El Gesto que conocí
Gesto supondrá, como todo en esta vida, cosas muy distintas según el lugar de partida de cada uno de los que por allí pasamos. No es lo mismo, creo, para aquellos que, habiendo perdido la guerra y sufrido los años de sangre del franquismo, encontraron en Gesto un lugar donde “tomar una pinta de vino”, revivir las batallas de la juventud y volver a sentirse parte de la marea que viene con fuerza. Ni para aquellos que, en plena madurez eran responsables de la vida asociativa de la sociedad y hacían de la oposición al régimen un estilo de vida, cargado de sacrificios, que nunca podremos agradecer bastante: me refiero a José Luis Rúa, principal animador de todo cuanto allí ocurría, a Andrés de la Fuente, Prieto, Clemente, Isidro, Iglesias, Juanjo, etc.
Yo pertenecía a un grupo generacional al que Gesto dejó una huella profunda, hasta el punto de considerarlo en buena medida como estación de avituallamiento desde la cual la vida transcurrió ya por otras vías. En primer lugar porque nos permitió interpretar un pasado que conocíamos poco y mal: Me refiero a la guerra perdida. En mi casa se hablaba muy poco de aquella tragedia y “delante de los críos” era un tema prohibido. El miedo aún atenazaba las gargantas. Ni qué decir tiene que en la escuela sólo cabía una visión: loor continuo al Caudillo. Ser capaz de completar el cuadro y acceder a la otra historia, a la nuestra, es algo que debo al contacto con los derrotados de anteayer: Pepe Barrio, Juanín, Toyos, Liñero, ejemplares de una generación negada a sangre y fuego.
El contacto con la generación que cocinaba la vida de Gesto fue más fructífero si cabe. No sólo supuso la explicación y comprensión del pasado. Trajo parejo un conocimiento más profundo de la cultura prohibida y desdeñada. En ocasiones la propia, pues en Gesto se organizaban recitales poéticos sobre Miguel Hernández, Machado, Lorca, etc. En otros, la cultura ninguneada del pensamiento progresista europeo: B. Brecht, Pasolini, Sartre,... así como los acontecimientos políticos que dieron sentido a toda una época: Juan María Bandrés (el proceso de Burgos), Eva Forest (la Revolución Cubana y el hombre nuevo de El Che), Juan Cueto (la autogestión en Argelia), Javier Medina (el cine italiano de Bertolucci). El Gustavo Bueno de aquel entonces comenzaba ya a no atinar: se dedicaba a explicar la entidad científica del materialismo marxista y a dar “como pa fregar” al pensamiento utópico. ¿Qué opinará ahora Bueno de la cientificidad del marxismo?
Gesto son también las excursiones a la montaña, la ruta del Cares, el Picu Pienzu, Les Xanes y el sentimiento de poder que en la juventud traduce el sentirte miembro de un grupo. Poder que manifestábamos de muchas maneras, por ejemplo, cantando “La Internacional”, “La Varsoviana” o “El pozu María Luisa” “al alto la lleva” en carbayeres o caleyes.
Es difícil traducir aquella experiencia en términos de hoy y más difícil aún explicarlo comparándolo con las entidades culturales de la actualidad. Gesto suponía un lugar de encuentro casi diario, donde nos reuníamos y planificábamos el asalto a los cielos, aunque a veces el asalto al cielo concluía en Los Porrones tomando un poco de cerveza y comiendo cacagüeses, donde les mozes nos metían en otras revoluciones pendientes.
He de confesar que de Gesto salí con la mochila llena y unas ganas de caminar que aún no se han agotado, aunque el paso sea ahora más cansino, en el camino se quedara algún amigo del alma y en la mochila, las verdades perdieran “el carácter científico de nuestra acción”, tomándose en gusto por un deber ser negado en el presente. Es así como Gesto puede ser entendido también como una derrota: la derrota de una generación que nació a la vida social, cultural y política con un ideario hecho añicos por el devenir oportunista de los constructores de sociedades mansas.
Chema Castiello
Publicado en: Un sendero de lucha. José Luis García Rúa en la Academia de Cura Sama, Gesto y CRAS, Leonardo Borque López. Llibros del Pexe, Xixón, 2002.
Digitalización: El cielu por asaltu.
Yo pertenecía a un grupo generacional al que Gesto dejó una huella profunda, hasta el punto de considerarlo en buena medida como estación de avituallamiento desde la cual la vida transcurrió ya por otras vías. En primer lugar porque nos permitió interpretar un pasado que conocíamos poco y mal: Me refiero a la guerra perdida. En mi casa se hablaba muy poco de aquella tragedia y “delante de los críos” era un tema prohibido. El miedo aún atenazaba las gargantas. Ni qué decir tiene que en la escuela sólo cabía una visión: loor continuo al Caudillo. Ser capaz de completar el cuadro y acceder a la otra historia, a la nuestra, es algo que debo al contacto con los derrotados de anteayer: Pepe Barrio, Juanín, Toyos, Liñero, ejemplares de una generación negada a sangre y fuego.
El contacto con la generación que cocinaba la vida de Gesto fue más fructífero si cabe. No sólo supuso la explicación y comprensión del pasado. Trajo parejo un conocimiento más profundo de la cultura prohibida y desdeñada. En ocasiones la propia, pues en Gesto se organizaban recitales poéticos sobre Miguel Hernández, Machado, Lorca, etc. En otros, la cultura ninguneada del pensamiento progresista europeo: B. Brecht, Pasolini, Sartre,... así como los acontecimientos políticos que dieron sentido a toda una época: Juan María Bandrés (el proceso de Burgos), Eva Forest (la Revolución Cubana y el hombre nuevo de El Che), Juan Cueto (la autogestión en Argelia), Javier Medina (el cine italiano de Bertolucci). El Gustavo Bueno de aquel entonces comenzaba ya a no atinar: se dedicaba a explicar la entidad científica del materialismo marxista y a dar “como pa fregar” al pensamiento utópico. ¿Qué opinará ahora Bueno de la cientificidad del marxismo?
Gesto son también las excursiones a la montaña, la ruta del Cares, el Picu Pienzu, Les Xanes y el sentimiento de poder que en la juventud traduce el sentirte miembro de un grupo. Poder que manifestábamos de muchas maneras, por ejemplo, cantando “La Internacional”, “La Varsoviana” o “El pozu María Luisa” “al alto la lleva” en carbayeres o caleyes.
Es difícil traducir aquella experiencia en términos de hoy y más difícil aún explicarlo comparándolo con las entidades culturales de la actualidad. Gesto suponía un lugar de encuentro casi diario, donde nos reuníamos y planificábamos el asalto a los cielos, aunque a veces el asalto al cielo concluía en Los Porrones tomando un poco de cerveza y comiendo cacagüeses, donde les mozes nos metían en otras revoluciones pendientes.
He de confesar que de Gesto salí con la mochila llena y unas ganas de caminar que aún no se han agotado, aunque el paso sea ahora más cansino, en el camino se quedara algún amigo del alma y en la mochila, las verdades perdieran “el carácter científico de nuestra acción”, tomándose en gusto por un deber ser negado en el presente. Es así como Gesto puede ser entendido también como una derrota: la derrota de una generación que nació a la vida social, cultural y política con un ideario hecho añicos por el devenir oportunista de los constructores de sociedades mansas.
Chema Castiello
Publicado en: Un sendero de lucha. José Luis García Rúa en la Academia de Cura Sama, Gesto y CRAS, Leonardo Borque López. Llibros del Pexe, Xixón, 2002.
Digitalización: El cielu por asaltu.
Etiquetas: Franquismo