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jueves, mayo 29, 2008

Las propuestas de organización obrera. Las relaciones con los sindicatos y la cuestión de la doble militancia en CRAS

LAS PROPUESTAS DE ORGANIZACIÓN OBRERA. LAS RELACIONES CON LOS SINDICATOS Y LA CUESTIÓN DE LA DOBLE MILITANCIA EN CRAS

Según Comunas había que partir de la premisa de que la “empresa” era el primer lugar de choque de la clase obrera con su enemigo, los planteamientos tácticos debían estar presididos por dos principios: máxima economía de hombres (no “quemar” a más de los necesarios) en el curso de la lucha o después de los conflictos y máximo avance en las posiciones conquistadas sin separar artificiosamente el frente político y el económico en la lucha. La estrategia adecuada (clandestinidad, seguridad extrema) y la táctica consecuente (Comités de Fábrica) para ofrecer la mayor seguridad al trabajador.

En un artículo titulado “Cómo es la táctica de los comités de empresa?” se explicaba detalladamente esta táctica. El órgano de decisión de los trabajadores es la Asamblea Obrera y sus representantes elegidos constituyen el Comité 1. No son un órgano ejecutivo permanente, sino portavoz de los trabajadores a instancias de la empresa. Este comité cesa con el conflicto y sólo servirá para transmitir nuevas demandas de la empresa a los trabajadores y, en el nuevo conflicto, la Asamblea elige un segundo Comité y así sucesivamente. La propuesta se representaba de esta manera: (114)



Estos aspectos conectan inevitablemente con las relaciones y el papel que se atribuía a los sindicatos. Para CRAS, “El mecanismo productivo de la sociedad debe ser promovido por los Sindicatos” y el sindicato, debe ser unitario y le corresponde también el carácter revolucionario, el cual no es exclusivo de los partidos. En este carácter revolucionario que se atribuye a los sindicatos se advierte una disidencia con el luxemburguismo. (115)

En septiembre de 1971 CRAS llega a afirmar la muerte de las Comisiones Obreras, evidenciada en la incapacidad para “llevar adelante el potencial combativo que habían supuesto las huelgas habidas en Vizcaya-Guipúzcoa. Como alternativa, se propugnaba unas organizaciones que defendieran los intereses inmediatos de los trabajadores —sin perder la perspectiva revolucionaria— que desarrollaran y fomentaran la lucha de clases según un modelo de obrerismo revolucionario:

Se trata de crear desde la base una plataforma unitaria de acción crítico-práctica que, uniendo esfuerzos y evitando todo grupismo, sea capaz de coordinar la acciones concretas (...) para dar a los hechos (...) perspectiva revolucionaria. (116)

Se afirmaba además que “los sindicatos especialmente, o son una “excrescencia” de los partidos o, si se definen independientes, un partido en sí mismos”. Las comisiones, plataformas o alianzas sindicales existentes se habían propuesto en un principio como lugar de unidad de diversas organizaciones, pero “resulta que no existen obreros en tales organismos que no estén afiliados políticamente”. Negaba la incidencia de tales organizaciones en las “masas” y afirmaba que la verdadera lucha de clases no se percibía en el “partido”, sino en los conflictos. Que los partidos eran “ajenos” a la clase obrera y que el modo de actuación de estas organizaciones era siempre “desde fuera de los hombres que luchan hoy en su empresa o sobre ellos, pero nunca con ellos”. Que cada vez que se producía una lucha los partidos se lanzaban sobre ella para “manipularla y moldearla”. En suma, se trataba de organizaciones ajenas al proletariado incapaces de analizar las situaciones por su “dogmatismo y sectarismo”. La solución estaba “en las alianzas, plataformas o frentes de todas las fuerzas que se definan como obreras o revolucionarias”. (117)

La crítica se refería evidentemente a la influencia del PCE sobre las Comisiones Obreras, organizaciones a las que CRAS reprochaba incesantemente su participación en los sindicatos oficiales del régimen franquista (CNS) y ya se expuso en su momento cómo éste había sido precisamente uno de los móviles que impulsaron a RÚA a organizar su propio grupo. (118)

Respecto de las relaciones de CRAS con CNT, los testimonios aparecen más contrapuestos. RÚA afirma una y otra vez, cuando desgrana sus recuerdos, la supuesta vinculación a CNT de CRAS. Asegura incluso que esta adscripción se remontaría a los primeros tres meses de la existencia de CRAS, aunque admite que algunos de los miembros de la organización desconocieran esta militancia y, efectivamente, los miembros consultados no son conscientes de aquella adscripción. Además (119), un notorio cenetista presente ya en aquellos años en Gijón, afirma rotundamente:

CNT no funciona, como tal organización, desde 1958 hasta 1975. Yo no tenía relación con CRAS, pero sé que colaboraban Chema Cimadevilla, Jesús Casado, Paco García, Joaquín de Duro Felguera... Estos son menos conocidos, entre otras cosas porque eran jóvenes anarco-sindicalistas. Estos colaboraban también con CRAS pero no con CNT, porque CNT como tal organización, no funcionaba. Hay que preguntarse incluso en nombre de quién firmaban los que lo hacían como “CNT” en los pasquines u organismos unitarios que funcionaron (Fondo de Solidaridad). Lo mismo cabe decir de la Alianza Sindical de USO con CNT que sería una autoatribución de ciertas personas. (120)

EDUARDO PRIETO coincide en que la CNT en Asturias estaba muy debilitada a finales de los sesenta y que su personaje central era Aquilino Moral, de La Felguera, pero afirma que los obreros de CRAS, a instancias precisamente de RÚA, se plantearon a qué sindicato adscribirse y que, en primer término lo hicieron a la USO (Eduardo Prieto, José Luis Iglesias y Juanín, el de Laviada), pero que al plantarse en USO las bases ideológicas y decantarse por el marxismo, salieron los tres de USO y, a continuación, Eduardo Prieto y Juanín se afiliaron a CNT. A partir de ahí, la CNT delegó en Eduardo Prieto su representación en FUSOA y otros organismos y así se mantuvo hasta los años de la transición.

Rúa tenía muy buenas relaciones con Aquilino Moral porque éste había pertenecido al POUM como su padre y en 1972 o antes, tuvo lugar una reunión a la que asistieron Rúa, Liliana, Clemente... En esa reunión uno de los puntos que se plantearon fue si la gente cenetista de CRAS podía firmar en nombre de CNT. Rúa tuvo una época de indefinición, muy crítico con el PCE, pero muy abierto. Aceptaba y, si era necesario, llegaba a asumir las posturas opuestas a la suya. Instruía y formaba, pero no hacía proselitismo y sobre la adhesión a CNT se tardó en decidir. CNT no existía. Sólo existían los cenetistas. Hubo un tiempo (quizás el 73 y 74) en que coexistieron CRAS y CNT y firmaban simultáneamente. (121)

Pero la citada reunión de La Felguera se refiere a la que, tras la disolución de CRAS, se planteó la vinculación formal de los militantes crasistas más afines a CNT, lo que parece ser que supuso un renacer para el sindicato anarquista y esta es la versión que aporta otro militante participante en aquella reunión de lo que volveremos a ocuparnos al hablar del proceso de disolución. (122) No hemos recogido testimonios de afiliación a ningún otro de los sindicatos existentes por parte de los militantes de CRAS. (123)

El desacuerdo evidente de estos testimonios es muy posible que esté condicionado por la militancia divergente que, posteriormente, han adoptado sus protagonistas. En cualquier caso, hay coincidencia en que la CNT carecía de existencia orgánica en Asturias a finales de los sesenta y principios de los setenta, que su presencia se reducía a individualidades. De ahí se deriva también que la firma de CNT en documentos de inicios de los setenta se debe a estas personas vinculadas precisamente a CRAS.

Precisamente los detractores de Rúa en su posterior militancia cenetista le han reprochado el supuesto marxismo de CRAS y sus escasos contactos con la Regional Asturiana de la CNT en el exilio. (124)


La región asturiana constituía en aquellos años, junto con Barcelona, Madrid y el País Vasco, uno de los focos del resurgimiento del movimiento obrero español y el rigor de la represión de la dictadura se haría sentir de manera muy especial en la región con motivo de las huelgas mineras del 62 y 63 y posteriormente, con el estado de excepción de 1969. Una conflictividad centrada en la minería en permanente crisis y ello se tradujo, como no podía ser menos, en la proliferación de organizaciones sindicales y políticas de izquierda. (125) CRAS, había nacido con un afán “puente” y con la pretensión de constituirse en una plataforma de convergencia, pero sin abdicar de sus propuestas. No obstante, las relaciones de CRAS se inclinaron más, como hemos visto hasta aquí, hacia los sindicatos que, aunque de menor implantación, se abstenían de utilizar los mecanismos legales del régimen (elecciones sindicales de la CNS).

Sin embargo, la cuestión de las alianzas para CRAS residía en su propia identidad (organización-puente) y en Comunas se recordó alguna vez que “los momentos de mayor eficacia del movimiento obrero español habían sido la revolución de 1934 y el del Frente Popular en alusión a los procesos unitarios que los impulsaron. Coherentemente con ello, propugnaba incesantemente la unidad:

Esas alianzas o frentes estructurados según principios de democracia a ultranza deberán servir para impulsar el movimiento obrero, evitarán que las fricciones de los grupos traspasen los límites de los órganos de coordinación de los integrantes del frente (...) Misión principal de esta alianza o frente será la de activar el movimiento obrero, poner a su servicio todos los aparatos e instrumentos de cada uno de los grupos y defender las organizaciones de masa que surjan de la clase en lucha, consciente de que, “los errores cometidos por un movimiento obrero verdaderamente revolucionario son históricamente mucho más fecundos y más valiosos que la infalibilidad del mejor comité central”. (127)

El conjunto de lo analizado hasta aquí, viene a mostrar hasta qué punto resultaba irreconciliable la práctica política de CRAS y la del principal protagonista en aquellos años de la oposición: el PCE y el sindicato de su influencia Comisiones Obreras. Unas relaciones que se caracterizaron por el recelo mutuo e incluso la hostilidad.

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