El cielu por asaltu

Recuperar la dignidá, recuperar la llucha. Documentos pa la hestoria del movimientu obreru y la clase obrera n'Asturies.

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lunes, noviembre 26, 2007

Entrevista a José Luis García Rúa

«El verticalismo sindical implantado por el franquismo sigue teniendo hoy una clara manifestación de presencia, a través de los Comités de Empresa y del parlamentarismo de empresa», dijo ayer a EL COMERCIO el gijonés José Luis García Rúa, Secretario General del Comité Nacional de la CNT-AIT, quien participó anoche, con una conferencia sobre el tema «La Confederación Nacional del Trabajo en la Transición», en las II Jornadas sobre la Transición Democrática en España, que se celebran en Gijón. García Rúa considera que tras el 14-D «se está dando la razón a lo que la CNT profetizó hace unos años, cuando optó por la ruptura en lugar del continuismo. Desde el cambio de régimen, los sindicatos se han ido desangrando y la clase obrera fue perdiendo, paralelamente, en todos los terrenos. La huelga general fue un aldabonazo para la patronal y para el propio Gobierno, pero los denominados sindicatos mayoritarios no pueden arrogarse el éxito de la jornada, ya que todos sabemos que respondió a un descontento generalizado de la sociedad. Ahora son los propios sindicatos que apostaron por el continuismo los que tratan de recuperar el prestigio perdido en los últimos diez años». En opinión del líder cenetista hay que caminar hacia una regeneración del movimiento obrero «que ha sido desvertebrado por la propia transición. La izquierda política tuvo, cuando menos, un error de cálculo en este sentido y ahora el propio PSOE, que pensó que con ellos no iba la cosa, está pagando las consecuencias. Todo el proceso de voracidad política de la transición ha traído consigo unas pérdidas sociales que ahora serán muy difíciles de restaurar».

García Rúa opina que la CNT resultaba en la transición molesta para el aparato del Estado, «porque era imposible doblegarla sin romper sus estructuras» y afirmó que seguirán siendo fieles «por principios, convencimiento y orientación instintiva» a la fórmula de no participar en las elecciones sindicales. «Los comités de empresa -dice- son el traslado del parlamento a la empresa. Para nosotros, la militancia del obrero es la única que, aunque sea dentro de mil años, garantizará el triunfo de la clase trabajadora. Lo contrario es sustituir el obrero-votante en lugar del obrero-actuante. Con este sistema de los Comités de Empresa el obrero no tiene falta de afiliarse ya que si el Comité de Empresa funciona, el trabajador se limita a votar cada cuatro años, y, si no funciona, la afiliación pierde prestigio para el propio obrero, O sea, que, en nuestra opinión, en cualquiera de los dos casos los comités de empresa son fatales para el movimiento obrero y desangran el sindicalismo». En opinión de García Rúa, el sindicalismo que ellos propugnan «no es un sindicalismo de marcianos, sino más bien al contrario, el más europeo de todos. Es el sindicalismo de implantación y de secciones sindicales y éste es el único que defiende los intereses de los trabajadores. Por ello, los sindicatos se están quedando vacíos. Los denominados «mayoritarios» son, por su afiliación, gigantes con pies de barro. Tienen un gran aparato que cuesta miles de millones y para mantenerlo tienen que acudir a las subvenciones del Estado, y ya se sabe que quien paga manda. Esta desertización es la que pone en peligro el movimiento sindical».

El sindicalista destacó la coherencia de la CNT en sus planteamientos, «lo que nos permitió ser una especie de conciencia de la clase obrera» y dijo que «la transición fue una compra sistemática de puestos y de conciencias».

Dice que la CNT no se dejó comprar «ni entró en ese mercado, como lo demuestra el hecho de que hoy podemos asumir nuestros planteamientos de hace diez u once años. La UGT y CC OO no pueden, en mi opinión, decir lo mismo».

En relación con la «guerra de siglas» que desde hace diez años, tras el V Congreso, se ha planteado en el seno de la CNT, José Luis García Rúa dijo que quienes pretendieron romper la unidad del sindicato «no son nada más que fantasmas ex-cenetistas y nosotros, como denunciantes en este caso, confiamos en la independencia del Tribunal Supremo y, con base en ello, somos optimistas. De todas maneras, y así lo expresamos ya en un documento publicado en 1987, estamos abiertos a que estos compañeros que abandonaron la CNT vuelvan a la organización comprendiendo que, en determinado momento, se dejaron llevar por la tentación de participar en elecciones sindicales. Ahora hablan de negociar, ¿pero negociar qué? La postura de no participar en elecciones sindicales es una postura de principio de la organización y esto es innegociable».

En relación con el patrimonio sindical histórico, García Rúa dijo que en absoluto la CNT se muestra conforme con los 248 millones de pesetas que el Estado tiene depositados en el Banco de España a la espera de que se resuelva el litigio de las siglas. «Nosotros - García Rúa- sólo en locales valoramos nuestro patrimonio histórico en 6.000 millones de pesetas. Una vez que se ponga este dinero a nuestra disposición, tomaremos los 248 millones de pesetas, pero haciendo constar que no estamos conformes con la cuantía. En consecuencia, sólo caben dos alternativas: un litigio eterno o una negociación sensata. Por otra parte, queremos recuperar nuestro archivo histórico, que se encuentra en Salamanca, y que debe pasar a la Fundación Anselmo Lorenzo, auténtico brazo cultural de la CNT».

Por último, en relación con la anunciada ley de huelga, el sindicalista gijonés dijo que «sabido es que toda ley es restrictiva, pero la ley de huelga, mucho más aún. Es la mayor cadena que pueden poner al movimiento obrero. Si esto sigue adelante creo que hasta los sindicatos llamados mayoritarios tendrán que movilizarse contra ella».

A. Presedo


Publicado en: El Comercio, 18 de marzo de 1989.
Recogido en: Reflexiones para la acción I. Una lectura libertaria de la Transición, José Luis García Rúa. Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, Madrid, 1997.
Digitalización: El cielu por asaltu.

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domingo, noviembre 18, 2007

Delfino Suárez

Un hito para la esperanza

Los familiares de Delfino Suárez, natural de Piñeres de Aller y asesinado en la posguerra, lograron dar con su paradero tras varios años de búsqueda

La historia de Delfino Suárez es similar a la de otros muchos españoles que murieron asesinados durante la Guerra Civil y en los primeros años de la posguerra por defender sus ideales. Pero la diferencia, en la mayoría de los casos y en éste en concreto, es que sus familiares nunca conocieron a ciencia cierta cómo se dieron los hechos. Esa información se ha perdido en el tiempo, ya sea olvidada en los muchos archivos que existen en el país o en las mentes de aquellos que lo vivieron en primera persona y que ahora no pueden contarlo.

Delfino Suárez era minero, comunista y luchó en el ejército republicano como teniente del Bon 241 hasta el mes de setiembre de 1937, cuando fue destinado al Bon 237.

«Con la caída de Asturias el 21 de octubre de 1937, Delfino, junto a su hermano Ramón y otros compañeros, participó en una guerrilla que operaba en los montes de Aller. Pero tras una emboscada dirigida por falangistas en la que fueron asesinados dos de sus miembros, el grupo se deshizo y aquellos que tuvieron la suerte de salvarse se diseminaron y ocultaron en las montañas, entre ellos Delfino». Así lo narra su nieta, Carmen Suárez, quien comenzó a buscar a su abuelo en el año 2002 y ahora, cinco años después, ha conseguido encontrar su fosa, que se hallaba en los montes de Valdeón (León), justo en el lugar en el que había sido asesinado y en un espacio casi inaccesible.

Archivos militares

Pero la búsqueda no ha sido fácil. Carmen encontró a su abuelo a fuerza de revisar archivos militares y contrastar esos datos obtenidos con testimonios reales de aquellos que lo vivieron de cerca, una dura tarea que sólo se consigue con mucho empeño y esfuerzo, «pero la recompensa merece la pena, porque yo estaba totalmente engañada sobre la vida de mi abuelo».

Y es que Delfino, según cuenta su nieta, no estaba sólo en ese último viaje, «le acompaña Argentina Rodríguez Trapiella, de 24 años y vecina de Piñeres, que también estaba perseguida por haber colaborado en el economato del Comité de Abastos de Piñeres».

La historia sigue cuando estas dos personas consiguieron llegar al Puerto de Jover en su intento de escapar a Francia. «Allí se encontraba un pastor que no les prestó ayuda y les sugirió que continuasen camino hasta el puerto de Dobres. Cuando se fueron, el pastor bajó a Posada de Valdeón a avisar a los falangistas de que dos huídos estaban en la zona», relata la nieta.

Fatídico final

El fatídico final de Delfino tuvo lugar al amanecer, cuando fueron sorprendidos por veinte falangistas armados. Carmen explica que su abuelo «escapó monte abajo y, tras una larga persecución, un disparo le alcanzó en el cuello; después fue rematado a culatazos».

Sin duda lo que más sorprende es la claridad de la historia, que incluso podría llegar a gozar de más exactitud, algo que no se concibe después de casi setenta años, pero que ofrece una luz de esperanza a aquellas familias que nada saben del paradero de sus antepasados y que, posiblemente, se encuentren enterrados en una de las muchas fosas comunes que existen por todo el país.

Dignificar las tumbas

Este hecho también fue reseñado por la nieta de Delfino Suárez, quien abogó por dignificar las tumbas originales de estas personas en lugar de trasladar los restos. Así, la asociación Pozo Grajero instaló el pasado día 7 en los montes de Valdeón dos placas que recordaban a estas dos víctimas del franquismo. En el acto también colaboraron miembros de asociaciones de memoria histórica de Asturias, como Frente Norte y Todos los Nombres, y Aerle y Foro por la Memoria, ubicadas en León.

'Todos los nombres' recupera de la memoria el pasado de 13.000 personas

El proyecto 'Todos los Nombres de Asturias', -www.todoslosnombres.es-, puesto en marcha en enero de 2006 por la Asociación Todos los Nombres de Asturias y el Grupo de Investigación Frente Norte, cuenta actualmente con 13.000 nombres de republicanos y republicanas muertos en Asturias durante la Guerra Civil y posguerra, así como de asturianos fallecidos fuera de la región en su lucha contra el fascismo. Además de los nombres, el proyecto también indaga en el pasado de estas personas, gracias a un destacable trabajo de investigación.

Este proyecto es fruto del trabajo llevado a cabo durante años por miembros de estos dos colectivos, con la colaboración de otras agrupaciones y asociaciones nacionales e internacionales, cuya ayuda ha sido inestimable. Asimismo, la iniciativa ha servido para que numerosas familias hayan podido conocer un poco más sobre el trágico final de sus antecesores.

Julio Vivas


Publicado en: El Comercio, 14 de octubre de 2007.
Fuente: El Comercio.

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domingo, noviembre 04, 2007

"Tras Franco, los sindicatos domesticaron al movimiento obrero"

César Alberto Rosón Ordóñez, que fuera secretario regional de la CNT en 1977, relata los pormenores de la gran huelga de la construcción en Asturias de ese año en el libro “La huelga de la construcción asturiana en la transición española”, “Los sindicatos cumplieron el papel moderador que permitió frenar el movimiento obrero e introducir las reformas económicas estabilizadoras”, sostiene el autor.

El papel del movimiento obrero en la transición española ha sido infravalorado, sostiene César Alberto Rosón Ordóñez (Olloniego, 1954), autor del libro «La huelga de la construcción asturiana en la transición española», que acaba de editar la Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo (Madrid, 2004). Rosón Ordóñez, que en 1977 era secretario regional de propaganda y formación de la CNT en Asturias y en la actualidad trabaja en Madrid como administrativo en una empresa fabricante de latas para bebidas, sostiene, a través del estudio de aquella magna huelga, que afectó a 30.000 familias asturianas durante cien días en 1977, que los partidos de izquierda y los sindicatos identificados con tales fuerzas políticas cumplieron el papel de frenar el combativo movimiento obrero español en el contexto del pacto social que alumbró un modelo de transición posfranquista fundamentada en la evolución y no en la ruptura. A su juicio, «los sindicatos cumplieron el papel moderador que permitió frenar el movimiento obrero e introducir las reformas económicas estabilizadoras y restrictivas que imponía el deseado ingreso en la Unión Europea». «Para entrar en la entonces CEE eran necesarios los sindicatos, que a su vez cumplieron la función de moderación salarial, que era la única alternativa que veía el capital para sobrevivir», agrega el autor.

Rosón Ordóñez era, a comienzos de 1977, uno de los dos únicos afiliados que la CNT tenía en el sector de la construcción de Asturias, en el que empezó a trabajar como peón con el fin de promover la implantación del sindicato libertario en ese sector de actividad. Su obra «La huelga de la construcción asturiana en la transición española» reconstruye documentalmente el movimiento huelguístico que paralizó el sector durante más de tres meses y del que él mismo fue uno de sus protagonistas. El autor trabajó tres años en este libro, sirviéndose de textos originales de la época (manifiestos, comunicados de asambleas, notas manuscritas, etcétera) y de una laboriosa inmersión en las hemerotecas.

La huelga, que constituyó uno los hitos sociolaborales del período inmediatamente posterior al franquismo en Asturias, se produjo como consecuencia de la negociación del convenio colectivo. Los sindicatos aún no habían sido legalizados, pero ya estaban tolerados. «El Gobierno de la UCD ya mantenía negociaciones con la Coordinadora de Organizaciones Sindicales (COS), que agrupaba a UGT, CC OO y USO, pero la COS estaba en crisis por los enfrentamientos internos entre CC OO, que era la fuerza mayoritaria, y UGT. Ambos pugnaban entre sí por controlar el espacio político y sindical. A consecuencia de esa división, en vez de plantear una sola plataforma reivindicativa, hubo división, y eso permitió abrir una vía para que el protagonismo lo asumieran las asambleas de trabajadores, desbordando de este modo a los sindicatos. En CNT defendimos la autonomía obrera y el protagonismo de las asambleas. Al cabo de cien días de huelga, se lograron todas las reivindicaciones. CNT pasó en ese tiempo de 2 a 400 afiliados en el sector de la construcción porque logramos un gran prestigio», asegura Rosón 27 años después.

A partir del análisis de las actitudes que mantuvieron las distintas fuerzas sindicales y políticas en aquella huelga, una de las más
importantes del período por su duración y por la extensión del colectivo laboral implicado, el autor concluye que los partidos de izquierda y los sindicatos afines realizaron una tarea de control y moderación del movimiento obrero español.

«Desde la crisis del petróleo de 1973 no se habían tomado medidas económicas estabilizadoras, que era condición para entrar en la entonces Comunidad Económica Europea. En ese empeño se consideró fundamental implicar a los sindicatos para que controlasen un movimiento obrero, que entonces era uno de los más combativos de Europa, y con un protagonismo que no había tenido en el franquismo, pero que estaba desorganizado. El capital y el Gobierno no tenían interlocutor y lo necesitaban, como precisaban frenar un movimiento obrero que en ese momento era muy combativo».

Según César Antonio Rosón, «la conflictividad laboral se había disparado a partir de 1976, y los partidos, los sindicatos, el Gobierno y la patronal se propusieron llegar a las primeras elecciones democráticas, en junio de 1977, con la menor conflictividad posible. En la primavera de 1977 las huelgas aún eran numerosas, pero ya se estaba gestando el pacto social, cuyo colofón se producirá en octubre de ese año, con los pactos de la Moncloa».

El intento de desmovilización de la huelga asturiana de la construcción que persiguieron, según Rosón, fuerzas sindicales como CC OO, no se entendería, opina el autor, si no se analiza desde esta perspectiva y desde el papel desempeñado por el Partido Comunista de España (PCE) en el proceso de la transición: «Los sindicatos aceptaron hacer el trabajo de acabar con un movimiento obrero que tenía una combatividad y radicalidad enormes», señala César Alberto Rosón.

«La izquierda española no pensaba entonces en que al franquismo le sustituyese la actual monarquía democrática. Había otras opciones. Y el movimiento obrero no organizado era la punta de lanza en ese intento, que pasaba por la ruptura frente al modelo de reforma del franquismo, que fue el que finalmente se llevó a cabo». «En ese momento había grandes expectativas y todo estaba abierto. La alternativa de una monarquía democrática surge de las propias instituciones franquistas y fue posible por la connivencia del PCE, que era la única fuerza de izquierda con gran implantación en el movimiento obrero. En aquellas fechas había un gran desfase entre la España legal y oficial y la España real. Había libertades que, sin haber sido legalizadas, ya se estaban ejerciendo. La transición nace del propio franquismo porque, de no haberse acometido la reforma, el régimen de la dictadura hubiese caído violentamente por problemas internos y porque ya no se acomodaba a la realidad».

A juicio del autor, el pacto que entonces se alcanzó se basó en la opción reformista y moderada frente a la alternativa de la ruptura. «Sólo en ese contexto se entiende que dirigentes de CC OO con gran carisma reclamaran a los huelguistas de la construcción que depusieran la protesta», indica el entonces responsable de comunicación de la CNT asturiana. «La huelga prosiguió por la autonomía obrera que entonces existía y la determinación de los trabajadores. El entonces ministro de Trabajo, Jiménez de Parga, recibió a una comisión de trabajadores. La huelga terminó el 11 de julio con una resolución de la Delegación de Trabajo que accedía a todas las reivindicaciones: el salario mínimo del peón pasó de 400 a 732 pesetas, no hubo despidos y se cobraron las pagas extraordinarias íntegras, sin descontar los días de huelga. La resolución de Trabajo se produjo un día antes de la fecha señalada para que 22.000 familias emprendiesen una marcha a pie hasta Madrid».

Rosón concluye que tras los pactos de la Moncloa, de octubre, «desapareció el poder de las asambleas y los sindicatos tomaron la dirección, asumiendo el papel que hasta entonces había tenido el sindicato vertical del franquismo».


Publicado en: La Nueva España, 5 de julio de 2004.
Digitalización: El cielu por asaltu.

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