El cielu por asaltu

Recuperar la dignidá, recuperar la llucha. Documentos pa la hestoria del movimientu obreru y la clase obrera n'Asturies.

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jueves, mayo 29, 2008

Las líneas básicas de la "organización"

LAS LÍNEAS BÁSICAS DE LA "ORGANIZACIÓN"

La organización se concebía como democrática, identificando esta condición con la de revolucionaria. “La más importante tarea revolucionaria es conseguir la democracia del proletariado.” Evidentemente debía ser “eficaz” y “clandestina”.

2.- Rechazo de cualquier etiqueta respecto de las ideologías revolucionarias en una alusión evidente a la tradicional división del movimiento obrero español entre marxistas y anarquistas sin alusión a otras nuevas interpretaciones (maoísmo, guevarismo...).

3.- Propugnaba como forma organizativa propia el asamblearismo y los consejos obreros en cuanto a las organizaciones de masas.

4.- Militancia y compromiso: Los miembros se comprometerían, además de cumplir los estatutos de la organización, a ser vanguardia en su campo de lucha y a la labor de captación.

5.- Se establecían cuatro niveles de militancia: simpatizante, colaborador, premilitante y militante. Niveles que venían impuestos, sin duda, por las condiciones represivas y por las diferentes disponibilidades al compromiso.

6.- Deberes y derechos del militante:
—A ejercer la crítica.
—Cierto espontaneísmo, tanto en el terreno individual como en cuanto a la actuación de las células.
—Actitud de apertura y de crítica.
—Se estimula y exige el conocimiento y estudio del movimiento obrero, historia de
sus luchas, alternativas y pensadores.
—Estudio de los materiales (publicaciones) de otras organizaciones.
—Se plantean en este sentido “contactos” con otras organizaciones: UGT, CNT, y FSI (Federación Socialista Ibérica).

7.- La organización se estructuraba en células, comités, una Delegación amplia y la
Asamblea.
—Comité de Portavoces: asumía la labor de coordinación de la actividad, la consulta para la discusión, decisión y las relaciones con otras organizaciones.
—Comité de Formación: de los militantes a través del estudio de materiales relacionados con el movimiento obrero. Este Comité elegiría un Comité Técnico de Prensa.
—Comité Técnico de Acción. Su objetivo era la realización de las campañas aprobadas y la coordinación de la acción.
— Los Comités estaban constituidos por representantes de las células autónomas de
unos cinco miembros. (84)
—“La célula es el lugar de coordinación de los Comités”.
—La “Delegación amplia” estaba compuesta por dos delegados por célula y un delegado por comité. Sus funciones eran asegurar el funcionamiento democrático, autocrítica, historia y revisión de la labor organizativa.
—Tanto los “Comités” como la “Delegación amplia” se reunirían cada tres meses o
“cuando fuese necesario”. (85)
—La reunión de todas las células formaba la asamblea, supremo órgano de poder y decisión. Se preveía que se reuniría anualmente o “cuando fuese necesario”.


Es importante destacar aquí los principales elementos novedosos de la organización:
la democracia, sin otra condición que la de “revolucionaria” y el asamblearismo como principios organizativos. Estos principios parecían formulados para prevenir el dirigismo, la burocracia y conformaciones piramidales tan habituales hasta ese momento en los partidos clásicos. “Asamblearismo” y “Comités” serían la alternativa de organización obrera propuestas por CRAS. Pero se trataba de propuestas organizativas difíciles de realizar en la práctica dada la implacabilidad de la represión y, de suyo, así se admitía al estructurarse simultáneamente “comités” especializados. Lo cual no dejaba de suponer e incluso implicar una contradicción inicial de la que se partía. En realidad, las asambleas generales de la organización, según los propios militantes, fueron escasísimas.

Este bagaje ideológico y el proyecto organizativo suponía una evidente contraposición frente a los partidos y grupos de corte marxista-leninista y en cuanto a su origen, es necesario dejar constancia de su raigambre luxemburguista según se ha sintetizado el pensamiento de esta autora:

(...) la necesidad de conjugar la revolución con la máxima garantía de libertades democráticas y en la desconfianza frente a todo sistema de organización jerárquica. (86)

La histórica división del movimiento obrero en España había lastrado su lucha y, ni en la guerra civil, se había llegado a un entendimiento efectivo. Esta tragedia seguía pesando en personas que, como Rúa, habían palpado sus consecuencias. Pero, paradójicamente, Asturias era históricamente también la región donde se habían producido las experiencias más positivas de intentos de colaboración. La delegación de la CNT asturiana, ya en el congreso en 1919, había defendido la fusión de las dos grandes centrales obreras frente a la postura absorcionista de sus compañeros que resultó mayoritaria. Aquella actitud unitaria fructificaría en la Alianza de 1934 y supondría un ejemplo reconocido por numerosos líderes obreros. Para los mentores de CRAS, después de treinta años, las dificultades impuestas por la represión de la dictadura hacían todavía más necesaria la convergencia de las fuerzas revolucionarias sin que ello comportara —por imposible— la síntesis ideológica de ambas corrientes según vamos a poder comprobar.

En el “documento de CONSTITUCIÓN” se exponían las directrices estratégicas y tácticas básicas, un análisis de la situación socio-política del país y una serie de pronunciamientos y rechazos que, en su conjunto, constituyen unas señas de identidad o autodefinición del grupo.

Tras denunciar en el preámbulo, el fraccionamiento político existente en la izquierda de aquel momento, se justificaba el nacimiento del nuevo grupo precisamente por su espíritu “integrador”.

Si, por otra parte, se había producido una crisis en los partidos políticos existentes, se achacaba a diversas limitaciones y problemas: “burocratismo” de los aparatos que “esterilizaba la acción política”, “oportunismo” como técnica de acción, “incongruencia doctrinal”, “daltonismo de la realidad”, “falta de imaginación”, “sectarismo excluyente”, ‘profesionalización” y “la contradicción flagrante entre la imagen política y la imagen cotidiana o ciudadana del funcionario o del simple militante.” Se concluía que la supuesta “apatía” de las masas se debía a la languidez de los partidos. De ello se deducía la necesidad de un grupo integrador. Postura crítica que alineaba a CRAS junto a los grupos izquierdistas que surgen en Europa de en torno a 1968, una de cuyas características comunes es la crítica a los partidos obreros tradicionales.

Y es que, como se afirma más adelante en el punto 6, y en clara oposición también a los grupos marxistas leninistas del momento...

Vemos pues la necesidad de un trabajo profundo paralelo en el orden individual en el sentido de la ampliación de la conciencia individual y de la libertad personal. Evitaremos pues considerar la asociación, corno una máquina militar en la que se exigen al militante ante todo disciplina y obediencia aun para actos que pueden repugnar profundamente a la conciencia del mismo, pues sabemos que este tipo de concepción militar en la lucha social puede tener una momentánea eficacia deslumbradora, ganadora de pequeñas batallas, pero perdedora, al cabo, de grandes guerras, pues está destinada a perder siempre la batalla del hombre que es la meta suprema. Evitaremos pues, la simplificación de los esquemas y la uniformación y fanatización del asociado y buscaremos siempre la incorporación activa, la originalidad de su persona organizada positivamente en el conjunto y aspiraremos a ser una plataforma de educación y promoción de hombres libres para quienes el mejoramiento individual tiene un sentido en el programa de su vida. Apuntamos, pues, a la formación de un hombre nuevo, un hombre nuevo que no podrá ser más que en la sociedad y que por lo tanto, hacia ella, por ella, y en ella estarán dirigidas sus iniciativas pero que a la vez es consciente de que todas estas iniciativas debe promoverlas desde sí mismo y que por lo tanto, reclama el derecho de esa intimidad personal. (87)

Se aceptaba la tesis marxista relativa a las relaciones de las clases sociales, los intereses de clase y su aplicación sistemática al estudio de la Historia, pero se rechazaba como una “simplificación” marxista (...) “la declaración, pretendidamente científica, de la prelación materia-idea.”

Es evidente aquí la fuerte impronta humanista —e idealista— de raíces heterogéneas. De una parte, las huellas de los estudios universitarios en el clasicismo greco-romano de Rúa y la heterodoxia que acompañó siempre a su formación. De otra, la llegada de nuevas ideas en este aspecto: la propuesta del “hombre nuevo” en los escritos de Che Guevara y el rechazo al hombre “unidimensional” (en cualquier sentido) que había formulado Marcuse. A este respecto, recuerdan algunos de los militantes las lecturas de los libros de estos autores en Gesto y las charlas que sobre estos temas impartió allí mismo Eva Forest.

Se afirmaba además en el documento que la consecuencia de esta premisa había sido la crítica marxista de las actitudes idealistas y “con ella se produjo una lamentable división de la energía revolucionaria (reyerta entre Marx-Proudhon, separación Marx-Bakounin)” sin aludir a las demás diferencias entre uno y otro pensamientos revolucionarios.

Y se zanjaba la cuestión expeditivamente:

Para nosotros, existen sólo análisis correctos e incorrectos de la realidad y la primera incorrección que se nos aparece ya es dar por científico lo no científico o improbable. La unidad dialéctica base material-ideológica (sic) y su incorrelación nos parece innegable y es suficiente este hecho incontrovertible. Lo demás nos parece opinión o creencia. Pronunciarse por uno de los dos términos como necesidad científica nos parece una incorrección, un hecho tan anticientífico como pronunciarse “científicamente” por la prioridad del huevo o la gallina en su situación actual.

Para CRAS, “el proletariado es la base social transformadora de la sociedad”. Por lo tanto, ése será su campo de acción. En cuanto a otras clases sociales (media y pequeña burguesía) tienen la opción de ser lacayos del capitalismo o proletarios dignos en un pronunciamiento de clara raigambre marxista. En lo que respecta al papel de la pequeña burguesía, se recurre a una postura clásica, reconociendo su importante posición en la dinámica de la lucha de clases, se le ofrece “un puesto de dignidad dentro del proletariado” (punto 4).

No se definía tampoco en lo relativo al protagonismo revolucionario del proletariado industrial o el campesinado, vieja polémica distanciadora de las posiciones bakouninistas y marxistas y que en aquellos años sesenta volvía a tener continuidad en las formulaciones del maoísmo e incluso del guevarismo.

Se pronunciaba CRAS por la necesidad de la relación teórico-práctica constante en un análisis que parece proceder de Karl Korsch (punto 7). La acción teórica y práctica de la asociación, irían encaminadas al mejoramiento de toda la sociedad (punto 3).

CRAS rechazaba el conservadurismo y los movimientos falsamente revolucionarios en cualquiera de sus formas y propugnaba la “necesidad de que nuestra asociación milite en el campo de las fuerzas progresivas” sin renegar de la historia anterior, tanto externa (“hecha por las clases opresoras y concretada en una superestructura de tópicos, falsos valores, instituciones y formas sociales”), como de la interna (“hecha por la suma de las vicisitudes de los pueblos, por su dolor, su experiencia y su sabiduría”). La acción del grupo se dirigiría precisamente a la introducción revolucionaria de cambios en la sociedad teniendo en cuenta ambos elementos (punto 2).

La primacía del humanismo se manifestaba una vez más cuando se afirmaba que el fin de la transformación de las estructuras existentes pretendía “que el individuo tenga vía libre para el desarrollo pleno de su naturaleza” (punto 5).

En las bases ideológicas para las relaciones de CRAS con otros revolucionarios (personas o grupos) se proponían los siguientes principios:

—Necesidad de una “tolerancia metafísica” que esté en contra de toda clase de integrismos y contra cualquier espíritu de inquisición.
—Aceptación de cualquier ideología que no conduzca a nuevas formas de opresión.
—Respeto y consideración por el diferente ideológicamente, puesto que de la conciencia de la diversidad ideológica surge la unidad.
—Renuncia a la manipulación. Adhesión a la verdad y la sinceridad (punto 8).
—“Actitud de unidad en los claros intereses comunes” y “una actitud de tolerancia en las materias dudosas y discutibles”. “Reprobamos enérgicamente a cualquier grupo que lleve la ley de la selva al terreno de la competencia política” (punto 9).


Finalmente se propone una nueva concepción de la propaganda política: “si tenemos una voluntad de educación, si buscamos la sanidad mental y moral de la sociedad por la revolución, es porque creemos que la verdad es no sólo algo respetable, sino además ella misma un factor liberador en el proceso dialéctico de la superación del estado de alienación social” (...)“los atentados contra la misma o su desfiguración consciente son condenados por nosotros como actividades contrarrevolucionarias” (...) (punto 10).

La perspectiva humanista se prolonga también hasta aquí donde, frente a la preferencia por la eficacia política, se hacen prevalecer los valores morales que parecen constituir el fin ético de la organización: el respeto y la consideración a la personalidad del militante, la tolerancia y, explícitamente, la renuncia a la manipulación... Planteamientos que remiten al filósofo antiguo para quien era más importante el amor a la verdad que a la doctrina. Merece la pena destacar finalmente, que frente al militante acrítico y sometido se propugna el militante crítico y con personalidad.

Verdaderamente, una buena parte de estos principios parece constituir más el código deontológico de la organización y de sus miembros que las bases políticas de funcionamiento de un grupo político de los de aquellos años. Como, en parte, reconoce ahora RÚA:

(...) nunca se tuvo en CRAS la voluntad de ser un partido dirigente porque nunca fue ni quiso ser un partido y mucho menos dirigente. Vanguardia de lucha, de exposición y de clarificación, sí.

En cualquier caso, resultaba evidente el propósito de buscar una organización nueva, en la que se evitaran los “vicios” de las organizaciones marxistas leninistas del momento: respeto de la personalidad del militante y garantías de funcionamiento democrático.

Estos postulados contribuían a “garantizar” el hombre “nuevo” comprometido en el cambio revolucionario de la sociedad lo que suponía una fuerte impronta humanista de indudable atractivo. En este aspecto se acercaría también CRAS a dos características con que H. MARCUSE veía a la Nueva Izquierda: cierto libertarismo y antiautoritarismo y en concebir la revolución del siglo XX como:

(...) de forma que en ella se articularían no sólo las exigencias políticas y económicas, sino también, y de forma radical, otros deseos y esperanzas: el deseo de un nuevo sentido moral, de un entorno más humano, de una completa “emancipación de los sentidos” (Marx), en otras palabras, una liberación de la compulsión de considerar a la gente y las cosas meramente como objetos de intercambio. (88)

No es extraño en estas condiciones que tales propuestas atrajeran el interés de individualidades de procedencias ideológicas diversas y reacias a las duras disciplinas de discusión imposible en otras organizaciones. Se podría calificar al grupo de “humanista revolucionario” en una síntesis que podrían asumir sin problemas, por ejemplo, cristianos dispuestos a la lucha por la transformación social. Pero también con la suficiente agresividad y radicalismo en contra del sistema imperante como para atraer a jóvenes ansiosos de lucha.

Cabe añadir, no obstante, que a pesar de la tolerancia de que se pretendían dotar las relaciones con los otros grupos revolucionarios ello no impidió, como ha confesado alguno de sus miembros, que sus conductas acabaran cayendo también en el sectarismo tan habitual y difundido entre los militantes de izquierda. (89)

En este mismo aspecto, subrayamos que el grupo siempre se autodenomina “asociación” y elude la denominación de partido. Tomaría el nombre de “Comunas Revolucionarías” en alusión al hito que había supuesto la Comuna de París y el vivo recuerdo en Asturias de octubre de 1934 y la “Acción Socialista”, como forma de definición del trabajo revolucionario, para que personas de cualquier procedencia política pudiera asumirlo. Comunas se denominó también el órgano de expresión del novedoso colectivo y, puesto que constituye un valioso elemento para su definición, nos vamos a ocupar a continuación de su línea e itinerario.

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