El cielu por asaltu

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domingo, septiembre 30, 2007

La batalla de Asturias

Este excelente libro era necesario. Nos referimos a «La batalla del oriente de Asturias», de Luis Aurelio González Prieto, un libro de historia de próxima publicación. Un libro necesario por varias razones. Y la primera de ellas es de justicia: la batalla del oriente de Asturias ha quedado en la historia de la guerra como un hecho de trascendencia limitada, pese a la importancia que tuvo en realidad. La resistencia de las tropas leales a la República en Asturias se convirtió en inútil debido a los fallos generalizados de la estrategia republicana y, sobre todo, por la auténtica traición de los nacionalistas vascos a la causa que defendían las tropas del Norte.

La historiografía franquista no fue piadosa con las tropas asturianas. Tampoco la historiografía nacionalista vasca. Desde luego, por lo que se refiere a las acciones de la retaguardia. Pero su reconocimiento franquista de que la lucha en Asturias fue difícil, tremendamente dura, tiende más a exaltar los méritos propios que las capacidades ajenas. Los audaces asaltos de las brigadas navarras a las posiciones defendidas por socialistas, anarquistas y comunistas asturianos están, en sus relatos, repletos de detalles de coraje y sacrificio, lo que no deja de contener elementos reales, pero olvida que esos asaltos iban precedidos siempre de una superioridad en armamento, en artillería y en aviación que dejaba las posiciones defensivas machacadas y repletas de sangre antes de que los asaltantes se echaran a tomar las trincheras.

La campaña del oriente de Asturias, como ya digo, comienza con una traición, que es su prólogo. La entrega de los batallones nacionalistas vascos a las tropas italianas en Santoña. Cuarenta mil combatientes republicanos causaron baja en la defensa del Norte cuando se consumó la traición. Muchos vascos, es de decencia recordarlo, de filiación comunista, socialista y anarquista, permanecieron fieles a la República, pero el grueso del contingente que tuvo que encarar la resistencia era asturiano.

La defensa del frente oriental estaba condicionada por un hecho: la precariedad del armamento y la escasez de suministros. No había fusiles para todos los combatientes, no había apenas artillería, no había aviones. Ningún avión. El optimismo con que el general franquista afrontaba la ofensiva estaba justificado. Sus tropas estaban bien dotadas del armamento más moderno de la época. Buena artillería, sobre todo la aportada por la Legión Cóndor alemana; buenos aviones de caza y bombardeo, de las últimas generaciones producidas por las factorías de Italia y Alemania. Y, por supuesto, una tropa aguerrida, sedienta de victorias después de su arrollador paso por las tierras de Santander.

Sin embargo, el optimismo de los franquistas se vio pronto defraudado por los hechos. Durante semanas sus tropas repletas de optimismo se toparon con una resistencia feroz, apoyada en la abrupta geografía de la sierra de Cuera, pero, sobre todo, en la firmeza de los combatientes republicanos, que se negaban a ceder terreno pese a los salvajes bombardeos a que eran sometidas sus posiciones. Cuando un combatiente caía había otro detrás que recogía su fusil y ponía su pecho ante las balas y la metralla.

Fueron semanas de una épica extraordinaria. Con un resultado final que estaba cantado, pero que no fue del todo inútil para la causa republicana. Esa resistencia alargó la posibilidad de la resistencia general del Ejército popular y se pudo aprovechar para reorganizar y rearmar al Ejército del Centro.

La resistencia asturiana dio un plazo de varias semanas a Rojo para montar su ofensiva sobre Teruel, lo que impidió la nueva ofensiva de Franco contra Madrid. Durante varios meses la guerra estuvo sin decidir, porque Asturias colaboró de una forma fundamental en que la estrategia republicana de resistir hasta que se desatara la guerra europea estuviera muy cerca de obtener un resultado positivo.

A Asturias la dejaron sola los nacionalistas vascos y le dio la puntilla la actitud entreguista de los gobiernos conservadores ingleses, que mantuvieron con celo la política de no intervención favorecedora en exclusiva de las políticas alemana e italiana en España.

No fue una resistencia estéril. Por lo menos, no fue una resistencia más estéril que la de la República en su conjunto. Después de la derrota, muchos de los hombres que habían defendido el Mazuco continuaron la lucha en el Ebro o en Cataluña.

En este libro se cuenta aquello con una erudición y una capacidad de análisis notables. Bienvenido.

Jorge M. Reverte


Publicado en: La Nueva España, 10 de agosto de 2007.
Fuente: La Nueva España.

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