El cielu por asaltu

Recuperar la dignidá, recuperar la llucha. Documentos pa la hestoria del movimientu obreru y la clase obrera n'Asturies.

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lunes, junio 05, 2006

La huelga general de 1931

Noviembre-diciembre

CONTRA LOS DESPIDOS Y LA AUTORIDAD. El anarcosindicalismo contra esquiroles y gendarmes.

El 6 de noviembre de 1931, primer año de la II República, se recordará en Gijón por haberse iniciado ese día uno de los episodios más fructíferos, aunque dramático, de la solidaridad y apoyo mutuo entre trabajadores.

La mañana de aquél día comenzó tristemente. Si el color del mar era plomizo, el rostro de los hombres que bajaban al muelle del Musel era tenso y grave. En la tarde del día anterior se había conocido la decisión de la Patronal de armadores de efectuar despidos en la plantilla de estibadores, mayoritariamente afecta a la organización anarcosindicalista, CNT. Ahora se celebraría una asamblea en los muelles para decidir qué hacer.

Desde la improvisada tribuna, alzaron su voz los militantes más conocidos de la CNT de Gijón, entre ellos, Avelino Martínez y Baldomero del Val, quienes unos meses antes habían representado a los trabajadores del puerto y a los estibadores gijonenses, respectivamente, en el Congreso de la CNT llamado del Conservatorio, celebrado en junio de ese mismo año. La multitudinaria asamblea terminó con la declaración de huelga, hasta tanto no se readmitiese a todos los despedidos. Cuando la patronal se enteró de la decisión de los obreros, amenazó con el cierre patronal caso de no normalizarse inmediatamente el tráfico portuario. Los estibadores no se arredraron y mantuvieron la huelga, a lo que respondieron los empresarios tratando de utilizar como descargadores a obreros de las numerosas fábricas afectadas por la parada de los desembarcos. De este modo, la tensión social crecía día a día. Durante todo el mes de noviembre se sucedieron las reuniones de los representantes sindicales en la sede de la CNT y de las asambleas en los lugares de trabajo.

Hubo entonces una reunión del Comité de la Federación Local de Gijón para decidir qué hacer frente a los esquiroles y la situación creada por la patronal al contratar a obreros de sus propias plantillas para el trabajo en los muelles. Como recoge Ángeles Barrio, en su libro sobre el anarquismo y el anarcosindicalismo en Asturias: se “optó por la estrategia que poco antes habían experimentado con éxito los metalúrgicos de Duro Felguera, y que consistía en la ocupación de las fábricas por los huelguistas, en un intento no tanto de demostración de fuerza -como se interpretó en los círculos patronales- como de neutralizar el lock-out (cierre patronal) anunciado”.

Como recuerda Manuel Villar, la sirena de la fábrica de loza de Laviada sería “la encargada de dar la señal para generalizar la lucha, según se había convenido en las reuniones sindicales”, en las que también se había nombrado un Comité de Paro, que llevaría el control del movimiento. Nadie trabajaría con productos desembarcados por esquiroles, protegidos por la Guardia Civil y la gendarmería, ni, por supuesto, ningún obrero de Gijón podría actuar de esquirol, sin conocerlo de inmediato sus compañeros, reunidos en asamblea en el interior de la propia industria. Llegó el 8 de diciembre, día fijado para iniciar la ocupación de las fábricas. Según lo concertado, nada más comenzar el día, “el silbido agudo y penetrante de la sirena de la fábrica de loza de Laviada resonó en todo Gijón. Era una llamada convocando al proletariado a la lucha. Los trabajadores abandonaron sus tugurios y se precipitaron sobre las fábricas”.

La Guardia Civil recibió órdenes del gobierno de rodear las fábricas que fuesen ocupando los obreros e instalar ametralladoras y tomar posiciones en puntos estratégicos de la ciudad. José María Martínez, uno de los más conocidos dirigentes anarquistas, escribió al periódico de la CNT, Solidaridad, “previendo una derivación sangrienta y responsabilizando a las autoridades por si éstas no evitaban el choque inminente”, pues los obreros no cejarían en su justa demanda de impedir los despidos de los compañeros estibadores.

El anarcosindicalismo ocupa las fábricas en Asturias

La huelga y las ocupaciones continuaron en los días siguientes. El Comité de Paro amplió la convocatoria de huelga a los servicios públicos. Mientras en la fábrica de Laviada, la primera en ser ocupada, los obreros encendías hogueras en el patio para soportar el frío de las noches, en la acería Moreda más de 1.500 huelguistas decidieron mantener funcionando por su cuenta -sin el auxilio de gran parte de los cuadros técnicos- los hornos de fundición. Sin embargo, después de unos días en esa situación y ante la falta de materia prima, el 11 de diciembre, el Comité de huelga de la fábrica hizo pública su intención de salida pacifica de todos los obreros a la calle, a la que seguiría una manifestación por la ciudad.

Circuló el rumor de que la fábrica seria asaltada por las fuerzas gubernamentales, antes que permitir la salida en manifestación de tan gran número de trabajadores. Por ello, a la hora prevista para el desalojo, miles de personas se concentraron a la puerta de la fábrica para sumarse al cortejo nada más saliesen los metalúrgicos. Sin embargo, tal y como cuenta Manuel Villar, frente a la acería Moreda “se habían concentrado unos 400 números de la Guardia Civil. Grupos compactos de mujeres y niños se colocaron entre las puertas de acceso y los pelotones de la Guardia Civil para impedir el probable asalto. La muchedumbre que rodeó la fábrica se negó en absoluto a despejar. Dentro estaban sus familiares y esta consideración pesaba más en su ánimo que las órdenes tajantes de la Guardia Civil”.

Como siempre sucede en estos casos, nadie sabe quién dio la orden ni por qué. Pero lo cierto es que, de pronto, el piquete de la Guardia Civil desplazado hasta allí disparó a bocajarro contra la multitud, que huyó despavorida. Al menos dos personas fueron muertas en aquél lugar, mientras un incalculable número de heridos tuvo que ser atendido en el hospital y centros médicos de la ciudad.

“Pero esta agresión, para la que no se tuvo en cuenta la presencia de mujeres y niños, produjo en la ciudad una indignación enorme. Grupos de obreros apedrearon el domicilio del director de la fábrica donde ocurrieron los hechos luctuosos. Esa misma noche cerraron las salas de espectáculos. A la mañana siguiente no concurrieron al trabajo los obreros de servicios públicos. Dejaron de aparecer los diarios y suspendieron sus faenas los obreros municipales. La ciudad quedó sin gas ni electricidad”.

La respuesta organizada de la clase obrera de Gijón, representada exclusivamente en este caso por la CNT (pues los dirigentes de la central sindical socialista UGT se negaron a secundar la protesta), no se hizo esperar. El Comité de la Federación Local de Gijón de la CNT y el de la Regional Asturiana en pleno, declararon la huelga general a partir de ese mismo día, 11 de diciembre.

Como escribió el militante anarquista José María Martínez en el periódico Solidaridad: “Pues bien, Sr. Gobernador (...) que venga la tragedia si es que forzosamente hemos de tener que vivirla y aguantarla (...) Llene la cárcel de obreros, deporte a cuantos estorben planes patronales. Ponga unas cuantas cruces más en el cementerio (...) Mande que se torture como en Barcelona en los calabozos de la comisaría”, que nada conseguirá sino sufrimiento.

Dejar todo en la lucha, hasta la piel, pero no la solidaridad debida

Al día siguiente, la huelga general fue extendiéndose por toda la provincia, secundada por la CNT, aunque no por el otro sindicato, la UGT, que creyó así debilitar a la CNT, tras acusarla de haber lanzado temerariamente a la movilización a miles de obreros por unos “pocos despidos” entre los estibadores. La primera localidad en lanzarse a la lucha fue el otro gran centro del anarcosindicalismo asturiano: La Felguera, el pueblo nacido alrededor de una fábrica, la Duro Felguera, el pueblo que “es, él mismo, una fábrica” en el que la práctica totalidad del vecindario -los obreros y sus familias- eran afectos a la CNT y las ideas libertarias.

La violencia gubernamental continuaría en los días siguientes. Una nueva descarga de la policía en pleno casco urbano provocaría otro trabajador muerto y varios heridos, en momentos en que los dirigentes cenetistas estaban intentando encontrar una salida al enconado conflicto.

En la semana siguiente de haberse comenzado el conflicto, la huelga se había extendido prácticamente por toda la provincia, aunque en importantes ciudades y centros mineros en que era hegemónica la UGT, la actividad general funcionó regularmente. No obstante, el día 15 de diciembre, tal como recoge Manuel Villar en su conocido libro-testimonio, El anarquismo en la insurrección de Asturias, “a La Felguera siguieron otras muchas localidades en el valle de Langreo, Mieres, Candás, Avilés, Rivadesella y Villaviciosa. En Oviedo, fueron a la huelga en forma disciplinada Construcción y Metalurgia”.

A los 10 días de huelga general en toda la provincia, la CNT, encontrándose debilitada (sobre todo por la intriga de los dirigentes de la UGT), acordó convocar un referéndum entre todos los sindicatos para decidir la vuelta al trabajo. La consulta se realizó el 21 de diciembre. Por un reducidísimo margen de votos se impuso la vuelta al trabajo y el fin de la estrategia de las ocupaciones, “siempre y cuando los patrones garantizasen la reincorporación de los huelguistas a sus antiguos puestos de trabajo”. Contra este parecer, otros muchos militantes anarcosindicalistas exigían continuar la huelga y exigir las responsabilidades que fuera necesario por las muertes y heridos y el abono de los jornales perdidos.

Al día siguiente del referéndum, la huelga general se dio por finalizada. Los armadores acordaron pagar la indemnización exigida por los despidos efectuados en el origen de la huelga, pero nada más. La victoria de los trabajadores pareció precaria a muchos, pues la organización obrera había salido reforzada moralmente, pero orgánicamente debilitada al haber asumido una tarea demasiado grande para la fuerza real que disponía. Particularmente enojosa fue la situación en la empresa Moreda, que permanecerá cerrada durante varios meses, al intentar aprovecharse la dirección para imponer a los represaliados obreros un “reajuste total de plantilla y un nuevo enfoque de la producción”.

Sin embargo, no tardaría la CNT asturiana en recuperarse del evidente desgaste que le generó esta movilización, dando la razón a aquellos que consideraban impropio de un sindicato anarcosindicalista el aceptar chantajes patronales y el despido arbitrario de unos compañeros, sobre todo, cuando el trabajo se podía repartir.

M. Genofonte


Publicado en: La Campana (2ª época), nº 220, 221 y 222.

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