El cielu por asaltu

Recuperar la dignidá, recuperar la llucha. Documentos pa la hestoria del movimientu obreru y la clase obrera n'Asturies.

Nombre:

jueves, mayo 28, 2009

El sindicalismo policiaco da nuevos pasos

Ya hemos visto en estos últimos años en qué han ido quedando los llamados nuevos «sindicatos alternativos y de clase». Un ejemplo de esto es lo que viene sucediendo en Asturias con la Corriente Sindical de Izquierda (CSI). Su pretendido radicalismo inicial ha ido dando paso poco a poco a una política cada vez más abiertamente seguidista de las grandes centrales mafiosas y en especial de CCOO. Y no podía ser de otra manera dado el estrecho margen de movimiento que les deja la asfixiante legalidad del Estado fascista español. Si a esto añadimos el carácter reformista de sus máximos dirigentes, Morala y Redondo (¡menudos elementos!), podemos comprender fácilmente el triste papel que vienen desempeñando. Esto explica el que con los años la Corriente haya ido dejando de ser poco a poco ese «cajón de sastre» al que iba a parar la gente más cañera y combativa para transformarse casi en su contrario, en un muro de contención, el último (dado el descrédito de las grandes centrales mafiosas) que trata de impedir a los obreros y los jóvenes más combativos tomar el camino de la lucha independiente, de hacer de las asambleas verdaderos órganos de decisión y abandonar los caminos del reformismo y la conciliación con los explotadores.

Ciertamente tanto Redondo como Morala gozan todavía de un «prestigio» fruto de las poses «radicales» que les permite la pasma con el objeto de desviar la atención de sus afiliados y simpatizantes de la lucha resuelta y decidida. Es Morala quien más se cuida de rodearse de esa «aureola» pretendidamente radical. En las luchas de Naval Xixón del 95 allí estaba él tutelando, encarrilando y poniendo coto a las iniciativas solidarias de la juventud cañera que iba al astillero a romperse la cara con la pasma, no fuera a ser que la cosa se fuese de madre y le metieran mano a él y a su chiringuito. Los jerifaltes de la CSI han hecho de las Asambleas de obreros en lucha una burda imitación de lo que fueron antes; toda la «estrategia» de las movilizaciones del Naval fue negociada por ellos con anterioridad, y sus «éxitos» y concesiones también.

Una buena muestra del papel tan dañino que vienen jugando estos dos elementos es su iniciativa de intentar crear la «sección juvenil» del sindicato, lo cual les viene costando auténticos esfuerzos, dada la resistencia que encuentran entre la mayoría de los más jóvenes. La bomba demográfica de Asturias la constituye ese 50% de paro juvenil, esa juventud obrera «sobrante», cada vez más radicalizada y que tantos quebraderos de cabeza da a maderos y picolos. ¿Y qué hacen los dirigentes de la CSI al respecto? Pues no se les ocurre nada mejor, en lugar de avivar el fuego de la lucha de clases, que seguir actuando de apagafuegos; en lugar de apoyar consecuentemente las luchas de la juventud, tratan de resucitar lo que ya estaba muerto.

Lo que verdaderamente temen los mandamases de la CSI es que sus afiliados más radicales tomen el camino de la lucha y la organización más decidida y acaben confluyendo con el movimiento de resistencia organizado. Bien es cierto que han hecho todo lo posible para evitar que esto suceda (expulsiones, caza de brujas, presiones, chantajes…). Cuando ya dábamos esto por acabado parece que han vuelto a poner en marcha una campañita de este tipo secundando la consigna de la policía política de extender el miedo: «no se os ocurra moveros que los tenemos encima», «sabemos que hay gente aquí que tiene contactos con el terrorismo…», dice Redondo escrutando el rostro de sus afiliados (no vamos a entrar aquí en el uso demagógico-fascista que hacen de la palabra «terrorismo» aunque ahí también se les ve el plumero). Pero lo que callan es por boca de quién lo «saben» y tienen sus buenas razones para ello pues, ¡ay!... ¿quién estaba al otro lado del teléfono? ¿un pajarito o los picolones de información de Contrueces y los torturadores del cuartel de Buenavista…?

Debemos estar alerta y hacer frente a estas campañitas que preparan el terreno a la represión. Ya es hora de desenmascarar y plantar cara con valentía a quienes tanto daño vienen haciendo al movimiento obrero asturiano.

A. Xivares


Publicado en: Resistencia, órgano del Partido Comunista de España (reconstituido), nº38 (noviembre 1997).
Digitalización: El cielu por asaltu.

Etiquetas:

La huída de El Musel en la noche más clara

Vicente Rodríguez Alonso relata su salida de Gijón, el 20 de octubre de 1937, ante la caída de la ciudad y del Frente Norte, cuando era un joven comunista de 16 años

«Nunca vi una noche tan clara y con tal Luna llena como la del 20 de octubre de 1937». Tal admiración la expresa el gijonés Vicente Rodríguez Alonso, de 87 años, y no lo hace en un sentido estético. Esa noche, con 16 años y siendo militante del Partido Comunista, huyó de Gijón por El Musel, como tantos ciudadanos que, al menos, lo intentaron, cuando las tropas nacionales estaban a punto de entrar en la ciudad.

Iban a caer la ciudad y el Frente Republicano del Norte -acaban de cumplirse 71 años- y Vicente Rodríguez ha narrado a LA NUEVA ESPAÑA lo que vivió aquella jornada en la que llegó corriendo al puerto gijonés a las nueve de la noche, cuando ya había perdido la oportunidad de salir antes, junto a su padre, Fernando Rodríguez, también comunista, en la huida organizada por el gobierno gijonés del Frente Popular.

«Sin ánimo de polemizar», Vicente Rodríguez cuenta que «a la hora en la que yo llegué a El Musel no vi ametralladoras, ni en los barcos, ni en tierra, ni a ninguna Brigada Vasca; no vi a ningún soldado armado, sino a gente desarmada, a soldados milicianos desarmados».

El veterano comunista rememora que «éramos cientos de personas y no había muchos barcos, pero sí algunos; buscábamos lo que podíamos y nadie me impidió encontrar un barco. Di con uno, bajé por la escala y me dijeron que me metiera en la bodega».

Después, a causa de la especial luminosidad de aquella noche, el crucero «Almirante Cervera», de la Armada Nacional, apresó el barco en el que viajaba aquel chaval.

Vicente Rodríguez Alonso había nacido el 14 de octubre de 1921 en La Felguera, pero al estallar la guerra se vino a Gijón, junto con su padre, Fernando Rodríguez, que era «secretario del Departamento de Guerra», encabezado por el comunista Juan Ambou, dentro del Consejo de Asturias y León, del Frente Popular.

El joven Vicente Rodríguez trabaja a su vez en la Consejería de Comunicaciones, «de la que era responsable Aquilino Fernández Roces, al que después detuvieron en Alicante y fusilaron». Dicha Consejería, «en la que yo era un auxiliar más, estaba en la Casa de Correos y de ella dependía la emisora de radio EAJ-34. Se daban los partes de guerra y recuerdo que había un locutor que era Joaquín Sánchez, que era rapsoda también, componía versos».

Avanzada la guerra, Vicente Rodríguez recuerda la declaración de soberanía del 24 de agosto de 1937, dos meses antes de la caída del Frente Norte, cuando se constituye el Consejo Soberano de Asturias y León, lo que significaba que el Gobierno asturiano, establecido en Gijón, rompía con el de la República, en Valencia. Era presidente de dicho Consejo el socialista Belarmino Tomás y, precisamente, el Partido Comunista se opuso a aquella medida de soberanía. «Belarmino Tomás quería asumir cargos de una manera muy personal», explica el veterano gijonés. «El Partido Comunista propugnaba un Ejército regular, mientras que Belarmino quería uno de milicianos; y, al mismo tiempo, él acusaba a los comunistas de querer crear un Ejército rojo». El caso es que, «cuando el coronel Prada fue destinado por la República al Ejército del Norte, prefería más tratar con los comunistas que con los socialistas de Belarmino», agrega.

«Finalmente, Belarmino destituye a Ambou y se nombra a sí mismo consejero de Guerra. Entonces, mi padre es destinado al consejo militar del Partido Comunista». Dicho partido tenía su sede «en la casa de Paquet, en el muelle, en la parte de arriba del edificio, subiendo por la cuesta». El consejo militar del Partido Comunista estaba comandado por «Casto García Roza, que en el año 1946 vino a organizar el partido, por orden de Santiago Carrillo, a La Camocha, pero le capturó la Policía y le llevaron a la Comisaría de la calle Cabrales, donde le torturaron y murió; en el parte de defunción decía que había fallecido de un infarto, pero ya sabíamos todos lo que eran esos infartos».

Lo que sucedió aquel 20 de octubre de 1937 constituye el preámbulo de la huida de este gijonés por El Musel. «A las doce del mediodía, hubo reunión del Consejo y se planificó la salida inmediata». Para aquel chaval iba a ser, en principio, «un día de vida normal; fui a Correos a trabajar y volví a casa a la hora de comer. Fue entonces cuando mi padre me dijo que a las cinco de la tarde, no más tarde, fuera a la casa de Paquet, para salir de Gijón».

A continuación, «a las tres de la tarde, vuelvo a Correos a trabajar y me llama el consejero, Aquilino Fernández Roces. "Antes de marchar, vete a inutilizar la emisora", me dijo».

Vicente Rodríguez hizo un rápido cálculo de horas y se percató de que no daba tiempo a cumplir su misión y llegar a las cinco a la cita con su padre. Pero obedeció la orden.

«La emisora estaba en la calle de Los Moros, antes de la calle de Tomás Zarracina. Tenía el locutorio abajo y los aparatos arriba. Llegué y el técnico de la emisora se mostró reacio a hacer nada. Yo le expliqué que bastaba con romper o inutilizar algunas lámparas, para que la emisora quedase inutilizada durante unas horas, las suficientes para que los nacionales no pudieran utilizarla al entrar en Gijón».

Entre las discusiones y la ejecución de lo previsto, «pasaron varias horas, y cuando llegué a la casa de Paquet ya eran las ocho de la tarde y allí no había nadie».

Vicente Rodríguez reflexiona hoy sobre el hecho de que su padre no le esperara. «La respuesta es bien fácil: él, como les pasó a muchos otros comunistas, sería con total seguridad fusilado y yo, por estar a su lado, pues también. Por ello optó, con muy buenas razones, por pensar que los dos por separado tendríamos más oportunidades de salvar el pellejo».

Tras encontrar vacía la sede del Partido Comunista, «junto a otros compañeros tomé rumbo a El Musel. Hice todo el trayecto corriendo todo lo que me daban las piernas y las zapatillas de esparto y pude observar con gran desolación que no estaban ni mi padre ni nadie conocido a quien yo pudiera pedir ayuda».

Eran las nueve de la noche y había comenzado ya la noche más clara que Vicente Rodríguez recuerda haber visto en toda su vida.

«Hice la instrucción en el "Cervera", el buque que años antes me capturó al huir por El Musel»

A las nueve de la noche del 20 de octubre de 1937, Vicente Rodríguez Alonso, de 16 años y militante del Partido Comunista (PC), llegó corriendo al puerto de El Musel. «Pasé junto al barco "Monseny" y bajé por la escala». Comenzaba así la huida de Gijón de aquel chaval que después iba a pasar 33 meses apresado en campos de concentración y batallones de trabajo.

Vicente Rodríguez Alonso (La Felguera, 1921) revive para LA NUEVA ESPAÑA los sucesos de aquel día en el que las tropas del Ejército nacional estaban a punto de entrar en Gijón, lo que supondría la caída del Frente Republicano del Norte. Ese mismo día 20, a la hora de comer, su padre, Fernando Rodríguez, un señalado dirigente comunista, le había dicho a Vicente que le esperaba antes de las cinco de la tarde en la sede del PC, en la casa de Paquet, junto al muelle de Gijón. Pero el chaval se retrasó por cumplir la orden de ir a las tres de la tarde a inutilizar la emisora gijonesa EAJ-34. Cuando llegó a El Musel, su padre ya no estaba.

«Éramos unos cientos los que llegábamos al puerto; entramos como Pedro por su casa, sin que nos tropezáramos con soldados armados o ametralladoras que nos impidieran buscar algún barco. Eso sí, había mucho barullo y se quedó mucha gente en tierra».

A bordo del «Monseny», Vicente Rodríguez observó que «era la noche más clara que he visto en toda mi vida, con una visibilidad de varias millas». En aquel tiempo, controlaban El Musel buques nacionales «como el "Cervera" o el "Júpiter"». El primero de ellos, el crucero «Almirante Cervera», fue el que interceptó al «Monseny», «hacia las doce de la noche, tras un par de horas de navegación», y Vicente Rodríguez acabó en los calabozos del buque. «Nos llevaron a Ribadeo y empezó a nublarse y a llover; ¡lástima que la noche nublada no hubiera sido la de ayer!, pensé». Vicente Rodríguez recuerda, asimismo, que «a las cuatro de la madrugada del día 21, cuando las tropas nacionales ya estaban en La Guía, salió del muelle el "Santa Elena", custodiado, porque llevaba enfermos; pudo salir y llegó a su destino».

Tras pasar la primera noche retenido en Ribadeo, «al día siguiente, nos llevaron a varios de los barcos capturados a La Coruña y nos preocupamos mucho cuando vimos a militares franquistas que colocaban ametralladoras frente a los barcos; pensábamos que nos íbamos a quedar allí, muertos». Sin embargo, «pasaba el tiempo y no disparaban; después supimos que aquellas ametralladoras eran para protegernos de la Falange, que quería hundir los barcos con nosotros dentro».

Después de 15 días en La Coruña, «nos llevaron a Muros de San Pedro, donde había dos campos de prisioneros, uno abierto y otro cerrado. Primero estuvimos en el abierto, amplio, sin alambradas, donde nos recibió un capitán requeté retirado, que se apellidaba Pardal».

Eran unos 600 prisioneros, «pero no había listas, de manera que no se sabía exactamente quiénes éramos los que estábamos allí recluidos». Hoy, a sus 87 años, Vicente Rodríguez reconoce que «no sé cómo enjuiciar aquello que nos sucedió con Pardal. Nos pidió que hiciéramos una carretera para que llegaran desde el pueblo los víveres al campo, y la hicimos. Pasado un tiempo, una noche oímos a Pardal que gritaba: "¡Hijos míos, hijos míos, que se me ha embarrado el camión, venid a ayudarme, por favor, por favor!". Estaba soplado. Fuimos y le sacamos».

Vicente Alonso iba a coincidir en ese campo con Higinio Carrocera, el militar anarcosindicalista, natural de Barros, que había batallado el septiembre anterior en El Mazucu contra el avance nacional. «Una mañana veo a Higinio en el campo y no me dice nada, pero a los diez minutos me manda a uno que me dice que vaya a la enfermería. "Desearía que no me reconociera nadie", me dijo, y yo le respondía que así sería por mi parte, automáticamente». Carrocera sabía que su vida valía muy poco en aquel momento. «Iban al campo contrapartidas de falangistas de La Felguera y Sama y, entonces, le ocultábamos bajo colchonetas».

Después, «en diciembre de 1937 o enero de 1938, cerraron el campo abierto y nos llevaron al cerrado, dentro del pueblo de Muros, amurallado. Entonces sí hubo listas y controles. Una pareja de la Guardia Civil llegó un día y cogió a Higinio Carrocera. Se dice que había sido un chivatazo, pero no se supo de quién. Le llevaron a Oviedo y en febrero lo condenaron a muerte».

Por lo que respecta al destino de Vicente Rodríguez, «en el campo cerrado se presentó un auditor de guerra y me interrogó. Había una disposición que decía que a los capturados de 16 años o menos, sin delitos de sangre, serían liberados. Era mi caso. Me llamó el auditor y me pidió la domiciliación».

Durante la guerra en Gijón, «había vivido con mi familia en el número 25 de la calle Uría, piso 4.º izquierda. En ese mismo edificio también había vivido la familia de Juan Ambou. Le dije al auditor que mi domicilio estaba en Gijón; si le digo que era de La Felguera me machacan, porque era el hijo de un destacado comunista». Sea como fuere, «el auditor pidió informes sobre mí, pero, al no recibir nada, mantuvo mi reclusión, aunque puede que recibiera algo de La Felguera, donde yo ya no tenía familia, salvo lejana».

Al tiempo que Vicente Rodríguez pasaba por todas estas vicisitudes, «mi padre había salido de El Musel en el barco "Conchita" y pasó a zona republicana. Le nombraron gobernador civil de Castellón y Teruel, que para entonces ya estaba tomado por los nacionales. Recuerdo que estando en el campo de Muros hubo compañeros que me decían que mi padre había sido gobernador». Al acabar la guerra, «le cogieron en Alicante. El hecho de haber sido gobernador significaba la condena a muerte, pero se la conmutaron y permaneció desterrado en Valencia. Al cabo de un tiempo, un juez le dijo que tenía que presentarse ante el Tribunal de Orden Público, que juzgaba a masones y a comunistas. Su pena iba a ser de un mínimo de 11 años, así que huyó». Cuando Fernando Rodríguez logró escapar, «su intención era venir a Asturias para incorporarse a la guerrilla, pero le falló el enlace. Vino de Soto de Rey a La Felguera y le dijeron que huyera inmediatamente, porque era uno de los comunistas más señalados».

Posteriormente, «el PC le ayudó a salir hacia París. "Me pasó la frontera un falangista, por una propinilla", me contó después, cuando nos encontramos en París 14 años más tarde». Vicente Rodríguez se había quedado sin familia directa en España. «Mi madre había muerto en el año 1933 y mis hermanos se habían ido a Rusia, como mi padre y su compañera. Intervinieron Pasionaria y Semprún para que pudiera entrar en Moscú. Falleció allí, en abril de 1968, a los 70 años».

El veterano gijonés considera que «mi padre se había aliado desgraciadamente con las Juventudes Socialistas Unificadas de Carrillo; porque hay dos tipos de político: el revolucionario y el de salón. Carrillo es político de salón y mi padre era revolucionario. Antes de la guerra, la Policía llegaba cada poco a mi casa y decía: "Fernando, vamos a dar un paseo". En aquellos tiempos había siempre un sabotaje que aclarar».

Vicente Rodríguez agrega que «el político revolucionario está o en la cárcel o perseguido. Mi padre no pudo formar familia: siempre estaba o en congresos del partido, o en prisión o perseguido».

En cuanto a él mismo, «no me dejaron libre en Muros y después me llevaron a Cedeira, también en la provincia de La Coruña. Estábamos en plena playa, donde había fusilamientos. Pasé después a San Pedro de Cardeña, Burgos, al monasterio, con prisioneros de las Brigadas Internacionales. Después me llevaron a un batallón de trabajadores en Fuenteovejuna, Córdoba, y en junio de 1940 me liberaron, cuando se deshizo el campo de Tarifa, Cádiz, que estaba junto al faro».

Tras aquellos 33 meses de reclusiones, «volví a La Felguera y recibí muchas palizas en las comandancias de la Guardia Civil. Había un teniente, Berenguer, descendiente del Berenguer de la dictadura. Estaba en la Comandancia de Barros, empeñado en encontrar a mi padre. Ponía delante de mí un despertador grande y señalaba una hora: "Cuando llegue aquí, me habrás dicho dónde está tu padre", y un golpe y otro...».

A aquel joven comunista le citaban en la Comandancia «a las once de la mañana, con lo que no podía trabajar; iba a la de Tuilla, por ejemplo, andando, y tenía que estar allí sentado un par de horas. "La semana que viene preséntate en Barros", me decían, y, si no había paliza, a las dos horas me iba».

Por fortuna, a Vicente Rodríguez le surge una oportunidad cuando piden voluntarios en la Comandancia de Marina de Gijón. «Me presenté, me admitieron y embarqué en el "Cervera" para la instrucción». Aquella ironía del destino, la de servir en el buque que le había capturado años atrás, se volvió incluso un sarcasmo cuando «el cabo de la batería del buque que había bombardeado Gijón se enteró de que había un gijonés a bordo y me llamó: "Vaya paliza que os dimos", me dijo». Después, «me demoraron la licencia seis meses y había vacante en Gijón, en la Comandancia, así que fui como secretario del juez de Marina, Juan González Toca. Por allí pasaban los jefes de Duro Felguera y del astillero de El Dique, así que le pedí un certificado de buena conducta a mi superior y también alguien me dio una tarjeta de recomendación».

Para entonces, «había echado novia en Gijón, y después hice algo en la construcción, pero decidí presentarme a Dimas Menéndez, que era jefe en Duro Felguera. No era fácil que te recibiera. Había que rellenar un papel y razonar la visita». Vicente Rodríguez rememora, asimismo, que «toda mi familia había trabajado en Duro Felguera».

Cuando Dimas Menéndez le recibe, «me pregunta: "¿Es usted ex combatiente?". "Serví en el 'Cervera' durante la Guerra Mundial". "Enséñeme documentos". Le mostré también los documentos que me habían dado en la Comandancia. "Con estas cartas y tarjetas pase usted por las oficinas de la empresa". El lunes siguiente empecé a trabajar. Entonces, me casé».

Vicente Rodríguez trabajó 27 años en Duro Felguera. En el presente mantiene una espina clavada. «Pedí los datos que tuvieran de mí a los archivos de la Guerra Civil de Salamanca, Guadalajara, Ávila y al Ministerio de Defensa y me contestaron que no había referencia alguna sobre mi persona durante aquellos 33 meses de reclusión. Pero tiene que haber documentos, porque en Fuenteovejuna había intendencia militar». El veterano gijonés afirma que «no persigo una indemnización, pero sí documentos que digan que fui antifranquista y que por ello fui a un campo de concentración, pese a mis 16 años. En balnearios, ciertamente no estuve. Quiero un papel que diga que estuve en el batallón de trabajadores número 131, 4.ª Compañía, de Fuenteovejuna. No sé adónde tengo que ir a por ese papel. Aparte de eso, yo no fui nadie».

J. Morán


Publicado en: La Nueva España, 2 y 3 de noviembre de 2008.
Fuente: La Nueva España, I y II.

Etiquetas:

Los rescatadores de la Naval

La tenacidad de 430 trabajadores ha salvado a la empresa de su cierre

«Y dicen que la movilización no sirve para nada... Pues mira, mira, y verás como sí», se pronunciaba ayer entusiasmado uno de los 430 trabajadores del astillero Naval de Gijón (Nagisa).

En idéntico escenario que hace un año, cuando se tapaba la cara con un pañuelo y empuñaba un «gomero» para lanzar piedras a la Policía, luchando contra el cierre de la empresa, el mismo trabajador sonreía ayer ufano, con el rostro ahora descubierto.

Mientras, recorría tranquilamente las instalaciones que ya se han renovado y pintado de azul: el color de la esperanza.

Su alegría y la de todos los empleados no era para menos. La historia de esta pequeña empresa naviera, participada en un 50% por la familia Orejas y por el Grupo Duro Felguera, ha dado un golpe de timón brutal y la aguja de su brújula se ha orientado ahora hacia el norte.

La compañía tiene dos contratos en marcha para la construcción de dos buques químicos, y negocia otros cinco contratos. Una vez despejado el futuro, «en el próximo mes de otoño podrá integrarse ya totalmente toda la plantilla a trabajar», comenta Cándido González, miembro del sindicato Corriente Sindical de Izquierdas (CSI).

La empresa invertirá 1.800 millones de pesetas para hacer realidad este sueño, y el Gobierno Regional subvencionará el 50% de los avales de los buques encargados y la deuda de 750 millones que la sociedad había contraído con el Instituto de Crédito Oficial (ICO).

Por eso, todos esos antiguos luchadores de la barricada -150 ya trabajan en las labores de renovación del astillero- se reunieron ayer para celebrar la victoria. Porque fueron capaces de imponerse, con su tenacidad, a que se levantase sobre los terrenos del astillero un complejo de chalés de lujo, que se iba a llamar «Urbanización Poniente».

Lo primero que hicieron para celebrarlo fue una asamblea, por no perder la costumbre, orquestada, por supuesto, por el emblemático sindicalista Morala, jefe natural en todas las movilizaciones. Comentaron cómo marchaba la negociación del segundo buque y luego, entusiasmados como niños, se hicieron una foto de grupo frente al desvencijado portón de entrada, que tantas veces les salvó de los botes de humo de la Policía y al que consideran como «un viejo compañero».

Ese portón es el último vestigio que queda de su lucha, y será sustituido por otro más sofisticado en los próximos días.

Los trabajadores concluyeron su celebración con el corte de la famosa calle Mariano Pola, situada enfrente del astillero, y lanzaron al aire las 15 docenas de cohetes voladores que les quedaban, ante las sonrisas de complicidad del público.

«Enterrada queda ya el hacha de guerra», concluyó Cándido González.

Ana Gallego


Publicado en: El Mundo, 22 de marzo de 1996.
Fuente: El Mundo.

Etiquetas:

El asesinato de Raúl Losa

Una persona resultó muerta ayer en Gijón por un disparo de revólver en una manifestación contra la reestructuración naval

Graves incidentes en Vigo, donde fue quemado un autobús, y movilizaciones en El Ferrol y Vitoria

Un estudiante de 19 años resultó muerto ayer en Gijón de un disparo en el pecho cuando un grupo de manifestantes se disponía a levantar una barricada, dentro de las movilizaciones convocadas ayer en distintas ciudades para oponerse a los planes de reconversión naval. Unos 4.000 trabajadores de Astano, en El Ferrol, permanecieron ayer encerrados en la factoría, mientras en Vigo, grupos de obreros de los astilleros protagonizaron graves incidentes, con un balance de cuatro detenidos, un autobús completamente destruido por el fuego y otro seriamente dañado. En el País Vasco, 2.000 trabajadores se manifestaron ayer en Vitoria ante la sede del Gobierno autónomo y la residencia del delegado del Gobierno central.

Raúl Losa García, de 19 años, estudiante del Instituto Politécnico de Gijón, resultó muerto anoche de un disparo en el pecho cuando participaba en una manifetación convocada por trabajadores del sector naval. El presunto autor de su muerte fue un joyero, Manuel Alvarez Martín, de 33 años, que utilizó un revólver del calibre 38 -arma para la que contaba con el correspendiente permiso-, tratando de impedir que varios manifestantes utilizaran el coche de su propiedad en la formación de una barricada en la calle gijonesa de Manuel Llaneza. Según la versión facilitada ayer por la policía, Manuel Álvarez había sido previamente agredido y rodeado por un grupo de trabajadores, y tuvo que ser atendido posteriormente en la casa de socorro de varias contusiones. Anoche continuaba detenido en la comisaría de Gijón.

Los incidentes, que costaron la vida a Raúl Losa García, la primera víctima mortal registrada en las movilizaciones de protesta contra la reconversión industrial, se produjeron sobre las 20.30 horas de ayer, en la calle Manuel Llaneza, situada en el centro de Gijón. A esa hora, un grupo de manifestantes, entre los que se encontraba al parecer el fallecido -otras versiones indican que regresaba de clase- procedía a levantar una barricada para interrumpir el tráfico. Manuel Álvarez Martín, que observó el hecho desde su casa y vio que iban a utilizar un Renault 18 de su propiedad, bajó a la calle y trató de impedir la acción. Hubo un forcejeo entre él y los trabajadores, y posteriormente el joyero hizo tres disparos al aire. Un cuarto alcanzó mortalmente a Raúl Losa García, que ingresó cadáver en la residencia sanitaria de Cabueñes.

El suceso causó una profunda conmoción en toda Asturias. El presidente del Gobierno del Principado, el socialista Pedro de Silva, convocó para hoy miércoles a mediodía a los presidentes y secretarios generales del PSOE, Partido Comunista de Asturias, Alianza Popular, Comisiones Obreras, UGT y la Federación Asturiana de Empresarios para celebrar una reunión en Oviedo en la que se analizará "el grave deterioro de la convivencia alcanzado en Gijón", según se advierte en el telegrama enviado anoche a las citadas organizaciones.

Paro general

Los sindicatos CC OO, USO, CNT, Corriente Sindical de Izquierdas y Sindicato Unitario Asturiano de Trabajadores de la Enseñanza acordaron realizar un paro general en Gijón durante la jornada de hoy. A la una de la tarde se celebrará una concentración en la plaza Mayor.

Gijón cuenta con tres pequeños astilleros privados (Dique Duro-Felguera, Marítima del Musel, Cantábrico y Riera), y uno de propiedad pública (Juliana Constructora Gijonesa), cuyo futuro -según los planes de reconversión- pasa por la reducción de capacidad y los correspondientes ajustes de plantilla. En los últimos meses, las manifestaciones de protesta, acompañadas de barricadas y cortes de tráfico, se han repetido frecuentemente.

La jornada de protesta tuvo también especial relevancia en Vigo, donde un autobús completamente destruido por el fuego y otro seriamente dañado fue el balance de las movilizaciones realizadas ayer por los trabajadores regulados de los astilleros de esta ciudad, informa María José Porteiro.

Unos 1.000 trabajadores se concentraron ante la casa consistorial que se encontraba fuertemente protegida por 120 policías nacionales y la brigada nocturna de la Policía Municipal. Doce trabajadores consiguieron ser recibidos por el alcalde, Manuel Soto.

En su marcha hacia la plaza de España, los trabajadores fueron haciendo barricadas con ramas de árboles y otros materiales combustibles a los que en algunos casos prendieron fuego. Ya en la céntrica plaza, cortaron el tráfico y volcaron un microbús después de hacer descender al conductor y a los pasajeros.

Los manifestantes prendieron fuego al vehículo e impidieron el paso del coche de bomberos, por lo que el microbús fue consumido totalmente por las llamas. También deshincharon las ruedas de un autobús que había conseguido romper el cerco del corte de tráfico.

La presencia de cuatro furgones policiales provocó la desbandada de los trabajadores que, en su huida, apedrearon los coches de la policía y automóviles. La policía nacional detuvo a cuatro trabajadores cuando ya habían finalizado los incidentes.

Alrededor de 4.000 trabajadores de Astano, en El Ferrol, realizaron ayer un paro técnico y permanecieron encerrados en la factoría hasta las cuatro de la tarde, hora en la que iniciaron una manifestación hasta el centro de la ciudad.

Miguel Somovilla


Publicado en: El País, 24 de octubre de 1984.
Fuente: El País.

Etiquetas:

Entrevista a Carlos Gordon

Carlos Gordon ta acabante publicar en KRK un llibru, «La prensa sindical y política asturiana en la transición» nel qu'indaga, dende una perspectiva histórica, na prensa d'esquierdes ente 1975 y 1982. Eses feches, onde naz y fragua la prensa escrita n'asturianu, tuvieron marcaes pola reconversión industrial. Una llectura atenta d'aquelles publicaciones («Mundo Obrero», «El Glayíu», «Xera»...) esplica muncho bien la historia d'Asturies nos años posteriores. «¿Queda dalgo d'aquello? Tolo qu'agora hai d'asturianismu, sía muncho o poco, diba ser inimaxinable ensin aquella prensa. Lo mesmo-y digo del ecoloxismu», esplica Gordon.

¿Por qué escoyó esti periodu, 1975-1982, como época d'estudiu?

Efectivamente los historiadores discuten muncho sobre cuándo empieza y acaba la Transición. Yo escoyí 1975 y 1982 porque me parez qu'hai dos fitos mui importantes: el primeru ye obviamente la muerte de Franco. Pudo haber munchos planes pa empobinar la Transición, pero lo que ta claro ye qu'hasta la muerte de Franco nun foi posible. 1982 tamién ye una fecha clave: ye la primer vez dende la II República qu'un partíu que se proclama d'esi espectru llega al poder con una mayoría enforma y escomienza l'alternacia pacífica.

¿Qué característiques tien esa prensa n'Asturies?

Ún mui básicu ye la preocupación pol procesu de reconversión que se ta fraguando equí. Fundamentalmente nesa prensa tán les respuestes que se daben dende distintos ámbitos: PCA, CC OO, etc. Ehí vese como naz una alternativa rexonalista dientro d'estos grupos, una propuesta de rexonalización de les empreses públiques n'Asturies. N'otros ámbitos apostóse por otru tipu d'alternatives. De cualesquier manera, la recorversión industrial, que yá daquella empezara a fraguar, ye lo que llama l'atención. Tamién hai otra característica importante: culturalmente toos tienen que facese eco d'un fechu mui novedosu. Parte de la opinión pública, organizada alredol de Conceyu Bable, pon de relieve les señes d'identidá, la llingua asturiana...

Precisamente nesti momentu naz la prensa escrita n'asturianu. ¿Tien unes característiques específiques? ¿Comparte a rasgos xenerales les inquietúes del restu?

Dalgunos rasgos sí que comparte. Nun hai qu'escaecer que ye prensa militante. Hai rasgos d'estilu que son comunes: un tonu cuasi doctrinariu; sí tuvo una preocupación polo cultural más grande de lo qu'atopamos n'otros medios. Ye natural: la idea fuerte de l'actitú militante de Conceyu Bable ye la recuperación de la llingua. Aparte d'eso, la prensa n'asturianu va tener un abanicu de temes muncho más ampliu. Toi falando fundamentalmente d'«El Glayíu», una revista que tresciende con muncho les árees d'interés qu'otres teníen. Ellí vamos atopar, escritos n'asturianu, artículos sobre coses muncho variaes, normalmente acutaes pal castellanu. Nun se circunscribíen tampoco a lo político o sindical. Hai crítica de la cultura, feminismu, etc.

D'esta realidá, ¿fíxose eco'l restu de la prensa asturiana? ¿Publicaben collaboraciones n'asturianu?

Pocos. Nel periódicu del PCA hai debates sobre'l tema. Nun ye una constante nin hai una sección espresamente dedicada a eso pero sí que se dediquen númberos especiales a esi tema. Na esquierda radical yera más frecuente. Los medios del MCA van a tar mui atentos, asina como Andecha Xoven (que yera la organización xuvenil del MCA). En xeneral son los medios de la esquierda radical los que tienen más interés nesta cuestión.

¿Qué queda de too ello? ¿Qué coclusiones se puen estraer de la llectura d'esta prensa?

Básicamente la conclusión a la que se llega nel llibru ye que les organizaciones que más destacaron na llucha contra'l franquismu salieron enforma mal paraes... A escepción posiblemente de CC OO (anque tampoco CC OO consiguió caltener la proyección que naquellos años tenía), da la impresión que los partíos que supieron combinar l'oportunismu polícu ensin dexar d'apelar a les vieyes sigles. Yo estudio básicamente la prensa d'esquierda. Les opciones más moderaes son les que salieron triunfantes. ¿Queda dalgo? Tolo qu'agora hai d'asturianismu, sía muncho o poco, diba ser inimaxinable ensin aquella prensa. Lo mesmo-y digo del ecoloxismu.

Les Noticies (edición dixital del 10 de marzu de 2009)

Fonte: Les Noticies.

Etiquetas:

Entrevista a Marcelino Laruelo Roa

La historia de varios activistas de la CNT que fueron fusilados en Gijón el 14 de julio de 1938 llegó a sus oídos mientras preparaba otro de sus estudios. Ahora, tras varios años de meditación, Marcelino Laruelo Roa ha decidido publicar «Tres anarquistas de Gijón», en el que describe los últimos días de Alfredo Díaz, Marcelino Ovies y José Tourman, condenados a muerte tras varios meses en la antigua cárcel de El Coto. Con su obra pretende saldar «una deuda moral» con los ajusticiados.

-¿Por qué elige a tres protagonistas concretos para tratar el tema del anarquismo en Gijón?

-Este tema surge hace bastantes años. Por entonces conozco a Luis Quirós, un superviviente de la cárcel de El Coto que compartió celda con José Tourman. Me comunica que, por entonces, estos tres dirigentes anarquistas, todos ellos muy conocidos en Asturias, habían sido fusilados el 14 de julio de manera extrajudicial. A primeros de este año me animé a escribir la historia.

-¿Los protagonistas fueron realmente ajusticiados sin un proceso judicial?

-En el libro cuento la historia desde que hacen prisioneros a cada uno de los protagonistas hasta el fusilamiento, que se produce el 14 de julio, día simbólico para los republicanos por la toma de la Bastilla en la Revolución Francesa. Pasan por un consejo de guerra. Realmente, antes de la ejecución llegó el documento del Cuartel General del Generalísimo, pero los presos tenían su parte de razón en sospechar de que parte del proceso fue extrajudicial, ya que había un preso que trabajaba en la cárcel que no recibió la notificación la tarde anterior al fusilamiento.

-Entonces, ¿por qué deciden los carceleros llevar a cabo la ejecución ese día?

-Retrasan la ejecución porque querían fusilarlos el 14 de julio, por el valor simbólico de este día para los republicanos. Era una manera de hacer más duro el castigo. Ocurrió algo similar en un caso de Salamanca, cuando al único pastor protestante de la ciudad lo fusilan el 8 de diciembre, día de la Purísima Concepción, el dogma que no admiten los protestantes del catolicismo.

-¿Qué papel desarrollaban dentro del anarquismo asturiano los fusilados?

-Eran representantes significativos, pero el hilo conductor del libro es que a los tres los fusilan el 14 de julio.

-En Gijón el anarquismo llegó a tener un gran asentamiento y participó en la Revolución del 34. ¿Cuál era su poder real?

-La CNT en Gijón era hegemónica, del mismo modo que la UGT era mayoritaria en las cuencas mineras. No sabría explicar el porqué de este poder. Quizás encajó más con el espíritu de la ciudad. Creo que se debe a que Gijón, en tanto que ciudad costera, siempre estuvo más abierta a la influencia de otros pensamientos. La censura nunca fue tan eficaz como en el interior. De esto ya habla el mismo Jovellanos. Ese ambiente liberal conecta con el espíritu libertario de la clase obrera.

-¿Durante la Guerra Civil cuál fue el papel de los anarquistas gijoneses?

-La CNT fue la gran perdedora de la República y de la guerra. Durante la República fue siempre perseguida, frente a la UGT, que recibió un trato de favor. Sin embargo, nunca se buscó la integración republicana de la CNT.

-¿Por qué fracasa el anarquismo y se diluye definitivamente después de la Guerra Civil?

-Hubo muchas ideas anarquistas que se integraron en otros movimientos. Ahora bien, tras la guerra en España se inicia un período de dictadura tan largo que todo cambia. Hubo acciones clandestinas, pero el franquismo desmanteló el movimiento obrero. De hecho, el sindicalismo actual no es continuador de aquel otro sindicalismo. Ahora sólo reivindica mejoras económicas, no hace construcción social. Es la herencia del sindicalismo vertical del franquismo.

-¿Se encuadra este libro dentro del actual proceso de recuperación de la memoria histórica?

-No. Este libro me gustaría que fuera el inicio de una pequeña colección sobre temas de personajes que fueron importantes en esta época y que no figuran en la historia.

Eloy Méndez


Publicado en: La Nueva España, 4 de noviembre de 2008.
Fuente: La Nueva España.

Etiquetas: ,