupos resistiendo en lo más alto de Gijón, entre los pescadores, y en lo más bajo, en la parte reservada a otros sectores de la colectividad obrera gijonesa, el vecindario, hombres y mujeres salió a preparar barricadas para proteger la resistencia a los compañeros levantados en armas. Por allí anduvo José María Martínez con su actividad habitual, aconsejando sobre el emplazamiento de las barricadas y ayudando como el que más en la tarea.
Si los planes del Comité provincial hubieran podido desarrollarse sin grandes quiebras y los obreros sindicalistas y socialistas de Gijón no hubiesen tenido que salir a poner en riesgo sus vidas con mezquinos medios de ataque, ya veríamos cuan distintos iban a ser los resultados; pero en Gijón se emprendió la lucha con treinta y tantas horas de retraso, a sabiendas de que Oviedo no había sido tomado aún y presintiendo que el movimiento no iba muy bien en el resto del país. No se olvide que la radio seguía dando, desde Madrid y Barcelona, noticias desfavorables para la marcha del movimiento, lo que indicaba a las claras que el Gobierno no había perdido este medio de comunicación y propaganda. Aunque fuera falso lo que la radio decía, mal síntoma era que pudiera seguir diciéndolo casi a los dos días de estallar la revolución"
Ignacio Lavilla
Publicado en: Los hombres de Octubre, Ignacio Lavilla. Xixón, 2004.
Extraído de: C.S. Sestaferia
Etiquetas: Ochobre 1934
1 Comments:
Joder, se me había pasado mirarlo en mucho tiempo. Le voy a pegar un repasito estos días.
Saludos socialistas.
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