El cielu por asaltu

Recuperar la dignidá, recuperar la llucha. Documentos pa la hestoria del movimientu obreru y la clase obrera n'Asturies.

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domingo, abril 16, 2006

Huelga en Duro Felguera

1931: de la reivindicación contra los despidos a la insurrección obrera

Corría el mes de julio de 1931. Unas semanas antes, la CNT había celebrado su primer Congreso bajo la II República -el llamado Congreso del Conservatorio, por el local de Madrid en el que se celebró-, en el que había tenido una destacada participación la delegación anarcosindicalista asturiana, integrada por treinta delegados. Cuatro de ellos -Herminio Prieto, Jerónimo Riera, Jerónimo Martín y Teófilo Gutiérrez- representaban a los 3.400 afiliados de la CNT de La Felguera, localidad que había nacido alrededor de una importantísima Sociedad, la Duro Felguera, poseedora de varias minas, grandes talleres metalúrgicos y de fundición de acero, y otras instalaciones menores.

El verano se hacía notar en la ribera del Nalón, el río que separa la localidad de Sama de Langreo de La Felguera. Langreo era el bastión obrero de los socialistas y la UGT, mientras que en La Felguera, la hegemonía de los anarquistas y la CNT era indiscutible.

A comienzos de julio, los patronos de la Duro Felguera anunciaron a los obreros su decisión de despedir a noventa trabajadores, excusándose en la “falta de trabajo”. La noticia corrió en un vuelo toda la localidad, sacudiendo los talleres y tajos de la margen felguerina del río. Al final del día, numerosos trabajadores subieron hasta la sede del Sindicato Metalúrgico de la CNT, dispuesto el ánimo para impedir el despido de tantos compañeros. Tras acalorado debate, se decide que representantes sindicales de la CNT acudan a la Duro Felguera para “exigir que se respete en sus puestos de trabajo a esos noventa hombres y se establezca un turno rotativo, repartiendo el trabajo que haya en proporciones iguales entre los más de 2.000 obreros de la fábrica”. La Dirección de la empresa se niega tajantemente a tan solidaria pretensión.

Enseguida, lo que en principio era una reivindicación laboral contra los despidos, expuesta con serenidad y soluciones plausibles, se convirtió en durísimo enfrentamiento por la hostilidad de la empresa hacia cualquier fórmula que, más allá de la cuestión concreta planteada, reforzase el sentido de clase y hermandad solidaria de los trabajadores.

“El primer acuerdo del Sindicato -recoge Manuel Villar en su reportaje testimonio “El anarquismo en la insurrección de Asturias”- es ocupar la fábrica por equipos completos que se relevan por turnos”. Como se prevé que lleguen la Guardia Civil y las tropas del ejército para intentar el desalojo de la gran fábrica, cada turno preparará la defensa del recinto armando a un cierto número de obreros que deben apostarse vigilantes en los lugares estratégicos.

Lo previsto se cumple, pues el Ministro de la Gobernación, Miguel Maura, da órdenes tajantes a la Guardia Civil y a la tropa acuartelada: “¡Se desalojará la fábrica, cueste lo que cueste!”. El 23 de julio llegan por fin la Guardia Civil y fuerzas militares hasta las inmediaciones de la fábrica, tras atravesar el puente sobre el Nalón que une las localidades de Sama y La Felguera. Cuando están a punto de alcanzar el recinto, ocurre lo imprevisto. “Se apagan de repente todas las luces. Las entradas a la fábrica semejan bocas de lobo. Dentro, tras las puertas y ventanas y sobre los paredones, acechan los obreros con el arma lista”. Pero el monumental corte de la corriente eléctrica no afecta sólo a la fábrica. Pronto se sabe que las centrales eléctricas de todo el valle de Langreo han hecho lo mismo, paralizando los ascensores de las minas y dejando dentro de los pozos unos 18.000 mineros en todo el valle. En esas circunstancias, las sirenas de vapor y las campanas avisan a todo el pueblo de lo que ocurre. Miles de personas se precipitan sobre la fábrica, desbordan a la Guardia Civil y el ejército y se sitúan a modo de infranqueable muro frente a la tropa. Los jefes vacilan, pues no tienen órdenes de disparar contra miles de personas indefensas y saben que si lo hacen provocarán una espantosa carnicería. Además, no están seguros del comportamiento de los soldados, algunos de ellos asturianos que probablemente tienen familiares, esposas e hijos, entre la muchedumbre. Tras unas horas de tensión insoportable, la tropa decide retirarse.

En el momento en que el Gobernador de la provincia comunica lo sucedido al ministro de la Gobernación, el conservador Miguel Maura, éste le recuerda su anterior y tajante orden: “¡La Guardia Civil y la tropa desalojarán la fábrica, cueste lo que cueste!”. En esas circunstancias, el Gobernador envía desde Oviedo hacia la Felguera a dos compañías de infantería con ametralladoras para que, en unión de la Guardia Civil y las tropas ya presentes en el lugar, desalojen la fábrica e impongan el “orden” en el pueblo, “pacificándolo”.

Nada más salir la tropa de sus cuarteles en Oviedo, llega la noticia al Comité de Paro del Sindicato Metalúrgico de la CNT felguerina. Con gran rapidez, se redactan e imprimen octavillas que son repartidas por miles en las barriadas obreras de La Felguera, Sama y otras localidades de la cuenca minera e industrial. Cuando llega a La Felguera, surge la sorpresa. Cientos de mujeres con sus hijos se mezclan con los soldados, interrumpen el desfile, desbaratan la formación, aíslan a los soldados de los jefes, rodean a los oficiales y exigen a la tropa que haga causa común con los obreros en huelga. Muchos soldados se atreven a leer las octavillas que les entregan las mujeres. Básicamente, la octavilla les dice que ellos son “hijos del pueblo” y no se deben a la institución militar en la que están presos para defender los intereses de la burguesía y empresarios como los de la Duro Felguera, capaces de lanzar a la miseria a noventa familias sin otra causa que su hostilidad hacia los obreros que explotan cruelmente.

Tampoco se hizo esperar la respuesta desde el interior de la fábrica. Los obreros se encararon con los directivos de la empresa, asegurándoles que si las ametralladoras llegaban a disparar contra el pueblo o contra la fábrica, también ellos perderían la vida. Pues si los directivos habían organizado aquella cruenta batalla con su actitud en defensa del indigno sistema capitalista, justo era que asumieran que aquellos lujosos despachos y sus inquilinos eran, respectivamente, el principal escenario y los más importantes protagonistas de la guerra social. El jefe de la tropa llama repetidas veces al Gobernador, informándole de la difícil situación en que se halla. Es muy probable -le dice- que los soldados, entre los que hay algunos vecinos de La Felguera, terminen confraternizando con el “enemigo” si se les ordena disparar contra sus familiares. Por su parte, los obreros de la fábrica dejaron salir al Director del despacho en que estaba retenido junto a los demás directivos para que informase al gobernador “conforme se había comprometido ante el Comité de Huelga a convocar en Oviedo una reunión de accionistas con el fin de resolver sobre las proposiciones del Sindicato, lo que, de ser positiva la resolución, pondría fin a la ocupación de la fábrica”.

En esas circunstancias, el Gobernador opta por evitar el choque sangriento y ordena que la Guardia Civil y las tropas se retiren a lugar discreto.

Como recoge Manuel Villar, “por fin, al cabo de seis días de lucha emocionante, de choque de fuerza contra fuerza, se llegó a un acuerdo directo entre la Empresa y el Sindicato. Los noventa obreros amenazados de despido quedaron en sus puestos. Se pagaron a todos los huelguistas los seis días de jornal y a los 18.000 mineros los tres días que perdieren por falta de energía eléctrica en los pozos. Ha triunfado ampliamente La Felguera”.

M. Genofonte


Publicado en: La Campana (2ª época), nº238 y 239.

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